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miércoles, noviembre 29, 2006

Reseña: The V Word (2006)

Ernest R. Dickerson, antiguo colaborador de Spike Lee y responsable de la simpática Demon Knight (1995) y el hipertruño Bones (2001), hace su aporte a la segunda temporada de Masters of Horror con The V Word (2006), un guión de Mick Garris que viene a llenar un notable hueco de la serie (al tratarse de un producto de terror, creo que resulta más que obvio cual es esa palabra que comienza con "V", ¿no?). Por desgracia, aunque cuenta con unos primeros minutos bastante notables, este episodio sufre una caída tan estrepitosa en su segunda mitad, que fácilmente podemos calificarlo como el más pobre de lo que hasta ahora ha sido un comienzo de temporada bastante flojo.

Lo que sí le concedo a esta historia es su más que loable esfuerzo por devolver al género de los vampiros algo que se había perdido en esta época de amanerados chupasangres de bucles rubios y trajes de cuero de diseño. En The V Word asistimos a la recreación del vampiro como un monstruo repugnante dedicado a esparcir terror en sus semejantes, completamente desprovisto de lujuria o fascinación. Sus influencias son más que claras, desde el Salem's Lot (1979) de Tobe Hooper hasta las piezas ochenteras imprescindibles como Fright Night (1985) o The Lost Boys (1987).

La primera mitad del episodio es lo suficientemente contundente como para engancharnos enseguida: en ella vemos a dos jóvenes amigos que pasan la noche sumidos en el disfrute de la violencia "artificial" de los videojuegos hasta que uno de ellos propone a su compañero entrar furtivamente en una funeraria cercana para ver un cadáver real. Sin embargo, lo que ambos encuentran allí es una masacre perpetrada por un ser de ultratumba: un vampiro que se encuentra haciendo de las suyas en el recinto y que por supuesto no tarda en ir a por los dos chicos. Por desgracia, una vez que esta persecución alcanza su clímax, el episodio parece haber llegado a su pico (1), transformándose completamente en una especie de melodrama adolescente en el que los conflictos caseros se entremezclan con la poco explorada historia del vampiro (interpretado por un Michael Ironside que, como siempre, aporta cierto toque de distinción).

Otro problema del episodio es precisamente el guión: si bien Dickerson logra explotar muy bien el material a nivel de atmósfera (sobre todo, insisto, durante su primera mitad), los diálogos creados por Mick Garris son muy poco creibles (los chicos, por ejemplo, hacen numerosas referencias jocosas a series de televisión de hace décadas), y la supuesta "introspección" al mundo de unos jóvenes sobresaturados de violencia no pasa de ser un pequeño guiño al que en ningún momento se da relevancia alguna. Es una lástima, porque había allí un buen filón que explotar, y definitivamente se ha perdido.

En fin, digamos que esta segunda temporada de Masters of Horror no ha comenzado lo que se dice muy bien. Una cosa les adelanto desde ya, sin embago: no pierdan la fe, porque ya he visto el cuarto episodio (dirgido por Brad Anderson) y realemente vale la pena. En cuanto a The V Word, me parece que los vampiros se quedarán esperando hasta el año que viene.



(1) No es broma; en ese momento miré mi reloj porque creí que el capítulo había terminado.

domingo, noviembre 19, 2006

Reseña: Nosferatu (1922)

El género de terror es (como saben todos) tan antiguo como el cine, y ya las primeras películas que se proyectaron en aquel artilugio de finales del siglo XIX buscaban despertar el miedo en el espectador. El expresionismo alemán trajo sin duda grandes obras como El gabinete del Dr. Caligari (1919) o El golem (1921), pero la primera gran cinta de terror no llegaría hasta el año 1922, cuando F.W. Murnau, director que ya entonces era considerado un genio en su Alemania natal, estrenara Nosferatu (1922), una de las mayores obras del cine mudo y la primera gran película de vampiros en toda regla.

Tan famosa como la película es la historia que la rodea: es de conocimiento general que Nosferatu es una adaptación velada de Drácula, la famosa novela de Bram Stoker, pero Murnau no pudo conseguir que la viuda del escritor irlandés le cediera los derechos de adaptación (en aquella época, el cine era considerado por muchos un arte menor, y una adaptación al teatro era la máxima aspiración de cualquier libro "respetable"), por lo que se escribió el guión cambiando ligeramente la trama y sustituyendo los nombres de los personajes principales. Así tenemos la historia de un joven empleado de bienes raíces llamado Hutter, que viaja desde Bremen hasta Checoslovaquia hasta el castillo del misterioso conde Orlock, quien compra unas propiedades en la ciudad natal de Hutter con intenciones bastante siniestras. En realidad, el conde es un vampiro que trae consigo la muerte y la peste a la ciudad, devorando a sus indefensas víctimas y poniendo su ojo en la joven y bella esposa de Hutter, Helen.

Lo que hace diferente a Nosferatu de todas las demás películas de su época es la magnífica atmósfera que Murnau logra recrear con un mínimo de recursos. Cada plano, cada imagen de esta película es un asalto directo al espectador, obligándole a regodearse en ese ambiente malsano en el que se va convirtiendo toda la comunidad, asediada por el ataque de este monstruo que es como un cáncer venido de tierras lejanas a irrumpir la paz de sus habitantes. Además, a diferencia de las posteriores adaptaciones de Drácula (con Bela Lugosi y Christopher Lee a la cabeza) el vampiro no es visto como una criatura seductora, sino como un adefesio espantoso, una criatura salida directamente de una pesadilla. Esta estética generaría toda una serie de seguidores, entre los que se cuenta por supuesto la versión de Werner Herzog, a la vez remake y tributo de la cinta de Murnau. El ambiente y los recursos terroríficos de la película han sido imitados y referenciados hasta el cansancio, convirtiéndola en todo un referente cultura, homenajeado a la perfección en la que para mí es una de las mayores obras maestras de lo que llevamos de siglo: la menospreciada cinta de E. Elisas Merhige La sombra del vampiro (2000).

Eso sí, no hay que engañarse: tras más de ochenta años de su estreno es lógico darse cuenta de cómo han cambiado los valores estéticos y narrativos del cine, y para aquellos que nos hemos acostumbrado a una narrativa y a un ritmo de cierto tipo es inevitable que Nosferatu nos parezca una película difícil para el paladar cinéfago medio. Hay que señalar entonces que su principal valor hoy en día es histórico, una curiosidad cinéfila que todo gran aficionado al género de terror debería sentirse obligado a experimentar.

Por desgracia, esta es una experiencia nada fácil de tener, ya que en el país donde vivimos se hace casi imposible encontrar un edición de Nosferatu que valga la pena. El hecho de que la cinta sea de dominio público ha hecho que cualquier geniecillo de medio pelo la modifique a su antojo poniendo cualquier banda sonora que le apetezca sin el más mínimo sentido de coherencia con lo que ocurre en pantalla. La misma edición especial en DVD que se puede conseguir en las tiendas trae una de las más nefastas: aquella que grabara el grupo francés Art Zoyd. El resultado es un desastre gótico-industrial que podría catalogarse como cualquier cosa menos música. Así que aquellos que quieran hacerse con una copia de la película de Murnau tendrán que recurrir a Amazon para encargar la versión en Zona 1 que lanzara Image hace unos años, con una banda sonora de órgano clásico infinitamente más apropiada que las que tantas lumbreras posmodernas han querido encasquetarnos bajo la dudosa etiqueta de una causa "experimental". En este caso el esfuerzo adicional vale la pena.

viernes, noviembre 17, 2006

Reseña: Regreso a Moira (2006)

La cuarta entrega de las Películas para no dormir cae sobre el regazo de Mateo Gil, guionista habitual de Alejandro Amenábar y que realiza con Regreso a Moira (2006) su primera incursión como director en el género de terror. Sin embargo, justo es decir que su capítulo es, en gran parte, un melodrama acerca del despertar sexual de un joven de pueblo en la España del franquismo, y es sólo al final cuando ocurre un desenlace que coloca a la historia en las lindes de la narrativa de miedo.

Esta diferencia se percibe en la manera como la historia se va contando a dos bandas: la película abre con la figura de Tomás, un escritor que ha vivido en un exilio personal desde que abandonara España hace más de cuarenta años, y que un día, tras la inesperada muerte de su esposa, recibe una carta del Tarot que sólo pudo haberle enviado una persona: Moira, la mujer de la que estuvo enamorado siendo apenas un muchacho y de la cual sólo sabemos que lleva muerta más de cuatro décadas. Tomás decide, ante este extraño hecho, regresar a España y a su pueblo natal para enfrentarse finalmente a su propio pasado y al fuerte remordimiento que al parecer fue la causa de su fuga.

Esta historia se va entrelazando con una serie de flashbacks a través de los cuales vemos a Tomás en sus años mozos, cuando conoce a Moira y comienza con ella una relación amorosa que poco a poco se convierte en obsesión ante todo el misterio que rodea la vida de esta bella mujer, que vive aislada y odiada por todo el pueblo, en medio de acusaciones de brujería. Estos saltos al pasado constituyen el grueso de la historia, y la verdad, no son nada que no hayamos visto antes. La relación de Tomás con sus amigos pasa por todos los clichés típicos de la "madurez" de los adolescentes varones, y la historia misma de una mujer que resulta ser una bomba sexual en medio de un pueblo atrasado de la Europa mediterránea (y que termina revelando la absoluta barbarie de una sociedad de viejas beatas y hombres rústicos) es una trama que hemos visto literalmente cientos de veces. Si se salva es precisamente por la presencia de Natalia Millán, quien es más que correcta como Moira en su efectiva mezcla de sensualidad enigmática. Por desgracia, la elección del inexpresivo Juan José Ballesta como el joven Tomás es bastante desafortunada, ya que nunca pude superar la sensación de que aquel muchacho era un perfecto imbécil.

La otra historia, aquella en la que un Tomás viejo regresa al pueblo (y a Moira) es, por el contrario, excelente, y acapara por sí sola toda la tensión y el misterio que rodea el delicado halo sobrenatural de la trama. Casi todos los aspectos terroríficos de Regreso a Moira están concentrados aquí, desde las visiones fantasmagóricas de Tomás hasta el miedo que siente al visitar los antiguos espacios de su juventud, especialmente la abandonada casa de su antigua amante, que permanece como un ruinoso cáncer enclavado en el corazón de un pueblo que crece gracias al progreso. El final es, asimismo, lo mejor, y lo único que coloca a este episodio de las Películas para no dormir en el género al cual supuestamente pertenece.

Si toda la cinta hubiese tenido esta contundencia, sin duda tendríamos una valoración mucho más positiva. Sin embargo, este melodrama de Mateo Gil se queda como un producto correcto, pero poco más si lo comparamos con los primeros capítulos de la serie.

miércoles, noviembre 15, 2006

Futuros lobatos del celuloide

Definitivamente hay que pasar por UHM para un vistazo a lo que se nos viene encima en el futuro del cine licantrópico. Como ocurre con toda bolsa de noticias, el resultado es bastante agridulce, mezclando cosas interesantes con los típicos sub-productos e insulsos remakes de antiguos clásicos.
El que vemos en la foto es el primero en ser estrenado: Big Bad Wolf (2006), la historia de un chico que es obligado por sus amigos a montar una fiesta en la solitaria cabaña del bosque a la cual su padrastro se retira de vez en cuando. Por supuesto, dado el título de la película, los chicos son atacados en medio de la noche por un hombre-lobo, de quien el protagonista sospecha que puede ser precisamente el elusivo esposo de su madre. La verdad es que, a pesar de que la película parece tratarse del típico terror adolescente, el licántropo en cuestión está bastante currado (y sospechosamente similar al que veíamos en la versión de Drácula de Francis Ford Coppola). El solo hecho, además, de que hayan decidido prescindir de la tecnología digital para dar vida al monstruo ya es, créanlo, un punto a su favor.
Desde abril, sin embargo, no tenemos noticias de Fresh Meat (200?), la esperada (por mí, al menos) secuela de Dog Soldiers (2002) lo que hace pensar en la posibilidad de que el proyecto haya sido cancelado o postergado indefinidamente (que viene a ser más o menos lo mismo). Lo último que se rumoreaba era que su director, Rob Green, realizador de la película de terror ambienteada en la Segunda Guerra Mundial, El búnker (2001), podría comenzar finalmente el rodaje ahora que el actor Kevin McKidd acaba de terminar de grabar la segunda temporada de la serie Roma.
También viene por ahí la tercera película de la saga de Underworld (2003), que como todos saben se tratará de una precuela y que no contará con la presencia de Kate Beckinsale, protagonista de las dos entregas anteriores. Además, su director Len Wiseman ha advertido que en esta ocasión la película se centrará en el personaje de Lucian (jefe de los licántropos) y no tanto en el clan de vampiros que hicieron de las suyas en el extrapolado y neo-gótico mundo de sus dos antecesoras.
Y finalmente tenemos algo de lo que se ha venido hablando desde hace bastante tiempo: el remake de El hombre-lobo (1941), el cual (si todo sale como lo planeado) debería comenzar a rodarse a principios del 2007. Si bien no es un secreto que no guardo grandes esperanzas para esta nueva versión, sí concedo que la elección de Benicio del Toro para el personaje de Larry Talbot es todo un acierto (el hombre tiene un aire insuperable a Lon Chaney Jr.), y la escogencia como guionista de Andrew Kevin Walker, autor del guión de Seven (1995), augura una que otra sorpresa.

martes, noviembre 14, 2006

Blogger contra Bizácoras. ¿Quién ganará al final?

Mis visitas han bajado considerablemente en estas últimas semanas, y esto no se debe únicamente a mi decreciente calidad de escritura (resultado inevitable de años de autoflagelación y farmacodepencia), sino a una nueva conspiración de la gente de Blogger para acabar con mi salud mental. Lo más curioso de todo es que en esta ocasión no han ido a por mí, sino a por los camaradas de Bizácoras.
Como sin duda se habrán dado cuenta, este blog ha migrado a Blogger Beta hace ya algún tiempo. Pues bien, resulta que tal mudanza ha tenido un efecto colateral bastante hinchapelotas (mejor término que este no hay): eliminarme del directorio de Bizácoras, que según los chicos de Google Analytics, es mi segunda mayor fuente de visitantes.
Al parecer, el lector de Bizácoras no reconoce el feed específico de Blogger Beta, y como de momento no se ha encontrado una solución al respecto, he pensado en dejar constancia de esta jugada. En otras palabras, aquellos que como yo sufran a la plataforma de Blogger y estén pensando en hacer la migración a la versión Beta, tienen una razón de más para pensárselo, antes de que sea demasiado tarde.

domingo, noviembre 12, 2006

Reseña: La culpa (2006)

La culpa (2006), tercera de las Películas para no dormir, era sin duda alguna la más esperada, ya que marcaba el regreso a la dirección de Narciso Ibáñez Serrador, cuya corta filmografía, compuesta por La residencia (1965) y ¿Quién puede matar a un niño? (1976), supone no sólo dos excelentes películas, sino dos de las mejores producciones de terror jamás realizadas en España. Por desgracia, Los más de veinte años en los que Chicho se ha mantenido alejado de las cámaras no parecen haber pasado en balde, ya que su episodio particular resulta el más flojo de toda esta propuesta televisiva.

Participando de la influencia de su propia filmografía, el capítulo de Ibáñez Serrador se sitúa en la España de principios de los setenta, centrándose en Gloria, madre soltera y enfermera sub-empleada que acepta la ayuda de una amiga que le ofrece trabajo y sitio donde vivir en la enorme y antigua casa donde tiene su consulta privada.

No pasa mucho tiempo, sin embargo, antes de que Gloria se de cuenta de que no todo es tan bonito como parece: en primer lugar, los continuos avances sexuales de su amiga le hacen darse cuenta de que su ayuda no es del todo desinteresada, y la famosa consulta privada que tiene lugar en la enorme y vieja casona es, en la práctica, una clínica de abortos clandestina. A eso hay que sumar la inquietante presencia de un desván polvoriento (al que su pequeña hija parece sentirse muy atraída) y una misteriosa puerta en las escaleras que constantemente lucha por abrirse. Todos estos elementos construyen un misterio que, por desgracia, no lleva a ninguna parte, ya que al final, cuando el meollo de la historia es finalmente revelado, descubrimos que todos aquellos detalles que constituían la mayor tensión del relato son en realidad meros adornos que absolutamente nada tienen que ver con el misterio principal.

Esto resulta especialmente doloroso en el caso de personajes y situaciones inquietantes pero que no vienen al cuento, como las constantes llamadas telefónicas que recibe Ana (la benefectora de Gloria) y, sobre todo, las viejas vecinas de aquella enorme casa, elementos completamentre desaprovechados y que parecen estar diseñados únicamente para distraer nuestra atención y pensar que la historia va por otros derroteros. Además, tal como ocurría en La residencia, la súbita llegada de un crimen revela casi por completo el final, ya que deja pocas explicaciones posibles, lo que no impide que aún así el episodio trate de llevarnos por senderos que finalmente no conducen a sitio alguno.

Y aunque en la primera hora de metraje no pasa literalmente nada, el final es sin duda lo más terrible de todo, abrupto, inverosímil y sobre todo con una carga moralista demasiado evidente (aunque no tan sorprendente si se pone atención al título). No cabe duda de que Chicho sabe utilizar muy bien elementos mínimos (los mayores miedos provienen de aquello que no vemos, como una cajita cerrada o una pequeña cuna cubierta con una manta) pero desde el momento en que se hace obvio que dichos recursos no son más que una mera distracción para que no veamos un pobre resultado final, no nos queda más remedio que sufrir por la decepción causada por un episodio del que se esperaba más, pero que mucho más.

viernes, noviembre 10, 2006

Reseña: Three... Extremes (2004)

No hace mucho hablábamos en este blog de Three (2002), una película interesante y muy recomendable para los amantes del terror oriental, y cuyo visionado forma parte de la intensa campaña de alfabetismo que sobre el tema mantiene el señor Yume con este servidor. Pues bien, la película al parecer resultó todo un éxito, ya que dos años después ya estaba estrenada su secuela, una nueva entrega de tres episodios diferentes realizados por otros tantos directores asiáticos. La nueva cinta contó con un presupuesto mucho más holgado, cosa que se nota no sólo en el mayor grado de elaboración de los decorados y la creciente pulcritud técnica, sino también por el lujo que pudo darse al contratar realizadores de mayor renombre. La cinta fue titulada, muy acertadamente, Three... Extremes (2004).

Normalmente, este tipo de productos suele perder gran parte de su empuje con el lanzamiento de una secuela. Esto, por fortuna, no sucede en esta ocasión. Three... Extremes no solamente iguala el listón puesto por su antecesora, sino que en muchos sentidos la supera, ya que en esta oportunidad los tres episodios que la conforman están muy equilibrados en cuanto a su calidad, aunque lo mejor será que, una vez más, vayamos por partes.

El primer episodio, titulado Box, narra la historia de una joven y hermosa escritora que vive aislada del mundo en una pequeña cabaña en medio de la nieve. El proceso de creación de su nuevo libro es interrumpido por una serie de flashbacks que nos muestran cómo esta mujer, siendo niña, trabajó junto a su hermana gemela como contorsionista de circo. Por medio de estos saltos temporales, y la continua aparición de un fantasma, sabemos que la joven guarda un terrible secreto de su pasado, representado bajo la forma de una misteriosa caja que no se atreve a abrir. El episodio está dirigido por el japonés Takashi Miike, quien ya ha pasado en dos ocasiones por los tribunales de esta página. Ahora, Miike es considerado un director de culto, aún cuando no es un creador fácil de encasillar en un estilo. Después de todo, sus dotes como director son tan camaleónicas, que películas como Audition (1999), Ichi the Killer (2001) o Llamada perdida (2004) tienen muy poco en común. Box, además, se distancia aún más de todos esos trabajos, al carecer casi por completo del despliegue estrambótico de violencia que tanto se asocia con el japonés. Su propuesta visual, además, es preciosista y poética, y (cosa rara en él, por cierto) busca asustar más con aquello que no muestra que con lo que vemos. Encima, y para ser coherente con el resto de su filmografía, deja muchos cabos sueltos y situaciones inexplicables, especialmente un giro final que cuestiona todo nuestro acercamiento a la trama. Las interrogantes que se alzan son tantas que se hace necesario que el espectador se involucre con aquello que está viendo y trate de darle una explicación que sólo cobrará cierto sentido al final, y no necesariamente el que uno cree. Se trata de un relato brillante y complejo, pero difícil, por lo que incluirlo de primero en el trío es una jugada no exenta de riesgo (1).

El segundo episodio es muy diferente y es, en mi opinión, el mejor de los tres. Dumplings, dirigido por el chino Fruit Chan, parte de uno de los temas más comunes del género de horror: la vanidad y lo que los seres humanos están dispuestos a hacer para satisfacerla. La historia trata de una mujer casada con un hombre muy rico y que se hado cuenta de que, con los años, ha empezado a perder sus antes deslumbrantes atributos físicos. Temerosa de que su esposo pueda reemplazarla por una amante más joven, la mujer recurre a la ayuda de una "especialista" (una inmensa Bai Ling que acapara por completo la película) para que le prepare unos bollos de pasta rellenos de carne que poseen cualidades casi mágicas de rejuvenecimiento. El problema reside en que el ingrediente secreto de la receta consiste en fetos humanos, por lo que el tratamiento, aparte de caro, acarrea una auténtica tortura moral para esta mujer. El episodio (del cual también existe una versión en formato de largometraje), si bien carece de elementos sobrenaturales que podrían calificarse de "terroríficos", es magistral en su monstruosidad, constituyendo no sólo un magnífico ejemplo de la vanidad, sino un fuerte alegato contra la subyugación de la mujer oriental y las prácticas de control de natalidad de un país como China. El final es, asimismo, devastador, al llevar toda la perversidad del relato a un nivel aún más grotesco, en un genial "más difícil todavía".

No menos grotesco resulta el tercer y último capítulo, Cut. Lo dirige el surcoreano Park Chan-wook, quien se ha convertido hoy día en el director asiático de moda gracias a su trilogía sobre la venganza, especialmente por su obra maestra: Oldboy (2003). La venganza también es el tema de su episodio, sin embargo, esta no es abordada desde una perspectiva tradicional. En esta ocasión se trata de un hombre que decide destruir precisamente a alguien que no le ha hecho nada, un hombre bueno y noble que, para colmo, ha sido bendecido con fama, fortuna y una mujer hermosa. El personaje (un resentido actor de cine en paro) no puede soportar la idea de que exista un tal desequilibro en el universo, por lo que secuestra a su víctima junto a su esposa. Si el secuestrado (que en un probable alarde autobiográfico resulta ser un joven director famoso por sus películas violentas) no comete o confiesa algún pecado terrible, el actor le irá cortando los dedos a su esposa uno a uno. El capítulo es sin duda el más violento, y el hecho de que transcurra casi por completo en un sólo escenario y en tiempo real hacen que tenga un ritmo asfixiante y casi tan opresor como sus imágenes, algunas de las cuales resultan difícil de presenciar. Sin embargo, también es un capítulo que destaca por un toque de humor sarcástico y un sentido de ridículo que lo hacen aún más retorcido. El final es bastante ambiguo (a falta de un mejor término) pero los fans de Park Chan-wook no saldrán defraudados de esta salvajada suya.

En su valoración final, Three... Extremes es excelente, recomendable sin duda alguna. Es verdad que ninguno de sus episodios me deslumbró tanto como Going Home, la pieza con la que cerraba su predecesora, pero los tres capítulos están tan bien equilibrados en cuanto a su calidad y resultan tan contundentes, que la cinta no tiene desperdicio. De entre la montaña de títulos orientales de terror que hay disponibles, este es de los que vale la pena rescatar.



(1) Parece ser que el orden de los episodios varía según la zona geográfica a la que pertenezca el DVD. Por si acaso, este orden es el de la edición en Zona 2. Otra cosa interesante es que esta cinta salió en los Estados Unidos un año antes que su antecesora, que en una inexplicable pirueta de mercadotecnia fue titulada (en su versión americana) Three Extremes 2.

jueves, noviembre 09, 2006

Reseña: Family (2006)

El segundo capítulo de la nueva temporada de Masters of Horror tiene como director a John Landis, quien repite participación con un trabajo muy diferente al del año pasado. Family (2006), sin embargo, sigue llevando el sello de su director en su mezcla de horror y comedia, aunque sin recurrir a la disparatada autoconsciencia de su predecesor. Esta vez, el factor de perversidad está mucho más alto, y Landis utiliza su material para mostrar una sátira de la estructura familiar clásica vista como una muestra de realización personal, tema que impregna practicamente todo el metraje de su episodio.

Lo más interesante de Family es, para mí, el punto de vista escogido para la narración: la historia la vemos del lado del "monstuo", un hombre aparentemente apacible llamado Harold, solterón empedernido que vive en un tranquilo barrio de clase media. Harold sería el prototipo del vecino bonachón e inofensivo de no ser por su secreto: su "familia", compuesta de los esqueletos de la gente que ha ido matando para convertirlas en sus eternos acompañantes. Pero pronto sucede algo que altera su ordenada vida, y es que justo frente a su casa se ha mudado una joven pareja, y Harold ha quedado prendado de su nueva vecina. No pasará mucho tiempo antes de que pretenda sustituir a su vieja "esposa" con el nuevo ejemplar que se ha puesto frente a él.

El subtexto de este episodio hace una referencia a la familia clásica no sólo como un bien moral, sino también como un símbolo de estatus. Ambos lados de la ecuación, (Harold y la joven pareja constituida por David y Celia) hacen girar su vida en torno al grupo familiar. David y Celia buscan tener una familia, mientras que Harold ya la tiene. Sin embargo, la familia de Harold es un producto meramente utilitario, un deleite egocéntrico que debe por fuerza mantener en secreto (no en vano la expresión anglosajona de los "esqueletos en el armario" como símbolo de culpas inconfesables adquiere aquí un significado más que literal). La parentela de Harold es una colección de trofeos, y sin embargo, Landis ha tomado un enfoque interesante al dotarlo de un aire de cotidianidad que quizás otros directores menos arriesgados no habrían hecho. Lo realmente inquietante del personaje no es lo loco que está, sino lo normal que cree ser. Ya que toda la historia está narrada desde su punto de vista, todos sus actos se convierten en algo normal, desde el acosar a una anciana para matarla hasta disolver el cuerpo de un anciano con ácido clorhídrico para dejarlo en los puros huesos.

Al final, Family toma un giro argumental drástico que devuelve la historia al campo del horror puro. Entre sus defectos estaría su lento desarrollo y la sensación de que la historia no da lo suficiente como para llenar 55 minutos de duración. Este nuevo episodio de Landis no alcanza, es cierto, el nivel de disfrute de Deer Woman (2005), pero sí es un capítulo mucho más siniestro, y al menos una evidencia de que esta segunda temporada va mejorando poco a poco. Esperemos que los primeros pesos pesados de Masters of Horror se hagan presentes más temprano que tarde.

miércoles, noviembre 08, 2006

Terror bollywoodiano

Para no perder la costumbre de reseñar una chorrada tras otra, invito a todos a que no dejen de revisar esta espectacular galería de carteles de cine de terror de Bollywood. Lo que no daría por tener algunas de esas piezas en mi salón.

lunes, noviembre 06, 2006

Tres Tristes Trailers 3

Hace ya mucho tiempo que la muerte de la originalidad en Hollywood dejó de ser un comentario cínico para convertirse en una amarga realidad. Al parecer el turno le ha llegado ahora a Black Christmas (1974), uno de los más famosos proto-slashers de la década de los setenta que vuelve a nuestras pantallas a finales de este año. La película, que trata de una fraternidad de chicas universitarias que es acosada en Nochebuena por un maníaco asesino, será dirigida esta vez por Glen Morgan, quien ya tiene en su haber otro remake (este, lo confieso, bastante efectivo): Willard (2003). Yo diría que, ahora que se acercan las fiestas decembrinas, lo mejor que pueden hacer es echarle un vistazo al original, que es bastante bueno. Así todos podremos proceder a la muy probable defenestración que sufra esta nueva muestra de necrofilia cinematográfica.

The Return (2006) marca el regreso de Sarah Michelle Gellar al género del terror, después de su participación en las dos partes de The Grudge (2004). La historia no parece ser nada del otro mundo: una mujer comienza a tener pesadillas acerca del asesinato de una persona a la que jamás ha conocido, y poco a poco esto la lleva al pueblo donde se ha cometido ese crimen, justo a tiempo para que ella sea la próxima víctima. Lo peor de este avance es, sin duda, el hecho de que evidencia una vez más esa absurda estética videoclipera que asume que poner la cámara a temblar es suficiente para causar miedo en el público.

Y por último tenemos un trailer que ya ha estado circulando cierto tiempo por la blogósfera, el del remake de El día de los muertos (2007). Sin negar que la cosa se ve bastante cutre (alguien debió haber pensado que Mena Suvari jamás podría ser militar con esa estatura), mi único y débil rayo de esperanza está en la dirección de Steve Miner, uno de mis ídolos ochenteros que por fin ha logrado asomar la cabeza después de varios productos televisivos. Asimismo, me pica la curiosidad el personaje de Ving Rhames. ¿Recuerdan que en el remake de El amanecer de los muertos (2004), Ving Rhames aseguraba tener un hermano militar? ¿Será posible que estemos en presencia de un guiño cinéfilo?

¿Por qué he puesto tres avances que, evidentemente, no se ven nada atractivos? Pues porque puedo. Que tengan todos un buen día, y como siempre digo: perdonen el post de transición.

viernes, noviembre 03, 2006

Reseña: The Damned Thing (2006)

El esperado estreno de la segunda temporada de Masters of Horror trae consigo buenas y malas noticias: la mala es que The Damned Thing (2006) no es un episodio lo bastante contundente como para dar a la serie el regreso triunfal que se merecía. La buena noticia, sin embargo, es que su director Tobe Hooper y su guionista Richard Christian Matheson (que en esta ocasión adapta un cuento muy corto de Ambrose Bierce) han conseguido ofrecernos un plato mucho más suculento que aquella decepción que cayó sobre nosotros con Dance of the Dead (2005). Si bien todavía falta un buen trecho para que ambos recuperen la buena forma, lo cierto es que con este nuevo episodio se aprecia una amplia mejoría.

Y es que The Damned Thing cuenta precisamente con aquello de lo que su antecesor carecía: una trama perfectamente amoldada al limitado formato de una hora. La historia, cuya adaptación de su origen literario es más que liberal, va de un sheriff tejano llamado Kevin Reddler, lacónico hombre pueblerino cuya cicatriz en la frente y sempiterna cojera esconden un auténtico trauma infantil: haber presenciado, siendo todavía un crío, como su padre cogía su escopeta y mandaba a su madre al otro barrio sin motivo ni explicación alguna. Kevin sólo logró salvar el pellejo porque una misteriosa fuerza informe tomó a su progenitor y lo convirtió, frente a sus ojos, en un amasijo de sangre y tripas. Ahora, casi un cuarto de siglo después, una serie de extrañas muertes y brotes de violencia en el pueblo parecen indicar que aquella "maldita cosa" que acabó con su niñez ha vuelto para terminar el trabajo.

El cuento de Ambrose Bierce, al igual que El color del espacio exterior de Lovecraft, ha sido siempre un ejemplo de la fascinación de cambio-de-siglo con fuerzas malignas e invisibles, a menudo vinculadas con la intromisión tecnológica del hombre. Ciertamente eso está presente en la historia de Tobe Hooper, y teniendo en cuenta que la trama se sitúa en Texas, está bastante claro cual es esa intromisión. Sin embargo, hablar de este capítulo como una metáfora sanguinaria de la codicia capitalista es, en mi opinión, un argumento un tanto dudoso. Lo que sí es cierto es que los primeros veinte minutos de The Damned Thing contienen una violencia y un gore que ponen el listón muy alto a los demás episodios de esta temporada, especialmente una muerte en específico que por lo menos a mí me ha sido muy difícil de ver y soportar. Dicha violencia explícita contrasta con el desarrollo lento y pausado de este capítulo, que se toma su dulce tiempo para darnos a conocer todos los personajes que conforman el mundo del sheriff Kevin, desde su compañero y sus frustrados sueños de dibujante hasta el reportero inquisidor que no le deja olvidar su pasado, sin olvidarnos por supuesto del mayor acierto a nivel de casting: la presencia del adorado Ted Raimi en el improbable papel de un cura que no te pone precisamente a rezar un Padrenuestro tras confesar tus pecados.

El clímax, sin embargo, está bastante logrado, ya que Tobe Hooper transmite eficazmente la desolación de un Apocalipsis situado en un pueblo pequeño. El final, sin embargo, dividirá seguramente a sus fans, ya que si bien resulta efectivo y coherente con el espíritu de Ambrose Bierce, puede resultar bastante abrupto y dejar a más de uno rascándose la cabeza en perplejidad.

Mi conclusión es que este debut de la segunda temporada de una de mis series favoritas no ha logrado complacerme del todo, pero no se puede negar que tiene momentos realmente grandes. En cuanto a Tobe Hooper, es una lástima que tampoco esta vez vaya a situarse entre los mejores exponentes de los "maestros del horror", pero al menos no cabe duda de que lo que nos espera es una temporada que va a por la yugular y no se anda con miramientos.

miércoles, noviembre 01, 2006

Reseña: La matanza de Texas: el origen (2006)

Hay todo un abanico de opciones a la hora de escoger los argumentos de por qué La matanza de Texas: el origen (2006) es uno de los peores estrenos de terror que hemos tenido este año, desde su memez de guión (que no aporta absolutamente nada al universo creado por la original de Tobe Hooper) hasta las evidentes carencias de talento de un director que desconoce por completo las razones por la que esta saga ha funcionado por más de treinta años, por no hablar de la vergonzosa codicia de un productor (Michael Bay, ¿quién más?) que parece dispuesto a ordeñar esta vaca hasta la última gota. Sin embargo, la más apabullante razón para desechar esta película es su desmedida arrogancia al tratar de explicar el origen de algo que no necesitaba ser explicado en primer lugar. La cinta de Jonathan Liebesman (precuela del remake del 2003) resuelve esto con un par de vacías frases que aluden al matrato infantil en la esperanza de parir un "icono del terror" autoconsciente y descarado.

Y lo peor de todo es que, al igual que como ocurría con su anterior película, Darkness Falls (2003), los primeros minutos de Liebesman no están del todo mal: una secuencia sucia e incómoda en la que vemos a una mujer parir en medio de un matadero a un niño deforme. El niño es, obviamente, nuestro amigo Thomas Hewitt, quien más adelante crecerá para convertirse en el gigantón Leatherface. Treinta años después, cuando el cierre del matadero decrete la muerte económica del pueblo y nuestro amigo y su familia se queden sin su principal fuente de ingresos, comienza la matanza propiamente dicha.

Estos primeros minutos, en los que el personaje de R. Lee Ermey (sin duda alguna lo mejor de la película) se "convierte" en el sheriff Hoyt y hace su declaración de intenciones a la familia de nunca más pasar hambre, es el punto más alto de todo el metraje, justo antes de que la cinta se lance en picada al territorio slasher y pase desvergonzadamente por cada uno de los clichés que normalmente se le atribuyen. Sin embargo, en este caso dicha autoconsciencia es aún más patética, ya que al ser esto una precuela (acontecida tres años antes de la versión de Marcus Nispel) se sabe desde el primer fotograma cómo va a terminar. Por ende, cualquier inversión emocional que uno pueda hacer en los personajes víctimas está, de entrada, desperdiciada. La película entonces se transforma en un festival de excesos de diseño, gratuito pero con pasta, concebido y ejecutado como un vulgar geek-show prefabricado para el suscriptor promedio de Fangoria y para todo aquel que básicamente desee casquería completamente banalizada.

Al principio podría pensarse que la original de Tobe Hooper era poco más que eso, pero nada está más lejos de la realidad. Aparte del hecho de que sus excesos eran genuinamente originales allá por 1974, la película original basaba su horror no tanto en la sangre (que tampoco era tanta) sino en el retrato de esa América que la gente se negaba a ver: una de un patio trasero lleno de ignorancia, pobreza y violencia desmedida. Y aún así, nada de lo que había en esa película era gratuito. Esta precuela del remake echa todo eso por la borda. Un ejemplo lo deja más claro que ninguno: la escena en la que la protagonista es atada a una silla y obligada a presenciar la cena de la familia Hewitt, escena que sin duda sabrán todos es una referencia directa a la película original. Pues bien, en la original dicha escena tenía sentido y razón de ser, mientras que aquí no tiene ninguno, sólo se trata en primer lugar de una referencia pop, y en segundo lugar de una muestra de sadismo gratuito por parte de los personajes.

Podría dar muchas razones más de lo repetitiva, predecible e inverosímil que resulta cada una de las secuencias de esta película. ¿Violenta? Ciertamente, pero eso ya no es ningún mérito en un género donde Rob Zombie, Alexandre Aja y Eli Roth se han convertido en nombres conocidos por todos. La matanza de Texas: el origen es totalmente bobalicona, supérflua e inútil. Pasad de ella sin ningún remordimiento.