domingo, junio 08, 2008

Reseña # 201: Candyman (1992)

Candyman (1992) es uno de esos muchos casos en los que el fantástico demuestra sus posibilidades discursivas, y también es uno de esos casos en los que una película no logra alcanzar el status de reconocimiento que se merece. Con la posible excepción de Hellraiser (1987), es probablemente la mejor película que se ha hecho basada en la obra de Clive Barker, pero a diferencia de esta, su director y guionista Bernard Rose sabe dejar a un lado las obsesiones estéticas del autor para explorar su propia propuesta de un horror moderno que juega no sólo con el miedo a la presencia sobrenatural, sino también con las paranoias mundanas del hombre urbano a través de los secretos olvidados de las ciudades y los horrores traidos por la miseria y la alienación social.

Pero tranquilos, porque lo que arriba suena como una aburrida parrafada, en la película se explica por sí solo: cambiando la ambientación londinense del relato The Forbidden por la ciudad americana de Chicago, Bernard Rose construye la historia de treintañera universitaria Helen Lyle, que en plena escritura de su tesis sobre leyendas urbanas se topa con la historia del "Candyman", el espectro de un hombre negro asesinado en esa misma ciudad durante los años posteriores a la Guerra Civil y que, según dicen, se aparece a todos ellos incautos que pronuncian su nombre cinco veces frente a un espejo. De manera bastante arrogante, Helen invoca al fantasma en cuestión únicamente para verse inmiscuida poco a poco en una trama de ultratumba que rodea a Cabrini Green, una peligrosa barriada marginal donde se esconde el hogar de la criatura.

La postura descreída de los protagonistas de una historia de terror no es nada nuevo, pero pocas veces se sustenta tanto en la cotidianidad como sucede en Candyman; como gran parte de la clase intelectual "acomodada", Helen representa la materialización de un discurso sociológico carente de compromiso con la realidad. Más allá de connotaciones cinematográficas, el Cabrini Green que se nos presenta en la película es real (o al menos lo era: al parecer hace unos años fue completamente demolido), pero la protagonista únicamente se sumerge en él por afanes meramente utilitarios de conocimiento. La búsqueda de Helen no es más que la búsqueda de un horror sobrenatural oculto bajo varias capas de un horror "real" que se esconde en la pobreza. Cuando aparece el "monstruo", este es, sorprendentemente, poco fantástico, muy lejos de los adefesios mostrados en películas similares. Esto es así de forma plenamente consciente, ya que Candyman no hace sino poner en evidencia la explotación de uno de los mayores temores del burgués promedio: el hombre negro urbano.

No es esta la única alegoría evidente del latente racismo oculto incluso en los espíritus que se consideran más nobles (no hay más que fijarse en el lujoso apartamento de Helen, adornado con curiosos objetos artesanales africanos en un burdo intento de ese falso etnicismo tan de moda hoy en día), pero hay más en la película que puyas de carácter sociológico: al igual que ocurría con Pesadilla en Elm Street (1984), en Candyman encontramos un monstruo que se nutre de la dualidad presente en toda criatura mitológica del género de horror. El asesino de ultratumba (interpretado, por cierto, de forma sobresaliente por el favorito de esta casa Tony Todd) es a la vez real e irreal, una entidad macabra que cobra presencia física únicamente gracias a la creencia popular, y cuya vida está ligada de forma indisoluble a una leyenda que termina por cobrar cuerpo y alma, el fantasma de un ser marginado que termina por encontrar la trascendencia, aunque esta venga por vías demoníacas.

El tramo final es, quizás, la mayor gloria de Candyman, ya que sabe llegar de manera inequívoca a las conclusiones temáticas y estéticas que Bernard Rose deja planteadas. La trama social llega a su conclusión ideal a través de la construcción de una nueva "leyenda", y la imagen final (ver foto) de esa rubia de marcados pezones gritando como una posesa en medio de una habitación rosa muestra, con la contundencia de una bofetada, esa invasión del horror en nuestro privilegiado mundo de comodidades pequeño-burguesas. Al estar situada en una década por lo general maltratada por los eruditos del género, esta cinta de Bernard Rose inexplicablemente no goza de la fama que debería (a pesar de contar, hasta la fecha, con dos secuelas). Pero que no quepa duda: es una de esas que no podemos recomendar lo suficiente.

9 comentarios:

  1. Los 90 es una década maltratada con mucha razón, pero esta película es una clara excepción a la norma. Se va haciendo más grande y fundamental con el paso de los años.
    Magnífico el análisis, especialmente en lo referido a las claras lecturas sociales y de clases de la peli.

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  2. Anónimo7:56 p. m.

    Quizá por eso de ser una época maltratada la tengo por una peli menor...habrá que verla otra vez...

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  3. heeeeeeey!!!! yo vi esta peli hace mucho tiempo!!!!

    La verdad, la verdad... no me gusto...

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  4. A mi tampoco me gusto, entra en el saco de las anodinas, me quedo antes con la reseña del sr Hombre Lobo, que me ha parecido bastante mejor que la pelicula...

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  5. Anónimo2:45 p. m.

    Pues yo aun guardo un buen recuerdo de cuando fui al cine a verla hace chopomil años. Me gusto mucho y me parecio bastante inquietante, aunque no se como la habran tratado los años.

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  6. Tanto su discurso como su atmosfera son fantasticas y pese a su ritmo algo lento, la película funciona bastante bien a día de hoy, es una pena que este tan olvidada.

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  7. No he visto la pelicula, pero siempre me ha sonado muy interesante, sobre todo, porque luce MUY diferente a lo que es el cuento de Clive Barker en que esta basado.

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  8. Ésta no la vi (o no la recuerdo) pero es de las pocas películas que casi todo el mundo conoce, al menos de nombre.
    Tendré que ponerme en campaña, aunque sea para ver al gran Tony Todd.

    Saludos.

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  9. Saludos.

    A mi me encanta esta película. Sale por la tangente si la comparamos con la avalancha de terror que desde hace 15 años se nos ha venido encima, aquejado de casquería y humor gratuitos, además de guiones flojuchos, cuando no evidentemente desganados. A mi me atrae por una parte el impacto visual que supone, es bastante cruda y afilada, terror puro, y por otra parte, como tu indicas, se le pueden hacer determinadas lecturas psicosociales. Sea como sea, me resulta muy interesante el planteamiento del que parte: reavivar una leyenda removiendo sus cimientos por afán investigador; los esfuerzos de la leyenda por perpetuase en la psique de la gente, aunque deba ser a través de otra figura…

    Muy buena reseña.

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