domingo, febrero 24, 2008

Reseña: Los otros (2001)

En el caso de que sea necesaria alguna clase de introducción, tendré que comenzar estas escuetas líneas aclarando que soy de los que piensan que Alejandro Amenábar es un director que está muy lejos de convencerme y cuya obra está muy por debajo de lo que la mayoría de los críticos se empeñan en hacernos creer, pero en lo que se refiere a Los otros (2001) tengo que condecerle más que eso. Sí, es cierto que su primera y (hasta la fecha) única cinta en inglés tiene muy poco de original y mucho de vampirismo cinematográfico (especialmente de aquellas películas inspiradas en La vuelta de tuerca, de Henry James, una de esas novelas a las que el cine parece volver una y otra vez), pero no es menos cierto que de todas sus películas es para mí la más redonda, la mejor acabada y la única que puedo ver sin momentos chirriantes y malos rollos. La discusión de si es o no una película de terror no viene al caso: saldo dicha polémica diciendo que para mí sí lo es, y en mayor medida que muchas de las que ya se han reseñado acá.

Los otros es también uno de los mayores éxitos taquilleros producidos en este país, y si no entusiasmó más al fandom internacional fue quizás debido a su proximidad con El sexto sentido (1999), de M. Night Shyamalan, película que a pesar de haberse estrenado dos años antes todavía estaba (y está) muy fresca en la mente del público hasta el punto de dar cabida a un gran número de estrenos en los que el horror físico se dejaba de lado para volver a los cuentos de fantasmas. Estos son tanto reales como metafóricos, especialmente el gran Fantasma de la Guerra, una presencia que se deja permear a lo largo de la cinta atrapando a los personajes en un eterno presente. El personaje de Nicole Kidman es por eso una especie de Penélope no exenta de un triste patetismo al defender el hogar y los críos no ya de unos pretendientes, sino de una Soledad (con mayúsculas) que la va cercando a ella y a sus dos pequeños, una pareja de niños afectados por una dolencia física que no les permite salir más allá de los muros de su grande y vacío domicilio.

Donde reside probablemente la mayor gloria de Amenábar es en la manera tan eficaz como logra mezclar el discurso de fábula oscura con momentos de genuino pavor muy propio de ese cine que está homenajeando/plagiando: secuencias como la del ático con sus muebles cubiertos de sábanas, la progresivamente siniestra presencia de los criados y la manera como saca a relucir aspectos macabros de nuestra cultura sin llegar nunca a recurrir al exploit (hablo aquí del famoso álbum de muertos) nos indican que el director no deja nunca de estar consciente de que, por mucho que se pretenda crear una historia alrededor de un tema, los objetivos emocionales del género de terror no tienen por qué representar una entrega a la banalidad. Es eso lo que (ante mis ojos al menos) encumbra a esta película sobre otras con similares aspiraciones, como El orfanato (2007) de Bayona, por poner algún ejemplo reciente.

Llegado cierto momento se hace tremendamente obvio cual va a ser el giro final dará la película. A pesar de eso no decepciona, ya que dicha revelación es más que un golpe de efecto: es una consecuencia lógica y coherente con la metáfora que constituye la trama. Los otros ha sido en muchas ocasiones ninguneada incluso por los mayores defensores de Amenábar, quizás por no haber sido rodada en español o por alejarse de ese cine "comprometido" con el que posteriormente se relacionaría a su director. Lo cierto es que ninguna otra de sus cintas me ha dejado como esta. Eso tiene que valer algo.

miércoles, febrero 20, 2008

Reseña: Hellraiser 3: Hell on Earth (1992)

La entrada en los noventa de la saga iniciada con Hellraiser (1987) da el pistoletazo de salida a una larga fila de secuelas en las que no solamente comenzamos a ver una progresiva decadencia, sino que también se arroja por la borda gran parte del significado de la obra de Clive Barker. Hellraiser 3: Hell on Earth (1992) es también un punto de inflexión en la saga al ahondar en un punto estético ya insinuado en Hellbound (1988): a partir de ahora es Pinhead el elemento más reconocible y "explotable" de toda esta serie de películas. El líder de los cenobitas pasa de ser una figura tangencial a convertirse en un auténtico villano no muy diferente de Jason y Freddy, que para entonces todavía daban sus últimos tumbos por la cartelera. El resultado es ampliamente mejorable, pero también es la última de las películas de Hellraiser que todavía se deja ver, y que al menos guarda cierta coherencia con la mitología propuesta por las dos entradas anteriores.

Para empezar, la cinta se encarga de mantener cierta continuidad (muy superficial) con lo que ya se nos había contado, y así vemos como un despreciable y hedonista dueño de un club de "siniestros" se hace con una rara pieza para su colección de arte: una grotesca columna de piedra que muestra escenas de dolor y tortura particularmente atrayentes. La columna es en realidad la prisión del líder de los cenobitas y el sitio de descanso de la Configuración de los Lamentos, que muy pronto cae en manos equivocadas con las consecuencias que ya conocemos. Esto se mezcla con la historia de una reportera de televisión en busca de la historia que de impulso a su carrera y que la encuentra en lo que las víctimas de Pinhead empiezan a caer como moscas.

Pero claro, esto es Hellraiser, por lo tanto es de esperar que cualquier excusa de argumento muy pronto se cae ante la complacencia de la película en cuanto a visiones estrafalarias y delirios gore. Más allá de una muy breve referencia a los eventos ocurridos en la segunda parte, las cuestiones estilísticas son la mayor forma de reconocer la obra original de Clive Barker. Lo más increíble de todo es que, aunque parezca mentira, la idea de convertir a Pinhead en una especie de pseudo-slasher no resulta tan catastrófica, ya que al menos permite el lucimiento absoluto de Doug Bradley, sin duda alguna el principal atractivo de la película. Ciertamente la historia se pierde un poco al buscar motivaciones innecesarias en el también innecesario pasado humano del líder de los cenobitas, pero el espíritu mefistofélico del personaje permanece intacto en la presentación de un duo aquetípico que ya se había manifestado en las dos cintas anteriores: el "liberador" corrupto de Pinhead y la víctima "pura" que se vinculan a través de la configuración del puzzle que abre las puertas al infierno. Donde probablemente la película falle sea en su debilucha trama y una casposa secuencia final en la que unos muy estrafalarios neo-cenobitas siembran el caos y el pánico en la ciudad ante la mirada de todo aquel que se pasee por allí. Este momento banaliza la amenaza de los personajes y desvirtúa gran parte del ocultismo que ha caracterizado a la saga, además de mostrar cierta carencia de ideas y en los responsables de esta entrega.

Hell on Earth puede que no pase de ser medianamente disfrutable debido a sus propios excesos, pero sigue siendo de las entregas de Hellraiser que se pueden apreciar. El plano final, además, deja abierta la posibilidad de una secuela que (todos sabemos ya) llegó y no fue la única. Pero eso es materia para otra ocasión.

miércoles, febrero 13, 2008

Reseña: 30 días de oscuridad (2007)

Espero todos sepan perdonar de antemano si excedo el tono pajillero de este comentario, que es debido sin duda a una circunstancia inusual: el de 30 días de oscuridad (2007) es el primer caso en el que veo una película basada en un cómic después de haber leído el cómic en cuestión. De todas maneras aquí va la opinión resumida: a pesar de ser una película entretenida y pasable, resulta también una decepción total y un estreno menor muy por debajo de sus posibilidades.

Al igual que su fuente producto de Steve Niles y Ben Templesmith, esta adaptación a cine cuenta con una historia muy básica y sencilla: la de un grupo de vampiros venidos de tierras lejanas a lanzarse sobre la yugular colectiva de Barrow, Alaska, un remoto pueblo cercano al círculo ártico que, en un momento específico del año, se ve sumido en una larga noche que dura un mes. Ahora los habitantes del pueblo deben unir fuerzas alrededor de su sheriff para repeler a las criaturas y asegurarse de no convertirse en comida para los no-muertos. Las carencias argumentales se compensan de la misma forma que en la original: una estética envidiable, especialmente en el caso de los chupasangres que aquí se ven como unos auténticos monstruos de fauces abiertas y expectantes ojos negros.

La mayor paradoja de 30 días de oscuridad es que, si bien resulta tener una trama tan escueta y típica como la del cómic en el que se basa, no son pocos los intentos por parte de sus creadores de dotarle de una mayor complejidad argumental, intentos que por lo general se quedan bastante pobres. No me explico de otra forma la extraña decisión de convertir al matrimonio de policías que protagonizaba el cómic (perfectamente creíble en un contexto social y geográfico como el que plantea la historia) por una pareja en pleno conflicto doméstico de separación digno de cine familiar, un vericueto que sólo tiene sentido como una tentativa bastante superficial de dar una mayor "profundidad" a sus personajes mediante la introducción de un conflicto que en la fuente original no existía y que aquí es completamente insulso y prescindible. Pero esto no es lo peor: el mayor peso argumental de los humanos ha causado una nefasta simplificación de los vampiros con respecto a lo que mostraba la obra de Steve Niles. Los chupasangres de la película de David Slade son aún más "monstruosos" y menos humanos que los del cómic, y la criminal ausencia del más interesante de ellos hace que desaparezca por completo el conflicto que la novela planteaba entre las filas de las criaturas de la noche. Para colmo, el momento en que uno de los restantes suelta la frase principal de este personaje desaparecido, dicho parlamento no tiene ningún sentido.

Sin embargo, lo curioso de las criaturas de 30 días de oscuridad es que resucitan una vertiente discursiva que constituía la base del cine de vampiros desde los tiempos de Nosferatu (1922): la idea de la amenaza animal e irracional que viene de afuera. Este detalle (presente también en el cómic) convierte la historia en toda una alegoría de xenofobia (entendiéndose en el sentido más literal de la palabra, sin excesivas cargas morales). Y de hecho, el carácter foráneo de los vampiros de David Slade no puede resaltarse más, no solamente en el hecho de que hablan un idioma diferente al humano, sino incluso en sus vestimentas típicamente eurotrash en contraste con los simples paletos boreales. Hasta el mismo personaje de Eben lo resalta en una arenga de aldeanismo que reinvidica el aislamiento como bien moral. El mismo sheriff es un personaje interesante muy alejado del prototipo de héroe, ya que sus acciones iniciales son auténticamente cobardes e incluso egoístas. Es una lástima que todos estos detalles discursivos se hayan visto reducidos por culpa de unos vampiros despojados de gran parte de su humanidad y de su atractivo como personajes, no como monstruos (1).

En fin, si bien resulta un acierto a nivel estético y en cuanto a algunos detalles muy específicos, como película ha sido una decepción bastante grande, especialmente considerando el peso de la publicidad que la ha precedido. Lo que podía haber sido una de las películas de vampiros más cañeras de los últimos años se ha convertido, gracias a la simplificación de sus personajes en simples monstruos, en una vulgar película de zombis inteligentes, con unos cuantos momentos de brutalidad que no sorprenden después de haber visto Abierto hasta el amanecer (1996). Una pena que no merece (en mi opinión, claro) más que un justo aprobadillo.


(1) Otra de las cosas que no me puedo creer es que la película de Slade no haya aprovechado y reproducido la que era sin duda una de las imágenes más poderosas del cómic: la de los vampiros en el horizonte mirando a Barrow con el hambre en sus rostros. Esta omisión da paso a una de las mayores carencias de la película: nunca vemos llegar a los vampiros; de repente ya están allí.

domingo, febrero 10, 2008

Muy pronto... 200

En el número 200 de Dylan Dog (como ya saben todos, el único cómic que sigo) la publicación del "Investigador de las pesadillas" se vestía de lujo con una edición en colores y una historia de esas que todo fan esperaba con ansias. El episodio, titulado muy apropiadamente "El número doscientos" contaba, entre otras cosas, los inicios de Dylan como detective, su salida del alcoholismo y el origen de la relación tan especial que el personaje tiene con el jefe de policía Bloch y su fiel asistente Groucho (no sabemos realmente quien es este extraño personaje con pinta del más famoso de los hermanos Marx, pero al menos sabemos por qué Dylan le ha aguantado todos estos años).
De la misma forma (y por supuesto sin querer buscar paralelismos inmerecidos con el cómic), Horas de oscuridad está cada vez más cerca de las doscientas reseñas. Les propongo el mismo juego de la vez anterior: enviénme sugerencias para las tres reseñas "especiales" que adornarán esta humilde página de aquí a unas semanas (doy tiempo para ello debido a que es más que probable que tendré que buscar algunas películas que seguro me lanzarán lectores mucho más eruditos). La vez pasada el palmarés se lo llevaron El aullido (1981), solicitada por mi querido tío Protheus, y El pueblo de los malditos (1960), a petición del señor Eki, así como un placer que me permití al colgar un texto sobre la versión original de El amanecer de los muertos (1979), una de mis películas de terror favoritas de toda la vida.
Todas las sugerencias serán escuchadas. Hasta entonces, doscientas gracias por pasar.
Y ya para cerrar: ¿qué pasa con esa película de Dylan Dog? ¿Llegaremos a tenerla algún día?

martes, febrero 05, 2008

Tres tristes trailers 14

Para el que esto escribe, el tutubo de la semana es, definitivamente, el trailer de The Happening (2008), la nueva película de M. Night Shyamalan. Al verlo se hacen comprensibles dos cosas: por qué esta es una de las cintas más esperadas por todos aquellos que codiciamos una nueva entrega del director de grandes películas como El protegido (2000) y La joven del agua (2006), y el hecho de que esta la primera incursión de su director en el cine con clasificación "R". Y es que The Happening parece ser una vuelta al cine de ciencia-ficción mezclado con terror que el director ya había demostrado con Señales (2002), una película con la que esta tiene más de un punto en común, principalmente el de tratarse de una situación apocalíptica vista desde una perspectiva minimalista: una familia que huye. La naturaleza del evento no está del todo clara salvo un detalle: suicidios en masa, pero en que forma (en el avance se me ponen los pelos de punta al ver, por ejemplo, la escena de la obra). A dejarnos los dientes hasta junio.

En el otro lado de la balanza (de interés) está Shutter (2008), remake americano de una cinta de terror tailandesa de hace cuatro años y que sonará bastante a todos los fans del terror oriental. Mi escaso interés por esta película no tiene nada que ver con aversión alguna hacia los remakes o con el hecho de que Joshua Jackson me parece un actor realmente cargante, sino simplemente a que la original jamás me ha parecido una película particularmente notable más allá de unas cuantas secuencias muy específicas, y en su mayor parte plagiadas del inconfundible estilo del japo-terror que hoy por hoy ha terminado por convertirse en otro cliché más. A juzgar por el avance, y muy a pesar de que evidentemente han reproducido cual fotocopia algunos de estos momentos, se aprecian dos cosas: por un lado, la reorientación de la trama hacia una historia explotativa de fenomenología muy al estilo de White Noise (2005). Por otro lado, la curiosa decisión por parte de la Fox de ambientar la historia en Japón en vez de Tailandia, algo que se explica si tenemos en cuenta el hecho de que el director contratado es el japonés Masayuki Ochiai, director de Infection (2004), y especialmente las nada disimuladas ganas que tiene la Fox de repetir el éxito de The Grudge (2004).

Y ya para cerrar uno que seguramente todos habrán visto ya: el trailer de The Cottage (2008), comedia de horror de producción británica que sigue el camino trazado por cintas como Shaun of the Dead (2004) o Desmembrados (2006). Como estas dos, The Cottage parece que nunca llega a ser una parodia ciento por ciento, ya que las imágenes que nos llegan de este particular slasher rural destacan por una truculencia que poco tiene que ver con las carcajadas altisonantes. A destacar la presencia de Andy Serkis en un papel diferente a los que le han dado más fama últimamente (es decir, mostrando su propio cuerpo en pantalla en lugar de una animación digitalizada). Muy a pesar de que varias de las cosas que apreciamos en este alocado avance las hemos visto mil veces en otras películas, no deja de ser una apuesta curiosa que esperamos que de buenos frutos.