lunes, marzo 27, 2017

Reseña: Amityville: El rostro del diablo (1993)

Para el estreno de la séptima entrega, titulada en España Amityville: El rostro del Diablo (1993), la larga saga de Amityville hacía tiempo que había dejado de poner los numerales romanos junto al título, quizás por vergüenza ajena de haber reciclado la misma idea una y otra vez. El título en inglés, sin embargo, es mucho más interesante: Amityville: A New Generation, ya que en cierta forma es muy coherente con el espíritu que el guión intentó dar a su película. Es decir, no estamos aquí ante un caso como el de la cuarta parte de La matanza de Texas, en las que la apelación a una "nueva generación" no tenía nada que ver con la historia; aquí por el contrario sí que se abre la posibilidad de repetir el legado maldito de la casa a través de un nuevo crimen, idea que suena mucho más interesante en papel de lo que se ve en el resultado final.

A igual que en la cuarta y sexta entrega, Amityville 7 basa su premisa argumental en objetos malditos que alguna vez pertenecieron a aquella casa embrujada y que ahora han ido a parar a otros sitios para esparcir su maligna influencia. En este caso se trata de un espejo (un evidentísimo espejo malvado a juzgar por la pinta) que un vagabundo entrega a un joven fotógrafo y que termina en una comunidad de artistas. Dicho espejo tiene por lo visto la facultad de materializar las peores pesadillas de aquellos que miran dentro de él y les empuja a cometer terribles actos de violencia, la mayoría de las veces contra sí mismos. Hasta aquí sería una trama convencional si no fuera porque hay además un intento de enlazar al protagonista con los eventos que dieron origen a la maldición de la casa y que ahora amenazan con repetirse.

Tal como está ejecutada esta conexión argumental resulta muy pobre y un tanto descabellada, pero no se puede negar que al menos, y a diferencia de entregas anteriores, esta película intenta dar cierta continuidad al conjunto con todo lo forzado que esto puede llegar a ser. Nunca llega a tener ideas tan inteligentes como su predecesora inmediata, pero su ambientación en una comunidad de artistas ofrece ciertas oportunidades estéticas que superan su por lo demás plana pinta de producción serie B noventera (incluyendo escenas de sexo con escasa luz y música de fondo). En este sentido, la mejor y más interesante muerte de todas involucra una multitud de lienzos con demonios pintados que resulta lo más memorable incluso a pesar de sus escasos recursos. 

Esos serían los puntos positivos; del resto, la verdad es que resulta un tanto aburrida y mucho más lenta de lo que su tiempo de duración parece sugerir. Parece haber tenido un mejor presupuesto que la sexta entrega (no lo sé y no tengo manera de comprobarlo) con su mayor número de locaciones y personajes, pero al mismo tiempo sus ideas son menos atractivas y a pesar de que es más violenta me pareció también más pobre como película de terror al uso. Ciertamente muy mejorable. 

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