La continuidad con su predecesora es sólo en cuanto a la premisa principal: a pesar de que Pulse 2 transcurre en el mismo mundo post-apocalíptico de la primera parte en el que unos fantasmas "salidos de Internet" se han apoderado del planeta y desterrado a los escasos sobrevivientes a apartados refugios lejos de toda tecnología, ninguno de los personajes de Pulse (2006) aparece aquí. En vez de eso, esta secuela se aleja un poco de la mirada global de la anterior para centrarse en apenas un par de personajes. Al mismo tiempo la trama gira en torno a un drama familiar compuesto de adultos cercanos a los cuarenta, lo que rompe con el tono juvenil de la primera parte. Es esta trama familiar, curiosamente, lo más interesante de la película, y no tanto por la historia en sí sino por la forma en la que está contada: la frenética búsqueda de una niña por parte de ambos progenitores, dotada también de una dualidad en el punto de vista de la narración: la historia está vista tanto por el lado de los muertos como de los vivos. Este detalle en particular es lo suficientemente curioso para dar cierto ánimo a la película, y es con toda seguridad el único aliciente que puede tener.
Por desgracia, todo el resto resulta tan vacío y pobre que llega a desesperar. La película tiene, incluso para los estándares del formato doméstico, una pinta tan barata que deja demasiado en evidencia la carencia de medios con la que ha sido compuesta. El aspecto de los fantasmas (lo único bueno de su antecesora) ahora es diferente, para nada amenazante y por completo carente de imaginación. Pero lo más insultante de todo es que la película muestra un abuso de la "pantalla azul" hasta límites absurdos, y con esto me refiero a que incluso escenas en la que los personajes están en un simple dormitorio son realizadas a través de un montaje digital. El efecto resultante descoloca tanto al espectador que distrae del visionado, perjudicando incluso momentos que muestran cierta promesa, como por ejemplo esa primera escena en la que un personaje misterioso se dispone a salir a la calle no sin antes prepararse con un traje rojo "anti-fantasmas".
Llegado un determinado momento la película muestra una escena que en un principio parece que sobra y que no lleva a ningún lado, hasta que nos enteramos de que no es más que un adelanto de la tercera parte que fue rodada casi simultáneamente y estrenada en formato doméstico pocos meses después. Pero de esa hablaremos otro día. De momento conformémonos con saber que estamos ante una secuela bastante pobre cuyos mejores detalles se encuentran hundidos por un desarrollo carente de todo atractivo y que (mucho me temo) no disfrutarán ni siquiera aquellos que hayan gustado de la primera parte.