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miércoles, enero 30, 2013

Reseña: The Apparition (2012)

A finales del año pasado es probable que hayáis visto The Apparition (2012) en varias de las listas que se sacan con lo peor del año. La cantidad de palos que se ha llevado esta cinta es, si bien merecida, también sorprendente, sobre todo considerando que en el fondo no es peor que muchos otros subproductos de consumo rápido que no han despertado tanta furia colectiva. Su sonoro fracaso se debe por lo tanto no únicamente a que sea una mala película (que también) sino al hecho de que esta fue la última colaboración entre Warner Brothers y la productora Dark Castle Entertainment, lo que llevó a retrasar su proyección por más de un año y pasarla rápidamente por los cines casi sin hacerle publicidad, como si quisieran que pasara desapercibida. 

Aunque en realidad dicho deseo no parece ser tan descabellado dado que estamos ante una película que recicla sin ningún tipo de pudor varias fórmulas de recientes películas exitosas en búsqueda de la aprobación fácil del público. Uno de los detalles más evidentes, de hecho, es que el argumento es casi idéntico al de Paranormal Activity (2009), siendo la mayor diferencia el que esta vez se prescinda del formato de metraje hallado y se haya empleado en su lugar una narrativa tradicional en tercera persona. El resto es bastante parecido, incluyendo la mención al lado espiritista que echa mano de conceptos pseudo-científicos francamente bastante risibles. La cinta de Oren Peli no es la única fusilada aquí, ya que la película también echa mano de varios de los puntos estéticos más reconocibles de los grandes éxitos del terror asiático tales como fantasmas femeninos de pelo largo que se contorsionan por el suelo y manchas de humedad de origen sobrenatural, todos ellos insertados en la cinta de forma bastante gratuita.

Lo que hace esto más vergonzoso es el hecho de que The Apparition cuenta con un gran punto a su favor que para mí es el escenario en el que está ambientada, un proyecto urbanístico casi vacío en pleno desierto a las afueras de la ciudad al que los jóvenes protagonistas se mudan buscando iniciar una nueva vida. El ambiente creado por esta locación es francamente espectacular, con su calurosa inmensidad y su visión de estéril sueño burgués. Como escenario de terror tiene un potencial tremendo que por desgracia nunca se llega a aprovechar porque la película parece estar más interesada por un lado en explotar el físico de la bellísima protagonista Ashley Greene (joven actriz cuya presencia es probablemente el mayor aliciente de la cinta porque la chica realmente parece un efecto especial de lo guapa que es) y por otro lado en dar al público una serie de sustos baratos que paradójicamente funcionan mejor cuando la cinta se decanta por la sencillez y no por las lamentables muestras de efectos especiales como el de ese prólogo tan nefasto. 

El énfasis en su atractiva protagonista y las pretensiones de acercamiento a un público juvenil son cosas que The Apparition tiene en común con nuestra última reseña, La casa al final de la calle (2012), cinta comparable en cuanto a su intrascendencia de la que se diferencia sin embargo en su tratamiento más dado a lo sobrenatural. Eso y en que este último estertor de la Dark Castle pasa a engrosar la lista de esos subproductos de terror desganados que se estrenan con rapidez para aprovechar la recaudación del primer de fin de semana, algo por desgracia bastante común en un género como el de terror, en el cual pareciera que el público está más dispuesto a bajar los niveles de exigencia porque ya no se espera que la película sea buena. Muy lamentable.

Para terminar, un consejo a aquellos que vayan a verla: alejaos del trailer, porque lo destripa todo, incluyendo la mismísima imagen final de la película.

sábado, enero 26, 2013

Reseña: La casa al final de la calle (2012)

La casa al final de la calle es un relativamente reciente thriller juvenil cuya reseña nos dejamos en el tintero a finales del año pasado. A diferencia de la mayor parte de las cintas de terror actuales enfocadas al público joven, esta evita el tema sobrenatural para centrarse en una historia de terror psicológico que parte de una premisa que ya hemos visto varias veces, aquella en la que una madre y su hija adolescente se mudan a una apartada casa en un barrio aparentemente tranquilo con el proyecto de rehacer sus vidas tras un traumático divorcio. Sin embargo, la casa que han pasado a ocupar esta justo frente a una residencia aparentemente vacía en la que años antes se cometió un horrendo crimen del cual aún no se han encontrado respuestas, un misterio que tendrá sus consecuencias para la joven protagonista.

Fui a ver la película prácticamente por curiosidad, y es triste que lo mejor que pueda decir sobre ella es que no me pareció tan nefasta como había escuchado. En realidad, se trata de una historia tremendamente sencilla con muy pocos personajes y muy pocos ambientes, que se desarrolla de una forma bastante genérica y olvidable. Si debo ser sincero, la primera hora de película me pareció tremendamente aburrida, entre otras cosas porque durante todo ese tiempo ni siquiera parece que estemos realmente ante una cinta de terror; toda esta primera hora está dedicada a construir las interacciones de los personajes y se centra en elementos dramáticos bastante trillados como los conflictos de las familias rotas y el drama del padre ausente, temas tocados de una forma bastante banal y superficial que hace que nos preguntemos si estamos viendo la película correcta. 

Todo esto cambia, sin embargo, en la última media hora, cuando la película da un giro argumental que la convierte en algo distinto y la hace entrar de golpe en su modalidad de thriller. La revelación a la que me refiero se ve venir en un determinado momento pero a decir verdad eso no molesta porque se siente como una parte integral de la historia y no condiciona el disfrute al factor sorpresa. Una vez que esta peripecia argumental se da la película se vuelve un tanto más disfrutable, con algunos momentos francamente buenos teniendo en cuenta la evidente inocuidad de su tratamiento adolescente, aunque llegados a este punto la cinta parece estar más interesada en la recreación visual del físico de la protagonista Jennifer Lawrence, actualmente una estrella en alza gracias a sus papeles en X-Men: First Class (2011) y Los juegos del hambre (2012). De hecho esta cinta parece estar hecha meramente para el lucimiento de su estrella, algo que nos queda bien claro en los últimos quince minutos con su imagen levemente sudorosa de camiseta de algodón de tirantes (lo que muestra que el cine de explotación está más vivo que nunca). Una pena que esta fijación haya dejado de lado a Elisabeth Shue, una actriz que me gusta mucho y que está relegada aquí a un triste y genérico rol de madre. 

En definitiva, La casa al final de la calle es una película bastante intrascendente y realizada como un mero vehículo comercial para una actriz que comienza a despuntar en el mainstream actual. Su general ligereza, escasa violencia y muy básicos elementos dramáticos se intentan disimular con la belleza de su protagonista y con un look artificial que busca imitar de forma bastante superflua la fotografía de los setenta, como una versión light de la cinematografía conseguida en otros ejemplos recientes como el remake de La matanza de Texas (2003). Aunque el 2012 me puso frente a ejemplos mucho peores de cine de terror, la verdad es que no puedo aventurarme a recomendarla como más que algo simplemente pasable.

viernes, enero 25, 2013

Este año, FFF Nights... sí o sí

Vosotros no lo sabéis, pero uno delos propósitos que nos hemos hecho en este año ha sido cubrir (esta vez bien), el Berlin Fantasy Filmfest, auténtica fiesta para los amantes del fantaterror que vivimos en un país donde, por desgracia, dicho género no suele ser muy buen tratado por las distribuidoras comerciales (mucho peor que en España, valga decir).

Con motivo de esto, he estado desde hace tiempo revisando la web oficial en espera del Fantasy Filmfest Nights 2013, un fin de semana de proyecciones que se entiende como adelanto del espíritu del festival, pero que en realidad es una espacio dedicado a aquellas películas que se ven atrapadas entre una edición y otra y que merecen una oportunidad de ser vistas en pantallas grandes. Para este fin de semana, 23 y 24 de marzo de este año, ya se han comenzado a anunciar algunos de los títulos, que me vienen muy bien porque varios de ellos son los que me perdí en la pasada edición de Sitges, tales como Insensibles (2012), The Seasoning House (2012), la esperadísima John Dies at the End (2012), el No One Lives (2012) de Ryuhei Kitamura, y The ABCs of Death (2012). 

Ahora la pregunta, ¿hay alguien de aquí que viva en Berlín y se apunte?

jueves, enero 24, 2013

Reseña: Basket Case (1982)

Y seguimos (por mera casualidad) enfrascados en esta revisión casi continua de diferentes clásicos de los ochenta, esta vez reseñando Basket Case (1982), una película que la mayoría de los veteranos de este blog sin duda conocerán y ante la que no necesitarán de recordatorio alguno. Para los pocos que no la hayan visto nunca, es una oportunidad fantástica para remediarlo y disfrutar de una de las serie B más reivindicables de la primera mitad de dicha década, así como una entrada al mundo de su director y guionista, Frank Henenlotter, un hombre a cuya obra intentaremos volver en esta página.

En la que probablemente sea una de las atmósferas más logradas de una ciudad miserable y mugrienta, Basket Case cuenta la historia de un joven que llega a Nueva York portando consigo una misteriosa cesta de mimbre de la que no parece querer separarse nunca. Lo que nadie sabe es que en dicha cesta el joven guarda a su hermano gemelo, un pequeño monstruo deforme mortalmente violento y con el que comparte un vínculo telepático. Juntos, los dos hermanos inician una búsqueda de venganza para localizar a los médicos que les separaron en contra de su voluntad, con terribles y sangrientos resultados, a los que hay que añadir un giro dramático importante cuando el hermano "entero" comience por primera vez a considerar la posibilidad de tener una vida propia separada de la el adefesio al que protege.

Lo descabellado de la trama hace que el director decida tratar su película como una comedia negra, pero sería un error no tomarse la película en serio. Lo cierto es que a pesar de que la cinta no carece de momentos que llaman a la risa, cuenta una historia muy truculenta y genuinamente perturbadora en la que la mayoría de los elementos de comedia están presentes únicamente en lo cutre de sus actuaciones y en unos valores de producción que evidencian su carácter de bajo presupuesto. El mejor ejemplo de esto lo tenemos en la caracterización del monstruo, terrible a más no poder con esa apariencia tan evidente de muñeco de goma y las bastante pobres escenas de stop-motion, pero que con todo y sus carencias técnicas es una presencia terriblemente perturbadora e inquietante que realmente destaca como un elemento de horror y hace que me cueste mucho tomar el ángulo cómico de la película. Hay que destacar además que el monstruo nunca habla y que esto, sumado al contraste entre su cuerpo fungoide y su rostro humano no hacen sino destacar el carácter de otredad que desprende. Es imposible para mí describir correctamente la sensación que deja esta criatura al verla en pantalla, así que debo invitaros a que la veáis vosotros mismos.

Supongo que al final eso es para mí lo más destacable de una película como Basket Case, la cual contando con unos medios bastante limitados logra sin embargo construir una historia atractiva y sobre todo genuinamente transgresora con su atmósfera malsana, su tratamiento de las deformidades, la venganza, la representación de la urbe como un pozo de suciedad, y sobre todo con un sorprendente desenlace que no sólo lleva la representación del monstruo un paso más allá de lo que parece indicar en su muy básica premisa sino que encima se permite un golpe directo a la audiencia con una muestra de sexualidad enfermiza y desquiciada que este cine underground revisitaría con otras muestras grotescas como Re-Animator (1985). Así que no dudéis ni un momento en echar un vistazo a esta película, así como el resto de trabajos de Henenlotter como Brain Damage (1988) o Frankenhooker (1990), las cuales irán cayendo por aquí, al igual que las inevitables secuelas de este auténtico clásico que mencionamos hoy.

viernes, enero 18, 2013

Reseña: The Burning (1981)

The Burning (1981) es otro de esos clásicos de la edad de oro de los slasher films al que muchas veces se ha tildado de ser poco más que un remedo de la Viernes 13 (1980) original, que casualmente se estrenó un año antes. Hay varios motivos para desdeñar esta teoría, siendo el primero de ellos que el propio Harvey Weinstein (guionista y productor que junto con su hermano Bob comenzó con esta cinta el camino a ser uno de los tipos más influyentes del mainstream hollywoodense) afirmó haber estado trabajando en el guión mucho antes de que se estrenara la primera entrega de la saga de Jason Vorhees, además de que siendo estrictos el mismo Viernes 13 ya de por sí tomaba varias de sus claves de la cinta de Mario Bava Bahía de sangre (1971), por lo que tampoco puede hacer alardes de originalidad. 

Pero lo más importante de todo es darnos cuenta de que The Burning es realmente una película distinta cuya única semejanza con Viernes 13 es el estar ambientada principalmente en un campamento de verano y haber contado con el trabajo de Tom Savini en los efectos especiales, asegurando así una similitud en cuanto a la forma de mostrar la violencia. Del resto, hay que reconocer que esta cinta es bastante atípica en cuanto a la forma de presentar su argumento y en cierta forma precede varios de los puntos habituales a los que slashers más conocidos recurrirían a lo largo de sus secuelas. La trama es la típica de unos jóvenes que gastan una broma al cuidador del campamento que se salda en un terrible accidente en el que dicho personaje resulta gravemente quemado, haciendo el necesario salto a varios años después cuando el cuidador, convertido en un monstruo salvaje y lleno de ira, regresa al campamento para ejecutar su venganza no sólo contra aquellos que le malograron sino contra quien se le ponga a tiro. 

De entrada, una de las cosas más interesantes de la película y que la separa de varios de sus congéneres contemporáneos es el total abandono de la subtrama de misterio que normalmente suele acompañar a este tipo de cintas; en The Burning sabemos desde el principio quien es el asesino y el por qué de sus crímenes, no sólo mediante un (excelente) prólogo en el que vemos la broma pesada de los campistas, sino también en una secuencia ambientada (no podía ser de otra forma) en una Nueva York sucia y decadente donde el gigantón "Cropsy" comete su primer asesinato. A partir de ahí la película se centra únicamente en el carácter horrible, brutal y omnipresente del "monstruo", algo que los demás slashers no haría hasta sus secuelas. Una vez explotado esto son pocas las sorpresas, con el asesino despachando a los campistas uno a uno o a veces en grupo, como en una gloriosa secuencia transcurrida en una balsa a plena luz del día y que trajo a la cinta varios problemas con la censura. Sorprende por otro lado no sólo la recreación de los momentos gore de Savini fuera del habitual escenario nocturno sino también la abierta representación de la sexualidad de los protagonistas despojada de la marca puritana de Viernes 13 en cuanto a la vieja regla de que aquellos que tienen sexo mueren; en esta cinta la libido de los personajes no se ve necesariamente castigada. 

Savini por supuesto se guarda sus mejores cartas para el final, cuando nos es revelado el aspecto del asesino y la película hace gala de sus grotescos efectos de maquillaje en una manera mucho más evidente. Por todos estos motivos, The Burning es una película altamente recomendable para llevarnos a lo que sin duda fue la mejor época del cine de asesinos emblemáticos. A menudo la crítica ha destacado el hecho de que en esta cinta se dio el inicio de carrera no sólo de los Weinstein sino también de actores muy conocidos hoy en día como Jason Alexander, Fisher Stevens o Holly Hunter (quien sin embargo únicamente aparece al fondo) pero para mí el verdadero punto a resaltar es el hecho insólito de que a pesar de su calidad y a diferencia de otros ejemplos de slashers ochenteros, esta cinta tiene un final completamente cerrado y no tuvo secuelas, lo que la equipara a otros de sus contemporáneos como My Bloody Valentine (1981) o The House on Sorority Row (1983) que renunciaron a resucitar a sus asesinos una y otra vez. Si no la habéis visto, es el momento.

viernes, enero 11, 2013

Reseña: La matanza de Texas 3 (1990)

Por lo visto el fracaso de La matanza de Texas 2 (1986) no hizo decaer los ánimos de rentabilizar esta historia a su máxima expresión. Personalmente considero una lástima que la secuela de Tobe Hooper no haya conseguido tener éxito en el momento de su estreno porque el atrevimiento por parte del director de hacer una parodia tan bizarra y desprejuiciada de su propia opera prima es sin duda valiente y bastante poco común en el cine de género de cualquier época. Pero evidentemente esta no fue en su momento una opinión mayoritaria, porque La matanza de Texas 3 (1990) hace un giro radical de volante y retoma el camino de la primera entrega no sólo abordando la historia desde una perspectiva más seria y acorde con los estándares del horror de la época, sino que incluso deja por fuera al propio Hooper, dejando el guión en manos de un relativamente novato David J. Schow y la dirección a cargo del especialista en secuelas Jeff Burr.

La palabra "secuela" debería llevar aquí un gran asterisco, porque La matanza de Texas 3 parte prácticamente de cero a la hora de contar la historia de los caníbales tejanos. La película no solo ignora por completo lo ocurrido en la segunda entrega sino que además pasa bastante de enlazar con la original de 1974, por lo que en realidad parece que estuviésemos ante un remake encubierto que incluso recicla la misma estructura dramática de la original y coloca a una joven pareja que toma el camino equivocado y termina siendo presa de los depravados paletos antropófagos que ya conocemos, que incluyen a un gigantón con motosierra y máscara hecha de piel humana. Es de hecho Leatherface el punto a destacar y el auténtico "gancho" de la película a la hora de venderse a sí misma como una historia de horror, muy a pesar de no ser el auténtico protagonista; a decir verdad, el bruto de la sierra es empleado más bien como un elemento de comicidad al resaltar su carácter infantiloide, haciéndole ceder el protagonismo terrorífico a otros personajes como el cowboy psicópata interpretado por un Vigo Mortensen pre-Tierra Media.

Todos estos elementos dejan muy clara una cosa, y es que el estudio intentó con esta secuela convertir La matanza de Texas en una franquicia de terror rentable que compitiera con otras como Halloween o Viernes 13 y que al igual que estas se pudiese explotar con una larga serie de películas. Este para mí es el principal problema porque esta estrategia nunca ha funcionado, aunque los responsables por lo visto no lo vieron así ya que esta es una saga que parece reinventarse cada cierto tiempo con remakes o falsas secuelas como esta o incluso la que se ha estrenado este mismo año. En el caso de la que nos ocupa hoy, la verdad es que no es demasiado destacable al carecer no sólo del descabellado humor de la segunda entrega sino también de la brutalidad de la original. Es en definitiva una película mucho más convencional a pesar de la presencia de míticos de la serie B como Ken Foree o Joe Unger. Incluso el nombre de la película en su versión original (Leatherface: Texas Chainsaw Massacre 3) evidencia las intenciones de llevarla por los caminos de un slasher comercial, algo que queda mucho más obvio con un final que deja la puerta abierta a una posible secuela.

Vi La matanza de Texas 3, lo admito, por puro completismo, y sospecho que la mayoría tenderá a irse por ese mismo camino. Algo hay de entrañable en el retrato de esa familia de degenerados rurales que gustan de torturar a los incautos antes de comérselos, pero no sé si el encanto que pueda tener la saga justifica el hecho de que haya intentado hacer la misma película una y otra vez. Lo curioso es que estas repeticiones de su primera encarnación me han hecho ver con mejores ojos el remake de Marcus Nispel que sacó la Platinum Dunes, el cual (parece mentira) se estrenó ya hace casi diez años, con lo que no es raro que Leatherface y los suyos estén de vuelta.