De entrada el mayor cambio que se ha hecho es el de la ambientación, sustituyendo la Europa del Este de las cintas anteriores por Las Vegas, donde la organización Elite Hunting mantiene un grotesco y lucrativo negocio de apuestas basado en la tortura y vejación de desconocidos secuestrados aleatoriamente. El ubicar la historia en los Estados Unidos me parece el primer error que esta secuela comete, ya que elimina el carácter de peligroso exotismo foráneo que tenían las dos primeras partes, así como el subtexto xenófobo que dejaban relucir. Aparte, el hecho de que las víctimas sean un grupo de amigos en una despedida de soltero convierten Hostel 3 (2011) en una involuntaria versión torture porn de Resacón en las Vegas (2009), lo que por mi parte eliminó de un plumazo las posibilidades de tomarme la película en serio.
Pero al ser esta una entrada bastante superficial en una saga de terror exitosa está claro que el principal objetivo a buscar es hacer las muertes de los personajes lo más creativas y vistosas posible, siguiendo la estela de las dos entregas anteriores. En este sentido resulta también un poco decepcionante; con la excepción de un misterioso personaje enmascarado que protagoniza la que probablemente sea la mejor muerte de todas, la verdad es que ninguna de las escenas de tortura es muy creativa que se diga, y en algunos casos se deja muy en evidencia las limitaciones técnicas de la cinta, como por ejemplo esos vergonzosos escarabajos CGI. Por más que lo intentaba, simplemente no podía creerme que los tipos de este Elite Hunting eran la misma terrible y omnipotente mafia de las dos entregas anteriores, con lo que el componente de terror que tenían las cintas de Eli Roth se ve aquí reducido al muy superficial impacto de un gore facil y bastante barato.
Hostel 3 intenta arreglar esta carencia incluyendo un giro argumental que se ve venir desde bastante temprano y que no hace sino dañar más la película al agregar un innecesario componente de thriller de alcoba a lo que debería haber sido una reivindicación del miedo a lo desconocido. Tal como habíamos comentado en otras ocasiones, la ciudad de Las Vegas tiene potencial para ser utilizada como escenario de terror, pero aquí está completamente desperdiciada en una de esas secuelas tardías hechas exclusivamente para rentabilizar el nombre de una saga conocida. El completismo más radical es el único motivo que se me ocurre para ver esta película. Para los demás, detenerse en la segunda es la mejor idea posible.