En el caso de que sea necesaria alguna clase de introducción, tendré que comenzar estas escuetas líneas aclarando que soy de los que piensan que Alejandro Amenábar es un director que está muy lejos de convencerme y cuya obra está muy por debajo de lo que la mayoría de los críticos se empeñan en hacernos creer, pero en lo que se refiere a Los otros (2001) tengo que condecerle más que eso. Sí, es cierto que su primera y (hasta la fecha) única cinta en inglés tiene muy poco de original y mucho de vampirismo cinematográfico (especialmente de aquellas películas inspiradas en La vuelta de tuerca, de Henry James, una de esas novelas a las que el cine parece volver una y otra vez), pero no es menos cierto que de todas sus películas es para mí la más redonda, la mejor acabada y la única que puedo ver sin momentos chirriantes y malos rollos. La discusión de si es o no una película de terror no viene al caso: saldo dicha polémica diciendo que para mí sí lo es, y en mayor medida que muchas de las que ya se han reseñado acá.
Los otros es también uno de los mayores éxitos taquilleros producidos en este país, y si no entusiasmó más al fandom internacional fue quizás debido a su proximidad con El sexto sentido (1999), de M. Night Shyamalan, película que a pesar de haberse estrenado dos años antes todavía estaba (y está) muy fresca en la mente del público hasta el punto de dar cabida a un gran número de estrenos en los que el horror físico se dejaba de lado para volver a los cuentos de fantasmas. Estos son tanto reales como metafóricos, especialmente el gran Fantasma de la Guerra, una presencia que se deja permear a lo largo de la cinta atrapando a los personajes en un eterno presente. El personaje de Nicole Kidman es por eso una especie de Penélope no exenta de un triste patetismo al defender el hogar y los críos no ya de unos pretendientes, sino de una Soledad (con mayúsculas) que la va cercando a ella y a sus dos pequeños, una pareja de niños afectados por una dolencia física que no les permite salir más allá de los muros de su grande y vacío domicilio.
Donde reside probablemente la mayor gloria de Amenábar es en la manera tan eficaz como logra mezclar el discurso de fábula oscura con momentos de genuino pavor muy propio de ese cine que está homenajeando/plagiando: secuencias como la del ático con sus muebles cubiertos de sábanas, la progresivamente siniestra presencia de los criados y la manera como saca a relucir aspectos macabros de nuestra cultura sin llegar nunca a recurrir al exploit (hablo aquí del famoso álbum de muertos) nos indican que el director no deja nunca de estar consciente de que, por mucho que se pretenda crear una historia alrededor de un tema, los objetivos emocionales del género de terror no tienen por qué representar una entrega a la banalidad. Es eso lo que (ante mis ojos al menos) encumbra a esta película sobre otras con similares aspiraciones, como El orfanato (2007) de Bayona, por poner algún ejemplo reciente.
Llegado cierto momento se hace tremendamente obvio cual va a ser el giro final dará la película. A pesar de eso no decepciona, ya que dicha revelación es más que un golpe de efecto: es una consecuencia lógica y coherente con la metáfora que constituye la trama. Los otros ha sido en muchas ocasiones ninguneada incluso por los mayores defensores de Amenábar, quizás por no haber sido rodada en español o por alejarse de ese cine "comprometido" con el que posteriormente se relacionaría a su director. Lo cierto es que ninguna otra de sus cintas me ha dejado como esta. Eso tiene que valer algo.