Los seguidores del slasher no lo tienen fácil: siendo como es uno de los subgéneros de terror más prolíficos, separar los trabajos ejemplares de aquellos que simplemente buscan la mera explotación del horror físico se hace una tarea casi imposible. Aparte de eso, en muchas ocasiones el prejuicio ante esta particular forma de cine de terror hace que muchas veces se busquen coartadas discursivas y segundas (o terceras) lecturas a lo que debería ser un muy básico fenómeno del asesino enmascarado y sus escurridizas víctimas. En este sentido, Laid to Rest (2009) no pide disculpas a nadie; es lo que se dice un slasher en estado puro, y al igual que la muy recomendable Hatchet (2006), contiene todos los lugares comunes de dicho subgénero y no se corta nada a la hora de mostrar violencia en pantalla. La falta de contenido paródico y de nostalgia es lo que la diferencia, en todo caso, de la película de Adam Green.
De hecho Laid to Rest intenta ser una cinta más "seria" y brutal ya desde el inicio, cuando la final girl Bobby Sue Luther (quien, sorprendentemente, no explota sus atractivos físicos) despierta dentro de un ataúd con un conveniente caso de amnesia y descubre que está a punto de ser la víctima de un despiadado asesino de grandes cuchillos y máscara cromada de calavera. Los intentos desesperados de la chica por escapar de su captor es una situación que se explota desde su concepción más básica, algo que garantiza que los fanáticos de este tipo de cine se lo pasarán muy bien. Decimos "situación" en el sentido más literal: no es exagerado decir que esta película no tiene argumento, puesto se trata tan sólo de la representación del asesino, la posible víctima y los fiambres que dejan a su paso. Hay un delicado dejo de posmodernidad al hacer que el asesino grabe en vídeo las muertes de sus víctimas, otorgando cierta capa metanarrativa y enlazando con cierto discurso acerca del carácter vouyerista de gran parte de este cine en los últimos años, pero esta por fortuna es una lectura que está completamente subordinada al carácter lúdico con que se toma la propuesta, alimentada por otro lado con una amplia generosidad en cuanto a efectos especiales sangrientos, incluso dentro de los estándares actuales. Estos excesos compensan hasta cierto grado la falta de lógica narrativa y el desprecio que el director y guionista Robert Hall muestra hacia las convenciones argumentales.
De todas formas, lo que me parece el mayor acierto de la película, y lo que sin duda merece ser recordado más allá de su por otro lado rutinario desarrollo, es la imponente figura del villano (que por cierto me recordó mucho a la imagen del rapero alemán Sido en su album Maske) y el absoluto mistrio tras su origen. La cinta de este modo consigue uno de los principales (y menos comunes) objetivos de los slasher film al crear un asesino icónico y esteticamente memorable. Desde ya predigo que con un par de secuelas más se convertirá en un exitoso disfraz de Halloween. El logro de convertir al principal villano en una forma completamente desprovista de personalidad ha sido una de las constantes de este género desde los tiempos de John Carpenter, y me alegra comprobar que dicha tradición se mantiene.
Tengo que reconocer que Laid to Rest, después de todo, no es lo mío, pero quizás sea porque mi relación con el cine de terror ha cambiado a lo largo de los años y mis gustos no son los mismos de antes. Sin embargo, si cada generación tiene derecho a sus propios iconos terroríficos, el matarife de la máscara cromada se alza como uno de aquellos que más posibilidades tienen, al menos hasta que arruinen todo con una precuela o tontería similar. Este largomentraje de Robert Hall (quien, muy apropiadamente, tiene una larga lista de créditos como técnico de efectos especiales) puede que me haya dejado frío a nivel de argumento y seguramente no gustará a aquellos que busquen algo más cerebral, pero pocos ejemplos actuales le igualan en brutalidad y desprecio hacia las vidas de sus personajes. Con todo, es lo suficientemente interesante para echarle un vistazo al menos una vez.
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