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domingo, noviembre 30, 2014

Ya son casi 600...

Pensábamos que este día nunca iba a llegar, sobre todo con el ritmo de actualizaciones que hemos tenido en los últimos meses, pero todo eso está a punto de cambiar porque Horas de oscuridad se acerca a las 600 reseñas, y una vez más lo celebramos preguntando a los lectores que nos quedan cuáles son las cintas que compondrán la tríada de reseñas especiales (598, 599 y 600) que publicaremos aquí. Pueden dejar sus sugerencias tanto en los comentarios de esta entrada como en nuestra página de Facebook. Y recuerden que tienen una lista de todas las películas que hemos reseñado aquí, que ya el número de entradas es lo bastante grande como para que alguna se nos haya olvidado. 

Los espero.

sábado, noviembre 29, 2014

Reseña: Stage Fright (2014)

A pesar de manejar un buen concepto y de tener innegables aciertos, tengo que reconocer que Stage Fright (2014) me supo a poco y en mi opinión no consiguió hacer justicia a las expectativas que se generaron debido a su premisa. Es verdad que la idea de un musical de horror no es nueva, pero los referentes de un ejemplo reciente como Repo! The Genetic Opera (2008) quizás nos queden demasiado lejos, mientras que esta película de la que hablamos hoy parte de una base temática con la que todos los que lean esto seguramente estarán muy familiarizados ya que la cinta aborda el género slasher siguiendo un patrón evidentemente tomado de clásicos como Scream (1996) y, sobre todo, Sleepaway Camp (1983), con la que tiene obvios e intencionales parecidos.

De hecho el argumento es muy similar al de varios de los ejemplos de slashers de principios de los ochenta, con un crimen del pasado y el resurgimiento de los crímenes por parte de un asesino enmascarado que comienza a cargarse a los integrantes del elenco y equipo de un musical maldito que está siendo escenificado de nuevo por un grupo de chicos en un campamento de teatro. Esto último me parece de lejos el punto más destacable de la película, ya que la inclusión de este campamento no sólo funciona como una parodia de series como Glee sino que también otorga una mirada muy graciosa a la obsesión de los theater geeks y su vulnerable mundo. Es ahí de donde la película saca algunos de sus mejores momentos cómicos a pesar de que en el apartado del terror le falta todavía.

Aquí probablemente sea donde no me ha convencido mucho; Stage Fright intenta jugar en su indefinición de forma un tanto torpe, y nunca termina por decantarse del todo como una comedia o como una película slasher de toda la vida. Encima el misterio acerca de la identidad del asesino está muy claro prácticamente desde el principio no sólo porque sean pocos los personajes que encajan con su perfil sino también porque la propia película lo evidencia si uno conoce cuáles son los referentes que maneja de décadas pasadas. Pero la que quizás sea la mayor de sus carencias es que la película, después de todo, es poco musical; los números musicales no son tantos como cabría esperar a pesar de lo que se muestra en el trailer, con lo que en todo momento se siente que sus responsables no han querido dar a la cinta el toque radical que necesitaba.

Con todo y eso, es una historia entretenida que tiene algunos aciertos innegables y un muy buen elenco. Hubiese deseado sólo que se decantara más hacia el horror o hacia la comedia y que se hubiera decidido a incluir un mayor número de canciones que justificasen su condición de musical de horror. De hecho, algo que comentaba la gente al salir de ella es que la reinterpretación de dichas canciones en clave heavy metal durante los créditos finales resultaron ser mejores que las versiones que se escuchaban durante la película. Eso sí, de lo que sí me han quedado ganas es de ver una adaptación kabuki de El fantasma de la ópera como la que se ve aquí. 

jueves, noviembre 20, 2014

Reseña: What We Do in the Shadows (2014)

Tras haber arrasado en festivales, What We Do in the Shadows (2014) fácilmente se perfila, al menos para el que escribe, como una de las principales candidatas para lo mejor de este año y además como una de las mejores comedias de horror de los últimos tiempos. No es fácil que diga esto teniendo en cuenta que esta producción neozelandesa de los mismos de Flight of the Conchords emplea para su propuesta el formato de falso documental tan de moda hoy en día y hacia el cual tiendo a guardar cierto escepticismo, pero este no es para nada el caso: estamos por el contrario ante una película que sabe aprovechar muy bien sus recursos y que además hace alarde de un conocimiento del género que parodia realmente envidiable, y todo siendo al mismo tiempo bastante respetuosa con el material.

Aquí en este blog ya hemos hablado de ella en ocasiones pasadas, pero aquellos despistados deben saber que la premisa de la película trata de un equipo de cineastas que elaboran un documental siguiendo el día a día de Viago, Vladislav, Deacon y Petyr, cuatro vampiros que comparten una casa en Wellington, Nueva Zelanda. Cuatro tipos de vampiros muy distintos entre sí, de personalidades (y edades) muy variadas que además responden a cuatro arquetipos cinematográficos que hemos visto en varias ocasiones. Decir más es redundante a estas alturas porque la película pronto se encarga de pasearnos por la cotidianidad de sus personajes y su vida en la ciudad, aparte de las típicas situaciones a las que un ser de la noche debe enfrentarse como la necesidad de ser invitado para entrar en los sitios, procurarse víctimas con regularidad, el enfrentamiento con otros monstruos y las dificultades que inevitablemente surgen cuando un hecho fortuito resulta en la creación de un nuevo compañero que les enseñará a vivir la vida moderna.

La muy certera parodia que la película hace de los lugares comunes y convenciones del género de vampiros (al que desmenuza por completo) puede causar el rechazo de aquellos que busquen una película de terror, pero en el apartado de comedia es una obra muy inteligente que destaca no sólo por su guión sino por el trabajo que hacen todos sus protagonistas, motivo por el cual es recomendable verla en versión original. Cuando llega el final te das cuenta de que esa hora y media se te ha pasado volando y en ella has desarrollado un cariño enorme hacia estos entrañables seres de colmillos largos que te han mantenido con la mirada fija en una cinta que domina su material cómico a la perfección y que consigue disfrazar su aspecto de documental de forma muy eficiente, hasta el punto de que no pocas veces olvidé por completo que estaba viendo un trabajo con este formato.

Y es que allí está precisamente la principal fortaleza de What We Do in the Shadows, en el dominio absoluto de los códigos reconocibles del cine de vampiros y en la forma en que estos se presentan en pantalla para ser puestos en evidencia, y no sólo en su vertiente clásica de seres elegantes de capa y mirada siniestra sino también en su vertiente monstruosa, en su faceta de rebelde modernidad, en su faceta medieval e incluso en su vertiente romántica actual. Una gran película, sin duda, y en cuanto a comedias de terror de los últimos años no puedo pensar de momento en nada más recomendable que esto.

domingo, noviembre 16, 2014

Reseña: The Babadook (2014)

The Babadook (2014), la nueva sensación del cine de terror australiano, es una película que se puede ver de varias formas; la primera, quizás la más superficial, es verla como una historia de terror sobrenatural lanzada muy probablemente con la idea de seguir la estela marcada por el éxito de Insidious (2011), con la que tiene muchas semejanzas en cuanto a su estilo y su recreación del miedo con estética infantil. La segunda, la más interesante, es el equilibrio perfecto que consigue al tomar esos mismos elementos y trasladarlos al mundo adulto mediante una premisa que hemos visto muchas veces pero que en pocas ocasiones se ha llevado a cabo de forma tan efectiva.

Digo muchas veces porque la historia en sí es algo que hemos visto en más de una ocasión incluso en esta casa, que no es sino la representación de ese arquetipo cultural conocido como el "hombre del saco", una entidad terrorífica que no es tanto un personaje como una idea, y que la mayoría de las veces debe su existencia precisamente al hecho de que los personajes creen en él. Es eso más o menos lo que ocurre en esta película cuando una madre lee a su hijo un misterioso y tenebroso libro infantil e implanta en él (y en ella misma) la idea del monstruo que da título a la película, una criatura con abrigo negro, sombrero de copa y afilados dientes que comienza primero a poblar sus pesadillas para luego cobrar poco a poco una mayor presencia física a medida que su existencia se hace innegable. 

Con esta idea la película perfectamente podría haber tomado un camino mucho más convencional y explícito al que finalmente ha tomado, pero no es así. Parte del interés que reside en la historia es la forma en que la amenaza del monstruo no es lo único contra lo que la protagonista debe luchar, ya que sus noches de terror se intercalan con días desesperados al intentar lidiar con una severa depresión tras la muerte del marido, la inestabilidad laboral y los constantes cuidados que requiere un niño con serios problemas de comportamiento. Este punto, que normalmente es el lado débil de este tipo de cintas de terror con niños, aquí por el contrario es una de sus mayores fortalezas, y es precisamente lo que consigue trasladar la historia al terreno del que sin duda es uno de los mayores miedos del adulto: el fracaso absoluto ante una paternidad que te supera y la frustración que ello produce. Esta última idea es además la que otorga cierto carácter ambiguo a una película en la que el "Babadook" es real y a la vez irreal, tiene presencia corpórea pero es producto de la situación personal de una protagonista que en el fondo lo ha creado.

Esto último me parece clave porque una de las principales quejas que he escuchado acerca de The Babadook es que el origen del monstruo no es algo en lo que se indague mucho, cosa que no es para nada cierta. No voy a soltar detalles del argumento, por supuesto, pero a mi juicio la película deja bastante claro de dónde viene realmente la criatura al lanzar pistas muy obvias acerca de la pasada ocupación de la protagonista y del hecho importantísimo de que el libro está incompleto, dejando entrever el carácter indefinido de la amenaza. Por si fuera poco todas estas ideas están sustentadas además con una ambientación envidiable y una estética que está a medias entre la oscuridad infantil y el terror más clásico (de nuevo aquí las inevitables comparaciones con Insidious), unas actuaciones muy buenas por parte de un elenco muy pequeño, y en general una de las más interesantes películas de terror que hemos podido ver este año. 

domingo, noviembre 09, 2014

Reseña: Abierto hasta el amanecer 2 (1999)

Ligera decepción, debo decir, ya que me esperaba que la presencia de Robert Patrick como actor elevara un poco el resultado. Lo hace en cierta forma, pero no lo suficiente para alzar Abierto hasta el amanecer 2 (1999) hasta un nivel medianamente destacable. Lo digo además con bastante sinceridad ya que por todos es bien sabido que la primera parte dirigida por Robert Rodríguez tampoco está precisamente entre mis favoritas, pero al menos tenía un encanto propio y una energía muy peculiar de la que esta secuela carece.

De entrada hay dos cosas que hay que destacar de esta segunda parte: una de ellas es que se aleja un poco del tratamiento de horror y aumenta en gran medida las dosis de comedia (algo que queda claro ya desde ese prólogo con Bruce Campbell y Tiffany Amber Thiesen) haciendo de esta una parodia más que una continuación de la película de Rodríguez. La segunda cosa que hay que señalar es que sus conexiones con la original son muy escasas, y no van más allá de una muy breve aparición del Titty Twister (engañosamente resaltada en el trailer) y un cameo del personaje del barman de Danny Trejo. Esto presenta una confusión en cuanto a la continuidad ya que nunca se explica cómo es que el bar sigue en pie y el personaje de Trejo continúa con vida, a pesar de que la película deja bastante claro que esta segunda parte tiene lugar después de la primera. Pero esto es algo secundario; de lo que trata realmente la película es de un grupo de asaltantes de bancos que toma refugio en un motel de carretera en México y que ven cómo se complica todo cuando uno de sus miembros es convertido en vampiro y comienza a transformar uno a uno al resto de su grupo.

Hay que decir, sin embargo, que el argumento no es algo de lo que la película se ocupe mucho, ya que incluso pasa de comentar cosas que por otro lado parecen insólitas, como los motivos que pueden tener los vampiros del bar para atacar a los delincuentes o el por qué estos siguen interesados en robar el banco aún después de ser convertidos en monstruos. Poco importa de todas formas porque lo importante aquí es cómo se parodian los elementos de la película original hasta hacer de esta película una comedia en la que el personaje de Robert Patrick queda reducido a un carácter bastante pusilánime y el chiste de cruzar dos palos para formar una cruz se repite constantemente una y otra vez. Hay algunos guiños a la primera película pero están bastante distanciados, lo que hace que esta sea una cinta completamente distinta en la que los elementos de western de la primera parte están suavizados y en la que no hay escenas tan memorables como aquel baile de Salma Hayek o el ataque inicial de las hordas vampíricas.

No puedo negar que Abierto hasta el amanecer 2 tiene sus momentos, y que la idea de situar la acción fuera de los confines de la primera película es una buena idea. Sus carencias son básicamente el no hacer nada interesante con sus personajes y el haber confirmado a Robert Patrick como un actor cuyos mejores trabajos han sido tradicionalmente como secundario. Reconozco que la vi únicamente por completismo antes de ver la serie y que sólo recientemente me enteré de que había una tercera entrega (la cual tengo entendido que es una precuela). Esa también la veré, sin duda. Esta de la que hablamos hoy no será tan memorable como la primera, pero como parodia ciertamente podría haber sido peor.

domingo, noviembre 02, 2014

Reseña: Tales from the Crypt (1972)

La versión de los setenta de Tales From the Crypt (1972) es probablemente una de las más famosas películas de antologías de horror que se hayan hecho jamás, y conozco muchas personas que a pesar de que no recuerdan haberla visto sí que tienen en mente algunas de sus historias que quedan inevitablemente grabadas en la memoria. Ahora que ha pasado Halloween y se acercan las fiestas decembrinas, tenemos una muy buena ocasión de rescatarla, algo que recientemente hice con mucho gusto tras muchos años de haberla visto por primera vez. Vista hoy en día varios de sus elementos más conocidos pueden haber quedado suavizados no sólo por ejemplos similares más recientes sino también porque la serie de televisión homónima de HBO de finales de los ochenta y principios de los noventa terminó siendo mucha más famosa y la eclipsó de forma bastante evidente.

Tanto la película como dicha serie están basados, como todos saben ya, en el famoso cómic de EC del mismo nombre, aunque en el caso de la película, sólo dos de los cinco segmentos estaban basados en relatos de dicha publicación. Este distanciamiento se debía principalmente a que el productor, Milton Subotsky, tenía sólo un ejemplar de dicha revista y terminó adaptando el resto de las historias de otras publicaciones de la misma editorial. Lo cierto es que el resultado fue sobresaliente teniendo en cuenta que ni siquiera fue hecha en el país que vio nacer estas historias: esta versión de Tales From the Crypt fue una producción de la Amicus Productions, un estudio británico que en aquel entonces era visto como la competencia de la Hammer Fims. Muchas personas tienden a confundir las películas de ambos estudios dado el hecho de que las dos productoras solían trabajar con las mismas estrellas (entre ellas Christopher Lee y Peter Cushing). La Amicus, sin embargo, solía trabajar con presupuestos más reducidos, por lo que la mayoría de sus trabajos (tales como este) estaban ambientado en la época actual a diferencia de los relatos góticos por los cuales la Hammer se hizo famosa. 

Su ambientación moderna y la estructura de oscuros relatos moralistas marca de la casa son la principal característica de una película que sigue un camino muy previsible al delimitar claramente sus segmentos a través de una historia central que involucra al misterioso guardián de la cripta. Suele ocurrir en todas las cintas de estas características que la desigualdad de las historias en cuanto a calidad pasa factura en ocasiones y hace que el público termine recordando relatos muy puntuales, pero esta es milagrosamente una excepción: los cinco segmentos son muy buenos y bastante equilibrados en cuanto a calidad, y es sólo quizás la historia central la que no aporta mucho al conjunto. Ayuda además que todos los relatos tocan diferentes géneros de terror, y aunque muchas veces la revelación final es un poco tirada de los pelos, es perfectamente coherente con el espíritu del cómic original y no hace sino resaltar el grado de miseria humana de los protagonistas. No hay que olvidar que, después de todo, las historias de Cuentos de la cripta eran fábulas moralistas en la que los villanos siempre eran castigados, lo que hace sorprendente el revuelo que causaron en su época entre los sectores más conservadores de la cultura mainstream.

Tales From the Crypt fue uno de los mayores éxitos taquilleros de la Amicus, e hizo que esta productora terminara especializándose en películas de antología con las que sería irremediablemente asociada, entre ellas The Vault of Horror (1973), especie de pseudo-secuela también basada en los cómics de la EC. Aprovecho para señalar además que los traductores españoles de títulos dieron a esta película de la que hablamos hoy un título bastante pobre que además soltaba un spoiler sobre el el final de la historia central de esta antología. En todo caso, si vosotros no la habéis visto y sois capaces de sobreponeros a la estética típica de los setenta, no dudéis ni un segundo en rescatarla para estas navidades. 

sábado, noviembre 01, 2014

Reseña: Annabelle (2014)

Si hay una tradición infalible cada año es aquella en la que el terror mainstream saca adelante una película de terror comercial estrenada cerca de Halloween que se convierte en fenómeno por uno u otro motivo. Como este año no hemos tenido la tradicional entrega en octubre de Paranormal Activity,  estaba claro desde hace meses que el "lugar de honor" le tocaría a Annabelle (2014), un spin-off de la excelente The Conjuring (2013) que sacaron a toda prisa y que fue anunciada, rodada y finiquitada en muy pocos meses, una película que muy previsiblemente ha terminado por convertirse en un éxito sobre todo fuera de los Estados Unidos, donde por lo visto ha arrasado a pesar de las mayoritarias críticas negativas.

Tal como cualquiera puede darse cuenta, Annabelle no es más que el desarrollo de la historia de aquella horrible muñeca que aparecía en The Conjuring y cuyo argumento no se llegaba a contar. La dependencia de esta entrega con la cinta de James Wan (ausente esta vez como director) es total, hasta el punto de que esta nueva cinta comienza y termina literalmente con las escenas con las que comenzaba y terminaba su antecesora. El nivel de complicidad con el público cautivo de la película es tal que ya desde el principio se nos muestra a la muñeca (a la que nunca, por cierto, se le llama por su nombre) desde perspectivas que realzan su carácter macabro, cosa que hasta cierto punto carece de sentido porque se supone que al principio no es más que un juguete común y corriente que no tiene nada de sobrenatural; es sólo después de que la pareja protagonista sufre un ataque en su propia casa por parte de dos psicópatas de un culto satánico que la película comienza a cobrar su componente de terror. 

Dicha escena es, con toda seguridad, uno de los mayores aciertos de la película gracias a que manipula al público con uno de los mayores ingredientes de miedo que desde siempre ha habido y es la amenaza a una mujer visiblemente embarazada que no se escapa de la violencia. Es también el momento en que se da inicio a la que es sin duda la mayor influencia que la cinta tiene y que ya ha sido por todos señalada: La semilla del diablo (1968). Ojo: no es que estemos ante el mismo argumento, pero ambas sí que comparten los mismos temas y elementos clave: una protagonista embarazada y sumisa ama de casa, la ambientación de finales de los sesenta, el satanismo urbano, la presencia de un edificio de apartamentos enorme donde se desarrolla conflicto, el marido ausente y hasta un par de inequívocas referencias al surgimiento de Charles Manson y el temor a los cultos producto del alza de la cultura hippie. También hay muchas referencias al trabajo del propio James Wan, no sólo en cuanto a The Conjuring sino también a Insidious (2010), con la que comparte un imaginario explícito y la tendencia a tratar el modo visual del horror a través de planos sostenidos y algún que otro truco visual que recordará mucho a esa película.

Con todas estas referencias Annabelle lo tenía todo para ser más que simplemente una película de terror eficiente, pero por desgracia es ahí hasta donde llega. Con toda seguridad las prisas por sacarla han dado como resultado una película que se siente incompleta, incapaz de producir nada realmente interesante a pesar de que algunos de sus elementos por separado tienen buenas ideas. El resto peca en muchas ocasiones de una dejadez que sólo se puede atribuir a la pereza; gran parte del componente de horror, como mencionábamos arriba, depende de que el público ya encuentre de por sí tenebrosa a la muñeca en cuestión, y su excesiva dependencia con The Conjuring le juega una mala pasada porque nunca consigue alcanzar un grado de ferocidad como el de la película de Wan. Con todo y eso, no es tan terrible como se comenta, al menos no más que el resto de estos estrenos genéricos que tenemos cada año. Se trata simplemente de una película de terror comercial del montón con un par de sustos interesantes y nada más. Lo que quiero decir con todo esto es que francamente no entiendo el rechazo tan visceral que ha tenido y que hacer cola en un festival sólo para ir a pitarla es una pérdida de tiempo que no comprendo y que, francamente, me da mucha pena.