Tras el desastre de la segunda parte, esta nueva entrega de la guerra entre los ángeles dirigida por Patrick Lussier (discípulo de Wes Craven) se siente como una sorpresa no tan desagradable. Contra todo pronóstico, The Prophecy 3: The Ascent (2000) ha resultado ser una película muy superior a su inmediata antecesora, y aunque no llega nunca a ser realmente buena y sus limitaciones técnicas la hacen ver como un pariente poco agraciado de la original de Gregory Widen, sí es cierto que al menos se decide a recuperar algunos de los aciertos de la primera parte en la medida de sus (modestas) posibilidades. También es de agradecer que busque compensar lo caótico de su argumento con nuevas muestras de imaginario celestial en concordancia con las bases estéticas que la original había sentado.
Dicho argumento es asimismo la continuación directa de la segunda entrega; años después de los eventos narrados en The Prophecy 2 (1998), los ángeles vuelven a la tierra para intentar acabar con Danayel, el Nephilim nacido de madre humana y padre angélico, quien supuestamente guarda la clave de su destrucción. La trama intenta mezclar esto con una profecía en torno a un terrible super-ángel vengador llamado Pyriel, prisionero en la Tierra y dispuesto a acabar con toda la humanidad, pero la unión de los dos argumentos es confusa y no queda muy claro exactamente cuál es el papel que el chico juega en toda esta historia. De todas formas, todo este cuento no es más que una excusa para sacar de la manga nuevas imágenes de inspiración bíblica y paisajes desérticos que que evocan (muy sabiamente) a la primera entrega, además de un curioso remedo de la saga Terminator presente en la forma en que un ángel da caza al joven muchacho.
En medio de este batiburrillo argumental sin pies ni cabeza está nuevamente la figura de Christopher Walken como al arcángel Gabriel, despojado de sus poderes y que curiosamente ya no es el villano sino que intenta proteger a Danayel por motivos que sólo él entiende. Walken está en esta entrega más comedido a nivel de actuación y su participación no es tan grande como en las películas anteriores. De hecho está reducido a un personaje secundario que parodia su propia condición de ángel y deja asomar los vestigios de una historia de redención que queda esbozada a medias.
En general no estamos hablando de una película muy buena; sus intentos por enlazar con la primera parte son evidentes (como por ejemplo la inclusión arbitraria de personajes secundarios que aparecían en la cinta de 1995 y que solamente aquel que la haya visto sabrá reconocer), y su caótico argumento se empeña en seguir adelante y mostrar imágenes impactantes aún a costa de la coherencia de la trama. Pero al menos representa una mejora innegable con respecto a la terrible segunda entrega, hay un interés por ahondar en el imaginario visual de la cinta de Gregory Widen, y a pesar de sus modestos medios, intenta cerrar su argumento al final trayendo la historia de la guerra en el Cielo a lo que sería su necesaria conclusión. Esto último parece haberse quedado en puras intenciones ya que la saga tendría dos secuelas más lanzadas directamente a formato doméstico y ya sin la participación de Christopher Walken. En definitiva, quedaos con la primera, pero si sentís curiosidad, esta al menos no es del todo despreciable.
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