Combinando la ciencia-ficción con el relato vampírico de toda la vida, todo comienza cuando una expedición espacial europea descubre una nave alienígena oculta en la cola del cometa Halley, que como ya sabemos pasa junto a la Tierra cada 76 años y al que la película aprovecha debido a que justo en el año 1986 estaba prevista su más reciente aparición. La nave, que en un principio parece estar abandonada, está en realidad repleta de cadáveres de extrañas criaturas de las que la tripulación sólo consigue rescatar tres misteriosos seres (dos hombres y una mujer) de apariencia perfectamente humana y que parecen estar suspendidos en letargo. Muy previsiblemente la decisión de llevar a estos seres a la Tierra prueba ser la peor posible cuando la chica alienígena escapa de su cautiverio y siembra el caos donde quiera que va.
Esto es básicamente el argumento, uno lleno por cierto de elementos fácilmente identificables con otros ejemplos de entretenimiento fácil como el alto contenido erótico de la película, su violencia poco disimulada y su aprovechamiento de varios géneros que en un principio pueden parecer contradictorios. Y sin embargo hay algo realmente fascinante de Lifeforce y es el hecho de que su variedad argumental y de tono nos hace ver en ella tres películas distintas que perfectamente habrían podido rodarse por separado: en primer lugar una aventura espacial de terror (la parte por desgracia menos aprovechada), en segundo lugar la persecución del vampiro a través de la campiña inglesa, con sus escenas de usurpación de cuerpos y de maligno control mental, y por último ese glorioso clímax en forma de apocalipsis zombi en el que Tobe Hooper tira todo por la ventana y convierte la cinta en un desmadre absoluto que nunca más volvería a mostrar en su filmografía. El horror cósmico que se desata está hecho además con decisiones estéticas bastante atractivas como el hecho de que los vampiros no se alimentan de sangre sino de energía, o como la curiosa combinación estética presente en la imagen de esa vampira del espacio durmiendo en una capilla de una iglesia en ruinas.
Todos estos detalles son también un poco frustrantes porque nos hacen pensar que Lifeforce es un trabajo mucho más grande que no se llegó a terminar de forma correcta, una película con un enorme potencial que muy probablemente se rodó en la época equivocada pero que a la que por lo menos Tobe Hooper dotó de una innegable energía. Es la versión resumida y atropellada de algo que crece en nuestro recuerdo, pero sigue siendo una de las más curiosas películas de vampiros que se han hecho y una con la que no hay mucho material que comparar. Recomendable aún después de todos estos años, tanto que durante mucho tiempo se ha barajado la posibilidad de un remake que ha sido anunciado varias veces pero que nunca se ha terminado de hacer realidad.
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