Yeon Sang-ho, director surcoreano más famoso por sus trabajos de animación, nos trae su primer largo con actores de carne y hueso, Train to Busan (2016), una historia de zombis que funciona como díptico con su largometraje animado Seoul Station (2016), y que por lo visto ha causado furor allá donde se ha presentado. No es para menos teniendo en cuenta lo difícil que resulta hoy por hoy sacar algo interesante u original del subgénero zombi, y aunque muchos de sus elementos están bastante vistos (incluyendo su nada sutil metáfora social) lo cierto es que es una de las películas de muertos vivientes más intensas que he visto desde los tiempos de 28 días después (2002).
Ya el planteamiento inicial deja muy claro el objetivo de la cinta al centrar toda la historia en un tren de alta velocidad entre Seúl y la ciudad costera de Busan, donde un padre indolente debe llevar a su pequeña hija sin saber que su viaje ha coincidido de forma fatal con el inicio de una epidemia zombi que se apodera del tren y obliga a los pasajeros a luchar por su vida. El espacio cerrado y lineal ayuda a crear un componente de angustia adicional a la ya de por sí peligrosa situación, y el hecho de que la epidemia comienza en la sección de segunda clase del tren, con los infectados atacando los vagones más caros, es sólo uno de los muchos momentos en que la cinta de Sang-ho hace gala de un discurso acerca de una sociedad devastada por el individualismo y la lucha de clases. Este aspecto de la película, así como su crítica al corporativismo y la dificultad de las clases acomodadas de trabajar en equipo ante una situación desesperada, fácilmente se nos hubiera podido atragantar de no ser por el implacable ritmo de la película y la forma en que el espectador es sometido al peligro constante y sin descanso.
Parte de este ritmo tiene que ver sobre todo con las "reglas" que la película establece prácticamente desde el principio y de forma muy efectiva: la infección zombi se contagia en apenas segundos, los afectados son de la variante "rápida", y detectan a sus víctimas con la vista, lo que lleva a secuencias de tensión muy efectivas más adelante. La cinta asimismo va cambiando de perspectiva entre varios de los pasajeros del tren, manteniendo siempre el foco principal en el prota y su pequeña niña pero también dedicando cierto tiempo a personajes que pasan a reforzar ciertos arquetipos del mensaje que su director desea transmitir: el héroe de clase obrera, una pareja de adolescentes que intentan salvarse uno al otro, y sobre todo un villano hombre de negocios cuya maldad y egoísmo eran a veces tan exagerados que lo hacían parecer una caricatura. Por fortuna poco de esto importa porque el apartado de acción y violencia zombi es tan bueno que te agarra enseguida y no te suelta durante prácticamente todo el metraje, con imágenes espectaculares como la masa de cuerpos moviéndose al unísono y que me hizo pensar en ciertas secuencias de Guerra Mundial Z (2013) pero hechas bien. Únicamente un detalle resaltó de forma negativa ante mis ojos y tiene más que ver con la forma en que la película logra saldar algunas dificultades de los personajes haciéndoles luchar físicamente contra los zombis, secuencia que se me hizo poco creíble considerando lo que había visto antes.
Todo lo demás, sin embargo, está muy bien. Train to Busan es una de esas cintas de zombis que valen la pena, y no me extraña para nada el gran éxito que ha tenido en su país de origen. Sus contrapartes occidentales han por lo general fracasado cuando intentan mezclar este subgénero con el cine de acción pero esta es todo lo contrario: rápida, intensa y efectiva incluso en su faceta de drama familiar, de principio a fin. Queda muy recomendada, y acompañada de su contraparte de animación Seoul Station se hace más imprescindible todavía.