Hace seis años, el mundillo del terror adolescente encontró uno de sus mayores éxitos comerciales en Destino Final (2000), el bebé parido por los amiguetes James Wong y Glen Morgan, antiguos guionistas de Los Expedientes X que por aquella época daban sus primeros pasos en la gran pantalla. La cinta resultó todo un bombazo gracias a algo que la separaba por completo de sus contemporáneas: a diferencia de los clones de Kevin Williamson, Destino Final no se andaba con miramientos a la hora de hacer una carnicería con su elenco, a menudo traspasando las obvias limitaciones de censura de los productos destinados a la generación MTV. Otra cosa en que destacaba la película era que el enemigo a vencer no era un psicópata enmascarado sino la Muerte misma, una fuerza intangible que ocasionaba horribles accidentes disfrazados de hechos cotidianos.
La idea nunca me ha parecido original, y sorprendentemente casi todo el mundo parece obviar el hecho de que la película no es más que una ampliación de hora y media del estilo de las muertes de La profecía (1976), lo cual me hace temer que la mayor parte del público juvenil que ha devorado estas películas no conoce la obra maestra de Richard Donner. En todo caso, el éxito de Destino Final generó una secuela que nunca llegué a ver. La razón es que, si debo ser sincero, la primera parte me pareció bastante mala y estúpida, y las muertes eran tan enrevesadas e inverosímiles que me hacían recordar aquellas absurdas máquinas de Rube Goldberg que aparecían en los dibujos animados de Chuck Jones. A pesar de eso, decidí darle una oportunidad a Destino Final 3 (2006), secuela completamente independiente que se convirtió en otro éxito comercial este año. Puedo decir tranquilo que aunque la película conserva muchos de los defectos de la primera parte, al menos resulta mucho más entretenida.
La estructura sigue siendo la misma de las películas anteriores: al principio, uno de los personajes tiene una premonición de un terrible accidente, del cual logra salvar a algunos de sus compañeros. Esto desestabiliza el "plan de la Muerte", quien luego empieza a cargarse a todos los sobrevivientes uno a uno en el orden exacto en que deberían haber muerto. Los chicos, si quieren sobrevivir, deben ahora evitar dichos accidentes si quieren engañar a la muerte de nuevo.
Si en la primera parte el accidente inicial era la explosión de un avión y en la segunda veíamos una horrible colisión de carretera, en Destino Final 3 nos encontramos con algo que todos hemos temido más de una vez: el descarrilamiento de una montaña rusa. En este sentido, ya la película arranca con muy buen pie, porque el accidente es en realidad acojonante. Si ha conseguido ponerme los pelos de punta en el pequeño monitor de mi portátil, no quiero ni imaginarme cómo se debe haber visto en una pantalla de cine. A partir de ahí, las muertes de los chicos empiezan a suceder una tras una, de manera cada vez más gráfica y brutal. Las opiniones en cuanto a esto pueden variar, pero de todas yo destacaría la primera, que involucra una cama solar y que se anticipa con una tensión admirable.
Aunque la estructura de esta tercera parte es exactamente la misma que en las anteriores, se agradecen ciertas innovaciones que los señores Wong y Morgan pudieron haber pensado antes. Por ejemplo, Destino Final 3 se toma mucho más en serio su violencia, sin ese exceso de humor caricaturesco que lastraba la primera entrega (aunque aquí hay una burla genial hacia el carácter marcadamente homo-erótico de los gimnasios y las salas de musculación). Además, la historia introduce un giro interesante al mostrar cómo la Muerte esta vez deja "pistas" de su plan en fotos e imágenes que los personajes deben descifrar antes de que sea demasiado tarde. Asimismo, en esta ocasión la Muerte nunca es referida como algo "personal", como si sucedía en uno de los momentos más ridículos de la primera parte. Se agradece también la desaparición del inexplicable personaje de Tony Todd que asomaba la cabeza en las dos primeras entregas, y que aquí queda reducido a dos discretos cameos de voz al principio y al final.
Los defectos, por desgracia, siguen siendo los mismos, y es que Destino Final 3 no tiene nada en la bola a nivel de trama. De hecho, sus pretenciones narrativas son nulas, porque no existe ningún conflicto. Con esto quiero decir que la suerte de los personajes es tan inexorable que el problema al que se enfrentan sencillamente no tiene solución, como sin duda sabrán aquellos que hayan visto las dos películas anteriores. Dado esto detalle, la única manera en que la película puede ser disfrutada es en cuanto a las diferentes muertes que nos presenta (esas sí, mucho mejores en esta que en la primera parte), convirtiendo la cinta en un espectáculo meramente visual para los amantes de la saga, pero de poco o ningún atractivo para nadie más.
En conclusión: aquellos que hayan disfrutado con la primera y la segunda parte deberían sin duda ver esta, pues en varios aspectos las supera con creces (al menos a la primera, ya he dicho que me falta ver la segunda). Aquellos que, como yo, hayan detestado las anteriores, quizás puedan encontrar cosas bastante divertidas en esta, siempre y cuando se asuma de antemano que se trata de un divertimento muy básico sin ninguna otra virtud más allá de su entretenimiento pasajero.