miércoles, abril 26, 2017

Reseña: White Zombie (1932)

Abordada en su momento como una producción independiente con un presupuesto mucho menor que la mayoría de sus contemporáneas, White Zombie (1932) no fue muy bien recibida en su momento por la crítica, aunque con el tiempo ha sido reivindicada hasta el punto de que se considera una película de culto y, probablemente, una de las más famosas cintas que protagonizara Bela Lugosi, superada en su fama sólo por Drácula (1931). También es citada muy a menudo como la primera película de zombis de la historia del cine, una afirmación un tanto osada porque los zombis que se ven aquí no tienen nada que ver con la definición que han terminado por tener estas criaturas en el cine de terror; aquí los zombis son de su variante vudú, lo que trae a colación el carácter exótico de la cinta hasta el punto de que yo dudaría incluso en clasificarla como una historia de terror y más bien como una oscura película de aventuras con damiselas en peligro, héroes intrépidos, un malsano triángulo amoroso y un villano caricaturesco.

Obviamente no todo el mundo lo vio así, y White Zombie de hecho se esfuerza por ofrecer componentes de terror a lo largo de su metraje intentando aprovechar al máximo sus recursos. Como comentaba arriba, esta fue una producción muy modesta que sospecho debe haber usado gran parte de su presupuesto en contar con Bela Lugosi en el reparto, ya que el resto del elenco se trataba sobre todo de antiguas estrellas del cine mudo venidas a menos como Joseph Cawthorn, un actor principalmente asociado a comedias y que aquí hace de una especie de Van Helsing tropical. La comparación con el doctor no es casual porque esta película incluso se rodó reciclando varios de los decorados de Drácula y otras películas de Universal, en un alarde de mercenarismo cinematográfico envidiable a la hora de recrear una Haití mágica en la que la pareja protagonista se enfrenta a un maligno doctor (sutilmente llamado Murder Legrende) que convierte a sus víctimas en zombis gracias a sus conocimientos de vudú.

Es precisamente este villano, interpretado por Lugosi, la imagen más reconocible de la cinta. Lugosi, quien estaba en un punto muy alto de su carrera tras su participación en Drácula, es sin duda alguna lo mejor de la cinta y su presencia aporta una gran dosis de dignidad a una trama algo básica y una estructura de aventuras muy sencilla destinada a estimular los referentes más manidos del público. Aparte de su nombre, el maquillaje que porta le hace parecer literalmente un diablo, y las numerosas escenas en las que usa sus poderes hipnóticos, sumadas a la recreación superficial del vudú y lo zombi a lo largo de todo el metraje, imprimen a la cinta una capa de exotismo que debe haber funcionado muy bien con un público que fácilmente asociaba todas las culturas foráneas con brujería. Pero también, paradójicamente, se trata de una cinta hasta cierto punto revolucionaria que con su tratamiento del horror se desmarcó del pseudo-gótico de Universal y presagiaría trabajos posteriores importantes, especialmente la obra del productor Val Lewton durante los años cuarenta. Su representación de la magia negra, la sexualidad malsana de sus villanos y la no escasa cantidad de violencia de su argumento sólo fueron posibles gracias a su condición de película independiente y al hecho de que se estrenó en 1932, antes de que el Código Hays entrara en pleno vigor.

Como decía más arriba, White Zombie no caló muy bien con una crítica que no estaba preparada para ella en su momento, pero ha tenido una gran influencia posterior tanto en su estética como en sus temas, y se ha convertido en una cinta de culto para muchos. Su director, Victor Halperin, realizó una secuela pocos años después que hoy en día ha sido olvidada, y durante mucho tiempo se habló de un posible remake que no se ha llegado a realizar a pesar de que la película es de dominio público. Al menos siempre nos quedará la original.

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