A primera vista, El abominable hombre de las nieves (1957) es un producto atípico de Hammer Films, al menos si se le compara con las obras de terror gótico por las que este estudio se hizo famoso. Como pocos casos en su filmografía, se trata de una película donde el suspense se construye lentamente, con un mayor énfasis en los conflictos de aquellos personajes humanos y una preferencia por sugerir en lugar de mostrar. De hecho, más allá de lo que nos pueda señalar el título, y a pesar de que el estudio intentó mercadearla como una película de monstruos, la verdad es que la criatura a la que hace referencia sólo aparece en escasas y fugaces ocasiones, dejando mayor protagonismo a aquellos humanos que deciden darle caza. Es también, hay que decirlo, uno de los productos más inteligentes del estudio, uno sólo posible antes de que Drácula y Frankenstein decidieran el camino que la Hammer seguiría por los años venideros.
El guión de Nigel Kneale (una de los mayores cerebros de Hammer, y responsable de la saga de Quatermass) tiene la mayor parte del mérito: John Rollason (Peter Cushing), afamado botanista inglés, incia una expedición al Himalaya en busca de una extraña planta, para lo cual recurre a la ayuda de un aventurero americano llamado Tom Friend (Forrest Tucker). Pero al llegar a su destino, Rollason se da cuenta de que aquello que consideró una expedición científica es en realidad una partida de caza, ya que Friend está dispuesto a todo con tal de echarle el guante a un ejemplar del Yeti, la misteriosa criatura de las nieves que habita en aquellas montañas. Su encuentro no tarda en hacerse realidad, pero cuando uno de los cazadores mata a una de las criaturas de un disparo, pronto se hace evidente que los demás no les dejarán escapar tan fácilmente.
El director Val Guest (que fue el cineasta estrella de la Hammer hasta que llegó Terence Fisher), centra la historia no en las criaturas, sino en los humanos. El drama de los expedicionarios atrapados en una caverna mientras son asediados por las misteriosas criaturas coloca el foco de atención en unos personajes presas de la desconfianza y la paranoia, inmersos en un estado de sitio que rompe lo que hasta entonces había sido su estructura de convivencia. Esto es particularmente importante para esta historia, ya que lo que hace el guión de Kneale es una contraposición entre los salvajes humanos y las benevolentes criaturas, cuyo carácter apacible y sabio se contrapone con la apariencia bestial de su cuerpo. A través del personaje del Dalai Lama (que aparece en los primeros minutos), se sugiere la posibilidad de que los Yeti sean, en realidad, una antigua raza superior que ha buscado refugiarse en las montañas a esperar la inevitable muerte del Hombre a manos de su propia violencia autodestructiva.
Hammer Films acertó de lleno con esta cinta, y si bien es cierto que no alcanza el nivel estilístico de sus propuestas más famosas, es con todo una de sus cintas más recomendables de la era previa al boom del estudio. La dupla Cushing/Tucker es magistral, y su enfrentamiento psicológico añade en gran medida a la tensión construida por Val Guest para esta cinta. Quizás lo más criticable sean sus primeros veinte minutos, excesivamente discursivos y con poca acción. Asimismo, el quedarnos al final sin ver a las criaturas puede ser un poco frustrante, pero el clímax es tan trepidante como los mejores productos de la Hammer. Este, aunque sea uno de los primeros, es bastante recomendable.
El guión de Nigel Kneale (una de los mayores cerebros de Hammer, y responsable de la saga de Quatermass) tiene la mayor parte del mérito: John Rollason (Peter Cushing), afamado botanista inglés, incia una expedición al Himalaya en busca de una extraña planta, para lo cual recurre a la ayuda de un aventurero americano llamado Tom Friend (Forrest Tucker). Pero al llegar a su destino, Rollason se da cuenta de que aquello que consideró una expedición científica es en realidad una partida de caza, ya que Friend está dispuesto a todo con tal de echarle el guante a un ejemplar del Yeti, la misteriosa criatura de las nieves que habita en aquellas montañas. Su encuentro no tarda en hacerse realidad, pero cuando uno de los cazadores mata a una de las criaturas de un disparo, pronto se hace evidente que los demás no les dejarán escapar tan fácilmente.
El director Val Guest (que fue el cineasta estrella de la Hammer hasta que llegó Terence Fisher), centra la historia no en las criaturas, sino en los humanos. El drama de los expedicionarios atrapados en una caverna mientras son asediados por las misteriosas criaturas coloca el foco de atención en unos personajes presas de la desconfianza y la paranoia, inmersos en un estado de sitio que rompe lo que hasta entonces había sido su estructura de convivencia. Esto es particularmente importante para esta historia, ya que lo que hace el guión de Kneale es una contraposición entre los salvajes humanos y las benevolentes criaturas, cuyo carácter apacible y sabio se contrapone con la apariencia bestial de su cuerpo. A través del personaje del Dalai Lama (que aparece en los primeros minutos), se sugiere la posibilidad de que los Yeti sean, en realidad, una antigua raza superior que ha buscado refugiarse en las montañas a esperar la inevitable muerte del Hombre a manos de su propia violencia autodestructiva.
Hammer Films acertó de lleno con esta cinta, y si bien es cierto que no alcanza el nivel estilístico de sus propuestas más famosas, es con todo una de sus cintas más recomendables de la era previa al boom del estudio. La dupla Cushing/Tucker es magistral, y su enfrentamiento psicológico añade en gran medida a la tensión construida por Val Guest para esta cinta. Quizás lo más criticable sean sus primeros veinte minutos, excesivamente discursivos y con poca acción. Asimismo, el quedarnos al final sin ver a las criaturas puede ser un poco frustrante, pero el clímax es tan trepidante como los mejores productos de la Hammer. Este, aunque sea uno de los primeros, es bastante recomendable.
...que he hecho con mi vida?...tampoco he visto esta película!!!!
ResponderEliminarprovoca!
En muchos aspectos la hammer fue victima de su propio éxito, y tras Frankenstein y Dracula ya no volvieron a hacer películas como esta. Aunque soy un acérrimo de su horror gótico, siempre he pensado que un poco de diversidad en su producción le hubiera permitido sobrevivir al los años 70.
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