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viernes, junio 30, 2006
Teaser poster de Saw 3
miércoles, junio 28, 2006
Reseña: Dance of the Dead (2005)
Entre los autores indispensables de la literatura de horror del siglo XX, el nombre de Richard Matheson es una constante referencia. El que fuera uno de los guionistas estrella de la serie The Twilight Zone, y que influenciara con su obra a toda una generación de autores, ha sido adaptado más de una vez, si bien con resultados desiguales. Para la serie Masters of Horror, su hijo, Richard Christian Matheson, se encarga de adaptar el relato breve Dance of the Dead (2005), episodio dirigido por Tobe Hooper. Con estos dos nombres en la palestra, la calidad debería resultar obvia, ¿no? Pues resulta que no es así, e inexplicablemente, el director de obras maestras como La matanza de Texas (1974) o Poltergeist (1982) nos trae uno de los episodios más flojos.
Todos los elementos que hacen famosa la obra de Matheson están aquí: aislamiento, degradación y deshumanización del hombre a través de un evento traumático, para colmo ambientado en un escenario post-apocalíptico. Años tras una guerra bacteriológica que ha dejado a casi toda la humanidad muerta o en ruinas, los sobrevivientes de lo que antes fue Estados Unidos se agrupan en comunidades cerradas, dividiéndose en dos grupos muy marcados: los antiguos habitantes del mundo muerto, refugiados en los suburbios, y los jóvenes del "nuevo mundo", entregados al vandalismo y a los excesos de una nueva droga alucinógena que les proporciona un escape de la realidad que los rodea. El lugar de esparcimiento favorito de estos jóvenes es un antro llamado "Doom Room", donde por un módico precio, se puede asistir al espectáculo de "la danza de los muertos", en la que los cadáveres son reanimados en escena y obligados a bailar una grotesca pantomima para el divertimento de los espectadores. Estas dos tramas se mezclan con la historia individual de una niña de mamá desesperada por soltarse de la falda de su sobreprotectora madre, y que por supuesto termina enamorándose del chico-malo-pero-sensible con aquel cuento de "es que él es diferente". La manera en como se unen todas estas tramas (al mismo tiempo que se desvela un drama familiar) es aquello de lo que va toda la historia.
El colapso de toda esta montaña de información es precisamente uno de los principales problemas de Dance of the Dead, ya que una hora parece insuficiente para contener toda la avalancha de elementos con los que Tobe Hooper quiere bombardearnos. Toda esa "trama", además, es mostrada con el peor ritmo narrativo posible, ya que la historia es constantemente interrumpida por los devaneos del maestro de ceremonias del Doom Room (interpretado aquí por un Robert Englund haciendo su mejor caricatura de sí mismo), quien no hace sino retrasar una y otra vez la una supuesta revelación sorpresa que, al final, no interesa a nadie. Al mismo tiempo, los insoportables juegos de cámara, luces y sonido, las constantes ediciones de corte rápido y vertiginoso (sin duda alguna hechas como una pretensión de mostrar el "turbulento mundo de los jóvenes") son prácticamente asfixiantes, como si nos obligaran a pegar la oreja a los altavoces de un concierto de rock (no debería sorprendernos, ya que el encargado de musicalizar este episodio es nada menos que Billy Corgan, el ex-vocalista de los Smashing Pumpkins).
Y lo peor de todo es que la historia tiene potencial. Es, con todos sus defectos, uno de los capítulos más oscuros de Masters of Horror, y si no fuera por su insoportable forma narrativa, habría tenido un mucho mejor destino. Su estética, con todo y el ocasional cliché que resulta a estas alturas el look ultra-cyber-goth-neo-punk, resulta agradable, y tiene algunos momentos e imágenes realmente buenas, como una secuencia en la que un grupo de basureros se deshace de aquellos cadáveres reanimados que ya han cumplido con su labor. Por desgracia estos instantes no están directamente relacionados con su historia; son simplemente el aderezo interesante de un cuento fallido que daba para mucho más.
viernes, junio 23, 2006
Reseña: Marebito (2004)
Lo mejor (y lo peor) de Marebito (2004) es que es del todo inclasificable. De entrada, lo primero que llama la atención de ella es que es la primera película que Takashi Shimizu lanza que no es alguna reencarnación de Ju-On (2003), por lo que las ganas de destriparla son inmensas. A nivel anecdótico, además, está el hecho de que fuera rodada en apenas ocho días, con un presupuesto mínimo, en el tiempo en que su director tuvo un pequeño descanso entre su opera prima y el correspondiente remake americano. La historia que narra (si es que se puede decir que tiene realmente una historia) es la de un cámara freelance que, tras grabar en vídeo el suicidio de un hombre en el metro de Tokio, queda obsesionado con la naturaleza del horror, sensación que al parecer nunca ha sido capaz de sentir. Un día, sus pasos le llevan a los laberintos subterráneos de la ciudad, lugares que albergan un mundo fantástico poblado por habitantes que no pertenecen al género humano. Allí encuentra a una chica encadenada a la que rescata y lleva a su casa, una criatura inquietante que siente gran apetito por la sangre humana.
Decir más sería inútil, porque Marebito no presume de trama. Se trata más bien de una película de sensaciones, en la que la respuesta del público viene dada por imágenes y momentos que Shimizu nos arroja en cara de vez en cuando, enredados en la curiosa mitología personal que busca crear. En esta mitología se dan cita desde vampiros hasta ciudades perdidas, humanoides vengativos, fantasmas, serial killers, automutilación, abandono, locura y leyendas urbanas de los cuales los indigentes son los principales oráculos. Pero por sobre todo esto está la búsqueda del miedo por parte del personaje principal, el lacónico tecnócrata Masuoka. No es casualidad, por supuesto, que el actor escogido para interpretarlo sea Shinya Sukamoto, director de otros clásicos del "horror" japonés como Tetsuo el hombre de hierro (1988). En su personaje vemos a un hombre ansioso por sumergirse en el terror, que no vacila en ceder a cada uno de los impulsos autodestructivos que parecen brotar de su aparentemente frágil compañera, a la que llama simplemente "F". Mi opinión es que con el espectador pasa lo mismo (o al menos con algunos: en la enorme sala donde la vi únicamente había seis personas), y Shimizu nos va poco a poco metiendo en su juego de guiños que van desde la mitología popular hasta las más manidas convenciones del horror oriental, ninguna de las cuales es empleada de forma gratuita. Más que asustar, la película crea un estado de repulsión que se asemeja a algo viscoso arrastrándose por una superficie húmeda, una experiencia completamente sensorial, no intelectual, si bien mucho menos "accesible" que otras propuestas del género.
Marebito cosechó bastantes éxitos en los nuevos circuitos de cine digital, por lo que los casi dos años que ha tardado en llegar a las salas españolas se antojan por lo menos sospechosos. Aún así, soy de la opinión de que la espera ha merecido la pena. Ciertamente no es para todo el mundo, y muchos podrían pensar que es rara simplemente porque sí, y que los diferentes temas como el fetichismo, el miedo a las ciudades y a los demás, la desesperada búsqueda de los mitos y sus referencias a Poe y Lovecraft son poco más que una paja mental. Sinceramente, yo dudo mucho que esta cinta sea simple y llanamente una metáfora de la dependencia del Prozac; lo que Shimizu muestra aquí es el lento viaje a través de la auto-depredación y que, finalmente, lleva hasta la nada. Por mi parte, recomiendo encarecidamente este viaje.
jueves, junio 22, 2006
Reseña: Deer Woman (2005)
El camp (intraducible término anglosajón que define a aquellas formas narrativas que se regodean intencionalmente en su risible absurdo) es algo en lo que, por lo general, desconfío. La mayoría de las veces me parece un pobre recurso empleado por pobres creadores que buscan de alguna manera justificar su mediocridad o su falta de fe en el material con que trabajan. Demasiados casos se han visto de estos, pero existen excepciones, auténticos talentos que saben emplear el ridículo a gusto y lo convierten en un arma demoledora, como Joe Dante, Sam Raimi o Peter Jackson. Otro que cae en esa categoría es el director John Landis.
Injustamente maltratado por un gran sector del público que no le perdona por el trágico accidente del rodaje de Twilight Zone: The Movie (1983), Landis es un hombre que ha tenido que ganarse el respeto de la crítica prácticamente a golpes. Es más famoso como director de comedias ochenteras, y de hecho apenas se ha adentrado en el mundo del horror en un par de ocasiones. Sin embargo, califica inmediatamente como un "maestro" cuando resaltamos en su currículo el título de Un hombre-lobo americano en Londres (1981), una de las más famosas películas de licántropos de la historia y, asimismo, una prueba de lo que hace este hombre cuando mezcla (como pocos) el humor y el terror. No es extraño entonces que su aportación para el séptimo episodio de Masters of Horror, Deer Woman (2005), vaya por esta misma línea.
A diferencia de lo que lograron los episodios de Joe Dante y Takashi Miike, quienes emplearon materiales complejos de los cuales se podía sacar mucho, el capítulo de Landis brilla por su simplicidad: un sencillo guión co-escrito con su hijo en el cual se da vida a una antigua leyenda indígena acerca de una criatura mitad mujer y mitad ciervo que seduce hombres lujuriosos y los golpea hasta reducirlos a pulpas sanguinolentas. Al decidir no tomarse la historia demasiado en serio (vamos, que se trata de una mujer-ciervo) John Landis consigue crear el que sin duda es el menos terrorífico de todos los episodios de Masters of Horror, pero que al mismo tiempo es uno de los más agradables y entretenidos de ver. La trama se construye como un policial alrededor de la figura de Dwight Faraday, antigua gloria del departamento de policía que se ha visto degradado al vergonozoso departamento de "Ataques de animales" y que se topa de repente con un caso que podría demostrar que todavía da el pego como detective: una serie de extraños asesinatos a hombres lujuriosos, para cuya solución está dispuesto a lanzar hipótesis que van desde la zoofilia hasta la intervención de monstruos mutantes.
Las virtudes de Deer Woman no se reducen, sin embargo, a su descabellado argumento; en el reparto hay auténtico oro (y no me refiero únicamente al feliz descubrimiento para la pantalla de la modelo brasileña Cynthia Moura). Brian Benben está absolutamente genial en el papel protagónico. Su personaje es un tipo tan real que te cae bien de entrada. Recordando, además, su trabajo en la tristemente desaparecida serie Dream On (producida, por cierto, por Landis) llego a la conclusión de que este es un actor que necesita ser rescatado del oscurantismo mediático, pero ya. Benben le mete todo a su personaje dotándolo de una simpatía que en gran parte se debe a su cómico heroismo. Faraday es un detective inteligente pero tremendamente despistado y torpe, algo que queda evidenciado no sólo en su aparatosa confrotación final con la mujer-ciervo, sino en el curioso hecho de que la mayor pista que obtiene para resolver su caso llega hasta él de forma accidental. Lo juro, pueden verlo ustedes mismos. Su compañero, quien acuña la frase "eh, tú eres Sherlock, yo soy sólo Watson" tampoco lo hace nada mal, y la investigación que llevan a cabo mezcla los detalles escabrosos del gore con un absurdo caricaturesco que, sinceramente, no había visto desde los tiempos en que Bruce Campbell se enfrentaba a los deadites de Sam Raimi.
En este sentido, el formato de una hora no es suficiente para Deer Woman. La historia de los asesinatos transcurre demasiado rápido, y la llegada casual de los dos detectives al misterio indígena que rodea a su misteriosa asesina parece hacer más evidente el hecho de que esta película se hubiese beneficiado mucho de unos veinte minutos extra de metraje que hubiesen podido dar una buena dimensión de profundidad al relato. Al igual que en Un hombre-lobo americano en Londres, el final es acelerado y repentino, dejando al espectador queriendo llegar un poco más allá en la resolución del conflicto. No sé si Landis nos está haciendo esto a propósito, pero sinceramente espero que no. Al menos, los 55 minutos que sí existen de su episodio le hacen una nada desdeñable adición al ya de por sí difícil panorama de las comedias de horror.
lunes, junio 19, 2006
La última frontera entre los géneros
jueves, junio 15, 2006
Los 9 mayores "blockbusters" de terror
La aldea (2004), de M. Night Shyamalan
Recaudación: $ 255,3 millones
Shyamalan, uno de los más grandes genios de los que disponemos actualmente, dio su último golpe a la taquilla con su fábula alegórica de comunidades cerradas y del miedo como mecanismo de control. Injustamente vapuleada por lo previsible de su "final sorpresa" es, sin embargo, una pieza respetable que merece su puesto en esta lista. Al menos el éxito ha sido suficiente para que este director de origen hindú pueda seguir haciendo películas y al mismo tiempo dejar de ser el hombre de moda, evitando así todos los horrores que eso conlleva.
Posición n. 3:
Lo que la verdad esconde (2000), de Robert Zemeckis.
Recaudación: $ 275,5 millones
Erróneamente dije un día que esta era la segunda película de terror más exitosa de todos los tiempos, pero no, resulta que es la tercera. Otra pieza polémica, ya que al parecer soy uno de los pocos que la encuentra realmente buena. Lo mejor que puedo hacer para conservar la cabeza en su sitio es hablar de ella lo menos posible... pues no, que diablos: me encanta. Me parece el mejor plagio descarado y autonconsciente de Hitchcock que he visto en años.
Posición n. 2:
El exorcista (1973), de William Friedkin.
Recaudación: $ 357,5 millones
Bueno, bueno. Dos palabras: OBRA MAESTRA. La joya de la corona de William Friedkin (y del terror en general) se alza con la segunda posición. Es la más antigua de todas las películas que aparecen en este ranking, de una época en la que había menos cines, menos espectadores, y en las que las entradas costaban menos dinero. Sin embargo, ahí la tienen incólume, demostrando que no hay taquilla que resista las andanzas de Captain Howdy y su amor a los niños.
Posición n. 1:
El sexto sentido (1999), de M. Night Shyamalan.
Recaudación: $ 661,5 millones
La astronómica cifra de recaudación de la película que lanzó a Shyamalan a la fama debería darnos una idea de por qué las películas de terror cambiaron desde la aparición de El sexto sentido y empezaron a repetir sin éxito la fórmula del cine de terror sobrenatural con niños raros de por medio. Hoy en día son muchos los que quieren fingir que les parece mala, pero que no les quepa duda que todos ellos hicieron cola en su momento para verla... más de una vez. Porque como bien dijo Bruce Willis en Ocean's Twelve: "A ver, si todo el mundo ya sabía cual era el final, ¿cómo es que recaudó más de 600 millones en taquilla?".
martes, junio 13, 2006
Reseña: Reeker (2005)
Reeker (2005) fue el primer estreno de terror este año en España, y en su momento, por una razón u otra, me lo perdí. Ya sé que esta página no va de estrenos, pero digamos que me quedé con el gusanillo, entre otras razones porque esta fue una cinta que pasó lo que se dice por debajo del radar. Por desgracia, después de este visionado me he dado cuenta de que las razones de su escasa notoriedad son, de hecho, justificadas. La película, escrita y dirigida por un desconocido llamado Dave Payne, resulta de lo más olvidable y genérico que he visto en años.
Lo que Reeker tiene se puede resumir en una lista: ambiente rural, elenco joven, violencia gráfica y final sorpresa. Es decir, todo lo que tiene una típica película de terror de nuestro tiempo. Su escasa originalidad no sería ningún defecto imperdonable si por lo menos hubiese algo de garra o estilo en su historia (un grupo de amiguetes abandonados en un puesto de carretera desierto a la vez que son acosados por una extraña criatura incorpórea) pero pronto queda muy claro que de eso no vamos a tener nada. No solamente estamos hablando de personajes tópicos y desganados sin ningún tipo de credibilidad o interés, sino que encima, el ya inevitable final sorpresa no lo será tal para aquellos que hayan visto Dead End (2003).
Lo que en un principio parece ser un típico slasher va adquiriendo poco a poco pretensiones sobrenaturales que, por desgracia, son completamente desaprovechadas en la búsqueda de ese impacto final en el que el público se supone que debe pensar, sentado en la butaca: "ah, es que toda la historia iba de nosequé...". El problema es que ya todos estamos demasiado acostumbrados a este tipo de historia, y basta "oler" que viene una revelación final para volvernos escépticos y desear que por lo menos nos ofrezcan algo más. De sobra está decir que en este caso nos quedamos con las ganas.
Sin embargo, no todo está perdido; la verdad es que la película tiene un comienzo que es toda una declaración de intenciones, unas que lamentablemente no van a ninguna parte. El resto del metraje se va en un intento descarado de marear al espectador para que no se entere de nada de lo que está pasando, pero no por una marca de estilo (David Lynch es lo primero que se me viene a la mente) sino para impedir por todos los medios posibles que el público adivine el twist final antes de estamparlo en cara. Se agradecen ciertas imágenes impactantes (verbigracia la de la foto, que no, no es ningún spoiler) pero entre los sustos baratos, el inmenso y criminal desaprovechamiento del ídolo serie B Michael Ironside, el nulo carisma de sus protagonistas y sobre todo, el ocasional coñazo que resulta ver los momentos entre las escenas sanguinolentas hacen que esta película no pueda terminar de despegar.
Y eso siendo muy generosos.
domingo, junio 11, 2006
Reseña: The Fair-Haired Child (2006)
Para el que suscribe, The Fair-Haired Child (2006) marca el clímax de la primera temporada de Masters of Horror. Si bien nadie discute que Homecoming (2005) ha sido el episodio más interesante, mantengo que este noveno capítulo es, sorprendentemente, el mejor en lo que se refiere a "terror". Si digo que me sorprende es porque yo jamás hubiera clasificado a su director, el televisivo William Malone, como un "maestro"; sus dos propuestas de terror cinematográfico, House on Haunted Hill (1999) y Miedo punto com (2002) son, cuando mucho, fácilmente olvidables. Entonces, ¿cómo es posible que el suyo sea uno de los episodios más sólidos?
Tomando como punto de partida las convenciones del horror adolescente, la historia parte desde el momento en que Tara, una retraída chica de trece años, es secuestrada por una pareja de desquiciados músicos y encerrada en un polvoriento sótano de una casa apartada de la civilización. Tara no sabe cómo ha llegado hasta aquí ni cuales son los motivos que han llevado a estos dos psicópatas a raptarla, pero cuando empieza a ver por las paredes advertencias escritas acerca de un horror que se esconde en aquella habitación y del que debe escapar cuanto antes, ya sabe que la cosa va muy en serio. Junto a ella está encerrado también un chico mudo llamado Johnny, a quien Tara ha salvado justo cuando pensaba quitarse la vida. Los dos deben tratar de escapar del lugar mientras evitan a la criatura conocida simplemente como "el niño de los cabellos rubios".
La historia de The Fair-Haired Child contiene algunos guiños mitológicos nada despreciables (me parece increíble, sin embargo, que el señor Malone no haya ahondado en ciertas semejanzas con la historia del Minotauro), y lo que en un principio parece una simple trama de secuestro, se transforma en un cuento donde la magia (de la más negra, eso sí) es el principal hilo conductor de los personajes. Asimismo, y algo en lo que se distingue de casi todos los demás episodios de la serie, lo más interesante es aquello que no vemos, los detalles que se nos mantienen escondidos y que se van entregando a nosotros de manera dosificada, algo a lo que el cine actual no nos tiene precisamente acostumbrados. Además, el guión hace bastante hincapié en el punto de vista: a medida que Tara y Johnny van descubriendo los pormenores de su situación, la historia ahonda en el trasfondo de Anton y Judith, la pareja de músicos que mantiene encerrados a los dos chicos con propósitos ciertamente malignos pero aparentemente justificados.
Y es que la idea del Mal como algo que nace a partir del Amor (justificado con cita de Nietzche y todo), dejando por lo tanto de ser "maligno" es, para mí, lo que más me atrae de esta historia. No puedo ahondar más en esto sin revelar detalles importantes, pero basta decir que el amor como motor y justificante de la maldad es algo que está presente absolutamente en todos los giros argumentales que presenta este episodio, e incluso el final, que superficialmente podría ser visto como un vulgar twist, es la consecuencia lógica de esta línea de comportamiento. Si a esto le aderezamos una atmósfera en mi opinión maravillosa -el sótano en el que Tara y Johnny están realmente no tiene nada que envidiar al tenebroso laberinto del Minotauro- y un diseño de la "criatura" realmente pavoroso, nos damos cuenta de que este capítulo es toda una joya. Absolutamente recomendable, y sin duda uno de los episodios de Masters of Horror que hacen que la serie merezca la pena.
viernes, junio 09, 2006
Reseña: Saw 2 (2005)
La primera parte de Saw (2004), a pesar de ser una película altamente referencial, que tomaba aspectos de otras películas como la base de varias de sus mayores virtudes, resultó una sorpresa de lo más aceptable, y por varios motivos: una situación interesante, un villano con personalidad y, sobre todo, un sabio ejemplo de lo que es lograr mucho a partir de poco. Debido a su descomunal e inesperado éxito, una secuela era algo que estaba más que cantado. Y de hecho, menos de un año después ya teníamos en cartelera la segunda parte de las andadas del "Jiggsaw Killer" y sus descabelladas torturas a todos aquellos que no saben gozar de la sal de la vida.
Saw 2 (2005), película que deja por fuera a James Wan (director de la primera parte) toma el camino fácil de las secuelas: coger los mejores elementos de la primera y elevarlos a la décima potencia, el viejo truco de la "taza y media". Lo digo de una forma literal: si en la primera parte teníamos a dos personas enfrentadas a Jiggsaw, en esta ocasión tenemos a toda una pandilla: nueve incautos atrapados (entre ellos está Amanda, la única superviviente de la primera parte) dentro de una casa cerrada a cal y canto por un sistema mecánico que se abrirá al cabo de tres horas. El problema está en que la casa está siendo invadida por un gas que matará a todos los que estén dentro en apenas dos horas, por lo que la obtención de un antídoto es indispensable. Obviamente, las distintas dosis de este menjurge están custodiadas por las trampas patentadas del Jiggsaw de marras, y estas no son precisamente fáciles de sortear.
Semejante premisa hubiese sido suficiente para la película, pero por si no bastara, Saw 2 le busca la quinta pata al gato: paralelamente a la odisea de sus nueve protagonistas (¡nueve!), la película intercala la historia de un detective cuyo hijo es una de las recientes víctimas, y que tras capturar in fraganti a Jiggsaw, debe contemplar impotente como su retoño participa en aquel sádico juego de gato y ratón. Ambas premisas se van hilando rápidamente hasta desembocar, tal como la primera película, en un orgasmo de finales sorpresas que se yuxtaponen hasta los límites de la locura.
Si algo se le puede reconocer a esta secuela es que, en cierta medida, logra mantener gran parte del espíritu de la cinta original. Si bien cuenta con un presupuesto más abultado, Saw 2 posee un look tan sucio y amateur como la primera parte, quizás como parte de la atmósfera deseada. Asimismo, la inclusión de Jiggsaw como uno de los personajes principales (no solamente en voz sino también de cuerpo presente) añade un toque distinto a la historia.
Por desgracia no todo es tan bueno, y el tratamiento de esta segunda parte ahonda más en los puntos negativos que tenía la primera. No importa cómo lo veamos, nueve personajes es demasiado, especialmente cuando te das cuenta de que los que realmente pintan algo son dos o tres. El resto es simple material de relleno, cuerpos que habrán de ser despachados y que sirven únicamente como deleite visual para el espectador que sólo desea ver muertes. Si algo tenía de bueno la primera Saw es que la situación entre sus dos personajes funcionaba de maravilla precisamente gracias a su simplicidad. Aquí en cambio se nota la voluntad de un ¨más difícil todavía¨artificioso, aburrido e inverosímil (característica esta último que muchos ya le atribuían a la primera parte). Para colmo, el twist final deja en clara evidencia a uno de los guiones más tramposos de los últimos tiempos, que para colmo se vuelve redundante con una sesión casi eterna de explicaciones absolutamente innecesarias.
Aquellos que hayan disfrutado de la primera parte harían muy bien en echarle un vistazo a esta. Sin embargo, incluso a ese corte del público no recomendaría algo más que un simple alquiler de fin de semana, porque las ansias de grandeza de esta secuela son directamente proporcionales a su descenso en calidad. La secuelitis, anótenlo, no termina aquí: este año tendremos entre nosotros la tercera parte, y si las sinopsis que he leído son correctas, será aún más descabellada que esta. Lo que empezó como una propuesta más o menos interesante dentro del cine de terror serie B podría muy bien derivar en otro placer culpable más. Lástima.
miércoles, junio 07, 2006
Toda la verdad sobre Zombie y Myers
martes, junio 06, 2006
Mis 11 frases favoritas del Diablo en el cine
domingo, junio 04, 2006
Reseña: Cuando llama un extraño (2006)
Los años setenta son, al parecer, perfectos como mina inagotable de remakes de terror, especialmente si se trata de películas que muy poca gente recuerda. Yo no he visto la original de 1979, de manera que mi juicio valorativo de Cuando llama un extraño (2006) no puede tomar en cuenta factores que vayan más allá de la cinta recién estrenada (en España, porque en su país de origen ya lleva varios meses). No resulta muy memorable que digamos; es efectista, esquemática, y podemos ver a leguas que está orientada a un público mayoritariamente adolescente, pero tampoco le faltan virtudes, sobre todo dentro del panorama actual y como forma de hacer tiempo hasta que lleguen los estrenos de terror importantes de esta temporada.
La situación es sencilla y basada en elementos mínimos: Jill Johnson es una adolescente de 17 años que se ha pasado tres pueblos con la cuenta del teléfono y debe ahora trabajar de niñera hasta que pague su desorbitada factura (aunque a juzgar por la pasta que mencionaba su padre imagino que la pobre chica estará cuidando críos hasta que tenga nietos propios). El problema es que el habitáculo en el que debe ejercer este incómodo trabajo ha resultado ser el punto de mira de un perturbado que comienza a acosarla por teléfono en formas cada vez más alarmantes. Para colmo, todos sus amigos se encuentran festejando en una especie de rave piromaníaco, y al estar la casa aislada allá por el quinto pino, las posibilidades de que alguien venga a hacerle compañía se reducen al mínimo. Todo el metraje se basa, entonces, en el duelo telefónico de Jill con su acosador, que por supuesto cobra cada vez mayor "corporeidad".
Tanto la original como esta toman gran parte de su inspiración en una conocida leyenda urbana (probablemente una de las más famosas). Si no sabes cual es, y si no has visto tampoco la cinta del 79, no te preocupes: la terrible campaña de promoción de Cuando llama un extraño se ha encargado de destrozar todo suspenso posible al revelar en el mismo trailer una de las mayores "sorpresas" de la película, un momento crucial que genera gran parte de la tensión. Seguramente muchos me dirán que dicha revelación estaba cantada casi desde el principio, pero aún así pienso que estos publicistas podrían haberse callado la boca y dejarnos aunque sea un poquito en vela, porque aparte de este hecho, la verdad es que la historia logra enganchar lo suficiente para crear al menos algo de preocupación por el destino de este personaje. Gran parte de esta tensión es producida, lo reconozco, por la casa en la que Jill ejerce sus funciones de niñera, un habitáculo de lujo en el que la disposición de distintos elementos, muebles, artefactos y luces logran con creces el difícil juego de que lo que durante el día es un lugar de ensueño se convierta por la noche en una caverna tenebrosa, algo que no es del todo original pero sí está muy bien logrado. Lo que destacaría de esta película, en definitiva, es que a pesar de que evidentemente apunta a los gustos de la generación MTV, al menos profesa algún interés por mostrar lenta y dosificadamente el suspenso generado en su público (por cierto, tengo conocidos que han visto la original y me dicen que esta versión se centra sólo en las partes más interesantes de sus predecesoras y las estira a lo largo de todo el metraje).
Por supuesto que sus defectos son grandes y notables: poco original, con sus ocasionales sustos baratos (¿hasta cuando el recurso del gato, por Dios?), y sobre todo fácilmente olvidable, exceptuando aquellos que luego en casa buscarán por Internet fotos de su adorable protagonista. Pero a pesar de todo esto me quedo con la sensación de haber visto una película que, si bien pudo ser mejor, también pudo ser mucho peor, y al menos me hizo pasar un rato agradable que respetaba ese estilo maravilloso de la paranoia pequeño-burguesa. Ciertamente no es una película para verla con los colegas, comiendo pizza y bebiendo cerveza con las luces encendidas, pero cumple su función, que no es poco hoy en día.
viernes, junio 02, 2006
Reseña: Night of the Demons (1988)
Prácticamente no hay nada original en Night of the Demons (1988): se trata de la típica película de terror ochentera llena con todos los lugares comunes de este tipo de producciones, desde un gore complaciente hasta una buena dosis de tetasyculos, sin olvidar por supuesto la clásica música de sintetizador. La trama tampoco es nada original, ya que la mitad es una copia de The Evil Dead (1981) y el resto un plagio descarado de Demons (1985) de Lamberto Bava. Para colmo, la gama de personajes que ofrece no podría ser más tópica, ya que está poblada de los más manidos estereotipos del cine adolescente ochentero: el gorila bruto, la chica gótica, la jovencita virginal, el niño pijo, el chico-malo-que-descubre-su-lado-sensible y la putilla de instituto. Pero a pesar de esto, no hay que confudirse: estamos ante una de las más simpáticas y disfrutables muestras de terror de esta particular y fructífera década.
La situación inicial es en sí misma un canto al desgano de crear una historia: en la noche de Halloween, la chica gótica Angela decide hacer una fiesta exclusiva en "Hull House", una antigua sede de pompas fúnebres famosa por sus leyendas de espantos y aparecidos. Una vez allí, un juego de invocación espiritista sale terriblemente mal, y los chicos se ven asediados por una legión de demonios que poseen sus cuerpos uno a uno para divertirse a expensas de sus carnes (¿mencioné que la trama no brillaba precisamente por su originalidad?).
Imagino que debe haber sido difícil ser un crítico de cine muy quisquilloso durante la década de los ochenta, con toda la cantidad de películas que optaban por una marcada autoreferencialidad y un desprecio absoluto por cualquier atisbo de hacer algo "serio" (tendencia que no termina de cuajar hoy en día). Pero a pesar de esto, Night of the Demons está muy lejos de ser un divertimento light; la suya es una propuesta que aunque tópica no está exenta de un alma propia, y en ningún momento se siente subeditada a las constantes exposiciones de violencia y chicas despampanantes (entre las que destaca la reina de serie B Linnea Quigley, que no solamente muestra sus encantos físicos sino que además nos muestra maneras alternativas de darle uso a un lápiz labial) sino que incluso dedica su tiempo a la construcción de una atmósfera y una marca diferencial con respecto a otras películas, principalmente a través de la alternancia entre la violencia explícita (desmembramientos hay hasta para regalar) con escenas que sólo se pueden calificar de surrealistas, como el baile de Angela, la chica gótica, una vez transfigurada en la líder suprema de los demonios. Se trata, en todo caso, de una cinta típica de Halloween, de esas que yo, siendo niño, descubría en la televisión por cable a unas horas en las que ciertamente no debería haber estado viendo televisión.
Durante la era dorada del vídeo, Night of the Demons se convirtió en un film de culto cuya popularidad llevó al lanzamiento de dos secuelas, en las que sólo repitió su protagonista, Amelia Kinkade. Por cierto, la que en otra época fuera la sacerdotisa infernal más querida del cine de terror ochentero, hoy en día es una famosa psíquica con la supuesta facultad de comunicarse con los animales domésticos, a cuyos dueños ofrece sus servicios por los desorbitados precios de Beverly Hills, prueba de cómo, una vez más, la realidad puede ser tan descabellada como la más osada de las ficciones.