Nuestra prolongada ausencia (hecha por motivos personales e ineludibles, he de decir) no es el único de los motivos por los cuales hemos decidido incluir Poltergeist (1982) en la lista de las reseñas especiales de este año; si lo hemos hecho ha sido también porque estamos hablando de un clásico que nos han pedido en muchas ocasiones y uno que todavía da qué hablar más de tres décadas después de su estreno, especialmente ahora que esperamos la salida de su remake actualizado para este verano. Además, de todo el repertorio del director de Tobe Hooper es una de las más polémicas debido a las dudas que siempre salen a relucir acerca de su autoría. Como aquí no queremos ser menos que nadie nosotros también iniciaremos esta reseña especial con un comentario que busca la polémica gratuita pero que al mismo tiempo es algo que hemos podido confirmar con un reciente visionado de esta cinta: a pesar de que se haya publicitado como tal, la de hoy no es realmente una película de terror. Tal como podéis leer: si algo nos debería quedar claro ahora que tanta gente se queja de la posible ligereza del remake del 2015, es bueno recordar que la cinta original de Hooper era en realidad un relato fantástico en el que había fantasmas, sí, pero también un sentido de la maravilla y una admiración hacia lo desconocido más acorde con el espíritu de su productor Steven Spielberg que con las truculencias del director de La matanza de Texas (1974) o La casa de los horrores (1981).
Este último comentario nos da pie a abordar un tema que siempre sale a relucir cuando se habla acerca de esta película: la duda en cuanto a quién fue realmente su director, puesto que si bien oficialmente fue Tobe Hooper quien asumió el mando detrás de las cámaras, es bien conocido por todos que Steven Spielberg estuvo muy involucrado en el proceso creativo hasta el punto que, según muchos dicen, tuvo siempre la última palabra en cuanto a cuál debía ser el tono de una película que siempre vio como un regreso a ese cine fantástico de corte aventurero que había sacado adelante con cintas como Encuentros en la tercera fase (1977), y al que también había vuelto como director con E.T. (1982), estrenada el mismo año. Por si cupieran dudas acerca de esta autoría, hay que recordar que el nombre de Spielberg aparece en pantalla más grande y destacado que el de Hooper, quien finalmente entraría en conflictos legales por este motivo.
Pero todo eso es historia pasada y, dicha sea la verdad, no demasiado interesante. Es mucho mejor acercarnos a Poltergeist tratando de ver qué es lo que la hace diferente de otras entregas de terror contemporáneas que a pesar de ser mucho más "fuertes" a nivel de sustos no consiguieron dejar una huella tan profunda en el público de su época. De hecho el argumento es en extremo sencillo, y contrariamente a lo que viene siendo la norma en el cine americano de este género, deja muchas cosas sin explicar y otras con una justificación muy vaga en general. Para poner un ejemplo, una película de nuestra época no habría dudado en mostrarnos de forma más explícita el paradero de la niña Carol Anne, quien desaparece misteriosamente a través de una puerta dimensional ubicada en su armario (argumento por cierto que fue sacado casi textualmente de un relato de Richard Matheson, La niña desaparecida, el cual también fue adaptado como un episodio de The Twlight Zone). También es muy curioso (y habrá que ver si el remake lo mantiene) que la historia de la casa anterior a la mudanza de la familia nunca es completamente explorada, y a pesar de que en la película se menciona muy de pasada que existe una entidad maligna que desea a la niña para sí, la naturaleza de esta amenaza nunca es detallada al completo y deja muchas interrogantes abiertas.
Por todos estos motivos, Poltergeist es reivindicable hoy en día como una cinta muy diferente de lo que normalmente ha sido el género de casas embrujadas, el cual sigue casi siempre un mismo esquema de lo sobrenatural relacionado con un crimen del pasado sin resolver. Aquí hay muy poco de eso, y más de un secreto oculto bajo la comodidad burguesa de una clase dominante y acomodada que poco a poco va descubriendo que existe algo más allá de su vida terrena y que no pueden controlar. De hecho, una de las cosas que nos encantó redescubrir de la película es cómo en un principio el hecho sobrenatural no se cuestiona sino que es visto como una revelación fascinante ante la que los personajes reaccionan con genuino interés. Y es que las primeras manifestaciones de los espíritus de la casa son inocentes y es sólo después cuando se van volviendo cada vez más siniestras hasta provocar la desaparición de la niña en la primera mitad y luego mostrar la rabia de esa entidad maligna una vez que la cría le es arrebatada. Muchas películas han intentado imitar esto, así como su estructura episódica de científicos paranormales seguidos por la intervención de la mística interpretada por Zelda Rubinstein (con facilidad el personaje más interesante a pesar de que su intervención es muy limitada), pero muy pocas lo han logrado con efectividad.
El toque Spielberg también se nota a medida que la película avanza y el predominio de los efectos especiales se va haciendo cada vez mayor, notando además una progresión cada vez más compleja que se inicia con sillas y platos flotando pero que desemboca en secuencias ya icónicas como la madre siendo arrastrada por las paredes y el techo de la habitación o la casa que implota en medio de la frustración del espíritu que la domina. Decimos todo esto porque el anuncio de que el remake de este año será estrenado en 3D ha hecho a muchos perder la fe en el resultado final al considerar que el nuevo Poltergeist será quizás excesivo en efectos especiales, cuando lo cierto es que la original no era precisamente sutil y ya desde el principio nos dejaba "ver" a los fantasmas en la forma de entidades hechas de niebla que salían del televisor. En realidad hemos tenido que volver a verla después de más de una década para recordar lo explícita que es y el nulo margen de ambigüedad que maneja en cuanto a la presencia de lo sobrenatural.
Es precisamente ese carácter explícito y la fascinación con lo desconocido, así como cierto toque new age de pseudo-espiritualidad lo que nos mantiene firmes en nuestra sentencia de que Poltergeist no es completamente una película de terror, sino un relato de fantasía familiar con elementos un tanto más oscuros de lo que el cine comercial nos tiene acostumbrados. Es precisamente esto lo que la hace especial, porque como mencionábamos arriba, no existen en la actualidad muchos ejemplos de este tipo de equilibrio llevado a cabo de forma efectiva. Por supuesto, la cinta tendría secuelas y resultó un gran éxito de taquilla a pesar de que la mayoría de los críticos mainstream la recibieron de forma poco entusiasta. En nuestro caso, sigue siendo una de nuestras favoritas, y queremos ya comprobar si la nueva versión le hace justicia.
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