Si algo tiene esta nueva versión de El retrato de Dorian Gray (2009) es que detrás de su apariencia típicamente mainstream y de vehículo de lucimiento del joven actor Ben Barnes (el príncipe Caspian para los no iniciados), esta producción británica esconde una intención bastante noble que yo en lo personal esperaba desde hace mucho tiempo: dar a la historia de Oscar Wilde un tratamiento más cercano al horror de lo que normalmente se le ha otorgado en adaptaciones cinematográficas anteriores, más cercanas quizás al drama de época. Tampoco es que esta nueva versión (titulada simplemente Dorian Gray en su idioma original) no toque esa vertiente, pero sí es verdad que sabe desembarazarse bastante del discurso de la novela (y de Wilde en general) para construir su propia historia de corrupción sobrenatural con un encanto pop que en lo personal me cuesta menospreciar. Nunca llega a ser una gran película ni a atreverse a afrontar su discurso de decadencia en su plenitud, pero es mucho más interesante de lo que originalmente le concedía.
Sorprende por ejemplo que el tema de la eterna juventud de Dorian es un aspecto incluso secundario, haciendo un énfasis mucho mayor en la corrupción moral de un joven inicialmente inocente que es empujado a un mundo de vicios y depravaciones por su amigo Lord Henry, quien ve en el muchacho la oportunidad de disfrutar vicariamente aquella vida de excesos que él únicamente predica. Es así como el retrato de Dorian va poco a poco adquiriendo las huellas de sus vicios hasta convertirse no sólo en reflejo tangible de su alma sino literalmente en un monstruo. Este es un concepto que me gusta no sólo porque introduce la idea ya mencionada arriba de dar a la historia un tratamiento de terror sino también porque representa hasta cierto punto una novedad al tocar el tema del Doble y enlazar la obra de Wilde con otras ficciones sobrenaturales del siglo XIX. En ocasiones la idea está trabajada de forma un tanto efectista, lo que hace que no termine de funcionar del todo, pero es algo que por lo general está bien trabajado y convierte a Dorian en un villano en toda regla.
Esto nos lleva al personaje como tal, puesto que Ben Barnes, a pesar de eludir la imagen de un Dorian rubio y angelical, tiene que hacer poco más que simplemente dejarse ver, y su transformación de jovencito agraciado y atolondrado a monstruo es lo bastante buena como para darle el beneficio de la duda más allá del pego físico con el personaje. Su relación con Lord Henry también está abordada de otra forma al tratarse más esta vez de un vínculo paterno-filial que calza también con la idea que esta versión tiene sobre el carácter del sibarita maestro de Dorian Gray, quien tiene su propia evolución y termina de alguna manera convirtiéndose en el necesario "héroe" de la historia. El personaje de Sybil Vane, la primera "víctima" de Dorian, es por otro lado dotada de un patetismo exagerado (anticipado por cierto en el hecho de que el protagonista la ve haciendo de la Ofelia de Hamlet) que encima se ve bastante dañado por la joven y guapa Rachel Hurd-Wood en la que probablemente sea una de las peores actuaciones que le he visto jamás.
No todo, por desgracia, funciona tan bien como la idea sobrenatural; el pacato moralismo de la película y su condición abiertamente comercial impiden ahondar en los vicios de Dorian Gray, en los que la cinta se asoma pero ante los cuales inevitablemente recula, y su inclusión de un abierto y marcado homoerotismo es tramposa y puritana porque la película equipara la homosexualidad a una depravación más. La última media hora, aquella en la que finalmente la diferencia de edad de Dorian con el resto de los personajes se evidencia, introduce además una subtrama amorosa con una mujer distinta a todas aquellas que hemos visto antes en la cinta y que representa el paso del tiempo más incluso que el maquillaje de los actores. Esta historia de amor, ausente en la novela original, parece justificar una vez más la búsqueda de una redención para el protagonista, enfrentado ahora a la voluntad indomable de su doble retratado. Es esto lo que hace que estemos ante una cinta menos memorable de lo que prometen sus ocasionales grandes ideas, que hubiesen podido ser mucho mejor exploradas en un formato de miniserie que le hubiese venido muy bien.
Ajá, ya veo que hiciste el tour completo my darling. Bueno, me confieso una neurótica fanática con el tema y ninguna película ha llenado mis expectativas, sin embargo, la última creo que es la que más me gusta porque es la que menos se antustia por dar explicaciones. La de Lewin me molesta el gato egipcio sobremanera. No es el punto. Yo pienso que en la novela de Wilde hay mucho más que el "morality tale" (caracacterística que luego Wilde confesó ser el "único defecto" de la misma) y que lo que ocasiona al leer es difícil de "audiovisualizar" cinematográficamente por lo que cobra fuerza sólo en lo invisible de la imaginación. Por eso mi tesis apeló al teatro, como dice Basilio Hallward: "El mundo no verá nunca mi retrato de Dorian Gray". Anywho, un día de estos te mando la obra o los mil análisis que tengo para que los pegues ahí en tu cartelera comparativa. Abrazote!
ResponderEliminarah y métase en mi blog: http://laleyendadexuaxua.blogspot.com
Que interesente. No sabía de la realización de una nueva versión de la obra de Wilde.
ResponderEliminarSegún tu reseña, al menos no parece ser una pérdida de tiempo.
Habrá que verla, entonces!
buscandomidian.blogspot.com
Aunque confiezo que no soy muy seguidora de la obra de Wilde, tu reseña me hizo interesar mucho en esta película, tendré que verla para ver si coincidimos en las apreciaciones.
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