El problema con el que tienen que lidiar todas las adaptaciones americanas del J–Horror es simplemente cultural, y se resume en las diferentes concepciones que tenemos orientales y occidentales acerca de lo que es realmente pavoroso. Si uno se acerca a estas películas buscando sustos y sobresaltos, lo más probable es que salga decepcionado. Si por el contrario uno entiende que ese pavor surge de la interrupción del orden real por parte de elementos invasores (base conceptual del género fantástico), entonces uno encuentra oro. Si, a la hora de elaborar una versión, esta diferencia no se tiene en cuenta y se trata de “condimentar” con elementos occidentales fuera de contexto, el resultado es, en el mejor de los casos, conflictivo. Quizá sea ese el problema más grande de Dark Water (2005), remake americano de la película de Hideo Nakata que el director brasileño Walter Salles lleva a la pantalla con un gran despliegue técnico, pero poca imaginación.
Tal vez la línea más reveladora de esta película sea aquella que un hombre en el funicular le dice a Dalliah (Jennifer Connely), refiriéndose a la observación de su hija acerca del pobre barrio al que se mudan: “la niña tiene razón, esto no es Nueva York”. Y en efecto, Roosevelt Island, la localidad a la que se ha mudado Dahlia con su hija buscando iniciar una nueva vida tras su divorcio, es un lugar que la ciudad ha dejado atrás, un antiguo proyecto de bienestar que pronto se fue a la cloaca, convirtiéndose en un sitio abandonado que alberga seres humanos abandonados. Porque al igual que en la cinta de Nakata, es el abandono el tema principal de Dark Water, un tema presente no sólo en la historia de sus personajes principales (la vida de Dahlia está marcada por la relación que tuvo de pequeña con su madre, una mujer para quien ella prácticamente no existía) sino también en la fibra sobrenatural de aquel encuentro fantasmal que van a tener y del que parte toda la situación de la película. El “fantasma” de esta historia también es un ser que ha sido dejado atrás, una criatura abandonada que busca desesperadamente afecto.
El problema que tiene esta versión americana es que, si bien se esfuerza en conservar el lado conceptual que hacía interesante la película de Nakata, también hace un marcado intento por ser un típico filme de terror. Yo creo sinceramente que esta es la película del J–Horror más difícil de tragar (y adaptar) para los esquemas occidentales; el carácter estático de la historia ni siquiera permite que la trama avance. Aún con todas sus excentricidades, Ringu (1998) era una aventura, mientras que Dark Water es un “concepto” llevado a la pantalla.
En la original, el miedo era algo que surgía en el espectador por la intromisión de ese “fantasma” (no sólo a través de su figura corpórea, sino en sus manifestaciones a través del agua) en el plano de la realidad, casi siempre con mucha sutileza, algo que precisamente le falta a la película de Salles, en la que la tensión es sustituida por "apariciones repentinas", y la película sufre, porque se ve banalizada con estos detalles. Un ejemplo: Salles, un director que ha probado tener muy buen ojo, crea una escena magnífica (en mi opinión la más “terrorífica” de la película) en el momento en que el personaje de Jennifer Connelly baja a lavar la ropa a los sótanos del edificio, un lugar tenebroso a más no poder, donde se lleva a cabo otra de sus confrontaciones con los verdaderos “monstruos” del edificio: un grupo de adolescentes gamberros. Sin embargo, esa misma escena ve su poder disminuido cuando aparece la cara de la niña–fantasma en la puerta de la lavadora, causando el típico salto de la silla. Es como si la película de repente hubiese sentido que tenía que recordarle al público el tipo de historia que estaba viendo. Algo muy similar ocurre con el fantasma de la niña ahogada, que en esta película muestra continuamente su rostro, lo que la convierte en una figura mucho menos amenazadora que su equivalente nipona (de hecho, no es para nada amenazadora).
Aquellos que hayan visto la versión original recordarán que era precisamente el final el punto más polémico de la película, y confieso que pensé (sobre todo después de la experiencia vivida con The Ring 2) que esta versión americana lo cambiaría drásticamente. No fue así. La cinta permanece fiel a su antecesora incluso en este punto, aunque en mi opinión lo hace fusionado un poco mejor el hilo narrativo, sin aquella larga elipsis anticlimática de la versión nipona.
En dos palabras, esta versión de Dark Water no logra repetir ni por asomo la calidad de su antecesora. Lo curioso es que ha sido sólo después de ver esta película cuando he podido apreciar la obra de Nakata. En cuanto a aquella de la que hablo hoy, ni siquiera esa portentosa actriz que es Jennifer Connelly puede hacer que este curioso híbrido se levante completamente. Un buen apartado técnico, aunque poco aprovechado, y sobre todo, “banalizado” por unos intentos inútiles de apelar al público que supuestamente espera “una peli de miedo”.
leer este blog es una buena forma de "ver" las películas desde otros ángulos.... o desde algún ángulo (esto para quienes como yo no pueden ni ver las películas de venevisión los domingos....ja,ja,).
ResponderEliminarPD: Lo de Alfonsina...te lo debo..