Otra de las películas más anticipadas de este año es la surcoreana Thirst (2009), nuevo trabajo del director Park Chan-wook, quien como ya todos sabéis se ha ganado su puesto como cineasta de culto gracias sobre todo a su trilogía sobre la venganza. Dejaremos los comentarios sobre dicha obra a los que saben y nos centraremos más bien en esta su nueva película, aunque una vez más su inclusión en esta bitácora responde a una decisión algo arbitraria, ya que muy a pesar del tema escogido, calificar Thirst como una película de terror es estirar bastante el término. Aún así, sigue siendo una gran historia de vampiros, una que da por sentados todos los aspectos de la mitología que rodea a los chupasangres (ahorrándonos así exposiciones innecesarias) y los utiliza para contar una cruel y bella historia de amor, lujuria y culpa.
El argumento consta de dos partes muy bien diferenciadas: la primera cuenta la historia de un sacerdote católico que, tras ofrecerse de voluntario para un experimento concerniente a un nuevo y mortal virus descubierto en África termina convertido en vampiro (hecho que debe ocultar a sus feligreses, que asumen su misteriosa curación como un hecho divino). La segunda parte, que constituye el grueso de la película, es una historia de amor clandestina que es en realidad una adaptación de la novela Thérèse Raquin, de Emile Zolá. Toda esta parte, por cierto, es sorprendentemente fiel al material original; únicamente los temas del vampirismo y la religión católica son invención propia.
La historia de amor a la que nos referimos está muy bien llevada y la mirada al mundo de miserias de culpa y auto-tormento que se asocian al catolicismo enlazan la película de Park Chan-wook con gran parte de la mitología vampírica narrada desde el punto de vista del monstruo. La película en su totalidad está asimismo salpicada con numerosos toques de humor en ocasiones gloriosos (por ejemplo la forma que encuentra el vampiro de procurarse su sustento diario). El protagonista Song Kang-ho (omnipresente actor surcoreano también protagonista de The Host (2006) y otras cintas de este país) hace un muy buen trabajo, pero es su compañera Kim Ok-vin la que prácticamente domina toda la película, sobre todo a partir de su último acto, en el que la cinta toma un giro un poco más convencional en cuanto a historias de vampiros se trata, pero en el que su personaje adquiere unas dimensiones fantásticas e impide que la película se decante por un tono demasiado serio.
A pesar de todo esto, reconozco que no consigo conectar del todo con el camino elegido por Park Chan-wook para contar su historia, y el principal motivo de esto está en la duración. Con 2 horas 13 minutos, la película es demasiado larga para lo que cuenta. Esto puede que sea un prejuicio de mi parte (siempre digo que si una película va a durar más de noventa minutos, más le vale tener una muy buena razón para ello) pero es que además su desarrollo es lento y parece en ocasiones no muy clara en cuanto a qué es lo importante. Hay varias secuencias y momentos en la película que no son desarrollados ni tienen importancia real para la trama, con lo que sólo se consigue alargar un metraje que hubiese sido mucho más potente de haber sido más breve, aunque reconozco que esto es una apreciación muy personal.
Por fortuna todo lo demás lo compensa con creces: Thirst es una de las más interesantes películas de vampiros que he podido ver últimamente, y su visionado es recomendable incluso para aquellos que no sigan la obra de Park Chan-wook. Solamente por su aproximación al tema de las pasiones humanas, su macabro sentido del humor y sus carismáticos personajes, es una experiencia que vale la pena. Y atención al final, uno de los desenlaces más bellos y poéticos que nos podemos echar a la cara, y la manera perfecta de cerrar una historia como esta.