Leyenda urbana 3: Bloody Mary (2005) es probablemente una de las peores secuelas que he visto jamás, incluso dentro de los estándares de estas continuaciones tardías que suelen salir directamente en formato doméstico. Defiendo, sin embargo, la idea de sus responsables (ya notable, por cierto, en la segunda entrega) de romper la continuidad de la saga y hacer cada película con un argumento independiente en el que el tema de las leyendas urbanas funciona como único punto en común, más o menos lo que se intentó hacer con las secuelas de Halloween (1978) antes de que la taquilla decretara la insensata repetición del mismo esquema una y otra vez. Pues bien, en esta ocasión, la tercera parte de la saga iniciada por Jamie Blanks incluso abandona su formato de slasher para convertirse en un thriller sobrenatural acerca de fantasmas vengativos y sus pobres víctimas.
Lástima que este nuevo camino se aborde de una forma tan convencional; la historia de hecho es algo que hemos visto muchas veces, el ya habitual caso de los protagonistas investigando una serie de extrañas muertes relacionadas con un crimen del pasado y su venganza de ultratumba. El gancho temático, al menos en el papel, es el personaje de "Bloody Mary", una de las más famosas leyendas de fantasmas de la cultura anglosajona cuyo principal argumento es el del terrible espíritu femenino que se aparece (con nefastas consecuencias) a aquellos que la invocan frente a un espejo. La leyenda ha servido de fuente de inspiración para un gran número de películas, destacando sobre todo Candyman (1992), de Bernard Rose, y aunque no fuese así, difícilmente se podría pensar en una idea mejor o más apropiada para una película de esta saga, pero Leyenda urbana 3 hace trampa de la peor manera posible; ya casi desde el principio nos queda claro que el fantasma que aparece en esta cinta no es ni siquiera Bloody Mary, y la venganza sobrenatural que desata forma parte de una trama completamente distinta en la cual la referencia a dicha leyenda no pasa de ser una mención fortuita y metida con calzador en una película cuya trama principal va por otro lado y que más bien parece una copia barata de The Ring (2002). Esto intenta compensarse metiendo de manera forzada referencias a otras leyendas urbanas en las diferentes muertes de las víctimas, lo cual al final no termina siendo más que un guiño muy pobre a las entregas anteriores.
En general las apariciones del fantasma de la falsa Bloody Mary son pocas y muy pobres. El imaginario de la película y sus mayores aciertos estéticos están, en el mejor de los casos y como sin duda habréis notado por la imagen que acompaña la reseña, tomados sin vergüenza de los éxitos del terror asiático y sus conocidas reinvenciones americanas. Pero es que encima el argumento no es tampoco muy interesante; además de un misterio de baratillo cuya resolución es tremendamente previsible, la película pronto cae en los mismos errores de las entregas anteriores sólo que magnificados, como una tendencia a un humor chusco y forzadísimo y una protagonista completamente nula que lo único que hace en realidad es reaccionar ante lo que ocurre en pantalla. En el caso de esta película en específico, la final girl parece haber sido concebida como una tonta cuya supervivencia es francamente un misterio. Todo esto hace que la cinta no llegue a aprovechar realmente ninguna de sus posibilidades: elude su interesante premisa, no llega a imitar a sus referentes de forma medianamente efectiva y encima carece del encanto juvenil que al menos sus antecesoras tenían (llegados a este punto nunca creí que mencionaría Leyenda urbana 2 (2000) como un ejemplo positivo). Todo esto es aún más terrible si tenemos en cuenta que detrás de este despropósito están Michael Dougherty y Mary Lambert, guionista y directora, respectivamente, de Trick 'r Treat (2008) y El cementerio viviente (1989), y que aquí repiten dichos roles en piloto automático y sin ningunas ganas.
Aquellos que pensaron que la saga de Leyenda urbana había tocado su punto más bajo con la segunda entrega es sin duda porque no se han acercado a esta. Quizás el principal problema sea el desperdicio que se hace de una idea muy buena que podría dar pie a una saga terrorífica mucho más interesante. Pero incluso teniendo en cuenta este sonado fracaso, hay quienes dicen que la saga no ha muerto por completo; de hecho se llegó a rodar una cuarta parte que al no cumplir (supuestamente) los mínimos de calidad de la franquicia fue estrenada de forma independiente con el título Ghosts of Goldfield (2007). Me cuesta imaginarme cómo será si esta de la que hablamos hoy era el norte a seguir.