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jueves, julio 17, 2008

Reseña: Shutter (2008)

Tenían que pasar varios años de explotación para que la versión americana de Shutter (2008) resumiera en una sola película todas los vicios de esta bollería recalentada en la que se ha convertido el trabajo de versionar títulos de horror orientales. No era de extrañarnos, claro, ya que la original tailandesa de hace cuatro años ya era todo un resumen de los preceptos y lugares comunes de gran parte del cine de terror llegado de Oriente, especialmente en lo que se refiere a la estética típica del relato de fantasmas japonés. Curiosamente, la versión americana que nos ha deparado la Fox este año aprovecha eso al simplemente descartar la ambientación tailandesa y situar la historia directamente en Japón, cosa que le sirve no sólo para justificar la escogencia del director nipón Masayuki Ochiai, sino también para ser mucho más descarados en su intento de repetir el éxito de The Grudge (2004), por desgracia sin nada de chicha. El resultado es una entrada más en la larga lista de mediocridades que pasarán a engordar los remates de DVD's; en definitiva, Shutter es el The Grudge de los pobres.

Pero a diferencia de lo que hiciera en aquel entonces Takashi Shimizu, Ochiai no se limita a calcar paso por paso la historia del Shutter original; si bien es cierto que la estructura básica se repite, algunos ligeros cambios en la historia favorecen su propuesta, al menos en los primeros minutos de metraje. Fiel a la tradición de gran parte del horror made in Japan, esta versión prefiere centrarse desde el principio en el lado alienante de la tecnología llegando casi a convencernos de que una cámara es un objeto que debe dar miedo en sí mismo. Esta premisa, por desgracia, es abandonada a los pocos minutos para ahondar en la insulsa historia del matrimonio de los protagonistas, el cual no despierta ningún interés en ningún momento. La película, sin embargo, tiene el acierto esta vez de corregir uno de los mayores errores de la original al centrar la acción más en la chica que en su marido, con lo que el final, sin dejar de ser tramposo, al menos cobra un poco más de sentido. Lástima que varias de sus interesantes ideas esbozadas en el inicio (como esa mirada nada halagadora al mundo masculino y a la cosificación de las mujeres) se pierdan en un desarrollo bastante aburrido.

Otro problema es, evidentemente, que los aciertos del Shutter original en cuanto a escenas de miedo no están muy presentes aquí. La decisión por parte del estudio de mantener la cinta en el terreno del PG-13 no ha resultado muy beneficiosa, y debido a la tremenda previsibilidad de todo lo que ocurre (no sólo por tratarse de un remake, sino también por no salirse de las convenciones más básicas del japo-terror), las únicas bazas con las que puede jugar Ochiai residen en el argumento y en la trama "investigativa" de los dos personajes protagonistas, pero esta también se muestra con muy poco interés. Rachael Taylor, por su parte, no hace sino poner "cara de susto" toda la película, y Joshua Jackson repite una vez la medianía típica de un actor en temprana decadencia tras su éxito en Dawson's Creek.

Por desgracia hay un detalle que no he podido superar en esta versión tampoco, y es que al igual que como ocurría con su predecesora, la "revelación final" de esta película me parece más bien ridícula debido a una imagen que se presta más a la risa tonta que al terror propiamente dicho. Con todo y eso, quizás esta versión de Shutter no sea la peor de todas las revisiones del cine de terror asiático, pero sí puede que sea una de las más innecesarias y supérfluas.

viernes, julio 11, 2008

Reseña: The Eye (2008)

Siguiendo con los remakes de películas asiáticas estrenados este año, llega el turno de The Eye (2008), versión americana del original de los gemelos hongkoneses Danny y Oxide Pang. En esta ocasión es Jessica Alba la encargada de ilustrarnos la historia de una chica ciega que, tras recibir un trasplante de córnea, consigue junto con el don de la vista una de las facultades menos deseadas de su donante: ver por doquier fantasmas que no la dejan en paz. Los que han leído esta página desde sus inicios saben que el original nunca ha sido una película de mi agrado más que por un par de escenas específicas, y que si le he echado un vistazo a esta nueva versión ha sido únicamente por ver si me haría cambiar de idea. En cierta manera, este refrito no solamente no mejora los errores de la original, sino que incluso encuentra la forma de cometer otros completamente nuevos.

Lo primero que hay que saber acerca de esta versión de The Eye es que se trató en su momento de una producción muy accidentada que sufrió varios retrasos considerables, llegando a cambiar varias veces de director y otras tantas de protagonista (en su momento estuvo fichada Reneé Zellweger para el papel principal), rol que finalmente cayó sobre los frágiles hombros actorales de Jessica Alba en lo que fue considerado básicamente como un vehículo de lucimiento, ya que por primera vez la joven actriz encabezaba el reparto de una película en solitario. La morosidad con que se han tomado el proyecto se nota, no sólo por la lejanía temporal (el original se estrenó hace ya seis años) sino también por la sosez de guión que ha escrito el venezolano Sebastián Gutiérrez; el nuevo The Eye repite básicamente la misma historia del original de los hermanos Pang cambiando únicamente la ambientación (en lugar de Hong Kong y Tailandia la trama se desarrolla en Estados Unidos y Méjico) y ampliando de manera superficial el "drama" de la chica protagonista durante la lenta y progresiva recuperación de su vista.

Este es sólo uno de los cambios innecesarios que ha sufrido la cinta en su traducción a la sensibilidad hollywoodense. La vaga referencia a fuerzas "malignas" encargadas de la custodia de los muertos y el recurso fácil de los sustos baratos en detrimento de la creación de una auténtica atmósfera de terror me hace pensar que la labor de los directores franceses Xavier Palud y David Moreau ha sido la de unos mercenarios desganados, algo inconcebible después del contundente debut que nos dieron con su cinta Ellos (2006). Asimismo, la elección de una estrella hollywoodense como principal atractivo de la película no hace más que recordarnos el triste destino de un producto prefabricado que no consigue en ningún momento las virtudes del original, siendo el mejor ejemplo el mismo que mencionaba (muy acertadamente) Noel: la escena del ascensor, la única secuencia realmente de infarto y que aquí es poco más que intrascendente. Si bien los efectos especiales son sin duda mejores que los de la versión original (quizás "demasiado buenos"), los escasos aciertos de la película de los Pang no se ven por ningún lado, ya que si bien la versión del 2002 adolecía de un argumento mil veces visto y mil veces mejor hecho, esta nueva encarnación americana no hace sino poner de manifiesto que la mayoría de estas películas de fantasmas de nuestra década acaban siendo emulaciones baratas de El sexto sentido (1999), hecho al que, curiosamente, uno de los personajes hace mención al soltar un pequeño chiste sobre el hecho de "ver gente muerta".

Ahogada en su propia condición de estrellato de industria, y dañada por su aparentemente mayor "complejidad" (fácilmente le sobran unos veinte minutos de metraje), este remake de The Eye puede poseer cierto atractivo para aquellos que jamás hayan visto el original, pero para todo el resto será poco más que otro refrito anodino y prescindible de esos que llegan de vez en cuando. Oportunidades de mejorar la fuente había, pero por desgracia el resultado no parece estar a la altura. Jessica Alba tendrá que esperar el próximo tren para volver a probar fortuna ella solita.

miércoles, julio 09, 2008

Reseña: Llamada perdida (2008)

Enésima repetición del esquema de historias orientales trasladadas al terreno occidental, Llamada perdida (2008) quizás sea el mejor ejemplo de por qué la reciente obsesión por trasladar las obras clave del terror asiático al cine mainstream hollywoodense está condenada (la mayoría de las veces) al fracaso. En esta ocasión, sus responsables han decidido irse por el camino fácil de emular cual fotocopia todo el argumento del original de Miike, despojándolo previamente de todo su sentido de la ironía y anulando, al mismo tiempo, sus ya escasas probabilidades de éxito a la hora de construir un relato de terror medianamente disfrutable.

Razones hay muchas, pero si hubiese que salvar una diría lo siguiente: al igual como ocurrió con el remake de Pulse (2006), esta versión de Llamada perdida falla antes de empezar por un asunto de predisposición cultural, ya que la premisa de la que parte (una maldición que se esparce entre un grupo de amigos a través de los teléfonos móviles) difícilmente puede trasladarse a un contexto occidental sin caer en el ridículo absoluto. Esta situación inicial podría haber sido risible también en el original de Miike, pero al estar ambientada en un contexto japonés se hace, si no más creíble, al menos sí más apropiada con la estética y la sensibilidad propia de los japoneses (o al menos de los japoneses cinematográficos) en lo que se refiere a la simbiótica relación de los jóvenes con la tecnología. En la versión americana de Eric Valette, en cambio, todo esto se reduce a "fantasmas que viajan a través del móvil". Y tan contentos.

Tan cierto es esto, que la película simplemente se arrastra escena por escena intentando emular de forma desganada los momentos más interesantes del original, por supuesto añadiendo una explicación banal que no se encontraba en la primera versión acerca de la manera como "viajan" los fantasmas, y que aquí parece otro absurdo intento por rellenar metraje. Incluso hay elementos que en la original tenían cierto significado y que aquí aparecen por inercia, como es por ejemplo la presencia del caramelo rojo en la boca de las víctimas o la secuencia del exorcismo televisivo, uno de los mejores momentos del original y que aquí está completamente desperdiciado. Por la borda también se ha ido el final ambiguo que Miike nos había ofrecido, sustituido por uno bien masticadito y claro diseñado para el entendimiento de los más palurdos.

Llamada perdida es uno de los cuatro remakes de películas orientales estrenados o por estrenar este año, con lo que la fiebre de versionar a los asiáticos parece estar en pleno apogeo. Tras el palo general que han recibido tanto esta como las correspondientes versiones de The Eye (2008) y Shutter (2008), parece que no habido mucha suerte. Pronto veremos si el estreno de Mirrors (2008) es capaz de cambiar este panorama o, por el contrario, profundizarlo aún más.

lunes, julio 07, 2008

Tres tristes trailers 16


Si coloco aquí el avance de Martyrs (2008), a sabiendas de que dicho trailer no dice absolutamente nada de la película, parece una pérdida de tiempo. Sin embargo hay dos cosas que me llaman poderosamente hacia este estreno (y no, nada tiene que ver el hecho de las inmensas expectativas que ha despertado a su paso por los distintos festivales en los que se ha presentado): uno de ellos es la comprobación de que, últimamente, los franceses están teniendo una muy buena racha en lo que se refiere a películas de terror interesantes. El segundo motivo es la presencia como director/guionista de Pascal Laugier, a quien ya conocemos en esta casa por la película El internado (2004), la cual a mí particularmente me dejó bastante intrigado por esa increíble atmósfera creada y el que sin duda es uno de los finales más jodidamente raros que he llegado a presenciar.


Y hablando de franceses, el nuevo trabajo de Alexandre Aja, Mirrors (2008), finalmente tiene su avance mostrando a un Kiefer Sutherland en toda su gloria post-Bauer. Nuevamente el director de Alta tensión (2003) se atreve con un remake, aunque en esta ocasión debo reconocer que, a juzgar por una comparación de los respectivos trailers de ambas versiones, el original surcoreano se me antoja mucho más interesante. ¿Podrá Aja repetir el éxito de su anterior trabajo o sucumbirá a las ya conocidas dificultades a la hora de "traducir" culturalmente el estilo del terror oriental? Habrá que esperar a verlo con nuestros propios ojos.


Y ya para finalizar, les ofrezco aquí un avance que tenía visto desde hace tiempo y que deseaba compartir con todos ustedes. Se trata de Parasomnia (2008), una película de terror independiente que su director, William Malone, lleva desarrollando desde hace ya un tiempo. Creo que todos estaremos de acuerdo en que Malone es un director que, si bien todavía tiene que demostrar dotes narrativas, posee un sentido de la estética realmente fascinante que convierte toda sus películas, incluso obras "fallidas" como el remake de House on Haunted Hill (1999) en todo un delirio visual. La película, que trata acerca de la contraposición entre la vida real y onírica de una joven cuya extraña enfermedad la hace pasarse literalmente la vida durmiendo, se nos antoja como todo un desborde creativo para Malone y un trabajo de amor dedicado por entero a sus obsesiones estéticas, una posible joya que todavía busca distribución. Esperemos que llegue el día en que podamos verla. Ah, y además, sale Jeffrey Combs. ¿Qué más se puede pedir?

viernes, julio 04, 2008

Este verano, quédate en casa

Si, tal como decía Roger Ebert, el slasher se puede definir como la Dead Teenager Movie, hoy en día parece haber un resurgir de algo que se podría llamar la Dead Tourist Movie. Prácticamente cada año tenemos tres o cuatro películas que intentan revivir el esquema que popularizara Tobe Hooper con su ópera prima, La matanza de Texas (1974): jóvenes urbanos e ingenuos en terreno hostil y atacados por los locales. No es que Hooper inventara la fórmula -esta ya existía, sin ir más lejos, con 2000 maníacos (1964) de Herschen Gordon Lewis- pero fue el tejano quien la terminó de llevar a los grandes públicos y quien dio el pistoletazo de salida a una legión de seguidores, entre ellos Wes Craven, Sean S. Cunningham, o más recientemente Rob Zombie.
Si algo nos quedó claro cuando se realizó el remake de La matanza de Texas (2003) es que sus creadores no entendieron (o no les importó) de que iba el original de Hooper. Después de todo, lo que hacía realmente especial aquella cinta no eran los litros de sangre o las demostraciones varias de charcutería humana (la película original es muy contenida en ese sentido y para nada gráfica), sino el retrato de ese reducto de atraso y locura en el propio patio trasero de América, una sensación de estar "fuera del mundo" que caía encima de los incautos que dejaban la seguridad de la carretera o de las cuatro paredes de casa. El morbo por el gore es algo completamete supérfluo que vino después, cuando en el 2003 proliferaran una larga serie de películas que buscaban excitar al público con truculencias varias. Pero esto no es para nada el meollo del asunto.
A partir de entonces se han realizado varias películas que explotan este contenido. De la América profunda se pasa al exterior, mostrando uno de los mayores clichés acerca de los estadounidenses como es su supuesta reticencia a dejar las fronteras de su propio país (fenómeno que podría extenderse a prácticamente toda la civilización occidental). Nuevamente se repite un esquema muy manoseado pero no por eso menos efectivo: si sales de casa, los lugareños extranjeros muy probablemente te tiendan una trampa mortal.
El caso más evidente de nuestros tiempos, y el canónico por excelencia, es Hostel (2006), y con esta pasa algo curioso: Eli Roth ofrece, queriéndolo o no, una de las miradas más agudas y divertidas que se han hecho acerca del llamado imperialismo americano. Todavía, incluso en su país de origen, hay gente que no lo ha entendido, voces críticas que argumentan como uno de sus fallos el que los personajes protagonistas sean tan despreciables. ¡Pero si de eso precisamente se trata!
Más que una epopeya gore (que no lo es) la película de Eli Roth habla sobre la pesada actitud del Turista del Primer Mundo, ese para quien el sitio a visitar no es más que el telón de fondo de unos días de juerga, un parque de diversiones que dejará de existir en el momento en el que él regrese a su tierra, único sitio en el planeta que puede ser catalogado de "mundo real". Pero todo esto ya lo sabemos; la película habla por sí sola en su contínua alegoría de la explotación de la carne: así como los tres chicos protagonistas explotan carnalmente a las mujeres que les seducen en el hostal eslovaco, ellos mismos son aprovechados como carne de tortura para el disfrute de aquellos "turistas" que llevan el tópico de la explotación al siguiente nivel, uno mucho más explícito.
No es casualidad ni mucho menos que esta película esté ambientada en la Europa del Este, ya que, aparte de las razones meramente económicas que puedan existir (rodar allá al parecer es un chollo), el antiguo bloque soviético es a menudo visto desde nuestra mirada occidental-capitalista como la Tierra de Nadie por excelencia, un arquetipo de desolación que se muestra como la prueba palpable de un Algo que dejó de existir. El Miedo a los comunistas de los cincuenta muere tras la caída del muro de Berlín para ser sustituido por el recelo hacia las ruinas de eso que se pretendía pasar por Imperio del Mal y que ahora, para nuestras miradas ingenuas, esconde un universo de oscuros secretos. Estos subtextos no son exclusivos del cine norteamericano, ya que cintas como la francesa Ellos (2006), la británica Desmembrados (2006) o la española Los abandonados (2007) también participan de este morbo por las antiguas naciones comunistas. Incluso entradas más modestas como El regreso de los muertos vivientes 4: Necrópolis (2005) o la sentimental Blood and Chocolate (2007) no han dudado en explotar el inagotable filón de las "salvajes tierras más allá de Europa".
Y no sólo en el viejo continente se dan este tipo de casos. Quizás como respuesta a Hostel, existe una larga lista de cintas que hacen leña del árbol de los "turistas muertos". No hablemos ya de las infinitas re-invenciones y re-interpretaciones de La matanza de Texas, sino de las mucho más explícitas aventuras en las que ingenuos americanos se adentran en parajes paradisíacos que en un principio se mostraban amigables. Es el caso de las más recientes Turistas (2006) y Las ruinas (2008), las cuales seguían un mismo patrón de ciudadanos primermundistas mostrando poco criterio a la hora de planear sus vacaciones. El que muchos hayan catalogado de xenófobas sus aproximaciones a determinados países (Brasil y Méjico respectivamente) demuestra que no se ha entendido nada.