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martes, noviembre 30, 2010

Reseña # 402: Suspiria (1977)

Mi primer contacto con Suspiria (1977) llegó tarde; ni siquiera fue la primera película del director italiano Darío Argento que llegué a ver, y ya tenía una idea aproximada de la trayectoria de este realizador y de su influencia en el cine italiano de horror de la época, o al menos de la idea que se tenía de él fuera de su Italia natal. Es por todos sabido, por ejemplo, que si bien Argento no creó el subgénero cinematográfico conocido como giallo (término que por cierto tiene un significado distinto dentro de Italia que fuera de ella) sí fue el que lo popularizó e hizo reconocibles sus esquemas gracias a trabajos como El pájaro de las plumas de cristal (1970), El gato de las nueve colas (1971) y Cuatro moscas sobre terciopelo gris (1972). Tras estos vistosos títulos llegó Suspiria, su primera película de terror propiamente dicha y considerada por muchos como su mejor trabajo, con el permiso quizás de Rojo oscuro (1975). Es ella también la que popularizaría varias constantes que habrían de repetirse en su obra de terror posterior: una marcada extravagancia estética, la figura de la Mujer como centro del horror y sus ya conocidas colaboraciones con la banda Goblin, que realizaron en esta película una de sus bandas sonoras más celebradas, la cual fue compuesta antes del rodaje (una práctica por otro lado común en gran parte del cine italiano).

El argumento de Suspiria hace pensar en una transición del cine de Argento al mezclar el tema de lo sobrenatural con el misterio alrededor de un crimen típico del thriller italiano. La película toma la perspectiva de una joven americana que asiste a una prestigiosa academia de ballet en la ciudad alemana de Friburgo, escuela que en realidad esconde un secreto relacionado con antiguos círculos de magia negra. Es bien conocida la influencia a la hora de escribir el guión del ensayo Suspiria de Profundis, de Thomas de Quincey, en la que se hace mención de tres poderosas brujas que serían utilizadas por Argento en su trilogía de las "tres madres", pero este texto es sólo una inspiración que poco tiene que ver con lo vendría después. A pesar del siniestro subtexto de la historia, uno de los mayores logros del director es ese conseguido tono de cuento de hadas presente no sólo gracias a la estética colorista y a la música, sino también a la recreación deliberadamente infantil de las jóvenes alumnas de la academia (las niñas del guión original fueron sustituidas por adolescentes para evitar posibles actos de censura debido a la naturaleza violenta de la película, si bien Argento no cambió ninguno de los diálogos e incluso ordenó colocar los pomos de las puertas a gran altura para que las chicas tuviesen que estirar los brazos para abrirlas). Este ambiente de inocencia roto por los hechos abiertamente violentos con los que la película abre desde el inicio imprime un tono muy singular al argumento que deja muy marcado el caracter irreal de todo lo que ocurre.

Irreal es de hecho la palabra más apropiada que se me ocurre; todo en Suspiria es artificioso, desde la inmensa academia de baile donde ninguna sala es igual a la anterior, hasta la omnipresencia del color rojo tanto en la iluminación como en la fluorescencia de la sangre. Sumamos a esto la general estridencia de la banda sonora de Goblin y es fácil darse cuenta de por qué esta película es más recordada por sus derroches estéticos que por su argumento (bastante básico y sencillo incluso para los estándares de la serie B italiana), aparte de que esta vistosidad y el carácter estilizado de algunas de las muertes hacen fácil perdonar un desenlace apresurado y algunos efectos sonrojantes como el del murciélago de pega. Es este quizás el único momento risible de una cinta que por lo general castiga duramente a sus personajes con elaboradas y truculentas escenas de muerte, algo por lo demás típico en el cine de Argento pero pocas veces tan estilizado como en esta película.

Personalmente (única aportación posible ya que de esta cinta se ha hablado mucho), Suspiria nunca me ha parecido la mejor película de Darío Argento, aunque reconozco que todavía tengo pendiente parte de su filmografía. A menudo se usa el argumento de la estética irreal para justificar un argumento supuestamente caótico, pero no creo que sea así. De hecho el argumento es tremendamente sencillo y el misterio de la academia de ballet y su conexión con la brujería es algo que queda claro prácticamente desde temprano. Con todo y eso no se puede negar que con esta película el cine de terror del director italiano quedaría eficazmente inaugurado, y aunque no sea en mi opinión su película más redonda, sí es una de las más coherentes en cuanto al tono empleado y una de las más impresionantes en su uso de una estética delirante y original, tendencia a la que Argento daría continuidad en las otras dos componentes de su trilogía, Inferno (1980) y Mother of Tears (2007), las cuales también habrán de caer por aquí en algún momento. Esta estética y la tendencia a un tratamiento abiertamente fantástico de su premisa hace que me cueste considerar la película como una cinta perteneciente a las variantes más viscerales del cine de miedo, con lo que su pertenencia al género de terror creo yo tiene más que ver con el reconocimiento por parte del espectador de varios códigos y arquetipos del típico relato sobrenatural, y no tanto con el hecho básico de asustarse. De todas formas, como punto de partida para acercarse a la filmografía de Argento o al horror italiano de finales de los setenta y principios de los ochenta, no se me ocurre nada mejor.

domingo, noviembre 28, 2010

Reseña # 401: Ghostwatch (1992)

Pasó mucho tiempo (demasiado quizás) antes de que, por recomendación de dos voces cuyo criterio tengo en gran estima, terminara por ver Ghostwatch (1992), falso documental realizado por la BBC en 1992 y transmitido en supuesto "directo" haciéndose pasar por un reality legítimo, con el conocido fenómeno de culto posterior. Sería justo que en estos momentos se reavivara el interés por esta película teniendo en cuenta el éxito de cintas como Paranormal Activity (2007), la cual toma una evidentísima inspiración de esta producción británica que puede pasar desapercibida a aquellos que como yo no la conozcan. Por fortuna siempre se está a tiempo de llenar dicha carencia.

Entrando ya en el tema, Ghostwatch no es más que la puesta en escena de un supuesto especial de Halloween de la BBC en el cual un equipo de rodaje monta guardia en una casa de los suburbios londinenses donde durante un tiempo se ha tenido noticias de varios fenómenos paranormales. La casa, perteneciente a una mujer y sus dos hijas, ha sido denominada como el lugar más "embrujado" de Inglaterra, y la periodista que en ella se ha apersonado espera, en el transcurso de la noche, poder transmitir en directo el encuentro con los espíritus que parecen haberse apoderado del lugar, todo esto intercalado con los comentarios del presentador del programa y una experta en fenómenos sobrenaturales e incluso llamadas telefónicas del público, invitado a participar de la experiencia contando sus propias historias de fantasmas. A pesar de que todo fue efectivamente un montaje ficticio (las escenas de la casa fueron rodadas semanas atrás y sólo las secuencias del plató fueron rodadas en directo) se trató de una broma muy bien elaborada que contó con la presencia de presentadores y periodistas reales de la BBC (principalmente rostros conocidos como el del presentador Michael Parkinson y la reportera Sarah Greene) y una línea telefónica real en la que evidentemente se le advertía a los espectadores que aquello que estaban viendo no era genuino antes de contar su historia. De hecho el artículo de Wikipedia dedicado a esta única transmisión televisiva es muy interesante y cuenta como este primer (y último) episodio de Ghostwatch causó cierto furor colectivo a pesar de que algunas pistas delataban su naturaleza de ficción, tales como un crédito de "escrito por" para el guionista Stephen Volk y el hecho de que se proyectara en un espacio (Screen One) reservado para telefilmes. Sin embargo, tal como me han recordado otras personas en ocasiones, hay que considerar que todo esto ocurrió en la era pre-Internet.

A manera de preparación (algo por otro lado común en este tipo de películas), el inicio es bastante lento y repleto de escenas de diálogos, pero a medida que la noche va avanzando y los fenómenos empiezan a ocurrir de forma cada vez menos sutil, algo en lo que la película incluso colabora con el público gracias a la estrategia de "parar" y comentar aquello que está ocurriendo, a lo que se suman los comentarios de los televidentes que llaman a la línea telefónica y revelan que aquello que está ocurriendo en la televisión tiene consecuencias en otros parajes. Esto aparte del ahondamiento en la propia mitología del fenómeno paranormal y su relación con horrendos crímenes del pasado. Todo esto culmina en un inmejorable tramo final en el que el programa se sale literalmente de control y cualquier atisbo de ligereza o humor presentado al principio encuentra su reverso tenebroso en la maldición de la casa y un ataque sobrenatural del que no sale indemne ni siquiera el propio estudio televisivo.

Es por eso que aparte de las ingeniosas maneras de aprovechar su formato, Ghostwatch sigue siendo recomendable como genuina película de terror independientemente de que el contexto original sea ya parte de la historia. Por lo visto, el fenómeno de histeria colectiva causada en su momento por la película fue lo bastante notable para que la BBC prohibiera su retransmisión, si bien cuenta con su respectiva edición en DVD e incluso está disponible de forma gratuita en el canal de Google Video de la cadena inglesa, por lo que no hay excusas para no verla. Existen evidentemente muchas otras entradas en este mundo del terror en forma de falso documental que han seguido los pasos de esta producción británica al intentar acercarse de manera supuestamente realista a una "leyenda" local que no es más que una creación literaria más o menos elaboada. Algunas de estas cintas, como The Last Broadcast (1998) o la más conocida El proyecto de la bruja de Blair (1999), basaron su éxito además en una campaña de publicidad viral que ha cambiado las reglas del juego. No es este el caso; así que aprovechemos la ocasión de esta trío cuatricentenario para recomendar un acercamiento a Ghostwatch y "descubrir" el correcto aprovechamiento de un recurso narrativo más allá del fenómeno de masas, justificado o no.

sábado, noviembre 20, 2010

Reseña # 400: A Serbian Film (2010)

En un alarde de caradurismo considerable hemos decidido aprovechar la reciente polémica en torno a A Serbian Film (2010) para hacer de ella nuestra reseña número cuatrocientos en lo que llevamos de existencia. Llego como tantas otras veces tarde dado que muy probablemente la incendiaria reacción de los guardianes de la moral y la corrección política habrá producido el muy predecible efecto de hacer que ya todo el mundo la haya visto por un medio o por otro, pero eso es algo a lo que por otra parte estamos acostumbrados en esta página. En todo caso, y aparte ya del hecho meramente cinematográfico, cabe preguntarse si realmente el objetivo o el principal punto de valoración de esta película del director Srdjan Spasojevic debe estar en su capacidad (o no) de escandalizar al personal o por el contrario de haber realizado un auténtico despliegue de brutalidad para transmitir una idea de la que no se habla lo suficiente.

Para los cuatro o cinco que no lo sepan aún, A Serbian Film cuenta la historia de un porno-star retirado llamado Milos que de la noche a la mañana recibe una jugosa oferta para participar en el rodaje de una porno "artistica" rodada en el más hermético secretismo y de la cual no sabrá absolutamente nada hasta el día de su participación. La desorbitada cantidad de dinero que se le ofrece y la pinta de los responsables resulta indudablemente sospechosa, pero para Milos la tentación de proveer un bienestar definitivo a su joven esposa y a su pequeño hijo es demasiado grande, por lo que termina aceptando. Además, la película deja muy claro algo que el protagonista termina por confesarse a sí mismo: aunque su boca diga lo contrario, echa de menos el arte en el que él era el indiscutible amo. Por supuesto, no tardamos en descubrir pronto la verdad (principalmente porque ya lo sabíamos incluso desde el trailer); la película que Milos es obligado a rodar es en realidad un snuff-film donde se cometen todo tipo de atrocidades y perversiones, y una vez dentro será imposible salir.

Es todo este catálogo de bestialidades lo que ha sido más publicitado de A Serbian Film, y la verdad es que en ella ocurren cosas que no estamos muy acostumbrados a ver en un cine, algunas genuinamente desagradables. Sin embargo creo que debo decir (aunque con ello seguramente me estaré ganando una hornada de comentarios no tan positivos) que la dureza de estas secuencias tampoco me ha parecido para tanto, y todos los que han leído este blog durante años saben que no soy un gran conocedor ni mucho menos un aficionado del terror físico. Pero incluso yo he visto en la última década, sin ir más lejos, ejemplos provenientes de Francia en los que la violencia era usada de forma mucho más perturbadora, incluso dentro de lo que podría considerarse el mainstream. De hecho puedo afirmar abiertamente que en cuestión de chunguez la película tiene una secuencia mucho más siniestra en las primeras sesiones de rodaje de la película de Milos, en las que la sangre todavía no ha empezado a saltar y en las que el director consigue una atmósfera de horror y tensión muy lograda. En cuanto al resto, los mayores horrores no provienen de aquello que se muestra (superado muchas veces en cuanto a generosidad del rojo líquido) sino en cuanto a que los hechos mostrados representan en sí mismos grandes tabúes cinematográficos: violaciones, incesto, pedofilia, necrofilia y demás lindezas. Todo esto, sin embargo, está mostrado la mayoría de las veces desde una óptica tan exagerada y desproporcionada que no se le puede negar cierto manejo del absurdo e incluso del humor, resaltado además por el caricaturesco personaje del director de la película. Nada de esto ha parecido importar al final para el sector más conservador de la crítica, incapaz por lo visto de ver más allá de las múltiples vejaciones que Milos y el resto de los personajes sufren.

Todo esto en cierta forma estorba porque ha terminado por eclipsar ante muchos el marcado contenido político de la cinta, ya que Spasojevic pinta un nada disimulado retrato de la psique de la Serbia de la post-guerra y los traumas del conflicto de los Balcanes (no en balde el tremendamente adecuado título). Esto es algo que en un principio no creía, pero he tenido finalmente que ver la película para rendirme ante la evidencia de que su principal responsable no está simplemente ridiéndose a la explotación; en A Serbian Film se utiliza la violencia para construir un discurso alrededor de esta y sobretodo para dar una imagen pesimista y en ocasiones cínica sobre una sociedad que mantiene un tupido velo sobre algunos de sus elementos más escabrosos, una fachada que lo ocupa todo, desde los círculos de poder hasta el núcleo familiar. De hecho uno de los aspectos más interesantes del personaje de Milos (y en cierta forma reflejado en el concepto del poster publicitario) es que la película de marras no hace sino sacar horrores que ya estaban dentro de él y que se ha visto forzado a descubrir en contra de su voluntad. Tal coherencia de discurso (rematado además con una imagen final de esas que caen como una bofetada) deja muy mal a aquellos que sólo han sabido ver en la cinta una supuesta apología de la violencia.

Llegados a este punto sería hipócrita de mi parte no mencionar al menos de pasada la absurda polémica que ha surgido en torno a la película en su accidentado paso por varios festivales españoles, que se ha saldado con una estéril discusión estimulada por un pseudo-periodismo de baratillo y una moral pacata que ha llevado a la cinta incluso a ser retirada de ciertos pases por oden judicial. El hecho de que en el 2010 todavía haya gente incapaz de distinguir la realidad de la ficción e incluso sugerir que ambas conllevan la misma carga moral es cuanto menos preocupante.

Esto lo dice alguien que, entre otras cosas, tampoco se ha sentido excesivamente entusiasmado por la película; si debo ser sincero, la verdad es que me ha gustado sin demasiados aspavientos. Ciertamente es una cinta que maneja muy buenas ideas, contiene una gran energía, una estructura dramática interesante (ese gran flashback fragmentado que dura media película) y una potente y perturbadora atmósfera inicial. Pero con todo eso, a medida que nos vamos acercando al clímax final pienso que se vuelve un poco tonta y demasiado descabellada como para poder ser tomada en serio. Pero no me teneis que hacer caso a mí: lo mejor que podéis hacer cada uno es ver personalmente A Serbian Film y juzgar por vosotros mismos si es realmente una de las películas más brutales que se han hecho últimamente o si por el contrario, es una cinta en la que dicha brutalidad está (muy bien) puesta al servicio de un contenido político que ha pasado casi desapercibido por culpa del par de meapilas de rigor y las falsas alarmas creadas por el escándalo fácil y que corre el riesgo de eclipsar sus auténticos y más duraderos logros. Desde aquí creo que nos decantamos por la segunda opción.

jueves, noviembre 18, 2010

Tres tristes trailers 31


No tenía idea de la existencia de Red Riding Hood hasta que vi este avance aquí, y la verdad es que no entiendo cómo dejé pasar la noticia de una adaptación de Caperucita Roja ambientada en una supuesta atmósfera de terror gótico. Al menos esa era la idea original, algo que por cierto ya se ha hecho de forma bastante notable en la poco conocida Blancanieves: la verdadera historia (1997), un telefilme con Sigourney Weaver que os invito a revisar. En el caso de la película cuyo avance mostramos aquí, se trata quizás menos de una historia de terror y más de un relato de corte esteticista en el que resalta una obsesión por la belleza juvenil que ciertamente una película inteligente sabría aprovechar como Tema. Aunque la verdad, si hay que ser sinceros, toda la cosa desprende más bien una marcada tendencia a continuar el estilo de Crepúsculo que tira de espaldas, y esto es francamente evidente incluso antes de enterarnos de que la directora, Catherine Hardwicke, es la misma del conocido romance de vampiros. Habrá que esperar a tenerla enfrente.

De estilo radicalmente opuesto y coincidiendo con la llegada de las Navidades nos acercamos a Rare Exports: A Christmas Tale, una reciente producción finlandesa que utliza la figura de Papá Noel de forma paródica convirtiéndolo en un monstruo liberado accidentalmente de su tumba helada y que sembrará el terror durante las fiestas decembrinas. La idea ciertamente es todo menos original, habiendo sido ya realizada sin ir más lejos en la relativamente reciente Santa's Slay (2005), aunque esta vez se nota cierta voluntad de entrar en el esquema de una película de terror al uso sin rendirse completamente a la farsa. Esta película, además, podría pasar a ser exponente de esta reciente horneada de cine de terror nórdico que parece haber captado el interés del público multitudinario.

Sin embargo, la que yo realmente quiero ver es esta, Black Swan, lo nuevo del director Darren Aronofsky, un thriller psicológico con horrendas metamorfosis incluidas que parece remitir al De Palma de antaño. La película, por cierto, ya ha sido vista por mucha gente en festivales y por lo que he escuchado ha causado impresiones bastante positivas, algo esperable por otro lado en el director de The Wrestler y La fuente de la vida (una película que por lo visto sólo me gustó a mí). De momento, sin embargo, habrá que esperar un poco para ver esta historia de rivalidades, subtexto lésbico, personalidades dobles y transformaciones cuya identidad como género no queda muy clara en el trailer, pero que aquí incluímos simplemente porque sí.

sábado, noviembre 13, 2010

Reseña: Triangle (2009)

De entrada es necesario hacer una aclaración: es absolutamente imposible hablar de Triangle (2009), tercera película del siempre interesante director británico Christopher Smith, sin decir al menos de qué va. Intentaré no revelar detalles importantes, pero no es posible hablar acerca de sus virtudes sin mostrar al menos cual es su base argumental, una que ya se intuye por cierto en el trailer. Sin embargo, el saber este detalle por anticipado no impide apreciar una película muy singular, para mí la más interesante hasta la fecha del director de Creep (2004) y Desmembrados (2006), y que sin duda merece una mayor notoriedad. Es también un cambio de estilo bastante radical para su director, el cual consigue con este cuento de terror de alta mar un ambiente muy logrado y alejado (al menos en su mayor parte) de las opulencias gore de sus dos anteriormente citados trabajos.

El argumento de marras es el de un grupo de amigos cuyo yate naufraga en el Atlántico y son recogidos por un misterioso buque en el que todos los pasajeros y tripulantes parecen haber desaparecido repentinamente y sin dejar rastro, un lugar desconcertante donde hasta los relojes se han detenido. La película está narrada por completo desde la perspectiva de una mujer que parece ser la única en darse cuenta de que no están solos y de que están siendo observados. Lo que mejor ha conseguido Smith quizás sea el ambiente que se respira en el buque, un sitio enorme y silencioso que parece de otra época y cuyas resonancias mitológicas guardan un significado bastante evidente que anticipa el elemento sobrenatural en el que la protagonista (y sus amigos) se verán involucrados, revelando al espectador que el barco que consideraban inicialmente su salvación es en realidad la peor trampa posible. La naturaleza de esta amenaza es intuída en cierta forma gracias al trailer y a un muy destacable poster, aunque la verdad es que el tratamiento que la película le da no es precisamente el de una sorpresa; una vez que la protagonista (y por ende el público) sabe qué es que lo está ocurriendo en el barco es cuando la cinta realmente ha comenzado.

Debido a su temática Triangle ha recibido unas muy predecibles comparaciones (casi siempre desfavorables) con Los cronocrímenes (2007), de Nacho Vigalondo, mención que por sí sola ya debería dejar bastante claro cual es el elemento argumental que quería no tener que mencionar. Tal símil es, aparte de desafortunado, bastante injusto ya que las semejanzas entre las dos películas son superficiales y limitadas únicamente al recurso narrativo del bucle temporal y la presencia del Doble, elementos ciertamente no muy originales. Del resto, las dos cintas son completamente diferentes y tienen objetivos muy distintos. De hecho, si existe una clara inspiración de Triangle esta probablemente sea El resplandor (1980), de Stanley Kubrick, a la que hay varias referencias intencionales y muy claras. El tema de la disyuntiva temporal deja ciertamente algunos agujeros y cuestiones sin resolver así como unos giros de guión en ocasiones demasiado insólitos, pero eso es porque a diferencia de otras historias similares, esta película no parece intentar contar un argumento cerrado sino solamente un punto en lo que se intuye como una historia mucho más larga, y la constante repetición de las desgracias de la protagonista no hace sino resaltar el tono de una cinta pesimista y deprimente que sin embargo no pierde nuestro interés en ningún momento.

La estructura de la película con su tema de repeticiones temporales y su ambientación de sci-fi oscura emparenta también a Triangle con The Twilight Zone, comparación pertinente también por el subtexto de ironía cósmica que sin duda muchos reconocerán. Pero hay que olvidarse por un momento de la referencialidad: lo importante de esta película es que con ella Christopher Smith parece haber alcanzado una de sus obras más completas y una en la que la sensación de desorientación está bastante marcada, lo que no quita que encima sea una de esas cintas que terminan creciendo en el recuerdo una vez que se apaga la imagen. Absolutamente recomendable.

lunes, noviembre 08, 2010

Reseña: Halloween H20 (1998)

Tras la pobre recepción crítica de Halloween 6 (1995), los productores de Halloween H20 (1998) decidieron aprovechar el vigésimo aniversario de la saga para intentar una peripecia entendida a la vez como vuelta a los orígenes y ruptura radical con lo anterior. Lo más publicitado en su momento fue el regreso de Jamie Lee Curtis al personaje que la hizo famosa, algo que al parecer la actriz recibió con mucho entusiasmo, hasta el punto de que se dice intentó por todos los medios hacer que el propio John Carpenter se encargara de la dirección de esta séptima entrega de los crímenes de Michael Myers. Otra cosa bastante notoria para entonces era el anuncio a bombo y platillo de que el guión estaría firmado por Kevin Williamson, autor de Scream (1996) y hasta cierto punto uno de los responsables de que los slasher films volvieran a ponerse de moda comercialmente hablando. Al final poco de eso se concretó: Carpenter declinó la oferta de dirigir la película y el guión de Williamson fue rechazado por el estudio, entre otros motivos porque intentaba hilar la historia de toda la saga, y si algo se nota en esta nueva entrega es la voluntad de enmendar los errores a lo bestia negando cualquier referencia a la tercera, cuarta, quinta y sexta entrega, como si estas nunca hubiesen ocurrido.

Ya incluso desde el inicio hay una voluntad de recapitular sólo lo que interesa y resaltar lo que serían considerados los elementos clásicos de Halloween: el tema musical de Carpenter, la voz de Donald Pleasance (ausente de la película debido a su muerte) y la obsesión del asesino con Laurie Strode. Esta primera escena, que muestra a Michael Myers haciendo una breve visita a Haddonfield, es probablemente lo mejor de la película y una prueba de que el director Steve Miner (veteranísimo realizador de los ochenta y conocedor de las reglas de los slasher films) tiene las ideas claras en cuanto a qué es lo importante. Pasada esta escena es cuando entramos propiamente en un argumento que de entrada se presenta como atractivo: nos enteramos de que Laurie fingió su muerte y ha pasado los últimos años viviendo una identidad secreta y trabajando como la directora de un internado en el que también estudia su hijo adolescente. Laurie, sin embargo, se ha convertido en una alcohólica maníaco-depresiva que año tras año ha temido el regreso de su hermano, cosa que justo ahora verá ocurrir. El por que de la elipsis de veinte años que separa su último encuentro con el asesino es algo que nunca se explica, pero eso es porque Halloween H20 no parece estar muy interesada en desarrollar el argumento de esta final-girl crepuscular que se enfrenta nuevamente al asesino, desaprovechando así una oportunidad bastante notable de dar a la saga algo de la dignidad perdida.

De hecho, me atrevería a decir que gran parte del metraje muestra un interés mayor en mostrar la película desde el punto de vista del hijo de Laurie (un entonces debutante Josh Hartnett) y sus amigos, innegables reclamos adolescentes que parecen los últimos restos del guión descartado de Williamson, y que en más de una ocasión acaparan el protagonismo de la historia. Esto hace que muy pronto Halloween H20 tome un camino conocido y mil veces transitado convirtiéndose en una entrega ligeramente mejor que varias de las anteriores, pero que indudablemente se queda corta al no aprovechar ni las oportunidades argumentales y temáticas de su premisa ni su locación de internado colegial. El resto sufre de varios de los problemas de este tipo de cintas de mediados-finales de los noventa con su estética plana y su muy predecible argumento en el que lo más interesante es ver el trabajo de Jamie Lee Curtis retomando un personaje que esta vez no huye del asesino sino que por el contrario se enfrenta a él valientemente con la esperanza de exorcizar sus demonios.

Es debido a estas ideas quizás por las que esta séptima entrega ha terminado por tener un recibimiento crítico importante entre la fanaticada de Halloween, que recuerda la película como mejor de lo que realmente fue. Incluso tuvo en su momento un notable éxito comercial que demostró que la saga de Michael Myers no estaba muerta, y llevaría al estudio a realizar una secuela más muy a pesar de que esta entrega posee un final bastante cerrado y definitivo que buscaba en su momento dar carpetazo a la odisea de uno de los asesinos más famosos del cine de terror. De dicha continuación tendremos que hablar otro día. De momento, invitaría a revisar Halloween H20 y tenerlo en cuenta como una película un poco más correcta técnicamente pero con oportunidades en cuanto a discurso criminalmente desperdiciadas, ideas que serían mejor aprovechadas por alguien como Rob Zombie cuando se hiciese con las riendas de la saga varios años después.

sábado, noviembre 06, 2010

Reseña: Predators (2010)

Seguimos en nuestro intento de recuperar el tiempo perdido y ponernos al día con los estrenos de este año (algo que, sin embargo, nunca ha sido el objetivo de este blog), y llegamos finalmente a Predators (2010), secuela tardía realizada exactamente veinte años después de que Stephen Hopkins rodara el segundo capítulo de la saga llevando al cazador alienígena a la ciudad de Los Ángeles. Dos cross-over con la saga de Alien fueron suficientes para revivir el interés por esta criatura hasta el punto de permitir al director Robert Rodríguez (reducido aquí a labores de productor) rodar lo que años atrás había concebido como una vuelta a los orígenes de John McTiernan allá por 1987. En este sentido, Predators, dirigida por Nimród Antal, ha tenido que conformarse con ser una versión algo simplificada y reducida de aquella gran épica que Rodríguez había imaginado, y aunque no son pocos sus aciertos, la verdad es que hay algo que no termina de funcionar en el esperado regreso de estos monstruos a la pantalla.

Rompiendo toda continuidad con las entregas anteriores, esta tercera película cambia de escenario y nos pone en la piel de un grupo de humanos que despiertan de repente en medio de una selva desconocida. Ninguno de ellos se conoce, y no tardan en descubrir que han sido llevados a un planeta lejano que resulta ser el coto de caza de la ya conocida especie extraterrestre tan dada a recolectar los cráneos de sus víctimas. Cabe decir que el inicio y la presentación de los personajes es bastante buena; directa, al grano y genuinamente interesante al descubrir de forma gradual la naturaleza extraterrestre del sitio donde los personajes se encuentran. Sin embargo, también debo decir que tengo mis problemas con la premisa argumental; de entrada la idea de los Predators estudiando meticulosamente a la raza humana choca con la imagen que me había formado de ellos en películas anteriores, en las que los cazadores veían a los humanos como poco más que bestias. Aquí en cambio parece haber (dada la selección de presas agenciadas) incluso un conocimiento acerca de las sutilezas políticas de la sociedad terrestre que francamente me resultan un tanto innecesarias y sobre todo poco creíbles. Por fortuna nada de eso se explora demasiado, ya que la película se encarga pronto de repetir el esquema de la primera entrega de los personajes moviéndose sin rumbo por la jungla y siendo sistemáticamente cazados uno a uno.

Es en este regreso a los orígenes donde se nota que el principal interés de Predators es apelar a la nostalgia de aquellos fanáticos de la original, con numerosos guiños estéticos y narrativos hacia la película de McTiernan. Personalmente, eso sí, me dolió el haber leído declaraciones del propio Robert Rodríguez donde abiertamente despreciaba la secuela de Stephen Hopkins prometiendo en cambio una vuelta al ambiente desconocido de una jungla en la que los personajes incluso se enfrentan a otros monstruos interplanetarios. Hay que avisar que el material publicitario de la película (especialmente el trailer) es engañoso e incluso miente descaradamente en aspectos clave como el número de Predators que hay en la cinta o la relevancia del personaje de Lawrence Fishburne, que parecía mucho más importante en el avance y al final no resulta ser más que un obvio recurso narrativo para que los demás personajes sepan al menos algo de lo que está pasando. Del resto la verdad es que Fishburne (quien se ve particularmente desinteresado en su papel y además está demasiado gordo para el personaje) no hace mucho y perfectamente podría no haber estado en la trama sin que esta sufriese ningún cambio.

Esto nos lleva a uno de los elementos más criticados en su momento como fue el casting, sobre todo la elección como protagonista de Adrien Brody, un actor para nado asociable al cine de acción que a pesar de haberse puesto en notable forma física para el personaje sufre las inevitables comparaciones con Arnold Schwarzenegger, especialmente en un clímax final que, en una evidente referencia a la primera película, lo muestra de torso desnudo y cubierto de barro enfrentándose al monstruo cara a cara. Pero donde reside sobre todo el principal problema de Predators está en una nostalgia mal entendida que hace que la película falle allí donde las primeras dos triunfaron: el verdadero acierto de las cintas de McTiernan y Hopkins estaba en evitar la excesiva exposición del monstruo, convirtiéndole así en una auténtica amenaza. En la cinta de Antal las criaturas son prácticamente protagonistas, mostradas casi siempre en todo su esplendor y con un regodeo estético en ocasiones bastante sonrojante (mención especial para la particularmente penosa escena de lucha entre uno de ellos y el yakuza). La aparición del Predator "clásico" augura un muy predecible giro argumental que hubiese resultado impensable en las primeras dos cintas, mucho más conseguidas y sobre todo más eficientes al centrar la historia en un solo monstruo. La única conclusión que puedo sacar es que Predators es un entretenimiento pasable, pero que parece más bien un fan-fiction basado en Predator (1987), y aunque sin duda es mejor que las dos entregas de su enfrentamiento contra los monstruos de Alien, no es menos cierto que resulta claramente inferior a las dos encarnaciones anteriores de estos cazadores espaciales.

martes, noviembre 02, 2010

Los (casi) 400 golpes

Si echáis un vistazo a la nube de etiquetas que hay abajo a la derecha notaréis que Horas de oscuridad se acerca inexorablemente a las 400 reseñas publicadas. Está claro que cuatro centenares de películas comentadas no es mucho teniendo en cuenta que esta bitácora lleva más de cinco años en activo, y es cierto que en los últimos meses el ritmo de publicación ha descendido bastante, pero me gusta ver esta página como una hierba mala que se niega a desaparecer por mucho que se le arranque de cuajo. Así que para celebrarlo lanzo la ya acostumbrada convocatoria: en la sección de comentarios de esta entrada os pido dejéis vuestras peticiones para las que serán las reseñas número 400, 401 y 402 de este vuestro blog. Prometo ponerme a ello, sobre todo si me solicitáis películas que no haya visto.
No tengo nada más que decir salvo dar las gracias a aquellos que han seguido estos desvaríos míos durante tanto tiempo. De sobra está que os diga que las peticiones de reseñas no se limitan únicamente a estas tres, pero digamos que esta es la época del año en que dichas solicitudes son escuchadas más que nunca. Así que allí os espero, porque si algo me ha enseñado esta ausencia es que tenemos que ponernos al día.