La casa al final de la calle es un relativamente reciente thriller juvenil cuya reseña nos dejamos en el tintero a finales del año pasado. A diferencia de la mayor parte de las cintas de terror actuales enfocadas al público joven, esta evita el tema sobrenatural para centrarse en una historia de terror psicológico que parte de una premisa que ya hemos visto varias veces, aquella en la que una madre y su hija adolescente se mudan a una apartada casa en un barrio aparentemente tranquilo con el proyecto de rehacer sus vidas tras un traumático divorcio. Sin embargo, la casa que han pasado a ocupar esta justo frente a una residencia aparentemente vacía en la que años antes se cometió un horrendo crimen del cual aún no se han encontrado respuestas, un misterio que tendrá sus consecuencias para la joven protagonista.
Fui a ver la película prácticamente por curiosidad, y es triste que lo mejor que pueda decir sobre ella es que no me pareció tan nefasta como había escuchado. En realidad, se trata de una historia tremendamente sencilla con muy pocos personajes y muy pocos ambientes, que se desarrolla de una forma bastante genérica y olvidable. Si debo ser sincero, la primera hora de película me pareció tremendamente aburrida, entre otras cosas porque durante todo ese tiempo ni siquiera parece que estemos realmente ante una cinta de terror; toda esta primera hora está dedicada a construir las interacciones de los personajes y se centra en elementos dramáticos bastante trillados como los conflictos de las familias rotas y el drama del padre ausente, temas tocados de una forma bastante banal y superficial que hace que nos preguntemos si estamos viendo la película correcta.
Todo esto cambia, sin embargo, en la última media hora, cuando la película da un giro argumental que la convierte en algo distinto y la hace entrar de golpe en su modalidad de thriller. La revelación a la que me refiero se ve venir en un determinado momento pero a decir verdad eso no molesta porque se siente como una parte integral de la historia y no condiciona el disfrute al factor sorpresa. Una vez que esta peripecia argumental se da la película se vuelve un tanto más disfrutable, con algunos momentos francamente buenos teniendo en cuenta la evidente inocuidad de su tratamiento adolescente, aunque llegados a este punto la cinta parece estar más interesada en la recreación visual del físico de la protagonista Jennifer Lawrence, actualmente una estrella en alza gracias a sus papeles en X-Men: First Class (2011) y Los juegos del hambre (2012). De hecho esta cinta parece estar hecha meramente para el lucimiento de su estrella, algo que nos queda bien claro en los últimos quince minutos con su imagen levemente sudorosa de camiseta de algodón de tirantes (lo que muestra que el cine de explotación está más vivo que nunca). Una pena que esta fijación haya dejado de lado a Elisabeth Shue, una actriz que me gusta mucho y que está relegada aquí a un triste y genérico rol de madre.
En definitiva, La casa al final de la calle es una película bastante intrascendente y realizada como un mero vehículo comercial para una actriz que comienza a despuntar en el mainstream actual. Su general ligereza, escasa violencia y muy básicos elementos dramáticos se intentan disimular con la belleza de su protagonista y con un look artificial que busca imitar de forma bastante superflua la fotografía de los setenta, como una versión light de la cinematografía conseguida en otros ejemplos recientes como el remake de La matanza de Texas (2003). Aunque el 2012 me puso frente a ejemplos mucho peores de cine de terror, la verdad es que no puedo aventurarme a recomendarla como más que algo simplemente pasable.
Me pareció super aburrida: no me dio miedo, ni me intrigó ni nada. Horrible por su intrascendencia total.
ResponderEliminares buena la peli tiene un rool especial me intriga, me emociona y esta bastante bien pero no la recomiendo tanto
ResponderEliminarGracias