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martes, febrero 28, 2017

Reseña: What We Become (2015)

Ahora que lo zombi se ha vuelto casi un género propio, es normal que cada año tengamos uno o dos ejemplos que logran causar cierto revuelto, y aunque parezca mentira no todos son parodias. Lo bueno de esto es que a veces se cuela algún que otro trabajo que vale la pena mencionar. Eso es lo que sucede con What We Become (2015), un eficiente relato de muertos vivientes que llega desde Dinamarca y que parece tener claro qué es lo que ha funcionado en este tipo de historias, y aunque no es lo que se dice muy original y no parece hacer grandes esfuerzos por abrir terrenos inexplorados, resultó mucho mejor de lo que esperaba en su momento.

La película tiene lugar en un pequeño pueblo danés de Sorgenfri (que también pone el poco sugerente título de la cinta en su idioma original), un apacible lugar de clase media-alta donde una familia se ve de repente asediada por una epidemia zombi que los recluye en sus casas. Sin embargo, y tal como se evidencia en imágenes como la que adorna estas líneas, su situación empeora cuando el ejército acordona su otrora idílico suburbio y decide contener la infección a como de lugar, y a medida que los muertos vivientes se van multiplicando, pronto queda claro que las fuerzas del orden son otro enemigo a vencer si nuestros protagonistas desean escapar con vida.

Lo más interesante de este argumento es que la subtrama militar evidencia las intenciones de una película que sigue no sólo los pasos de El amanecer de los muertos (1978) sino también de otra famosa cinta de George Romero: The Crazies (1973), en la que el verdadero peligro no son los cadáveres reanimados sino los personeros de un gobierno que no duda en sacrificar a sus ciudadanos con tal de mantener el orden. Este discurso anti-establishment es de hecho algo que está muy resaltado en el argumento, ya que desde el principio la película pinta un retrato nada positivo de esta familia de burgueses acomodados que ilusoriamente han decidido poner toda su confianza en la supuesta bondad de un gobierno protector que no tarda en volverse dictatorial una vez que las cosas se ponen difíciles. Es muy interesante en este sentido la imagen que del padre de la familia como un buenista disoluto que se muestra absolutamente incapaz de proteger a su familia cuando es necesario y cuyas convicciones éticas van poco a poco viniéndose abajo. La cinta en cambio pone todo el enfoque positivo en el personaje de su hijo rebelde, quien parece tener las cosas mucho más claras. 

Este discurso de cuestionamiento de la autoridad, especialmente enmarcado en una sociedad que desde siempre se ha mostrado como el ejemplo de un gobierno bien llevado, es a mi juicio lo más interesante de What We Become, ya que el resto es algo bastante típico que se ha convertido en prácticamente el estándar desde que lo zombi terminó de explotar gracias a series como The Walking Dead. Aquí de hecho vemos los mismos giros argumentales y los mismos elementos de este tipo de ficción, sólo que para variar está bien hecho y por fortuna no llega nunca a convertirse en parodia de sí mismo o en una burda película de acción. Es una película muy eficaz y bien llevada, y si eres de los que gusta del subgénero de muertos vivientes deberías por lo menos darle una oportunidad. 

lunes, febrero 27, 2017

Reseña: No respires (2016)

No respires (2016), thriller de invasión domiciliaria y una de las sorpresas del verano pasado, fue uno de los mayores éxitos que ha tenido el género de terror últimamente, y además con gran mérito porque salió prácticamente de la nada. La vi en el momento de su estreno, pero como tocó en el año que menos he actualizado el blog, ha tenido que esperar hasta hoy para encontrarse con unas breves líneas con mis impresiones. Lo que sí quiero dejar claro antes que nada es que consiguió algo muy difícil: realizar un largometraje que en el fondo no es más que un orgulloso y autoconsciente trabajo de explotación y colarlo en salas comerciales. El mérito en este sentido es todo de los uruguayos Fede Álvarez y Rodo Sayagues, director y guionista respectivamente, que vuelven a acertar tras el sorprendentemente eficaz remake de Evil Dead (2013), produciendo esta vez una película muy superior en casi todos los aspectos.

Con ella comparte su actriz protagonista, Jane Levy, quien junto con su banda de rateros de medio pelo decide robar una fuerte suma de dinero que esconde en su casa un ex-militar ciego que habita en un depauperado barrio de Detroit. Lo que en principio parece ser un trabajo sumamente fácil que le permitirá escapar de su muy desagradable situación familiar, pronto resulta algo más complicado cuando el ciego, lejos de ser una víctima, termina siendo un tipo muy peligroso con un montón de recursos, con lo que los invasores muy pronto se encuentran luchando por sus vidas. En este sentido la película hace una ingeniosa reinvención del clásico esquema de invasiones domésticas al hacer de los intrusos las víctimas, delincuentes que, como aquel protagonista de la también muy recomendable The Collector (2009), tienen la mala suerte de llevar a cabo su crimen mientras una auténtica historia de horror estaba teniendo lugar tras los muros de la casa.

Aparte de esto, la película me recordó mucho a otra pequeña joya de este subgénero, La habitación del pánico (2002), a la que se asemeja tanto en algunos elementos argumentales como de estilo. Son demasiadas semejanzas para creer en la casualidad; estoy seguro de que Álvarez y Sayagues tenían la cinta de David Fincher en mente a la hora de embarcarse en este proyecto, aunque no puedo demostrarlo. Como Fincher, Álvarez tiene grandes aciertos como ese plano secuencia en el que te muestra toda la casa o, ya de entrada, la ambientación en Detroit, esa ciudad en ruinas ya retratada en It Follows (2014), lo que sumada al argumento habla tanto del fracaso del sueño americano como de la debacle moral de los Estados Unidos. Otro gran acierto es el haber puesto a Stephen Lang como el villano, quien por sí solo eleva la película varios enteros al convertir al ciego en una figura temible, tanto que como público ni siquiera nos damos cuenta de lo arbitrario que resulta el alcance de sus sentidos; a veces el villano parece tener un oído y olfato sobrehumano, y a veces no, dependiendo de las necesidades de la escena.

Esto último en realidad podria ser lo más significativo de No respires; está tan bien hecha y su suspense está tan bien llevado a cabo que logra distraerte de lo disparatada que es en ocasiones y del hecho innegable de que estos ladronzuelos son en general bastante tontos y moralmente muy cuestionables. De hecho, ya cerca del clímax (en lo que se ha convertido en uno de los aspectos más comentados) la película se ve obligada a manipular emocionalmente al público convirtiendo al ciego en un auténtico monstruo digno de los más oscuros y depravados psicópatas del cine. Este subidón del registro de terror es, por otro lado, la única manera en que los espectadores podemos llegar a sentir algo de simpatía hacia los ladrones y lo que desde el principio parecía una fechoría sumamente cruel por su parte. Pero es precisamente este tramo final donde la película alcanza sus mejores momentos y se convierte en algo trepidante, sucio y horrible, en otras palabras una maravilla que me hizo perdonarle todo. Muy recomendable, sin duda alguna.

sábado, febrero 25, 2017

Reseña: The Hallow (2015)

Si, como yo, os habéis acercado a The Hallow (2015) atraidos por su premisa de película de terror acerca de las criaturas de la mitología irlandesa, quizás salgáis un poco decepcionados. Lo cierto es que se trata de una cinta mucho más convencional que parte de un esquema mucho más básico que ya hemos visto cientos de veces: una familia aislada en una cabaña en medio del bosque que de repente se ve acosada por una horda de monstruos ansiosos por poner las manos sobre aquellos que han invadido su territorio. El tema de las leyendas de Irlanda es sólo un pretexto, hay muy poco de auténtica exposición y muy probablemente se me ocurran decenas de ejemplos que han ahondado en el tema de criaturas mágicas de forma más interesante, siendo Pumpkinhead (1988) la primera que se me viene a la cabeza. 

Pero todo esto no debe descorazonarnos ni hacernos tirar la toalla, porque la verdad es que estamos ante una película de terror muy bien hecha que mejora con un segundo visionado, y su superficialidad queda parcialmente compensada con un enfoque muy preciso y una sincera intención de huir de varios de los clichés de estas historias de estado de sitio. Hay una suerte de mensaje ecologista y de dominación cultural que asoma la cabeza por momentos, pero en su mayor parte esta es una película de monstruos que conoce su público y le da lo que pide prácticamente desde el principio, ya que (milagrosamente) la trama se establece rápido y el ataque de las criaturas a la cabaña donde se refugia esta pareja de citadinos y su bebé se produce en la primera media hora. El resto del metraje es una larga noche donde hacen frente al ejército de hadas, dríades y criaturas nocturnas representadas no de la forma tradicional sino como espíritus malévolos y sobre todo incansables. 

Una cosa que me pareció especialmente satisfactoria y que seguro muchos de vosotros sabréis apreciar es la carencia de efectos especiales digitales; en The Hallow todos los monstruos están principalmente hechos a base de disfraces y efectos prácticos, lo cual no sólo les da una presencia física importante sino que también obliga a los responsables de la película a no abusar con la muestra de sus criaturas en pantalla, jugando en cambio a mantenerlos en las sombras y sólo haciéndolos evidentes cuando es realmente necesario. Esto la hizo subir muchos enteros para mí y me hizo sentir que estaba ante una cinta que realmente intentaba meter miedo y llevar efectivamente su premisa hasta el final. Además, al tener pocos personajes la película carece por completo de escenas y personajes de relleno y se hace angustiosa por momentos, como por ejemplo con todo lo que tiene que ver con el bebé, cuya situación de peligro te mantiene en tensión hasta el final.

No le faltan detalles mejorables, por supuesto: hacia el final se vuelve un tanto predecible, con un innecesario guiño efectista ya en su último plano. Aparte, el desaprovechamiento de su tema mitológico es lamentable porque no se le da ninguna importancia a lo que en principio parecía algo atractivo: por el contrario pareciera que por momentos intentase asomar una explicación "científica" al fenómeno de las hadas y otras criaturas del bosque, como si el tema de la magia en sí no fuese algo lo bastante atrayente. Pero a pesar de todo, me ha gustado mucho, y aunque dudo que vayamos a recordarla de aquí a unos años, me parece que cumple a cabalidad su cometido.

viernes, febrero 24, 2017

Reseña: As Above, So Below (2014)

Estrenada en España con el poco agraciado título Así en la Tierra como en el Infierno, As Above, So Below (2014) es una película de metraje hallado y por lo tanto, en teoría al menos, partía de una mala base conmigo. Sin embargo, hay que reconocer que la idea de ambientar una película de terror en las catacumbas de París es de entrada muy atractiva y que esta cinta gana puntos por usar (en parte) locaciones reales y por emplear de forma efectiva los elementos del found footage. Esto último no debería resultar una sorpresa tratándose del director John Erick Dowdle, quien ya se había pulido en este formato gracias a películas anteriores como The Poughkeepsie Tapes (2007) y Quarantine (2008). Dowdle también es el director de Devil (2010), una película que me gustó por lo visto sólo a mi, a juzgar por los comentarios que he leído al respecto.

Lo interesante es que si bien se trata de una película de terror, el argumento participa más del género fantástico, ya que aquí no hay monstruos ni maldiciones sino una trama que tiene más que ver con la alquimia, la magia y el esoterismo, con lo que en muchos aspectos se asemeja más bien a una cinta de aventuras con un tono más oscuro de lo habitual. También hace un fuerte hincapié en el empleo de situaciones imposibles, trucos de cámara y efectos especiales destinados a desorientar al espectador y añadir un componente de irrealidad a lo que estamos viendo, por lo que el formato de metraje hallado no se emplea, como en la mayoría de los casos, para dar una sensación de realismo sino únicamente como una perspectiva subjetiva dedicada única y exclusivamente a meter al espectador en la historia. Honestamente pienso que habría ganado mucho de haber usado un formato en tercera persona de toda la vida, pero no es la única cinta que hace esto: ya lo habíamos visto en películas como Grave Encounters (2011) o la más reciente Blair Witch (2016). 

Pero a pesar de que sus formas y recursos a la hora de intentar crear una atmósfera de miedo no sean los más originales (esto quizás debido al agotamiento de este subgénero de metraje hallado) es al menos una película interesante que toca algunos temas que en lo particular me atraen mucho, y sé que a mucha gente también. La idea de la magia y lo fantástico como algo escondido en el subsuelo de las ciudades es una idea realmente buena y, de nuevo, el hecho de usar las catacumbas de París como escenario le da una capa de realismo que quizás no habría tenido de haber empleado una localidad más exótica. En este sentido es digna de aplausos, aunque a la hora de la verdad muchos de sus giros narrativos estén muy vistos y, en general, sea quizás demasiado "ligera" como película de terror, sobre todo comparada con las cintas arriba citadas o con otros ejemplos de terror subterráneo como The Descent (2005), con la que surgirán las inevitables comparaciones durante los primeros minutos. 

Debo reconocer que los primeros minutos no pintaban nada bien y todo el inicio antes de entrar a las catacumbas me pareció bastante aburrido, pero una vez que coge impulso y se mete de lleno en la exploración de las catacumbas la película gana mucho en atmósfera e interés, al menos lo suficiente como para poder perdonarle sus fallos. En general me ha gustado y teniendo en cuenta lo denso del tema que toca me parece una decisión valiente el que se hayan atrevido a hacer de ella una historia de aventuras que raramente se suele abordar hoy en día de una manera seria. Sigo creyendo que podría perfectamente no haber sido de metraje hallado y el resultado habría sido mejor, pero también es cierto que dicho formato se usa hoy por hoy en gran medida como coartada a la hora de justficar medios más limitados y una estética menos trabajada que la que suele mostrar una película más convencional. Ha valido la pena. 

jueves, febrero 23, 2017

Reseña: La mujer de negro 2 (2014)

Con La mujer de negro 2: el ángel de la muerte (2014), la Hammer realiza su primera secuela en más de cuatro décadas, y también retoma una de sus más fervientes tradiciones: tomar una exitosa saga de terror y arruinarla a base de continuaciones banales y poco agraciadas. Algo de eso ocurre aquí, puesto que la primera entrega de La mujer de negro (2012), si bien no era ninguna joya a la altura de las más famosas producciones de la productora británica, al menos era eficiente como película de terror y tomaba algunos riesgos poco  habituales en este tipo de trabajos. En esta secuela menor de un par de años después hay muy poco de eso, y de hecho la mayoría de sus aciertos son cosas que ya estaban tanto en la primera parte como en el telefilme británico de 1989 en el que se basa. 

El único acierto de esta secuela, y algo que en papel al menos auguraba cosas buenas, ha sido desvincularla por completo de la primera entrega y situar la historia varias décadas después, en medio de la Segunda Guerra Mundial, cuando dos maestras de escuela toman un grupo de niños y los llevan a una casa en medio del campo inglés para escapar de los bombarderos alemanes que están dejando Londres en ruinas. Por supuesto, la casa en cuestión no es otra que la mansión en medio del pantano habitada por el rencoroso espíritu de la Mujer de Negro, que inmediatamente se prendará de uno de los niños y tendrá que ser detenida por la más joven de las dos maestras, protagonista absoluta de la historia. De entrada la idea de poner la trama en medio de una guerra funciona porque da al escenario en el que se desarrolla una suerte de otredad, de lugar en medio de la nada y rodeado de peligros, además de que justifica en cierta medida la presencia de los niños en lo que es básicamente una ruina. Es este escenario, además, lo único realmente atractivo de la película porque tanto la casa como el paisaje que la rodea es de auténtica película de terror, así que en ese sentido está bien.

Lástima que estos aciertos visuales son, en gran medida, reciclados de la primera parte, la cual aprovechaba mucho más su atmósfera por el hecho de tener en la mayor parte de su duración un único personaje. Aquí resulta muy superficial y sobre todo muy visto, no sólo en sus antecesoras sino también en la televisión; quiso la mala suerte que el estreno de La mujer de negro 2 ocurriese después de series como Penny Dreadful (con la que comparte una de sus actrices, Helen McCrory, y que definitivamente es superior en su tratamiento de ese gótico británico del que esta película hace alarde. Es una lástima porque en todo lo demás resulta muy convencional: largas escenas de un personaje explorando la oscuridad con una lámpara, una protagonista asolada por un trauma que (obviamente) guardará muchas similitudes con el conflicto principal, la típica historia del niño raro en peligro y un larguísimo etcétera de topicazos que hacen de este un trabajo sumamente olvidable.

Tampoco es que hubiese muchas esperanzas aquí: después de todo, La mujer de negro terminaba con un final que daba escaso pie a una continuación, y aunque la idea de la que parte es atractiva al centrarse en un grupo de personas completamente distinto que tiene la desgracia de visitar la misma casa, el resultado final es un total desaprovechamiento de sus posibilidades y resulta por el contrario una secuela más del montón que, por supuesto, fue estrenada en enero con escasas probabilidades de éxito, encima en una época en la que, salvo por su ambientación de época, este tipo de historias abundan. Como hemos dicho otras veces, esto es terror de usar y tirar. 

miércoles, febrero 22, 2017

Reseña: Split (2016)

Tras haber pasado ya demasiado tiempo en la lista negra de gran parte de la critica mainstream, y luego de un interesante pero definitivamente tímido regreso con La visita (2015), M. Night Shyamalan pone todas las cartas sobre la mesa con Split (2016), con la que no sólo se ha marcado un impresionante regreso sino que ha conseguido la que en mi opinión es una de sus mejores películas, sin duda alguna la mejor en más de una década. También es uno de sus trabajos más pequeños: bajo presupuesto, pocos personajes y escenarios, elementos que muy han sabido ser muy bien explotados por el omnipresente productor Jason Blum, quien una vez se ha aliado con M. Night en una interesante propuesta que construye el suspense principalmente a base de diálogos y actuaciones, y lográndolo de forma envidiable.

Es poco lo que se puede decir sobre la trama porque es muy básica: un trío de chicas adolescentes son secuestradas a plena luz del día y llevadas al sótano de un misterioso hombre que las ha recluido con un fin que de entrada no les es revelado pero que tampoco augura nada bueno. El hombre en cuestión sufre además de una enfermedad mental conocida como trastorno de identidad disociativo, que hace que en su cuerpo convivan veintrés personalidades distintas, cada una con su propia historia y características, por lo que las chicas deberán buscar la manera de lidiar con todos estos "individuos" si desean escapar con vida. Todo esto está narrado con el acostumbrado tono oscuro y tenso del cine de Shyamalan, y la película engancha desde el primer momento y crea un genuino interés por saber qué es lo que ocurrirá después a medida que la situación se vuelve más desesperada y las posibilidades de supervivencia de las chicas se ven reducidas.

Por supuesto, si tal como ponía arriba esta es una película que se sostiene mediante diálogos, está claro que las actuaciones tienen que ser su principal fuerte, y es así; tal como ha mencionado todo el mundo ya, James McAvoy en el rol del secuestrador "Kevin" está absolutamente enorme, demostrando una vez más ser un actor que domina una gran cantidad de registros por mucho que su reciente omnipresencia en el cine comercial haga poco por lucir su talento. No es el caso aquí: McAvoy consigue dominar las seis o siete personalidades que muestra en la película con una sutileza que pone los pelos de punta. Esto no es raro porque Shyamalan suele sacar trabajos muy buenos de sus actores incluso cuando estos no son tan conocidos por sus dotes histriónicas (no es el caso aquí, pero es importante señalarlo). Otra que está espectacular es la chica protagonista, Ana Taylor-Joy, a quien ya conocíamos de La bruja (2015) y que, aunque tiene una considerablemente menor cantidad de diálogos, tiene un arco argumental muy interesante que se va desenvolviendo a lo largo de la película y que hace de ella una heroina bastante poco común. En general todo el aspecto del secuestro está muy bien llevado a cabo y huye de prácticamente todos los clichés que se podrían esperar de un trabajo así. Si esta película se hubiese hecho hace diez años en plena efervescencia del cine de torturas, el resultado habría sido mucho menos interesante.

Es una lástima quizás que estos dos personajes, la chica protagonista y el secuestrador, sean los únicos que están realmente desarrollados ya que Shyamalan no parece haber mostrado ningún interés en los demás más que como apoyos para la trama principal. También imagino que esta película se granjeará comentarios negativos por la si se quiere amarillista manera que tiene de retratar la enfermedad mental y sus características, pero honestamente creo que juzgarla en ese sentido sería un error: la intención de Split no es en ningún momento erigirse como una representación seria de un trastorno psicológico real, sino que pertenece a un universo de ficción cien por cien fantástico, como sin duda alguna queda claro por su tramo final. No lo voy a revelar aquí porque vale la pena verlo de primera mano, pero digamos simplemente que esta película transcurre en un mundo con unas reglas distintas a las nuestras y que termina siendo partícipe de esa ruptura con la realidad que el cine de M. Night nos ha mostrado tantas veces: ya sea con fantasmas, alienígenas o superhéroes, este es un mundo en el que hay cosas más allá de lo que podemos ver o conocer, y eso me ha convencido.

Definitivamente muy recomendable, de las mejores de su director con diferencia. Aquellos que han venido siguiendo su obra desde el principio la disfrutarán mucho porque en muchos sentidos es un regreso de M. Night a aquellos trabajos de sus inicios que le hicieron ganarse nuestro corazón. Pero como bien han dicho por ahí, Split debería funcionar al menos como una prueba de que en realidad nunca se fue, por mucho que fracasos comerciales y ocasionales trampas del ego hayan podido dar señas equívocas de lo contrario. Me ha encantado. Quiero más.

martes, febrero 21, 2017

Reseña: Desde la oscuridad (2014)

Producción hispano-colombiana rodada en inglés, con una muy típica historia de fantasmas que involucra niños, un crimen del pasado sin resolver, y un terrible secreto por parte de un personaje cuyas consecuencias caen sobre sus descendientes, además de una típica estructura de la familia en peligro. Estos topicazos son los que llenan de lado a lado una película como Desde la oscuridad (2014), cuya única diferencia radica en su sonrojante ambientación en una exótica Colombia de postal turística que ya ha sido criticada por muchos, pero que honestamente me parece menos insultante que el montón de clichés que muestra su argumento.

Como mencionaba arriba, Desde la oscuridad abre con una pareja-joven-con-niño que viaja a la Colombia profunda para tomar el control de una fábrica fundada por el padre de uno de los personajes. De entrada la manera como representa todo un país en la forma de un pueblito idílico de casitas coloridas ubicado al lado de una selva es casi una broma, pero pronto observamos como público que el sitio no es tan idílico como pinta, puesto que la propiedad parece estar acosada por los fantasmas vengativos de unos niños con muy malas intenciones. 

No hay que ser muy espabilado para ver qué pasa aquí, y todo aquel que haya visto algunas películas de este tipo adivinará de qué trata prácticamente desde el principio, y entenderá que la aparente prosperidad de la familia se asienta sobre un terrible secreto de explotación y miseria que se ha cebado con los habitantes del pequeño pueblo y que, por supuesto, no parará hasta que la ofensa sea vengada. Únicamente la ambientación en la selva colombiana cambia el registro, ya que todo lo demás es exactamente igual, desde la pareja joven hasta la madre coraje que defiende a su niña y que sólo así logra empatizar con la misión vengativa de los fantasmas. Para ser honestos, también es cierto que la cinta no hace grandes esfuerzos por ocultar nada de esto, así que supongo que es muy consciente de su general medianía.

Y ese es precisamente el problema: no hay nada aquí que no hayamos visto antes y mejor hecho, pero la película tampoco es tan mala como para resultar memorable por los motivos equivocados. Su desarrollo es muy sencillo, su ambientación ni siquiera es interesante y su supuesto mensaje social es demasiado obvio e ingenuo para tocar cualquier fibra. Si queréis ver algo en este estilo pero mucho mejor llevado a cabo, una gran recomendación es la muy superior El espinazo del diablo (2000), de Guillermo del Toro, esta incluso contada desde una perspectiva infantil que, honestamente, le habría venido mucho mejor a la cinta de la que hablamos hoy.

lunes, febrero 20, 2017

Reseña: The Wailing (2016)

Un policía de una pequeña comunidad rural surcoreana investiga una serie de asesinatos inusuales por su carácter aparentemente arbitrario y por su tremenda violencia. Al principio se sospecha que estos crímenes pueden estar ligados a una rara enfermedad que se va apoderando del pueblo, pero pronto empieza a asomar la posibilidad de que tengan un origen sobrenatural, y nuestro policía protagonista debe darse prisa una vez que el terrible mal comienza a atacar a su pequeña hija. Hasta aquí la trama de The Wailing (2016), nuevo gran éxito del horror surcoreano, parece algo convencional, y de hecho varios de sus elementos recuerdan a otros éxitos del pasado en el cine de género de su país (tales como su estructura de thriller policial con un protagonista moralmente ambiguo). Nada más lejos de la realidad: su director Na Hong Jin ya era un nombre establecido para el momento de este rodaje, y su película de poco tiene que ver con el lado más comercial del cine de terror asiático que estamos acostumbrados a ver.

Digo todo esto porque The Wailing es una película que me vino recomendada por todos lados. Apareció en varias de las listas con lo mejor del 2016, y prácticamente todo el que la ha visto se ha deshecho en alabanzas hacia un trabajo que, lo confieso, ha puesto a prueba mi paciencia en más de una forma. El resumen que he hecho arriba en el párrafo anterior definitivamente no le hace justicia porque a medida que la trama se va adentrado en lo sobrenatural cobra una nueva dimensión que introduce muchos elementos nuevos, la mayoría girando en torno a un misterioso hombre japonés que vive cerca del pueblo y a quien Na Hong Jin convierte en la excusa perfecta para meter varias referencias a la tradición sobrenatural de la cultura budista/oriental. Todo esto hace de la cinta un trabajo muy interesante a nivel cultural y atractiva para aquellos que busquen un trabajo distinto alejado del tratamiento que el cine más convencional por lo general le da a este tipo de temas. 

Sin embargo, lo que me refería en cuanto a paciencia tiene que ver con la propia estructura de la película: en un esfuerzo por adentrarse en la evolución del protagonista (inepto, fallido y moralmente cuestionable como lo son la mayoría de los "héroes" de estos policiales surcoreanos) y en los elementos sobrenaturales de su trama, la cinta se hace excesivamente larga y reiterativa. Con 2 horas y 36 minutos, es una de las cintas de terror más largas que he visto en toda mi vida, y su duración se siente porque en ocasiones me pareció interminable y es sólo al final cuando sus elementos sobrenaturales realmente se desatan en un clímax que, eso sí, es muy bueno y será lo que al final todo el mundo recuerde. Es una lástima que para llegar allí haya tenido que pasar por todos aquellos silencios, planos del bosque y minutos de duración de algo que perfectamente habría podido durar menos.

De manera que no salí lo que se dice demasiado impresionado con The Wailing, aunque en este caso es probable que las muy altas expectativas que tenía hayan afectado mi experiencia. Lo digo porque casi todas las reseñas que había leído hasta la fecha la ponían prácticamente como la nueva Ring (1998) y al final ha resultado ser otra cosa. Sé que parece que estoy contradiciéndome porque hace poco dije que estaba más interesado en ese cine de terror lento, aburrido y atmosférico del que esta película parece formar parte, pero este caso en particular me pareció demasiado extremo y lejano para mí gusto, aunque ciertamente interesante de ver.