Páginas

viernes, marzo 30, 2018

Reseña: Carnage Park (2016)

Aquellos que sean amantes del horror físico están de suerte, porque en lo que se refiere a este subgénero Carnage Park (2016) es probablemente uno de los trabajos más interesantes que se pueden encontrar por allí. La he vuelto a ver recientemente y me reafirmo en mi opinión inicial: lo que en un principio parece ser otro survival horror ambientado en el desierto americano (con La matanza de Texas (1974) y Las colinas tienen ojos (1977) como obvios y principales referentes) se convierte de repente en una de las cintas más intensas que he visto en los últimos años. Es una muy buena película que se libera pronto de sus influencias y logra una tensión y un ritmo envidiables con apenas un par de personajes y una ambientación muy bien aprovechada.

Escrita y dirigida por Mickey Keating, joven promesa de la escuela de Larry Fessenden (quien por cierto parece estarse dedicando en los últimos años a aparecer como actor en varias de estas películas de terror de bajo presupuesto), Carnage Park recuerda al principio a una cinta de Tarantino en el sentido de que durante los primeros minutos parece un trabajo distinto, centrándose en la figura de una pareja de asaltantes de bancos en fuga de la justicia que toman como rehén a una chica y que sin quererlo entran en el coto de caza de un psicópata armado hasta los dientes. A partir de este momento la historia toma un giro radical y se convierte en un juego de gato y ratón en el que la joven (intepretada por Ashley Bell, a quien probablemente recordaréis por la excelente El último exorcismo (2010) y su no tan impresionante secuela) debe buscar la forma de escapar del parque y del asesino. 

Pero lo que en otras manos quizás habría sido otra repetitiva muestra de violencia y muertes sin sentido, aquí se convierte en algo muy especial. De hecho, uno de los principales aciertos de la película es que despacha a los asaltantes prácticamente desde el principio y convierte a la trama en una única persecución entre la chica y el villano, el cual para variar está dotado de una personalidad propia y no es sólo una sombra anónima. Pero el hecho de estar enfocada prácticamente por completo en dos personajes no la hace lenta ni aburrida sino todo lo contrario: es una cinta muy intensa y violenta, con una atmósfera calurosa, abierta y asfixiante que se va haciendo cada vez más angustiosa hasta desembocar en unos últimos veinte minutos demenciales de los mejores que he visto en mucho tiempo. 

Recuerdo que cuando la vi inicialmente hace casi dos años, pensé que esta era una película que requería de un tipo de público muy específico que supiese apreciar su truculencia y su reverencia hacia cierto tipo de cine de horror que no es tan común aparte de los primeros trabajos de Rob Zombie. Esto queda evidenciado además por esa estética típicamente setentera revitalizada hace ya más de una década, no sólo por Zombie sino también por trabajos como Grindhouse (2007), de la cual esta película podría perfectamente ser una continuación. Todavía en cierto sentido considero que requiere de un público especial, pero lo cierto es que Carnage Park es toda una sorpresa que se alza por encima de sus modestos recursos y acierta en prácticamente todo lo que se propone. Insisto una vez más: aquellos que sean amantes del horror físico sin duda alguna la van a disfrutar.

lunes, marzo 26, 2018

Reseña: The Collection (2012)

Tras la fantástica The Collector (2009), estaba claro que una secuela no podía hacerse esperar, y poco tiempo después ya teníamos esta continuación nuevamente escrita y dirigida por el mismo equipo de la original, lo cual en un principio sólo podía augurar cosas buenas. Con ella, Patrick Felton y Marcus Dunstan intentan subir su apuesta inicial, y aunque terminan evidenciado una vez más el hecho de que la primera surgió de aquella precuela de Saw (2004) nunca realiazada, la verdadera pena es que The Collection (2012) toma el camino fácil de las continuaciones al tratar de hacer de la segunda parte una copia de la primera película sólo que llevando todo a más. El resultado no es del todo malo, pero resulta tremendamente convencional y muy decepcionante teniendo en cuenta lo buena que fue la primera.

Esta segunda película parte, a decir verdad, de la misma idea con la que continuó la saga de Jigsaw, abriendo la historia con una secuencia saldada con una cantidad brutal de cadáberes y abandonado la sencillez de su premisa inicial por lo que aquí llamamos la "secuela-tipo-Aliens": en esta ocasión, un equipo de mercenarios se enfrenta al asesino en su guarida llena de trampas mortales y a pesar de su ventaja numérica y su superior armamento, van muriendo uno a uno. Esta idea, aparte de ser poco original y haber sido empleada en multitud de secuelas desde hace mucho tiempo, termina sacrificando el realismo minimalista de la primera entrega en beneficio de secuencias de acción muy poco agraciadas y que parecen por momentos salidas de una oscura película de superhéroes debido al estrafalario diseño de la guarida del villano. 

No todo falla, eso sí: al tener a Felton y Dunstan al mando la película cuenta con algunas escenas de violencia muy creativas que intentan contrarrestar un poco esa fotografía digital nítida y brillante que domina todo en claro contraste con la oscuridad de la original, aunque si algo debo agradecer es el regreso del actor Josh Stewart, quien repite como protagonista y cuya presencia se siente como una pequeña victoria para quienes odiamos la manera tan nihilista como terminó la primera entrega. Al menos la identidad del asesino continua siendo un misterio y a pesar de todo el sacrilegio la cinta se encarga de dejarlo todo cerrado al final garantizando así que esta potencial saga termine antes de empezar.

Si os gustó The Collector y sois seguidores del horror físico y los slasher modernos, esta segunda parte quizás os parezca como a mi entretenida y hasta simpática. Sin duda es mucho mejor que la mayoría de estas continuaciones baratas que suelen pasar casi siempre a formato doméstico, pero por otro lado es tan claramente inferior a su predecesora que no puedo evitar sentirme algo frustrado con cómo han dejado atrás sus elementos más interesantes. No ha estado mal, pero esperaba más. 

miércoles, marzo 21, 2018

Reseña: 31 (2016)

31 (2016) es, para bien y para mal, la obra maestra de Rob Zombie en el sentido de que es aquella en la que su estilo está más evidenciado y que plasma como ninguna otra las obsesiones de su imaginario personal y aquello que lo hizo famoso como cineasta en su mejor momento. Por otro lado, es también su película más predecible y una en la que el director de Los renegados del diablo (2005) parece querer darle a su público lo que siempre se ha esperado de él. La mención a su película más famosa no es arbitraria ya que esta de la que hablamos hoy repite muchos de sus elementos más conocidos y es, en muchos sentidos, una especie de secuela espiritual que traza una línea perfecta no sólo con las obras del principio de su carrera, sino también con la tradición del género de torturas y violencia en pantalla que llegó a su punto máximo durante la década de los dosmil.

Esto último lo digo sobre todo por la estructura del argumento, en el que Zombie enfrenta a un grupo de feriantes a una especie de juego en el que son encerrados en un laberíntico parque industrial y perseguidos por asesinos de temática circense. El muy sencillo arco argumental emparenta a la cinta, como ya hemos dicho, con la obra anterior de Zombie y sus influencias setenteras (la película está ambientada en 1976) pero también con la estructura lúdica de Saw (2004) y sus secuelas. De hecho, es bien sabido que 31 estuvo un largo tiempo en producción y que fue una cinta con la que Rob Zombie intentó construir una saga propia que originalmente estaba destinada a tener varias continuaciones al mejor estilo de los slashers en los que se inspiraba. Asimismo, la gran cantidad de cameos de sus obras anteriores y la repetición de varios de sus elementos estéticos más conocidos (lenguaje crudo, el rock de los setenta, el ambiente rural y los payasos asesinos) demuestran que esta era una película grande hecha para seducir a un público que había quedado un poco desencantado con su obra anterior, mucho menos accesible.

El resultado ha sido un tanto desigual, ya que si bien todos estos elementos están llevados a cabo de manera muy eficiente incluso corrigiendo graves errores del pasado como el empleo de aquella terrible sangre CGI de Los renegados del diablo, uno siente que el conjunto no termina de tener su puesto en el cine de terror actual; tanto el tono como la temática de 31 son cosas que habrían funcionado muy bien hace diez años, pero en el contexto de hoy en día, cuando el subgénero de torturas ha quedado más que muerto y el horror físico explícito se encuentra de retirada tras su sobreexposición en los dosmil, una cinta como esta es una rareza un tanto desfasada que necesitará de un público muy particular. Esto por sí solo no me importaría si no sintiese que con ello Zombie se aleja de obras más arriesgadas y (para mí, al menos), más interesantes como Halloween 2 (2009) o The Lords of Salem (2012), con las que su cine estaba yendo por nuevos derroteros que aquí parecen ser un tanto ignorados en beneficio del espectáculo grotesco que parece que quiere dar.

Con esto no quiero decir que 31 sea insalvable; es imposible no sentirse atraido por algunas de sus delirantes secuencias, y aunque el inicio es un tanto lento y aburrido, mejora muchísimo una vez entramos en el juego y se desatan no sólo el horror sino también unas sobresalientes actuaciones como la de una espectacular Meg Foster (grandiosa sin duda) y un enorme Richard Brake que se roba cada escena en la que aparece y es, con toda seguridad, el mejor villano de todo el cine de Rob Zombie hasta la fecha. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que esta cinta representa un paso atrás en la filmografía de uno de los directores de terror más interesantes de tiempos recientes, y cabría esperar que su fracaso taquillero impulsara a Zombie a retomar su lado más arriesgado, aunque el anuncio reciente de la verdadera secuela de Los renegados del diablo parece decir lo contrario. 

lunes, marzo 19, 2018

Reseña: Aniquilación (2018)

Aniquilación (2018) es la nueva película del director Alex Garland, el mismo de Ex Machina (2014), y una vez más vuelve a sorprendernos con un relato de ciencia-ficción más cerebral de lo que estamos acostumbrados. Si quien lee esto vive en los Estados Unidos o Canadá habrá sin duda tenido la oportunidad de verla en una sala de cine, mientras que el resto del mundo ha tenido que catarla a través de Netflix, que se hizo con toda la distribución internacional luego de varios conflictos durante su producción. Esto ha hecho que mucha gente crea que la plataforma de streaming tuvo algo que ver con el rodaje aunque no es así. De todas formas, no es que importe mucho salvo como comentario a las nuevas formas de distribución de cine que estamos viendo en nuestros días.

Lo cierto es que los temores por su rentabilidad estuvieron algo justificados; Aniquilación, aunque no sea para nosotros la genialidad que algunos han señalado, sí que resulta mucho más intelectual de lo que habitualmente se estrena en la cartelera mainstream. Digo esto incluso teniendo en cuenta que el argumento simplifica en gran medida la novela de Jeff Vandermeer en la que se basa, algo que no me extraña para nada ya que Vandermeer no es precisamente el escritor más accesible del mundo. Garland, por el contrario, parece querer contar su propia historia y resume la trama de la novela al mínimo al hablar de una científica que se une a un grupo de mujeres para explorar una misteriosa zona en la que una forma de vida de origen extraterrestre ha mutado tanto la flora como la fauna y transformado el área en un paraje inaccesible del cual nadie ha salido con vida. 

Lo interesante en todo caso de esta película es que Garland, en mayor medida incluso que en Ex Machina, construye la trama como una historia de terror en la que el grupo de mujeres va poco a poco desentrañando el misterio del lugar y al mismo tiempo descubren la futilidad de enfrentarse a algo completamente foráneo que no parece tener intenciones ni plan alguno, un fenómeno natural que se asemeja a un cáncer viviente y cuyos efectos sobre la vida terrestre resultan bastante imaginativos y atractivos de ver pero también completamente impredecibles. Resulta muy reconfortante además encontrarse con esa sci-fi lenta, "aburrida“ y pausada que no huye de elaborar sus ideas pero que al mismo tiempo no necesita hacerlas demasiado evidentes. Quizás esta negativa a rendirse a las exigencias de un público mayoritario es lo que le impidió tener un estreno comercial mayor, pero también es lo que la hace singular y digna de verse.

A pesar de todo es conveniente que rebajemos un tanto las expectativas ya que esto no es ninguna obra maestra, como se ha dicho por ahí, y mi principal (ahora que lo pienso, único) problema con ella es que muchas de sus mejores ideas y momentos son cosas que ya había visto en películas mucho menos intelectuales como La cosa (1982) o incluso Las ruinas (2008), pero por una vez me alegra ver a un director atreviéndose a hacer algo inteligente que no necesita darte todo masticadito y que es capaz de presentar ideas sin caer en condescendencias y al mismo tiempo ofrecer interesantes momentos de terror. Ojo sobre todo a esa maravillosa secuencia climática sin diálogos con la que la historia finaliza. Me ha parecido muy buena, y ojalá hubiera tenido un pase en cines ya que creo que correctamente promocionada habría sido un éxito aunque fuera con un público distinto al de las megafranquicias actuales. Vale la pena.

viernes, marzo 16, 2018

Reseña: Ghostland (2018)

Tras seis años de ausencia en las carteleras, Pascal Laugier regresa con Ghostland (2018), su cuarta película de terror y una que parece cerrar un ciclo temático que el director francés nos ha mostrado prácticamente desde el principio de su carrera. A pesar de que repite muchos de aquellos elementos que le hicieron famoso y de que la película se percibe en varios sentidos como una resaca de su paso por Hollywood, esta producción franco-canadiense es con toda seguridad uno de sus mejores trabajos y una prueba de que el director de Martyrs (2008) sigue siendo quizás el más consistentemente interesante de todos los cineastas salidos de aquella fiebre por el terror francés que llegó a su punto máximo hace una década. Precisamente diez años han pasado desde el estreno de su cinta más famosa, y se ve que ha aprovechado ese tiempo.

Es poco lo que se puede decir del argumento sin revelar detalles importantes, así que sólo puedo hablar de los puntos generales: invasión domiciliaria, tragedias familiares y, como viene ocurriendo por lo general en las películas de este director, una joven y decidida protagonista femenina que se enfrenta a un horror bajo la forma de una violencia terrible y en apariencia arbitraria. Al igual que ocurre en el resto de cintas de Laugier, hay un giro sorpresa en el argumento que redimensiona todo ante nuestros ojos pero que se da en la mitad de la película y no al final como normalmente ocurre. Es precisamente esa revelación (que por supuesto no vamos a revelar) la que da pie a los temas de la cinta acerca de las ocasionales trampas de la ficción, así como en subtexto del amor entre dos hermanas y la forma como se enfrentan a sus terribles adversarios. Todo esto narrado con un nivel de agresividad y violencia en ocasiones incómodo y agobiante por su insensata repetición y brutalidad, algo que fuera habitual en ese cine de terror francés de mediados y finales de la década pasada pero que estaba un poco abandonado en los últimos años. 

A pesar de que algunos elementos cantan a bajo presupuesto (principalmente sus titulos de crédito iniciales) la película tiene una estética y producción magistrales con esa enorme y vieja casa llena de muñecos antiguos que le da una apariencia de terror de feria. En realidad esta estética consituye uno de sus principales atractivos y convierte a esta en una película visualmente hermosa a pesar de que todo lo que ocurre es terriblemente desagradable. Pero por otro lado, es precisamente ese nivel de violencia lo que nos hace empatizar con las protagonistas y su situación aunque, a diferencia de lo que ocurría en Martyrs, no estamos aquí ante una película de terror nihilista sino todo lo contrario: en esta ocasión Pascal Laugier le reserva al público al menos la posibilidad de obtener satisfacción emocional. No puedo ahondar en ello sin spoilers, pero digamos que llegó un momento cerca del desenlace en el que pensé que la película iba a terminar en un tono particularmente sombrío para luego sorprenderme con su resolución. Ha sido precisamente eso lo que terminó de convencerme.

Brutal, ofensiva, cruel para con sus personajes y totalmente desprovista de condescendencia para con su público a pesar de que echa mano de varios estereotipos del cine de terror, Ghostland es no sólo una de las mejores cintas de Pascal Laugier hasta la fecha sino también uno de los trabajos más sobresalientes que he visto este año. Recomendadísima sin lugar a dudas.

lunes, marzo 12, 2018

Reseña: Hostile (2017)

Historia de terror apocalíptico en el que una joven abandonada en medio del desierto debe luchar por sobrevivir al ataque de una terrible criatura antropófaga que se ha fijado en ella. Hostile (2017) forma parte de una tradición de terror muy conocida ya, una historia de estado de sitio minimalista que basa todo su argumento en  intercalar las escenas en ese futuro desolado con la historia de la propia chica y una relación amorosa antes del fin del mundo, causando un efecto curioso en el cual una historia de monstruos de carretera y desierto se mezcla con un drama romántico entre una chica problemática y un galán francés que parece empeñado en sacarla de su situación a como de lugar. 

En un principio pareciera que los dos planos narrativos no tienen nada que ver, hasta que queda bien claro que todas las escenas de flashbacks sirven para realzar ese tema de supervivencia, superación de la adversidad y confianza en la propia voluntad que parece ser el verdadero objetivo de trama. Todo muy básico y hasta cierto punto muy predecible pero que a pesar de todo está bien hecho y resulta tan inofensivo que no molesta para nada. Una cosa que me gusta mucho por ejemplo es que la cinta da explicaciones muy parcas sobre el Apocalipsis y lo que ha ocurrido en ese mundo devastado pero no hace falta; con apenas unos pequeños detalles deja todo muy claro y prefiere centrarse en la historia de una mujer luchando contra un monstruo en medio de una situación en principio imposible.

Las escenas del ataque de la criatura están muy bien rodadas, y es precisamente la carencia de medios lo que hace que la película tome la sabia decisión de mostrar al monstruo de forma progresiva sin caer en truculencias de efectos especiales que le habrían sentado muy mal. Funciona porque realmente sentimos que la protagonista está en peligro independientemente de la vulnerabilidad de su situación. Es una heroína dura pero creíble, y es una suerte que esté tan bien interpretado porque el protagonismo absoluto de la chica habría hundido la película si no fuese así. 

Hostile ha gustado mucho más de lo que esperaba y mi única crítica de verdad quizás sería que me parece demasiado sencilla para un largo, ya que la idea de la que parte, así como su estructura, parecen más propias de un cortometraje y hacen que al final la película se sienta algo diluída y redundante. Algunos sin embargo podrán pensar que cierta revelación que ocurre al final es algo que daña la historia por completo, y aunque sí es cierto que puede resultar cursi y algo ridícula, a mí en lo particular no me molestó porque entendí que no era algo literal sino más bien de carácter simbólico y otra muestra más de ese tema del que está hablando realmente. De todas maneras, eso es algo que podéis comprobar vosotros mismos. Olvidable, sí, pero simpática. 

sábado, marzo 10, 2018

Reseña: Ju-on: Black Ghost (2009)

Estrenada paralelamente a su gemela ya reseñada aquí, Ju-on: Black Ghost (2009) forma parte de la bilogía de cintas producidas para celebrar el décimo aniversario de la saga de The Grudge. Esta segunda parte del binomio, al igual que White Ghost (2009), está completamente desligada de la serie original y construye en cambio su propia historia siguiendo el estilo de la obra de Shimizu. En este caso, a pesar de que en cierta forma es una especie de precuela de su compañera (parte de la película tiene lugar en la misma casa), se trata de una historia completamente independiente que se puede ver por sí sola, con lo que realmente da igual el orden en que veáis las dos cintas. 

Una cosa curiosa, y que muy probablemente sea su mayor marca de identidad, es que en esta ocasión el origen de la maldición viral que acosa a los personajes no tiene nada que ver con un crimen, lo que por otro lado representa una evidente ruptura con el argumento que habían presentado todas las encarnaciones anteriores de The Grudge. El estilo narrativo, sin embargo, se mantiene: pequeñas historias contadas en desorden cronológico alrededor de personas que mueren de forma terrible a manos de un fantasma vengativo. Sin embargo, en un alarde de originalidad poco habitual en esta saga, esta vez el componente estétido es distinto al mostrar el fantasma como una mujer completamente negra de la cabeza a los pies, una sombra viviente que parece estar vinculada a una niña que permanece en coma en un hospital y que va matando a todos aquellos que entran en contacto con ella, extendiendo así la maldición.

El aspecto estético, el argumento más elaborado y el carácter quizás más surrealista de las muertes me parecieeron aspectos bastante originales que, por lo menos ante mis ojos, terminaron encumbrando esta película por encima de White Ghost, a la que supera en prácticamente todo al mismo tiempo que se aleja de forma un tanto más arriesgada de aquellos preceptos que hacieron famosa la saga original. Por desgracia los mismos fallos siguen presentes, siendo el principal de ellos ese acabado tan barato que tiene su producción, acorde con los primeros trabajos de Shimizu pero que termina perjudicando muchas de las escenas de miedo, especialmente aquellas en las que se intenta hacer uso de efectos especiales para mostrar la apariencia oscura del fantasma, así como el desenlace de exorcismo en el que la cinta adopta un tono mucho más alejado de las sutilezas de entregas anteriores. 

A pesar de todo esto, sigue siendo una película de terror muy efectiva con momentos muy buenos que sin duda caerán bien a aquellos seguidores de la saga y que la hacen algo más memorable que otras entregas menos inspiradas. Como nota final, quisiera destacar el hecho de que esta es, hasta la fecha, la única entrega de The Grudge escrita y dirigida por una mujer, la cineasta Mari Asato, que ha seguido trabajando en el género de terror desde entonces. Curiosamente, este es un hecho que nunca se mencionó en su momento a pesar de que la película tiene un énfasis en los personajes femeninos que no muestran otras entregas de la saga. En todo caso, este es otro detalle que la hace interesante y digna de echarle un vistazo. 

miércoles, marzo 07, 2018

Reseña: Ghost Stories (2017)

Otro de los estrenos importantes de este año (aunque ya se había proyectado en festivales desde el año pasado), la británica Ghost Stories (2017) recupera en gran medida una de las más queridas tradiciones del cine de terror inglés, que no es otra que aquellas cintas de antología popularizadas en su día por productoras como la Amicus. Hay mucho de eso en este primer largometraje de Jeremy Dyson y Andy Nyman, quienes al igual que sus predecesores de décadas pasadas construyen aquí varios relatos unidos por un hilo narrativo de caracter moralista en el que un escéptico investigador especializado en descubrir fraudes paranormales debe encargarse de destapar los únicos tres casos que su maestro no pudo descifrar, en busca de la prueba definitiva de la existencia de lo sobrenatural.

Creo que es la primera vez que veo una de estas cintas antológicas en la que la historia que hila los tres segmentos es tan interesante o más que los propios relatos, ya que desde el primer momento quedamos cautivados con la labor de este investigador y del ambiente tan maravilloso que se crea con los casos que caen a su disposición, tratados todos desde una perspectiva sensacionalista muy acorde con la visión moderna que tenemos de los fenómenos paranormales, y a pesar de su distanciamiento consigue escenas de miedo realmente fuertes, que se van incrementando a medida que el protagonista se adentra en el misterio de cada uno de los casos, por cierto muy diferentes entre sí, desde historias de lugares embrujados pasando por un encuentro con un monstruo en una carretera, y sobre todo con el excelente segmento protagonizado por Martin Freeman (el único actor que he reconocido del elenco) que me pareció de lejos el mejor de los tres. 

Hay una cosa sin embargo que he leído en muchas reseñas y que probablemente eche para atrás a algunos espectadores, y tiene que ver con el hecho de que precisamente por la idea de presentar estos tres segmentos como casos no resueltos, ninguno de los relatos de Ghost Stories se cierra en el sentido tradicional de la palabra, sino que por el contrario parece que dejaran la puerta abierta a una interpretación del horror como algo inexplicable y que te niega la catarsis que suelen dar este tipo de historias. Este detalle, que puede no ser del agrado de todo el mundo, me ha parecido una de sus mayores fortalezas y una seña de identidad muy clara que diferencia a esta película de muchos de sus congéneros, sobre todo aquellos que se estrenaron durante los setenta y ochenta. 

Llegado ya el final, la película tiene por supuesto una revelación muy acorde con este género clásico de antologías y que proporciona al espectador la única sensación de cierre posible. En definitiva, me ha parecido una película muy especial, y una que ciertamente vale la pena revisar aunque sea por el hecho de resucitar un estilo de cine de terror británico que yo en lo particular tenía tiempo sin encontrarme en salas comerciales. Muy recomendable, sin duda alguna. 

lunes, marzo 05, 2018

Reseña: Ju-on: White Ghost (2009)

Quienes hayan seguido este blog desde sus inicias conocen de sobra mi confesa debilidad por la saga de The Grudge en todas sus (numerosas) encarnaciones, ya sea con los telefilmes originales, los largometrajes japoneses, su remake americano y un largo etcétera que sería demasiado para este espacio. Recientemente nos enteramos de que Hollywood prepara un nuevo remake (sí, otro) que comenzará la historia desde el principio, y que su director y guionista será Nicolas Pesce, cuya obra The Eyes of My Mother (2016) pasó recientemente por aquí. ¿Qué mejor excusa para volver a la saga original y terminar de echar un vistazo a las cinco películas que nos quedaban para completar la saga?

Lo cierto es que esta que tenemos hoy no se trata de una secuela, sino de la primera mitad de un curioso experimento que surgió en 2009 para celebrar los diez años de la saga: el propio Shimizu dejó esta vez las riendas de la dirección en otras manos y se limitó a producir dos cintas estrenadas en paralelo, al estilo y con los temas de Ju-on: The Grudge (2003) pero con argumentos completamente independientes, películas que homenajeaban la trayectoria de la saga pero que al mismo tiempo volvían a sus más modestos inicios. El primero de estos trabajos que tocaremos aquí es Ju-on: White Ghost (2009). 

Si bien, como decíamos arriba, la historia es completamente distinta, todos los puntos importantes de la saga se mantienen: White Ghost trata también sobre una maldición viral ligada a una casa y que se va extendiendo sin piedad a todos aquellos que entran en contacto con ella. Al igual que sus predecesoras, está narrada en fragmentos autoconclusivos que se centran en distintos personajes, presentados en un orden no-lineal que obliga al espectador a ir armando la trama dentro de su cabeza. Esta, sin embargo, es muy sencilla y la escasa cantidad de diálogos hace que sea muy fácil de seguir. De todas formas, como siempre, el énfasis de la película se encuentra en las muertes surrealistas y en la magnífica atmósfera que consigue en unas escenas rodadas en plena luz del día y en espacios cotidianos. En este sentido está muy bien hecha y su homenaje a los aspctos más conocidos de la saga es sincero.

Lo único que podemos criticarle probablemente sea el hecho de que no es tan buena como las anteriores, principalmente porque es una película demasiado sencilla y poco ambiciosa: a pesar de que consigue algunas imágenes realmente inquietantes y hasta cierto punto originales, palidece en comparación con las primeras entregas de Shimizu y tanto la pobreza de sus medios como su escueta duración de una hora le dan una apariencia muy barata en ocasiones que se nota y que rebaja sus por otro lado innegables aciertos, pero incluso los más flamantes logros de este largo estaban presentes ya no en la original, sino en aquellos micrometrajes que el propio Shimizu rodó diez años atrás. La volvi a ver ahora, casi una década desde su estreno, para ver qué tal había envejecido, y aunque sigue siendo interesante y en ocasiones pavorosa, lo cierto es que se ha quedado un poco corta. A pesar de esto, aquellos que como yo sean seguidores de la saga tienen que verla, porque conserva al menos parte de aquello que hizo grande a sus antecesoras.

viernes, marzo 02, 2018

Reseña: Hellraiser: Hellworld (2005)

Retomando nuestra ardua labor de cubrir todas las entregas de una franquicia que, contra todo buen juicio, se niega a morir, llegamos a Hellraiser: Hellworld (2005), octava entrega de la saga iniciada por Clive Barker y cuarta de ellas de la serie de estrenos que fueron directamente a formatos doméstico. Esta nueva secuela está nuevamente dirigida por Rick Bota, el mismo de Hellraiser: Deader (2005) y una vez más toma un camino completamente distinto al de sus antecesoras sin tener mucho que ver con los preceptos o la mitología cenobita establecida en películas anteriores, cosa que se nota mucho y que me predispuso en contra prácticamente desde el principio.

Una búsqueda rápida por la historia de su producción deja claro por qué: rodada paralelamente a la séptima entrega y estrenada el mismo año, esta producción viene de un guión originalmente titulado Dark Can't Breathe y que contaba una historia completamente independiente a la que luego se maquilló para darle el toque cenobita que faltaba. Es una lástima que no hayamos podido ver dicho trabajo porque las francamente buenas posibilidades del argumento de esta película se vienen abajo precisamente debido a su inclusión forzada en una franquicia ya gastada y en franca decadencia desde hacía mucho tiempo y que tampoco esta vez consigue salvarse.

Uno de los aspectos más curiosos de este argumento viene, sin embargo, de un intento por romper con todo el estilo anterior, dando a la historia un giro metaficcional situándose en un mundo fuera de la propia película en el que la saga de Hellraiser existe. Dicho giro está evidentemente inspirado en películas como La nueva pesadilla (1994) y sobre todo Scream (1996), no sólo por el contenido irónico y auto-referencial sino también por el hecho de que estamos ante una cinta de corte juvenil que gira alrededor de unos chavales adictos a una web llamada Hellworld. A decir verdad nunca queda claro exactamente si es una página web o un videojuego, aunque en lo personal creo que se trata de una especie de red social inspirada en el universo de Hellraiser y que al parecer está relacionada con el suicidio de uno de los chicos. La verdadera película comienza cuando el resto de los jóvenes asisten a una fiesta temática de su entretenimiento favorito y presencian como aquello que creían originalmente un universo de ficción termina teniendo una capa más siniestr

Aquí también por desgracia es cuando la película se convierte en un slasher de toda la vida, con los chicos muriendo uno a uno en medio de una trama que termina siendo un misterio de baratillo con un final sorpresa mucho menos inteligente de lo que quiere hacernos creer. Por supuesto, nada de esto tiene que ver con Hellraiser más allá de la presencia de un cansado Doug Bradley que aparece de vez en cuando en cameos glorificados y se apersona en la última escena en una muy lamentable coda final que corona todo este despropósito. Lo más amargo de todo este trago es que la cosa no terminó aquí: varios años después sus responsables volverían a exprimir la saga con dos entregas más que terminarían distanciándose aún más de aquella cinta que les vio nacer, ya que el mismo Bradley abandonaría el barco entregando su papel de Pinhead a otros actores menos agraciados. Pocas sagas de terror han tenido una vida tan longeva, y pocas han caído tan bajo después de su prometedor inicio.