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lunes, abril 23, 2018

Reseña: Emelie (2015)

Emelie (2015) es, superficialmente al menos, otra entrada más en el extenso universo de thrillers acerca de invasores del ambiente familiar. Aquí en este blog ya hemos reseñado varias de ellas, con El padrastro (1987) y La huérfana (2009) como los dos referentes más obvios y aquellos a los que inevitablemente volvemos una y otra vez. Algo de eso hay en esta película de la que hablamos hoy, en la que vemos el enfrentamiento entre una niñera con muy malas intenciones y uno de los niños que no tarda en ver venir el desastre que incluso el público puede intuir.

A pesar de que no tiene nada realmente destacable, debo reconocer que comienza muy bien, y al menos tiene el valor de dejar bien clara la identidad de la niñera desde el primer minuto, ya que incluso desde el momento en que la vemos por primera vez ya nos queda muy claro que algo no está bien. De hecho, toda la primera mitad es muy interesante ya que durante ella se ve a la chica intentando corromper moralmente a los niños en secuencias genuinamente desagradables y que dudo mucho que quiera volver a ver. Algunas de estas escenas son demasiado obvias (siempre me ha parecido un recurso muy barato, por ejemplo, utilizar escenas en las que el villano tortura a un animal para hacerle ver al público lo malo/a que es), pero no se puede negar que funcionan y que "Emelie" es sin duda alguna alguien peligroso. El hecho de que la película esté narrada desde el punto de vista de los críos ciertamente ayuda.

Por desgracia, el desenlace ya no es tan interesante y una vez que se revela el verdadero plan de la niñera la cinta se vuelve mucho más predecible gracias a un clímax de persecución un tanto chapucero y fácil, con una carnicería mucho menos atractiva. Si algo salva a la cinta, tanto en este final como en el resto del metraje, es el muy buen trabajo de la joven actriz Sarah Bolger en el papel de Emelie, quien logra canalizar gran parte del mal rollo visto en personajes similares y que es, con toda seguridad, la única actuación memorable del conjunto a pesar de que su interpretación está por encima de la calidad del guión. Pero insisto: los mejores momentos están en la primera mitad, mucho más lenta, cuidadosa y sobre todo más intrigante al hacer que la villana muestre incluso algo de (fingida) vulnerabilidad ante sus potenciales víctimas.

Emelie quizás no sea una de las entradas más sólidas en el mundo de los thrillers familiares, pero el ambiente que consigue en un modelo tan trillado como es del cine de terror con niños de por medio es algo nada fácil de conseguir. Si eres alguien a quien, como yo, le gustaron esas dos cintas que mencionaba al principio de esta reseña, entonces tienes que echarle un vistazo.

viernes, abril 20, 2018

Reseña: Un lugar tranquilo (2018)

Aunque sin duda ha terminado siendo uno de los estrenos de terror más comentados de lo que va de año, lo que más me sorprendió de Un lugar tranquilo (2018) fue descubrir, ya desde el principio, que era una película de Platinum Dunes, la productora de Michael Bay que durante la década pasada se especializó en realizar remakes de obras clásicas de terror ganándose entretanto el desprecio de gran parte de la crítica a pesar de que sus producciones han sido por lo general un éxito. En esta ocasión han acometido el que quizás sea su trabajo más arriesgado y uno de los más interesantes, ya que algunas de sus decisiones son poco habituales en este tipo de cine. Una de ellas ha sido precisamente el haber contratado como director a John Kasinski, actor inevitablemente ligado a la comedia The Office y que aquí dirige, escribe y se reserva el papel principal. 

Una de las mejores cosas que tiene es el aprovechamiento inteligente de su premisa postapocalíptica, en la que la Tierra ha sido devastada por unas extrañas criaturas que se guían por el sonido obligando a los escasos sobrevivientes a llevar su día a día en total silencio. Esta idea, sin embargo, no es simplemente un gimmick porque las apariciones de los monstruos están muy dosificadas y el suspense se mantiene no tanto en sus ataques como en la posibilidad de que aparezcan y la tensión permanente en la que viven los personajes. Es una idea muy buena que está llevada a cabo de forma más ingeniosa de lo que en un principio parece, y aunque la película sí que tiene un énfasis particular en la acción y su estructura será más que conocida para muchos, es muy entretenida y mantiene el interés de principio a fin a pesar de utilizar uno de los mayores lugares comunes del cine comercial como es la idea de la familia en peligro.

Porque no hay que perder de vista que, pese a haberse ganado tantas alabanzas por parte de la crítica, Un lugar tranquilo sigue siendo cine de terror mainstream al cien por cien. La aparentemente arriesgada decisión de suprimir casi por entero los diálogos (creo que no hay más que un par de minutos de estos en toda la película) no significa que no haya sonido; de hecho, la cinta emplea constantemente música y efectos sonoros para hacerle saber al público exactamente cómo se debe sentir y cómo debe reaccionar, a veces de forma un tanto excesiva porque me parece que muchos de los momentos de silencio quedaron bastante desaprovechados al haber metido una constante música incidental y sustos repentinos. La estructura de la familia en peligro es, como mencionaba antes, algo muy trillado pero al menos está hecho de forma un tanto más eficiente ya que el elenco infantil es, en su mayoría, muy bueno y la premisa del apocalipsis contenido en un único grupo y una única locación me hizo recordar a Señales (2002), de M. Night Shyamalan, película con la que tiene muchos puntos en común y circunstancias dramáticas prácticamente idénticas aunque carezca del oficio que aquella tenía.

Al final es poco lo que puedo decir; Un lugar tranquilo es una película quizás no muy inteligente y en muchos sentidos es una cinta de terror del verano, con sus sustos fáciles, sus criaturas CGI y el personaje de Emily Blunt que es francamente secundario a pesar de lo que el material publicitario quiere hacernos creer, pero es también una historia muy eficiente y en ocasiones ingeniosa que me entretuvo lo suficiente como para dejarle pasar sus carencias y algunos momentos un tanto absurdos. En esta casa nos ha gustado. 

miércoles, abril 11, 2018

Reseña: The Lodgers (2017)

El terror sobrenatural mainstream es, con toda seguridad, el más prolífico de todo el panorama de miedo que nos podemos encontrar hoy en día, y The Lodgers (2017) está destinada a engrosar sus filas prácticamente desde su concepción, ya que se trata de una obra en la que todo está medido para tocar las teclas justas en un público muy habituado a este tipo de trabajos. Aunque muy probablemente no terminemos viéndola estrenada en un cine, esta producción irlandesa del muy interesante director Brian O’Malley es explotación gótica de principio a fin, aunque lamento decir que con ella se ha perdido una oportunidad muy evidente para tocar ciertos temas y dar a la película algo de sustancia. Al final, esta historia de fantasmas y maldiciones familiares termina siendo poco más que una historia de terror gótico muy similar a las que llevamos viendo desde siempre, y sus referentes más claros tanto en el cine como en la literatura no la salvan de ser un trabajo muy superficial que podría haber dado para mucho más.

Cuando hablo de referentes me refiero principalmente al batiburrillo que la historia se marca con varias historias de caseríos siniestros que conocemos muy bien, sobre todo La caída de la casa de Usher, con la que comparte muchos elementos tales como la historia de una familia maldita y la representación de la nobleza como un aspecto decadente que se manifiesta en una trama de incesto para nada sutil ya que constituye uno de los principales puntos de la obra. En concreto es la historia de dos jóvenes hermanos que comparten una enorme mansión prácticamente en ruinas en las afueras de un pueblo durante la Primera Guerra Mundial y que son constantemente acosados por los fantasmas de sus padres, que incluso desde el más allá les impiden poner pie fuera de su casa una vez que se pone el sol. 

La película revela la existencia real de los fantasmas desde el principio, con lo que cualquier idea de ambigüedad es abandonada desde el primer momento. De hecho, es mucho más interesante la relación entre los dos hermanos, un enfrentamiento entre el el oscuro y atormentado hermano varón que sólo desea obedecer a sus padres y perpetuar la maldición familiar y la joven chica que por el contrario desea escapar y liberarse de las ataduras de su familia. Es esta confrontación, esta relación de amor-odio entre los dos aquello realmente atractivo del argumento y ante lo cual todo lo demás se siente como un agregado superficial y banal, no sólo los componentes de terror y la aparición explícita de los fantasmas sino también la subtrama amorosa que surge entre la chica y uno de los jóvenes del pueblo, un romance salido un poco de la nada y que no aporta realmente mucho. 

Pero el principal punto en contra de The Lodgers y aquello a lo que me refería en un principio como oportunidad perdida es que el argumento deja asomar un interesantísimo subtexto acerca de la entrada  en el siglo XX y la inevitable desaparición de la decadente nobleza europea de antaño ante su propia degradación e inutilidad en el mundo moderno, representado en ese caserío que se cae a pedazos y esos hermanos encerrados que desean (cada uno a su manera) escapar de su situación. Eso resultó para mí lo más destacable, y un tema por el cual por desgracia se pasa de puntillas en beneficio de unas imágenes fantasmales de espectros acuáticos que he terminado viendo por todas partes desde principios de la década pasada. En este sentido la película resulta eficiente, pero también una ligera decepción ya que podía haber sido mucho más. 

lunes, abril 09, 2018

Reseña: The Devil's Candy (2015)

Sean Byrne, director de la muy recomendable The Loved Ones (2009), tuvo hace un par de años su segunda película de terror con este trabajo muy diferente a aquel con que lo conocimos, alejado esta vez de los preceptos del horror fisico y entrando de lleno en lo sobrenatural, y aunque no llega a los niveles de calidad de su entrada en el torture porn sí que resulta una obra de lo más eficiente que consigue en su mayor parte eludir varios de los clichés que este tipo de historias suelen tener. Con todo esto, The Devil’s Candy (2015) puede que no sea su trabajo más original, pero al igual que como ocurría con su película anterior, Byrne consigue sacar momentos inesperados de ideas ya muy explotadas, en esta ocasión jugando con la idea del artista acosado por un misterio de ultratumba que, paradójicamente, resulta una de sus mayores fuentes de inspiración a la vez que lo va destruyendo como persona. Es un concepto que se ha plasmado muchas veces a lo largo de los años pero que aquí está llevado con personalidad y de manera muy efectiva.

Ambientado esta vez en medio del entorno rural americano y con un irreconocible Ethan Embry en el papel principal, el argumento va sobre un pintor que se muda con su familia a una granja y ve cómo su obra comienza poco a poco a verse afectada por una presencia sobrenatural que intenta comunicarse con él. Paralelamente, su familia es rondada por un asesino en serie que parece guardar alguna relación con la experiencia que está viviendo. Ambas tramas transcurren de forma más o menos independiente y se van acercando hacia el final, una vez que el misterio sobrenatural es revelado. De todas formas, lo interesante está no tanto en este misterio en sí sino en el proceso de transformación del propio protagonista, que va sufriendo su propio viaje interior al lado más oscuro de sí mismo a medida que su contacto sobrenatural comienza a apoderarse de él.

Como decía, el argumento no es lo que se dice muy original y tanto el misterio como la idea del artista atormentado que alcanza sus mejores trabajos a medida que va perdiendo su humanidad son cosas que se han hecho muchas veces antes, pero la película lo compensa con creces gracias a la atmósfera que construye Sean Byrne y que en cierta forma ya había adelantado en The Loved Ones: al igual que en esta, en The Devil’s Candy también hay una estética calurosa y opresiva que se arma gracias al contraste entre el entorno rural y la música death metal que escucha el prota y que se convierte en parte de su identidad. Las escenas sobrenaturales son muy sutiles comparadas con la abierta representación de lo fantasmal que suele tener este tipo de cine hoy en día, y de hecho los principales momentos de terror vienen con la obra del pintor y la forma en que va volcando su mundo interior en ella. En otras manos, sin ese particular estilo, esto probablemente hubiese sido un trabajo muy inferior y es precisamente gracias al buen oficio detrás de ella que termina elevándose por encima de lo que su trama le hubiese deparado. 

El único problema que tengo es que la cinta deja al final todo demasiado bien atado para mi gusto, y se esfuerza en cerrar de forma definitiva el argumento principal a la vez que deja abierta la subtrama del decadente arte del protagonista y el súbito interés que despierta en un siniestro coleccionista de obras macabras, un ángulo que no lleva a nada a pesar de que de entrada parecía mucho más interesante incluso que la trama principal. Pero aparte de eso, estamos ante una historia de terror muy buena que pasó más o menos desapercibida entre muchos productos similares y que habría que rescatar porque sin duda lo merece. 

lunes, abril 02, 2018

Reseña: XX (2017)

Lanzada de forma modesta el año pasado pero con cierta repercusión una vez llegó su estreno digital, XX (2017) es otra cinta de antología temática de las que tanto parecen abundar hoy en día y de las cuales ya hemos tocado numerosos ejemplos, casi siempre girando alrededor de un gimmick que sirve de punto de unión para los diferentes segmentos que la componen. En esta ocasión, el gancho está en que los cuatro relatos independientes están todos dirigidos por mujeres. Este detalle es quizás su punto más interesante y aquello que me hizo querer verla, aunque el resultado ha sido una ligera decepción por varios motivos. 

El primero de ellos es que en general no ha sido lo que se dice muy memorable salvo por el primer segmento, titulado The Box y basado en un cuento corto de Jack Ketchum. Este relato es el mejor de los cuatro y uno que tiene un tono inmejorable que hubiese funcionado muy bien para toda la antología. Los otros tres son una comedia de terror acerca de una mujer intentando ocultar un cadáver durante la fiesta de cumpleaños de su hija, una historia de campistas que se encuentran con un monstruo invocado por unas misteriosas pinturas rupestres, y un relato sobre el Anticristo contado desde la perspectiva de su madre humana y el vínculo que esta llega a sentir con un hijo al que no puede evitar amar a pesar de ser literalmente la encarnación del Mal.

Este último segmento, por cierto, me pareció muy curioso porque aunque no sea tan memorable en sí mismo, es el único de los cuatro que cuenta con una premisa exclusivamente femenina, a diferencia de los tres restantes que tocan temas más genéricos. Es también una premisa muy buena y genuinamente interesante que podría perfectamente haber sido ampliada en forma de largometraje. El episodio está dirigido por Karyn Kusama, una directora que ya hemos reseñado aquí con películas interesantes como Jennifer’s Body (2009) o la excelente The Invitation (2015) y que es la única cineasta del conjunto que se puede considerar conocida en el horror mainstream, un detalle extraño por sí mismo ya que normalmente estas cintas de antología suenen reunir nombres con cierta trayectoria. Teniendo en cuenta que en los últimos años ha habido varias ejemplos de directoras de terror que han alcanzado renombre, no deja de resultar raro.

A pesar de todas sus carencias, XX tiene momentos muy interesantes, grandes aciertos a nivel estilístico y, en general, un acabado menos comercial que la hace al menos más arriesgada en comparación con muchas de sus contemporáneas a pesar de que el resultado final sea un tanto olvidable. Insisto en que el primer episodio es el único realmente redondo, pero sabe a poco en una película algo mediana que desaprovecha muchas de sus oportunidades.