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miércoles, agosto 07, 2013

Reseña: El día de la madre (1980)

Una de las más famosas películas de la Troma fuera de la saga del Vengador Tóxico, El día de la madre (1980) es un slasher rural que cuenta la historia de tres amigas que durante un fin de semana de acampada son secuestradas por dos brutales paletos asesinos y su terrible y opresora madre. Por su premisa de citadinos en peligro ante los psicópatas locales, la película ha sido en muchas ocasiones comparada con La matanza de Texas (1974) o Las colinas tienen ojos (1977), aunque en realidad tiene más puntos en común con Deliverance (1972) en el sentido de que es (en su gran mayoría) un tanto más realista y en apariencia más seria aunque sin dejar de lado del todo el componente de sátira. El hecho de que todas las víctimas sean mujeres y que la película incluya un reverso de venganza tras las humillaciones sufridas enlaza también con otros trabajos de la época como I Spit on Your Grave (1978), a la que también han tildado de feminista o misógina dependiendo de quien la reseñe.

Una de las principales diferencias que tiene con la mayor parte de sus congéneres es su muy eficiente guión, uno que pone énfasis en desarrollar a los personajes, a los cuales conocemos a través de flashbacks y cuya relación se va construyendo a lo largo de la película, por lo que en público en cierta forma se encariña con ellas. También las actuaciones son mejores de lo que normalmente se suele ofrecer en estos productos, destacando para mí la madre y el hijo mayor, que ofrece una gran cantidad de registros más allá de la brutalidad homicida. A pesar de que hace uso ocasional de un muy macabro sentido del humor, la película se toma en serio a sí misma y nunca llega a caer en la caricatura. Por el contrario, el contraste colorista se usa como una herramienta más de lo grotesco que resulta el ambiente donde viven los asesinos, una chabola sucia y caótica donde hay una televisión permanentemente encendida y donde los hijos comen de un cubo.

Hay además en El día de la madre un interesantísimo comentario que el director y guionista Charles Kaufman hace sobre la violencia perpetuada por una madre sádica que imparte a sus hijos lecciones sobre la realidad a través de la recreación de la ficción usando a sus víctimas como involuntarias actrices, eso y el hecho muy significativo de que ella y esa tele permanentemente encendida como ruido de fondo son el único contacto que los chicos tienen con el mundo exterior. Todos estos son detalles muy sutiles que en una película actual hubiesen sido resaltados hasta hacerlos obvios pero que aquí están muy bien integrados al argumento.

Evidentemente, y como ya deben saber aquellos seguidores de la famosa productora, la película tiene un acabado muy amateur en cuanto a estética que puede hacer que algunos se echen para atrás, pero aunque sus valores de producción sean bajos, la técnica que emplea es muy profesional y se nota el talento de quienes están detrás en varias secuencias y tomas específicas que demuestra que Kaufman y su equipo son auténticos cineastas. Es en realidad una película muy buena y sólida incluso teniendo en cuenta que yo nunca he sido un fan de los trabajos de la Troma. Pero sobre todo lo que me encanta es el contraste que consigue entre lo festivo de su estilo y lo cruel de su contenido, algo que hoy en nuestros días de slashers sombríos no se suele hacer pero que aquí está presente y por lo visto hizo escuela, como podemos apreciar en cintas posteriores como La matanza de Texas 2 (1986) o La casa de los 1000 cadáveres (2003). No dejéis que sus limitados medios os priven de verla, porque es muy recomendable. 

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