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martes, agosto 28, 2007

Reseña: La invasión de los ultracuerpos (1956)

Junto a Ultimátum a la Tierra (1951) y El pueblo de los malditos (1960), La invasión de los ultracuerpos (1956) ostenta el título de una de las películas de ciencia-ficción más importantes de la Guerra Fría y una de esas cintas paradigmáticas que se copian y referencian hasta el cansancio. Aparte de los ya tres remakes que se han realizado de la original de Don Siegel (basada en la novela de Jack Finney), son incontables los ejemplos, tanto dentro del cine de horror como de ciencia-ficción, de trabajos que se han inspirado directa o indirectamente de esta historia de invasión alienígena mezclada con la paranoia típicamente humana.

En el caso de la versión original, esta paranoia encontraba su paralelo "real" en el clima de tensión que existía durante los cincuenta ante la para muchos inminente amenaza de una invasión soviética; no en balde el pueblo en el que se desarrolla la acción, Santa Mira, representa el típico paraíso de clase media del modo de vida americano, un lugar aburrido y tranquilo donde el doctor Miles Bennell comienza a investigar una extraña epidemia de orden psicológico: cada vez son más los ciudadanos de Santa Mira que afirman que sus seres queridos "han cambiado", han perdido parte de su personalidad, como si ya no fuesen las mismas personas que conocían. El hallazgo de un cuerpo sin rasgos faciales o huellas dactilares en casa de un amigo le llevará a descubrir la verdad: Santa Mira está siendo invadida por una raza extraterrestre capaz de duplicar a las personas y de usurpar su lugar convertidos en clones sin sentimientos y con una mente colectiva destinada a tomar todo el mundo.

Esa ambientación en un pueblo pequeño es lo mejor de La invasión de los ultracuerpos, y algo que sus posteriores remakes no han explotado. La sensación de desmoronamiento de una comunidad en la que todo el mundo se conoce hace más palpable el conflicto, y más creíble la evolución del personaje de Miles Bennell. Durante muchos años el director Don Siegel restó importancia a las voces críticas que afirmaban que los ultracuerpos eran analogías directas al período de la caza de brujas macarthista de los años cincuenta, y que los alienígenas representaban a los invasores comunistas o a los inescrupulosos investigadores del celoso senador norteamericano, según quien fuera el sesudo crítico. Independientemente de si es cierto o no, la verdad es que la película da alas a dicho juicio: el momento en el que Miles expresa que no quiere vivir en un mundo gris en el que "todos son lo mismo" así lo manifiesta.

Pero si la película funciona no es por su mensaje político. Se trata ante todo de una historia muy bien construida y que va envolviendo al espectador en el creciente misterio de aquello que rodea a su protagonista. Es evidente que en su momento esta película fue realizada como una serie B más, por lo que sus recursos son limitados, y aún así se han sabido aprovechar sabiamente; casi todo ocurre a plena luz del día, sin ningún énfasis en crear ambientes tenebrosos, lo que al final resalta la escalofriante cotidianidad con la que los invasores van logrando su objetivo. El momento cumbre, sin duda, es cuando Miles observa como todo el pueblo, que parecía estar en un día cotidiano, súbitamente se pone a realizar un trabajo perfectamente sincronizado en pos de un objetivo común. Asimismo, la huida del personaje con la turba de alienígenas detrás trae a nuestra mente la imagen de un linchamiento, el terrible miedo a las masas y a la colectivización forzada del individuo. Todo esto es muy sutil y aparentemente sencillo, insisto, pero sin duda alguna efectivo.

De hecho, lo único que en definitiva pierde a la película es el absurdo marco narrativo de Miles contando su experiencia a un grupo de policías, un recurso forzado en aquel entonces por el estudio, que quería dar al final de la historia un matiz más positivo y optimista (curiosamente, ninguna de las versiones de esta película ha utilizado el final de la novela de Finney). De no ser por este marco, estaríamos hablando de una auténtica obra maestra. Vale la pena revisarla ahora que la nueva versión con Nicole Kidman y Daniel Craig está a punto de invadir las carteleras.

jueves, agosto 23, 2007

Reseña: We All Scream for Ice Cream (2007)

Más que muchos otros capítulos de Masters of Horror, We All Scream for Ice Cream (2007) huele a potencial desperdiciado. No tanto por su historia, bastante típica incluso para los estándares más medianos, sino por la gente involucrada en él. Al menos yo, en esta ocasión, esperaba grandes cosas de Tom Holland, realizador que sólo por haber dirigido Noche de miedo (1985) y Child's Play (1988) ya merece alguna consideración, por mucho que después se haya perdido en sub-productos televisivos hasta caer en la (cuando mucho) olvidable Thinner (1996), su último largometraje hasta la fecha. Tampoco el guionista David J. Schow, responsable del episodio Pick Me Up (2006) de la temporada pasada, parece estar a la altura del desafío. Para más inri, el capítulo cuenta con un irreconocible William Forsythe en lo que es una más que sobresaliente actuación.

La historia trata de un grupo de amigos que se reencuentran después de muchos años separados para enfrentar al fantasma de "Buster", un payaso vendedor de helados que ha regresado desde la tumba para cobrarse una deuda contraida cuando el grupo de colegas eran sólo unos niños. La trama, muy a pesar de saber que se basa en un relato de 1990 del escritor americano John Farris, tiene un saborcillo a Stephen King bastante considerable, no sólo por sus semejanzas con It, El cazador de sueños u otras historias que siguen la estructura de amigos que se reencuentran tras varios años para luchar contra un Mal de su pasado, sino también porque, al igual que el autor de Maine, Farris pertenece a esa generación de escritores que vio venir el boom de la novela pulp de terror entre los años setenta y ochenta (1). Por desgracia esta adaptación para Masters of Horror no parece aprovechar ninguno de sus posibles filones terroríficos, ni siquiera los más básicos.

Lo más vergonzoso es que el episodio ni siquiera ha sabido explotar esa gran mina de escalofríos que son los payasos (y a decir verdad, los vendedores de helados también han sido representados más de una vez en el cine de terror), ya que las apariciones de "Buster" con su camión envuelto en una espesa niebla se vuelven repetitivas y cansinas, así como la cancioncilla que sirve de preámbulo a sus tropelías y que da titulo al relato. Esta reiteración constante hace que el episodio se sienta estirado incluso para los estándares de una hora de duración, con un guión hecho casi de forma automática y afincado en casi todos los clichés imaginables, empezando por la tipología de los chicos involucrados en la historia: el empollón, el maduro-para-su-edad, el gamberro, etc. De los actores, únicamente William Forsythe hace un buen trabajo (es él quien proporciona las escenas de mayor miedo y que, curiosamente, acontecen durante una serie de flashbacks, cuando el personaje de Buster es "normal" y no un payaso asesino). Por si esto no fuera suficiente, es necesario recordar aquella máxima según la cual trabajar con niños es una de las cosas más difíciles que se pueden hacer en el cine; este relato se afinca demasiado en personajes infantiles y sale mal parado.

Para cuando llega el final, en el que el protagonista se enfrenta por fin al payaso de sus pesadillas, el resultado es no sólo previsible, sino que está también entre los más absurdo que hemos visto jamás. Habrá que sumar We All Scream for Ice Cream a la lista de resbalones televisivos de Tom Holland, así como las horas bajas de la serie, que parece dar una de cal y una de arena.



(1) Una de las novelas más famosas de John Farris es, por cierto, La furia, que fue adaptada al cine por Brian de Palma en 1976.

domingo, agosto 19, 2007

Reseña: White Noise 2 (2007)

Hace unos dos años tuvimos la oportunidad de ver White Noise (2005), un thriller sobrenatural con Michael Keaton a la cabeza del reparto que buscaba explotar el fenómeno de las psicofonías como base para una historia de terror. La película fue bastante pobre en cuanti a los resultados, dedicándose mal que bien a destruir una trama con un enorme potencial. Pues bien, dos años después de aquel fallido intento llega White Noise 2: la luz (2007), una secuela cuya única virtud es la de hacer que, por comparación, su predecesora parezca una obra maestra. Fijo que a finales de este año, este título aparecerá en varias de las listas que se realicen por ahí con lo peor que nos ha caído por las pantallas.

El título de "secuela" es sólo nominal, ya que en principio nada tiene que ver esta película con la primera parte. Si bien se hace mención de las psicofonías que consistían la base argumental de su predecesora, White Noise 2 tiene una trama completamente distinta, esta vez tomando como punto de partida otro fenómeno paranormal bastante controvertido y "documentado", el de las experiencias cercanas a la muerte. La diferencia está en que, al contrario de la primera parte, en esta cinta no hay ninguna pretensión de ahondar en la supuesta realidad de este evento cuasi-místico, que sólo sirve de excusa para el ensamblaje de una historia que mezcla (de forma bastante caótica) percepciones psíquicas, influencias satánicas y hasta un cuento de superhéroes: el protagonista es un hombre que, tras ser rescatado por los médicos justo antes de palmarla, comienza a percibir un aura luminosa que identifica a las personas que van a morir. Movido por esta nueva facultad, y creyendo haber encontrado su auténtica vocación, se lanza a salvar a los pobres condenados que encuentra día a día, sin saber que alterar el plan de la Muerte no es algo que quede impune.

Resulta evidente que los responsables de esta película han mezclado un batiburrillo de temas y situaciones que ya habían sido tocadas en cintas mucho mejores, desde Línea mortal (1990) hasta Destino final (2000), así como esa obra maestra de M. Night Shyamalan que es El protegido (2000). El problema es que, aún más que su predecesora, White Noise 2 no tiene ni idea de qué clase de película es, y lo demuestra saltando vergonzosamente de un género a otro sin ningún criterio y generando una trama de investigación terriblemente confusa y engañosa, en la que el personaje protagonista descubre casi por casualidad una terrible maldición que rodea a aquellos superdotados como él y que tiene sus orígenes en esferas ultraterrenales. Sin el más mínimo decoro, la historia va pasando por situaciones cada vez más ridículas y (esto sí que es imperdonable) va improvisando las reglas a cada momento. Para colmo, la película recurre, incluso desde los títulos de crédito (¡!) a los típicos sustos baratos, esos que te hacen saltar de la silla pero tras los cuales inmediatamente te partes de risa. De risa también es el final, sencillamente increíble por lo cutre. Ni hablar además del vergonozoso recurso de intercalar imágenes "tenebrosas" de forma completamente gratuita e incoherente, destinadas no a los personajes, sino al espectador, eso sí, dejándolas bien evidentes para que hasta el más palurdo de la platea lo pille. Una burla en toda regla.

Resulta imposible coger esta película por ningún lado, impensable encontrar en ella alguna virtud que no sea la de proyectar una luz positiva sobre su mediocre primera parte. De hecho, las únicas reseñas positivas que ha recibido White Noise 2 hasta la fecha parecen provenir de los fans incondicionales de Nathan Fillion, el carismático actor que se ha ganado una legión de admiradores gracias a su participación en la tristemente desaparecida serie Firefly. Pero incluso estos no pueden pasar por alto que estamos ante uno de los puntos más bajos del año, un directo-a-vídeo que se coló en las salas de cine por error (al menos, es esta la única explicación que tengo para su estreno).

Olvidé mencionar que el director de este despropósito es Patrick Lussier, apadrinado de Wes Craven y director de "curiosos" productos como Drácula 2000 (2000). Parece que el listón tampoco estaba muy alto después de todo.

viernes, agosto 17, 2007

Apuntes para una breve historia de la explotación (2)

Lo que tenemos arriba de estas líneas es uno de los primeros carteles oficiales de The Hills Have Eyes 2 (2007), película que inexplicablemente decidieron titular en España como El retorno de los malditos. La cinta, además, forma parte del creciente catálogo de Fox Atomic, un estudio recientemente creado por la Fox y que se dedica principalmente a la producción de películas de terror rentables, es decir, casquería y poco más, y que en nuestros tiempos se producen como churros. A estas alturas ya sabemos que este engendro resultó ser de lo peor que nos ha caído este año, pero eso no nos impide apreciar las buenas artes del póster. La imagen de esa mano que sale del bulto arrastrado por el mutante, clavando sus dedos desesperada e inútilmente sobre la tierra, es el resumen perfecto de aquella máxima que ya conocíamos de la película anterior: la peor suerte les espera a aquellos que no tienen la "dicha" de morir instantáneamente. Sin sangre y sin mayores artificios, el cartel resume el espíritu de la película a la perfección (no olvidemos aquel excelente teaser trailer que prometía grandes cosas en apenas unos segundos).

Pero claro, alguien debe haber decidido que dicha versión del cartel era demasiado fuerte para el espectador promedio del Multiplex, por lo que una versión "censurada" no tardó en salir a la calle. En ella podemos ver al mismo mutante del primer cartel arrastrando su víctima, sólo que en esta ocasión, la futura pitanza humana está completamente envuelta en una mortaja cual momia de segunda categoría. Los censores al parecer indicaron que el cartel debía dejar bien claro que la víctima estaba muerta para no excitar demasiado el morbo del público, capaz de imaginarse toda clase de vejaciones posibles al pobre desdichado o desdichada que llegase a la guarida de los habitantes de las colinas radioactivas. No me deja de resultar al menos curioso que en una industria que prohíbe explícitamente la muestra de cadáveres en su material publicitario se hayan tomado tantas molestias a la hora de exhibir correctamente la condición de fiambre de una de sus creaciones. Me pregunto cuántas otras veces habrá sucedido. Ya lo sé: ninguna.

En Europa tuvimos una versión un poco menos light del cartel de marras. En ella se ve que la víctima efectivamente está muerta (la pose relajada de los pies así lo demuestra al menos) pero al mismo tiempo podemos ver algo de ella que nos demuestre que el mutante, esta vez caminando en otra dirección, no está arrastrando algo salido de la sección egipcia del Museo Británico. El tono del cartel es un poco más oscuro que en los ejemplos anteriores, pero la idea se mantiene, y sobre todo, lo hace de forma suavizada. Parece que los censores han ganado, ¿verdad? Pues no del todo.

Ya se sabe que el mercado de DVD's de horror es el nuevo autocine de nuestros tiempos, el terreno fértil donde "todo vale" y uno puede ser todo lo bestia que quiera, incluso más de lo que debería. La portada del DVD americano de The Hills Have Eyes 2 así lo atestigua. Una mirada basta para darnos cuenta de que con esta portada se han desquitado de todas las sutilezas que han tenido que inventar para las versiones anteriores. Aquella mano desesperada del primer cartel se convierte ahora en un torso humano convulsionado por el horror, entablando una lucha desesperada por escapar del maniático que le arrastra a lo que sin duda será un destino horrible (hecho evidenciado no sólo por las apetencias ya conocidas de los mutantes endogámicos, sino por el nada trivial hecho de que las letras del cartel están hechas con sangre, un líquido que además salpica la portada en más de un sitio). Así, con el método de la taza y media, pero a lo bestia, el cartel no solamente se cobra todas las malas pasadas de sus antecesores, sino que además logra hacer bastante ruido para atraer a los pobres incautos que no hayan visto la película durante su paso por los cines. Por supuesto no puedo dejar de notar (¿cómo hacerlo?) el hecho de que en esta ocasión sí nos queda bastante claro que la víctima es una mujer joven. Obviamente, una obra de arte tan "exquisita" como El retorno de los malditos no podía dejar por fuera a ese pequeño pero fiel grupo de pajilleros del gore, cuyo máximo deleite es contemplar en pantalla la evisceración de aquellas féminas que nunca les darán ni una mirada en la vida real. Si pensáis que estoy siendo demasiado duro con esta afirmación, os invito a revisar algunos de los comentarios dejados en el enlace de Youtube puesto más arriba.
Este ha sido el segundo de los apuntes para una breve historia de la explotación. ¿Habrá un tercero? Quien sabe.

miércoles, agosto 15, 2007

Masters of Horror 3

Era inevitable que por estas fechas tuvieramos la noticia entre manos: la tercera temporada de la serie Masters of Horror será una realidad. Tras los altibajos de la segunda temporada (de la cual todavía me faltan cuatro episodios por reseñar) el futuro de la serie de Mick Garris estaba en un plano bastante incierto; tanto la productora IDT/Starz como la cadena Showtime habían abandonado el proyecto, y se pensaba que este ya no podría resurgir. Ahora, según los chicos de Fangoria, parece ser que las aguas han vuelto a su cauce, ya que la productora Lions Gate se ha subido al carro de Mick Garris para producir una nueva temporada de trece episodios de una hora de duración. Lions Gate también se encuentra buscando una cadena que transmita a su más reciente adquisición. En lo personal me pregunto si, finalmente, será HBO la escogida, ya que ellos en un principio estuvieron interesados en transmitir la primera temporada. Aunque de no ser así, siempre es bueno recordar que originalmente el proyecto de Garris no era un programa de televisión sino una serie de películas directo-a-DVD, así que quizás todo apunte a esos derroteros.
Todavía no hay noticias acerca de quienes serían los directores incluidos en la plantilla de la tercera temporada. Sin embargo, ya desde hace unos meses se sabía que Garris estaba interesado en fichar a William Lustig, director de Maniac (1980) y Maniac Cop (1988), así como sus dos secuelas. Veremos en que termina todo, porque Lustig no ha estrenado nada desde hace diez años.

La noticia llega además justo cuando podemos ver, en Amazon.com, el impresionante pack de dvd's que Anchor Bay se ha sacado de la manga (y que sale a la venta el 28 de agosto) con todos los episodios de la primera temporada, por supuesto con todos los extras contenidos en sus ediciones individuales. El tamaño, además, se presta idóneo para que, a mi muerte, yo pueda ser enterrado dentro de él.

domingo, agosto 12, 2007

Reseña: White Noise (2005)

Como si hubiese salido de las mentes de los guionistas de Íker Jiménez, White Noise (2005) basa su principal atractivo en la supuesta documentación que existe tras los casos (de nuevo, supuestamente) reales de la psicofonía, es decir, voces del más allá que se manifiestan a través de la estática producida por los equipos de difusión radio-televisiva. Es precisamente en este "ruido blanco" donde Jonathan Rivers (Michael Keaton) comienza a escuchar la voz de su esposa, trágicamente muerta tiempo atrás. Al principio Jonathan atribuye la idea a la morbosa explotación de un psíquico que, en su opinión, busca sacar tajada de su dolor, pero no tarda en rendirse él mismo ante la evidencia, y pronto descubre no solamente que su esposa está comunicándose con él desde "el otro lado", sino que además está intentando advertirle de un peligro que se cierne sobre él. El uso de este fenómeno como piedra angular de la trama es lo único que diferencia a esta cinta del montón de thrillers sobrenaturales que nos han llovido desde que El sexto sentido (1999) se convirtiera en un éxito de taquilla. Lamentablemente no es suficiente para salvarla de ese montón, ya que cuando mucho hablamos de un placer a medias.

Hablemos primero de lo que funciona: White Noise parte, en principio, de una idea bastante buena. No solamente el fenómeno de las psicofonías (que mucha gente considera más que plausible) es muy interesante, sino que el guión incluso plantea una debacle que no se toca por lo general en los programas de corte espiritista: si podemos abrir un portal entre la vida y la muerte para permitir la entrada a nuestro mundo de los espíritus de nuestros seres queridos, ¿qué impide que otras presencias menos benévolas crucen esa misma vía de comunicación? Los hechos que rodean este fenómeno al parecer están bien representados, y se nota que al menos por esta vez ha habido cierta voluntad de documentación (la película incluso utiliza grabaciones de algunos casos "reales" de psicofonías). Pero al mismo tiempo, se agradece que el guión no nos ahogue en una inmensa y pesada apología de estos hechos sobrenaturales y las personas que los investigan (atención Íker Jiménez), error en el que pudo haber caído fácilmente.

Pero a pesar de que sus buenas intenciones y del potencial de su historia, al final White Noise termina hundida por sus defectos. Uno de ellos es esa ambientación realista que ocupa casi por completo la primera hora de metraje. Para el momento en que llegamos a la parte realmente de horror, ya estamos poco menos que dormidos. Ciertamente no ayuda mucho la actuación de Michael Keaton, que se pasa toda la película prácticamente en un estado de sonambulismo histriónico.

El otro problema (y este sí que es bastante grande) es que la cinta trata de combinar géneros sin obtener resultados muy buenos. Parece como si los responsables hubiesen querido una película que funciara como un melodrama del amor más allá de la muerte tipo Ghost (1990) y una historia de terribles espíritus maléficos como The Ring (2002). La mezcla, por desgracia, no funciona, convirtiendo la película en una propuesta cuando menos esquizofrénica. Cuando llega el final, en el que Jonathan previsiblemente llega hasta el fondo del misterio, parece que estamos ante una cinta completamente distinta de aquella que empezamos a ver.

Otro inconveniente que tiene es que, en ocasiones, pierde demasiado tiempo de metraje en situaciones que no llevan a ningún lado. La sub-trama de Jonathan con su hijo, por ejemplo, no tiene ninguna relevancia para la historia, salvo quizá mostrar de una manera bastante obvia cómo el protagonista va descuidando su vida terrena en pos de su búsqueda de ultratumba. Dicha sub-trama, por cierto, nunca se cierra, por lo que al final da más o menos igual y hasta pudieron habérsela ahorrado.

Al final, las pocas cosas que funcionan de White Noise (2005) lo hacen por su atmósfera y por ciertas secuencias bastante inquietantes. A pesar de eso, el resultado final es bastante flojo, una película con un potencial muy desaprovechado, fácil de olvidar y que no merece destacar mucho. De hecho, el inminente estreno en España de su segunda parte es la principal razón de ser de esta reseña.

jueves, agosto 09, 2007

Reseña: Planet Terror (2007)

Las dos películas que componen Grindhouse son el apoteosis de estos tiempos de simulación en los que vivimos, el orgasmo de la cultura de la copia y del frikismo referencial, el mismo espíritu ultra-revisionista que hace que cada dos por tres tengamos remakes de antiguos clásicos o plagios descarados que pretenden pasar por la facilona etiqueta del "homenaje" o la "parodia". Sin embargo, en el caso de las dos cintas que componen esta curiosa experiencia, se nota el buen oficio de ese par de onanistas frikis llamados Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, quienes hasta la fecha no han tenido problema en reconocer que sus películas son pastiches de otras películas, mosaicos impregnados de su estilo personal y que les permiten exhibir sus gustos cinéfilos cada vez que les da la gana. En este sentido, tanto Planet Terror (2007) como Death Proof (2007) son dos muestras más de esta tendencia que se da tanto últimamente de "juguemos a que hacemos cine de _____" (sustituir el espacio en blanco por cualquier género que se apetezca). La diferencia es que, contrariamente a la mayoría de los que han participado de este re-re-re-reciclaje de ideas pasadas, estos tipos saben lo que quieren lograr y (lo más importante) cómo lograrlo.

Al ver Planet Terror, una de las primeras cosas que me vienen a la mente es la segunda mitad de Abierto hasta el amanecer (1996), película que (lo confieso) siempre me ha parecido una cinta del montón cuyo culto desmesurado no entenderé jamás. Sin embargo, en esta ocasión, al verse libre del estilo de su colega Tarantino y con carta blanca para desarrollar una historia de zombis a su gusto, Robert Rodríguez ha logrado deshacerse de los lastres que frenaban su anterior cuento de vampiros, a la vez que consigue regodearse de ese absurdo que tanto abunda en su filmografía y ofrecer una correcta exhibición de las fuentes cinéfilas de las que se ha valido. Y es que casi todo en Planet Terror lleva al espectador a una referencia o guiño más a los que no queda más remedio que recibir con los brazos abiertos. Los que leen esto saben (obviamente) que la imagen icónica de la película, la go-go dancer con la pierna de metralleta, es el complemento femenino a la figura de Ash, el héroe de Evil Dead 2 (1987) que se enfrentaba a los muertos vivientes con una motosierra acoplada al muñón de su mutilada mano, pero eso es sólo la punta del iceberg: aquí tenemos desde la música minimalista estilo John Carpenter hasta pasajes tomados directamente de Lucio Fulci o George Romero, sin olvidar por supuesto esa gama de personajes tan simpáticos como absurdos (la go-go dancer con aspiraciones de comediante, la anestesista sádica, el mercenario con la jarra llena de testículos humanos, las demenciales gemelas canguro o ese estrambótico villano interpretado por un impagable Bruce Willis con perilla). Dichas referencias, sin embargo, no son simple relleno: son el alma de la película (1).

Y es que si a eso sumamos las deficiencias técnicas incorporadas intencionalmente a la cinta, nos damos cuenta de que Robert Rodríguez ha ido a por todo en su segmento de Grindhouse, creando no solamente una experiencia la mar de entretenida, sino también una de sus películas más redondas, independientemente de sus semejanzas o no con un fenómeno cinematográfico que sólo conocemos de oído (sin querer sonar pedante, creo que es necesario recordar que tanto yo como el 90 por ciento de la gente que lee estas líneas es demasiado joven para haber presenciado este tipo de espectáculos).

Es probable que tras hora y media de metraje, los excesos de Robert Rodríguez puedan resultar un tanto cansones. De la misma forma, es probable que las continuas alusiones a otras películas de culto terminen aburriendo al espectador promedio, pero es porque hablamos de una cinta que sencillamente no está pensada para ese tipo de espectador. Como todo chiste privado, Planet Terror es válida únicamente dentro de su hermético círculo de frikismo, y sólo un espectador que abandone todo tipo de cinismo en la puerta puede disfrutar de los chascarrillos, las incogruencias, el montaje caótico, los diálogos casposos y toda esa sangre destilada para el efecto cómico. La nueva criatura de Robert Rodríguez puede que no sea para todo el mundo, y puede también que esté muy lejos (en mi opinión) de merecer la entronización que se le ha dado desde meses antes de su llegada, pero no se puede negar que es uno de los estrenos más disfrutables de esta temporada, y por mucho.



(1) Hay una escena que para mí lo resume muy bien: es el momento en el que uno de los militares (no casualmente interpretado por Quentin Tarantino), tras ver en la tele un fragmento de ese pilar de la "sexplotación" carcelaria llamado Women in Cages (1971), decide violar a las chicas que mantiene prisioneras, y que curiosamente puede ver en el monitor de al lado. Sin mucho esfuerzo, esa escena muestra gran parte del espíritu explotativo de la experiencia Grindhouse.