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domingo, enero 30, 2011

Reseña: Cabin Fever 2 (2009)

La Cabin Fever (2002) original, aparte de ser la película que dio a conocer al director Eli Roth, es una muestra bastante curiosa de extravagancias gore que se aventuraba en los terrenos de la comedia negra. En cierta forma, existe un gran parecido entre esta ópera prima de Roth y la película Destino final (2000), en el sentido de que ambas utilizan las convenciones del subgénero de jóvenes enfrentados a un asesino pero creando una amenaza de tipo impersonal, en este caso una bacteria carnívora que devora veloz y grotescamente a todo aquel que resulta infectado. Debo decir que la idea de una secuela no me interesaba mucho, aunque es cierto que Cabin Fever 2: Spring Fever (2009) tiene logros nada fáciles de desdeñar, atribuibles sobre todo a su director Ti West, un nombre que últimamente ha sonado bastante y que deberíais conocer.

Hay que decir, sin embargo, dos cosas de esta continuación: la primera es que se trató de una producción con numerosos retrasos que estuvo engavetada por casi dos años antes de ser finalmente estrenada en formato casero (aunque personalmente pienso que merecía un mejor destino) y la segunda es que está mucho más inclinada hacia la comedia que la primera parte, específicamente la comedia de corte juvenil llevando el concepto de la bacteria depredadora al ambiente de un instituto americano, cuyo mundo es retratado de forma bastante eficiente con sus propios estereotipos y miserias. De hecho da la impresión en ocasiones de que Ti West está más interesado en retratar esto que las propias apetencias sangrientas de la película, ya que los mejores momentos, cómicos o no, están conseguidos a costa de la humillación de los jovencitos entre ellos mismos, casi siempre de tipo sexual (curiosa la idea de que el sexo es siempre utilizado como venganza emocional). Esto hace, por desgracia, que gran parte del material concerniente a la premisa de la película se desaproveche: al contrario que en la película original, en esta ocasión el "conflicto" tarda mucho en arrancar y a partir de allí todo sucede muy rápidamente, con la mayor parte de las víctimas muriendo fuera de la pantalla y casi a la vez, siendo imperdonable por ejemplo que la mayor secuencia violenta de la cinta (la bacteria desatada en medio de un baile de graduación bajo cuarentena) ocurra durante una elipsis. En cuanto a esto, la película podría haber durado cuarenta minutos y hubiese tenido la misma fuerza.

Por fortuna los aciertos son también bastante evidentes, con geniales secuencias de humor que superan a la de Eli Roth en número aunque no en intensidad (la escena del perro y la moribunda en la primera película supera cualquier cosa que podáis encontrar en esta secuela en cuanto a crudeza). Aún así, es sorprendentemente cruel considerando lo joven de su elenco, casi traspasando los límites que una película de estudio suele tener. A un nivel más anecdótico se nota la reverencia de Ti West ante el cine de terror de los ochenta, evidente en el puntazo que resulta el hecho de incluir durante la secuencia del baile de graduación el tema musical disco de Prom Night (1980), cinta con la que también hay claros pararelismos.

Son estos aciertos de West los que literalmente salvan la película y la convierten en una secuela muy divertida que hace honor a la original aunque no llegue a alcanzar aquello que la hacía especial. Personalmente creo que hubiese resultado mucho mejor si su director hubiese podido llevar hasta el final su particular visión del horror típicamente adolescente sin las ya conocidas intervenciones; al parecer Ti West quedó bastante descontento con el proceso de rodaje y la desaparición de la película por casi dos años, tiempo durante el cual varias escenas fueron rodadas de nuevo y montadas por un equipo distinto que incluyó un epílogo de quince minutos que se siente tremendamente fuera de lugar, haciendo de esta una cinta que por momentos se siente bastante inconexa y caótica. Se sabe que West intentó además quitar su nombre de los créditos sin éxito, aunque los tropiezos de Cabin Fever 2 no logran hacer bastante mella como para que deje de ser una secuela recomendable y bastante digna que simplemente pudo haber sido mucho mejor.

domingo, enero 23, 2011

Tres tristes trailers 33


The Ward, el nuevo largometraje de John Carpenter, estrenado finalmente tras el descarte de dos anteriores proyectos anunciados hace años y que jamás llegaron a hacerse realidad, tiene el aval de contar con el elenco con Amber Heard, una belleza que últimamente está apareciendo en dos de cada tres películas de terror que se estrenan en cartelera. A juzgar por el avance, la película tiene varias similitudes, tanto estilísticas como argumentales, con otros thrillers como Girl: Interrupted (1999) y Shutter Island (2010), y de hecho ya he leído varias comparaciones con la cinta de Scorsese, aunque por desgracia casi siempre desfavorables. Con todo y eso, espero que se comprenda que el regreso de Carpenter a la pantalla grande es algo digno de reseñar.

Un poco en la misma onda, The Resident parece tener un argumento similar, o al menos partir de una base temática muy parecida a la de la película de Carpenter, sólo que al parecer con intenciones más modestas. Si incluyo este avance aquí no es porque me parezca particularmente atrayente, sino porque me sorprende sobremanera la presencia como protagonista de la oscarizada Hillary Swank, quien tras haber dado firmes pasos en un tipo de cine mal llamado "legítimo" parece estar teniendo últimamente un regreso al cutrerío directo-a-vídeo que la vio nacer como actriz. Supongo que ahora queda demostrado que, en verdad, le puede pasar a cualquiera.

Por último esperamos este año el estreno de Dead Space: Aftermath, segunda película animada inspirada en la homónima saga de videojuegos y que asimismo sirve como complemento a esta. Debo decir que la primera parte fue bastante de mi agrado y que definitivamente pienso darle un vistazo a esta, aunque no será reseñada en el blog. El motivo de esto es una estricta "política editorial" de mi parte, aunque no deja de interesarme el hecho de que dicho género tenga representantes en la narrativa de animación. Aún así, no me extrañaría que en estos tiempos en los que el conocimiento de marca es tan importante para el éxito de cualquier producción, algguien se saque de la manga alguna adaptación con actores de carne y hueso de esta saga en particular. Si aún no ha sido anunciado y luego esto se hace una realidad, no olvidéis que primero lo habéis leído aquí.

jueves, enero 20, 2011

Reseña: Night of the Demons (2009)

Aquellos que hayáis estado por aquí hace unos dos años y medio, recordaréis sin duda esta lista con cinco (entonces) próximos remakes de terror a estrenarse y el por qué todos ellos estaban condenados irremediablemente al fracaso. De los cinco, uno de ellos todavía no ha llegado a concretarse, y de los otros cuatro, el único que nos faltaba por reseñar era esta versión de Night of the Demons (2009), película ante la cual nos vemos obligados a matizar un poco nuestro prejuicio inicial; si bien es cierto que este refrito del director Adam Gierasch (quien tiene un mayor número de créditos como guionista en cuanto a cine de terror) está muy lejos de alcanzar incluso los modestos niveles de la original, es también mucho más divertida de lo que originalmente esperaba y al menos una digna continuación del estilo de la primera.

La premisa base sigue siendo la misma, en la que un grupo de jóvenes realiza una fiesta clandestina de Halloween en una casa embrujada y terminan invocando por accidente un grupo de demonios que los irán poseyendo y asesinado uno por uno a lo largo de toda una noche. Hay que destacar sin embargo que este remake está mucho más inclinado hacia la comedia que la película original de 1988, lo cual no es decir poco ya que esta era en gran medida una cinta en la que el tratamiento del horror estaba hecho desde una perspectiva juguetona sin dejar de ser cruel y sangrienta. En este último apartado la nueva versión también tiene lo suyo ya que es mucho más dada a los excesos, aunque por desgracia sólo en el apartado de violencia: si bien es cierto que esta versión de Night of the Demons afianza (muy previsiblemente) su fuerza en el despliegue indiscriminado de tías buenas (Shannon Elizabeth, Diora Baird, Monica Keena, Bobbi Sue Luther y un largo etc), la verdad es que en lo referente a despliegues de erotismo hay mucho menos tela que cortar que en la versión original.

Sin embargo, el verdadero punto difícil de perdonar está en la forma como esta versión desaprovecha lo que había sido el elemento más destacable y el verdadero punto de unión de la trilogía original, y es que la Angela de Shannon Elizabeth no sólo no tiene tanto protagonismo como en la original (de hecho es el personaje que está menos desarrollado, incluso para los estándares de esta película) sino que además es completamente distinto, muy alejado de la gótica reina de los demonios que encarnara en el pasado Amelia Kinkade. Esto es sólo uno de los muchos puntos en los que el argumento se separa de aquel mostrado en el original optando por hacer una película más violenta y más dada a las exageraciones que sin embargo no se olvida de evidenciar más que nunca las auténticas influencias de esta saga, principalmente The Evil Dead (1981), de Sam Raimi, y Demons (1985), de Lamberto Bava. No obstante esto no impide que la película haga referencia a su antecesora por medio de un breve cameo de Linnea Quigley y obvias referencias a la trilogía original, con las que los cazadores de guiños se lo pasarán pipa.

Evidentemente se hace necesario tener unas expectativas bajas para disfrutarla, ya que después de todo la película no está exhenta de problemas: se hace un poco larga una vez que comienza el ataque de los demonios, principalmente porque todo esto ya lo hemos visto, hay unos efectos especiales de chichinabo bastante cutres (especialmente en lo que se refiere a la transformación de los demonios), y la presencia de un Edward Furlong resucitado de entre los profesionalmente muertos e hinchado hasta perder el cuello descoloca muchísimo y es tremendamente desacertada. Pero con todo y eso, acomete la sabia decisión de no tomarse demasiado en serio a sí misma, a diferencia del 99 por ciento de los remakes de terror de hoy en día, y consigue algunos momentos de humor muy logrados incluso a costa de la propia película que son muy de agradecer. Es una verdadera película de Halloween aunque no llegue a los niveles de la original (que ya ganaba puntos con ese prólogo y epílogo tan típicos de esta entrañable fiesta) y al menos bastante digna de la trilogía iniciada en los ochenta. No todo el mundo parece haberlo visto así, ya que tras rodar en varios festivales, esta Night of the Demons no consiguió distribución en cines y tuvo que conformarse en pasar directamente a formato casero. Prejuicios aparte, y aunque como remake y película es indudablemente fallida, es sorprendentemente mejor de lo que me esperaba, tanto como para hacerla recomendable.

lunes, enero 17, 2011

Reseña: Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (1980)

De Lucio Fulci ya habíamos hablado al comentar aquí la que había sido su primera película de terror propiamente dicha, Nueva York bajo el terror de los zombis (1979). Sin embargo, el tema de los cadáveres ambulantes sería tratado nuevamente por el director italiano un año después con Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (1980), su siguiente trabajo y la primera de la famosa trilogía titulada Las puertas del Infierno. Es una película que también marca una tendencia presente no sólo en Fulci sino también en gran parte del cine de terror italiano de la época, que estaba viviendo el que sin duda fue su mejor momento, con una serie de cintas intencionalmente enrevesadas en las que, siempre según sus propios creadores, se seguía el objetivo de hacer un cine de terror basado en ideas y sensaciones y sin argumento. A este movimiento pertenecen no sólo algunas de las mejores películas de Lucio Fulci sino también otras como Inferno (1980), de Dario Argento, estrenada por la misma época.

Pero lo cierto es que Miedo en la ciudad de los muertos vivientes sí que tiene un argumento, uno que con escasos cambios terminaría siendo el mismo para toda la trilogía con una serie de constantes marcas de la casa: la muerte de un personaje en contacto con esferas ultraterrenales, la presencia (mayor o menor según el caso) de un ancestral libro maldito, y las nada veladas referencias al universo de H.P. Lovecraft, evidenciadas en este caso en el nombre del pueblo (Dunwich) donde transcurre la mayor parte de la acción. Y por supuesto, los zombis, que al igual que en el debut terrorífico de Fulci, son un elemento estético, no temático. Esto último cede protagonismo a lo que son los auténticos tópicos particulares del director como por ejemplo el empleo macabro del imaginario religioso: hay un espíritu profundamente católico en la obsesión estética de Fulci por los cementerios resumido en la imagen del cura colgando de una cuerda al principio de la película de forma inexplicable (no se ve por ningún lado cómo hizo para subirse allí) o la forma en que los protagonistas acceden a todo un mundo subterráneo a través de una tumba abierta.

Esta serie de imágenes impactantes y la ambientación en un pueblo pequeño donde el horror se hace presente es sin embargo lo que más se recuerda de la película. Más allá de los temas tocados por su director, en muchas ocasiones se ha reseñado el despliegue de sanguinolencias varias de las que esta cinta hace gala, encima con la cámara recreándose en arranques de violencia cada vez más gráficos como un personaje que vomita sus propias vísceras o un chico a quien se le taladra lentamente el cráneo. Con semejantes imágenes (algunas bastante desagradables incluso hoy en día) se explica que la película se haya encontrado con numerosos problemas de distribución, hasta el punto de estar aún hoy prohibida en algunos países (entre ellos Alemania). Todo esto, sin embargo, es anecdótico, puesto que precisamente el aura de tabú alrededor de la película de Fulci fue la que ayudó a propiciar su estatus de culto a través de su distribución en formato casero durante los ochenta, aunque en una perspectiva más superficial de la que sin duda se merece.

En cierto modo, Miedo en la ciudad de los muertos vivientes no representa todavía la cima como director de Fulci, quien habría de salirse con la suya en posteriores trabajos. Sin embargo, siempre es interesante revisarla al menos para ver como la trilogía de Las Puertas del Infierno guarda cierto carácter de unidad que se nota incluso en detalles supérfluos como el hecho de que su protagonista femenina, la actriz británica Catriona MacColl, está presente tanto en esta como en El más allá (1981) y Aquella casa al lado del cementerio (1981), aunque siempre como "distintos" personajes, completando así el cuadro de horrores de un director de esos que siempre hay que tener en cuenta.

sábado, enero 15, 2011

Reseña: Resident Evil: Afterlife (2010)

Al contrario que la mayor parte de los detractores de esta saga, personalmente celebro que las películas de Resident Evil se hayan distanciado desde el principio de los videojuegos de Capcom, entendiendo de forma correcta que la adaptación de las formas interactivas de este medio requieren más que simplemente la recreación (pasiva) de una narrativa que ya había sido explicada. Esto se hace para mí mucho más evidente al ver Resident Evil: Afterlife (2010), cuarta parte de la saga que consolida a Milla Jovovich como una heroína de acción ineludible. Cierto es que gran parte de lo que se había anticipado sobre esta cinta ha terminado por ser falso (principalmente la supuesta mayor presencia de lo zombi en el metraje final), pero eso es porque estamos ante una saga que ha seguido un camino propio que ya no se puede desandar tan fácilmente. Con todo y eso, resulta para mí muy superior a Resident Evil: Extinction (2007), aunque todavía muy lejos de la primera parte, que cada día crece en mi recuerdo como la única realmente buena.

Decíamos que la saga ha evolucionado a su manera reduciendo cada vez más la trama en beneficio de la acción, de hecho no es exagerado decir que cada entrega de Resident Evil ha tenido menos argumento que la anterior, y esta cuarta entrega es hasta cierto punto no sólo una secuela sino también una especie de reboot; Alice pierde (de forma bastante cutre y muy "conveniente") sus poderes casi al principio, y toda la trama de los clones, que se perfilaba como lo principal por la forma como acababa la tercera entrega, se resuelve en los primeros quince minutos de película en una hiperbólica y exageradísima secuencia de acción en la que Alice y sus dobles atacan el cuartel general de Umbrella, situado bajo las ruinas de Tokio. El resto transcurre casi por completo en una prisión de Los Ángeles convertida en fortaleza anti-zombi y defendida por un grupo de supervivientes a los que Alice intentará llevar al prometido refugio. No hay mucho más que decir en cuanto al argumento ya que este es, de nuevo, bastante caótico y con tendencia a jugar con varias subtramas a la vez pero sin explorar ninguna de ellas realmente, incluso llegando a tener un final descaradamente abierto que apunta a una inevitable quinta entrega (a decir verdad, se ha dicho desde hace bastante tiempo que esta película marca el inicio de una nueva trilogía).

El desprecio por las líneas argumentales en beneficio de la estética de película de acción es algo que en el fondo cualquiera se espera de esta saga, sobre todo teniendo en cuenta el (muy bienvenido) regreso como director de Paul W.S. Anderson, artífice de la Resident Evil (2002) original y que aquí se encuentra realmente en su elemento. Muchos no le han perdonado su voluntario distanciamiento del videojuego y eso se nota aquí de la peor manera posible. De hecho, podría decir que las peores cosas de esta cuarta entrega no son sus libertades argumentales ni su exageración, sino precisamente sus más que evidentes concesiones al fanboy promedio: la injustificada y arbitraria presencia del gigantón del hacha, la poco aprovechada presencia de Chris Redfield (resaltado inútilmente en la película ya que no aporta realmente nada más allá del reconocimiento de marca) y la aparición como villano de Albert Wesker, a quien no conocerá nadie que no esté medianamente familiarizado con los videojuegos y de quien no se nos cuenta absolutamente nada a pesar de que todo parece indicar que es un personaje importante. Se agradece eso sí, el regreso de la bellísima Ali Larter aunque ello nos prive de esta tradición de la saga de emparentar a Milla Jovovich con una superhembra guerrera diferente en cada una de las entregas.

Como sin duda sabréis todos ya, lo que diferencia en todo caso a Resident Evil: Afterlife de sus antecesoras está en el uso del 3D como atractivo estetico adicional. Hay que decir que, sorprendentemente y contra todo pronóstico, me ha parecido estar muy bien aprovechado hasta el punto de ser realmente espectacular en algunas secuencias puntuales (aunque hay trozos de la película en los que es prácticamente olvidado). Además, el efecto calza muy bien no sólo con el estilo hiperbólico de Paul W.S. Anderson, sino también con un discurso estético muy acode con lo que es el cine de accion de estos últimos años, una prueba más de que Ultraviolet (2006) era una película visionaria. La entrega de la saga zombífila a los excesos del cine-espectáculo funciona esta vez algo mejor que en la tercera entrega, y aunque no llegue a los niveles de calidad de la primera parte es lo suficientemente atractiva como para desear que se hagan diez continuaciones más.

viernes, enero 14, 2011

Parecidos razonables (5)

Cartel de And Soon The Darkness (2010)
Cartel de Una escapada perfecta (A Perfect Getaway, 2009)
El recurso de seccionar el cartel y adornarlo con las caras de las estrellas protagonistas es tan viejo que me ha dado pereza buscar más que los dos ejemplos más recientes. Sobre todo porque ambas películas parten de un arquetipo narrativo muy similar.
Lo más curioso de todo es que estas muestras de evidente pereza creativa por parte de los responsables de carteles cinematográficos nacen de la pereza creativa de la persona que escribe estas líneas, pero ya todos aquí me conocen.

lunes, enero 10, 2011

Reseña: Hatchet (2006)

En un ejemplo de escasa sutileza, el tagline de Hatchet (2006) reza "old school american horror", con lo que debería quedar claro que esta película de Adam Green, que no se topó con buenas críticas en su momento pero que ha conseguido un fiel culto tras su estreno, busca emular esquemas y fórmulas utilizadas en décadas pasadas pero con una energía propia desprovista de las concesiones normalmente empleadas en productos nostálgicos del horror mainstream. Estas intenciones se evidencian también en el hecho de que la película reúne a varios rostros familiares del género de terror de los ochenta como Robert Englund, Tony Todd, Kane Hodder y John Carl Buechler, quien se encarga de los efectos especiales con gran maestría. Eso sí, no hay que engañarse: la mirada de Green hacia los excesos sangrientos de los ochenta no está desprovista de cierto distanciamiento e ironía, puesto que Hatchet en el fondo no es más que una parodia de todas aquellas franquicias de asesinos carismáticos, siendo la saga de Viernes 13 (1980) la principal y más evidente referencia de una cinta fuertamente inclinada hacia la comedia.

Hacíamos mención de la saga de Jason Voorhees por varias razones, entre ellas que Hatchet parece tomar exactamente la misma premisa de innumerables slasher juveniles: un grupo de incautos perdidos en un pantano donde son acosados por un legendario asesino llamado Victor Crowley, un gigante deforme que despedaza a todos aquellos que se atreven a profanar sus dominios. La ambientación de la película en los pantanos de Lousiana la enlaza con toda una tradición de monstruos y permite asimismo la recreación de un paraje selvático y hostil que es sin embargo puramente americano, tal como la película nos ha prometido. El mismo Victor Crowley, sin embargo, se diferencia de la mayoría de sus congéneres enmascarados en el hecho de que su origen es establecido desde el principio como sobrenatural, una especie de fantasma corpóreo de fuerza sobrehumana que gusta de destrozar a sus víctimas de la forma más brutal y exagerada posible. En ese sentido se agradece que la película no sólo no se tome a sí misma demasiado en serio sino que además vaya al grano y nos ofrezca al personaje en todo su esplendor casi desde el principio sin por ello perder el interés. No nos engañemos: es Crowley el verdadero centro de atención, el resto de los personajes son carne de cañón que sólo está allí para morir. De hecho, en un alarde de referencialidad demasiado curioso para ser casual, todos los protagonistas de Hatchet son auténticos estereotipos de los slasher films... pero de esos estereotipos que generalmente terminan palmándola.

Pero si la película funciona es por dos elementos que la colocan muy arriba. El primero de ellos es sin duda la presencia de Kane Hodder, que está aquí que se sale en el papel de Crowley. Hodder, innegable clásico de este tipo de cine, da una energía increíble a su personaje y es sin duda una de las mejores cosas de la película, tanto que sinceramente esta no habría funcionado tan bien si no le hubiese tenido. Se comentó en su momento que el papel era su forma de desquitarse por no haber sido incluído en Freddy vs Jason (2003), cosa perfectamente posible dado el cameo de Robert Englund como una de las primeras víctimas de Crowley. El otro punto fuerte de la cinta son los efectos especiales de John Carl Buechler, veteranísimo factotum del cine de terror que logra aquí el que considero uno de sus mejores trabajos en cuanto a excesos gore, todo real, nada de extravagancias informáticas. Pienso que en ellos se debe haber ido la mayor parte del presupuesto ya que los decorados no pueden ser más falsos; es tremendamente evidente que los supuestos escenarios del pantano están hechos en un plató: planos cerradísimos, poca profundidad y una estética muy repetitiva.

Adam Green consiguió con Hatchet una muy genuina resurrección del slasher tradicional que homenajea este estilo de películas al mismo tiempo que las parodia sanamente. Después de verla es fácilmente comprensible no sólo el culto que ostenta sino el ninguneo que sufrió por un amplio sector de la crítica actual. Muy previsiblemente, al señor Green le han pedido más y ha terminado por darnos una secuela del 2010 que todavía estoy pendiente de ver pero que caerá por aquí sin duda. En cuanto a todos vosotros, sólo puedo aconsejaros que dejéis de lado remakes insulsos y desabridos de antiguos clásicos y echéis un vistazo a esta joya modesta pero efectiva que vale la pena atesorar.

sábado, enero 08, 2011

Reseña: Piraña 3D (2010)

El 2010 pasó sin que pudiésemos ver en España el estreno de Piraña 3D (2010), pero al menos mi diferente ubicación geográfica me permitió acercarme a ella en condiciones y comprobar en carne propia los motivos por los cuales este tercer remake americano de Alexandra Aja era uno de los más esperados del año. Lo cierto es que con todo y mi reticencia ante el hecho de que este director se haya inclinado por tercera vez consecutiva a revolver la memoria cinéfila del género de terror, debo reconocer que ha conseguido sorprenderme; Aja ha logrado con su revisión de la cinta de Joe Dante de 1978 una película muy diferente a la que me esperaba de él, completamente alejada del explícito mensaje político de Las colinas tienen ojos (2006) o la medianía cansina de Mirrors (2008). Por el contrario, esta versión en tres dimensiones de la horda de pirañas asesinas es (nunca mejor dicho) una auténtica película chorra y un divertimento bastante sincero que no puede engañar a nadie.

La pregunta que surge siempre es qué tanto parecido tiene este remake con el original, y en ese sentido se aprecia por lo menos cierta voluntad de un necesario distanciamiento, puesto que las dos películas terminan siendo muy diferentes. Únicamente la estructura del relato es la misma: las pirañas se liberan y nadan río abajo hasta un enorme festejo turístico donde harán su agosto en las desnudas carnes de los concurrentes. Todo lo demás, sin embargo, cambia; aparte de seguir un espíritu más juvenil en cuanto al argumento y los protagonistas, el origen de las pirañas (esta vez una especie prehistórica liberada tras un terremoto submarino) despoja a la trama del contenido abiertamente político de la cinta de Dante. Asimismo esta vez, y debido ciertamente a un mayor presupuesto y a una mucho más avanzada tecnología, hay un regodeo mucho mayor en los voraces peces carnívoros, auténticos protagonistas de la cinta que alcanzan momentos de una ferocidad inusitada, aunque hay que decir que la imagen que adorna esta reseña está tomada del trailer y no aparece en la película final. De todas maneras, este protagonismo de las pirañas está reñido con la gran cantidad de cuerpos femeninos que la película ostenta y que la convierten en una cinta de explotación genuina y una película de terror de verano (nunca mejor dicho). El desfile y exposición de chicas de la cinta de Aja es descomunal, incluyendo cameos de auténticos pivones como Kelly Brook o las porno-stars Riley Steele, Ashlynn Brooke y Gianna Michaels siendo correspondientemente desmembradas.

Es en este último apartado cuando la película de Alexandre Aja va más allá de la de Dante, puesto que Piraña 3D es sin duda mucho más violenta y sangrienta que la original, sobre todo en ese tramo final del ataque de las pirañas donde el francés encuentra mil formas diferentes de descuartizar seres humanos ante la cámara. Por fortuna lo hace sin renunciar al humor que hacía de la original una película tan disfrutable, permitiendo así que su versión sea todo lo sangrienta que quiera sin jamás llegar a ser desagradable. Gran parte de este humor también está apoyado por el trabajo de un elenco acertado que incluye a Christopher Lloyd como un extravagante científico (again), una Elisabeth Shue cachas y Jerry O'Connell haciendo de un lascivo presentador que resulta un evidentísimo doble paródico de Joe Francis, presentador de la famosa serie de vídeos de Girls Gone Wild.

Todos estos aciertos se ven ligeramente afectados por la decepción que supone, eso sí, el uso del 3D. Hay que decir en primer lugar que en el caso de esta película estamos hablando de un falso 3D (es decir, agregado en post producción), por mucho que la cinta haya sido planeada desde un principio para incluir este efecto. Aparte de momentos muy puntuales como la gloriosa secuencia de las "sirenas", lo cierto es que el 3D de esta película es perfectamente prescindible y poco impresionante si se le compara con otras cintas de terror recientes que han sabido aprovechar mucho mejor el formato, tales como My Bloody Valentine (2009) o Destino final 4 (2009). Así que si sólo conseguís verla en dos dimensiones tampoco os perderéis mucho. Pero este detalle aparte, lo cierto es que Aja ha conseguido realizar una película muy divertida (sobre todo en su tramo final) que fácilmente califica como una de las más destacables del 2010 con todo y su aparente ligereza. Personalmente sigo prefiriendo la de Joe Dante, que me parece una cinta mucho más redonda con un planteamiento mucho más interesante que va más allá del evidente plagio de Tiburón (1975), pero al menos Piraña 3D es un homenaje bastante correcto y una de las cintas de terror más disfrutables del año que recién ha pasado.

miércoles, enero 05, 2011

Reseña: Slumber Party Massacre 2 (1987)

Hay que reconocer que con todo y sus limitaciones, Slumber Party Massacre 2 (1987), secuela de aquel slasher supuestamente menor, es una de las películas de chicas-vs-asesinos más extravagantes de los ochenta, y una candidata ineludible para aquellos amantes del mal llamado cine bizarro de esta década en particular. Y lo es porque en lugar de irse por el camino fácil de repetir el esquema de la anterior entrega o incluso sus nada disimuladas muestras de retórica feminista, esta producción del tantas veces mentado Roger Corman se convierte casi en un musical de rock & roll que acompaña una visión bastante ingenua del fenómeno high school y de las bandas musicales de chicas.

Tanto es así que incluso la figura del asesino y principal amenaza para nuestras protagonistas femeninas está caracterizado como un arquetipo del maleante de los cincuenta con chupa de cuero, pelo engominado y un enorme taladro incorporado a la guitarra eléctrica con la que comete sus crímenes. Incluso llega a marcarse un solo de baile en una de las secuencias más delirantes de la película, y eso que el argumento parece en un principio bastante básico y sencillo: la niña sobreviviente de la película original, ahora una adolescente, se retira con su banda de chicas a una casa de verano en medio de una urbanización en construcción donde intentarán pasar un fin de semana con sus chicos. La joven, que ha tenido recientemente pesadillas en la que es perseguida por un maníaco con un taladro gigante, no puede creerlo cuando dicho personaje aparece de repente sin justificación alguna y comienza a cargarse a todos los jóvenes uno a uno. La aparición repentina e inexplicable del psycho-killer que rompe la barrera del sueño, así como el hecho de que constantemente nos muestre su cara y hasta hable, lo aleja de la típica representación de estos asesinos cinematográficos, algo que ya se veía en la primera entrega pero que aquí está exacerbado.

De la misma forma, la caracterización de este carnicero del taladro, así como el evidente símbolo fálico de su arma asesina, dejan entrever que en el fondo Slumber Party Massacre 2 no es más que una muy poco disimulada alegoría en clave paródica del "horror" de una chica ante la pérdida de su virginidad, una idea que está muy bien desarrollada por la directora y guionista Deborah Brock y que hace de esta película un slasher diferente que sólo por esto ya vale la pena, además de lo directamente descabellado de una premisa y ejecución que resulta de todo menos convencional. Una larga persecución final en medio de una construcción resulta un tanto trivial y vista, pero para todos aquellos que puedan superar la estética californiano-ochentera de esta cinta, hay mucho que disfrutar. Como slasher no resulta tan efectiva como la primera parte, pero sí podemos decir que es mucho más arriesgada, sobre todo por esa revelación final que evidencia las verdaderas intenciones de la película y de las que ya hemos hablado anteriormente.

Posteriormente la saga de Slumber Party Massacre tendría otras continuaciones más convencionales que no explotarían la vertiente onírica de esta segunda entrega. De todas formas, aquellos que deseen hacerse con ejemplos de comedias de terror festiva que evidencien los ochenta de forma inequívoca, pueden hacerse aquí con un ejemplo muy pertinente pero al menos no tan conocido como otros tantos.