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sábado, marzo 31, 2007
"Mutant Vampire Zombies from the Hood!" y otras noticias de chupasangres
miércoles, marzo 28, 2007
El retorno del calvo Jaume y el primo Paco
domingo, marzo 18, 2007
Reseña: The Host (2006)
Puede que The Host (2006), la película más exitosa de la historia del cine coreano y la niña mimada de la última edición de Sitges, no sea la cinta de monstruos definitiva, pero no cabe duda de que se trata de uno de los estrenos más interesantes que tenemos en la cartelera actual y, además, el primer competidor serio de este año a estar en el podio anual de este humilde blog. Eso sí, no se trata de una película de criaturas a la usanza, y muchas de sus características podrían dejar frío al espectador promedio que vaya al cine esperando una repetición del esquema clásico de la mayoría de las películas de monstruos que nos llegan de Estados Unidos, donde prácticamente lo único que cambia es la naturaleza del bicho a eliminar.
Lo cierto es que la cinta de Bong Jon-hoo no es un ejemplar típico de este género de cine, para empezar porque no se centra de manera absoluta en el monstruo, sino también en las tribulaciones de una familia disfuncional de Seúl, que se unen forzosamente cuando un horrible monstruo (producto de una mutación causada por los residuos químicos de una base militar norteamericana) surge de las aguas del río Han y causa una masacre entre los tranquilos transeúntes de una idílica tarde soleada, tras lo cual se lleva a la pequeña niña del clan familiar para su consumo posterior. Tras declararse la emergencia nacional, la familia descubre que la pequeña sigue con vida en algún lugar de las laberínticas alcantarillas de Seúl, y ante la pasividad oficial deciden emprender una búsqueda cual cuadrilla de Final Fantasy en pos de la chica.
Tras este ataque inicial, la cinta deja transcurrir un buen rato antes de que veamos al monstruo otra vez, y más bien se centra en el dolor y la unión de la familia, un drama que se ve aderezado con muestras de un humor que en ocasiones alcanza niveles de auténtica bizarrada, como por ejemplo toda la secuencia de una vigilia nocturna en recuerdo de las víctimas del mutante del Han. Asimismo, las personalidades de los miembros del clan familiar son dispares a más no poder, y la película se toma su tiempo para seguir a cada uno en su particular búsqueda de la pequeña; está el abuelo emprendedor y líder natural del grupo, el padre atolondrado e irrespobsable, el tío aguerrido e irreflexivo (que además tiene un pasado como líder de revueltas universitarias) y la tía silente y cuasi-campeona de tiro con arco. A todo este discurso sobre la familia se suma el no muy sutil subtexto ecologista que por supuesto no deja pasar la muy evidente crítica al intervencionismo norteamericano (no es casualidad, ya que el evento que da comienzo a la historia sucedió realmente en el año 2000 cuando un oficial de una base estadounidense vertió ilegalmente en el Han cientos de litros de formol adulterado, aunque al menos no ha salido producto de ello ningún mutante... todavía).
Pero más allá de dramas familiares y crítica eco-sociológica, hay algo ineludible, y es que en una película de monstruos, el auténtico protagonista tiene por fuerza que ser la criatura. En este sentido, Jon-hoo se la ha jugado al mostrar las apariciones del monstruo a plena luz del día, eludiendo la acostumbrada sutileza destinada, en muchas ocasiones, a disimular los fallos de los efectos especiales. Tal cosa no sucede en The Host, de hecho, el monstruo dista mucho de ser perfecto a nivel técnico, aunque milagrosamente dichos defectos no influyen para nada en nuestra apreciación. Las apariciones de la criatura están tan bien manejadas que producen una auténtica y genuina tensión que no desaparece cuando le vemos de nuevo. Si bien es cierto que las apariciones del monstruo no son tan frecuentes como estamos acostumbrados, también es cierto que dicha criatura está puesta al servicio de una historia que va por otros derroteros, y que su presencia no está únicamente para espantar al personal, algo que esta película comparte con la que sin duda es una de sus fuentes de inspiración y punto de comparación de un gran sector crítico: la versión original de Gojira (1954), del japonés Ishiro Honda, una película sobre la que es necesario volver lo antes posible.
Si todavía se encuentra en cartelera, un visionado de The Host se hace más que recomendable, pero el espectador promedio queda advertido de que no encontrará en ella otro ejemplar más del típico cine de monstruos (razón por la cual no ha encontrado, al parecer, el entusiasmo que desató en Sitges). Pero si se tiene un poco de paciencia con su peculiar ritmo de narración y con su deliberada dosificiación del horror, uno se encuentra de bruces con uno de los estrenos de género más interesantes de lo que llevamos de año. Y dense prisa, porque se avecina la tormenta: el correspondiente remake americano ya es inevitable.
domingo, marzo 11, 2007
Reseña: The Grudge 2 (2006)
Por sexta vez, el director japonés Takashi Shimizu aborda el tema de su saga de cabreados fantasmas nipones con The Grudge 2 (2006), última bastardización del japo-terror que lleva un par de semanas en cartelera. La insistencia de Shimizu en este tema hace tiempo que ha dejado de molestarme, no sólo porque soy un admirador irredento de esta película, sino porque he terminado de reconocer que no es algo que no hayamos visto antes (porque, siendo sinceros, ¿alguien puede decirme que las enésimas partes de Viernes 13 o Pesadilla en la calle Elm no eran, en el fondo, la misma película?). En todo caso, es de admitir que, por esta vez, Shimizu parece haber girado al menos un poco el volante, ya que esta película no es, ni mucho menos, un remake de Ju-On 2 (2003), sino una historia "nueva" que continúa la trama esbozada por The Grudge (2004) casi desde el momento en que esta termina.
Mucho más que la parte anterior, The Grudge 2 se guía por el esquema formal de presentar varias historias intercaladas en un desorden temporal, de la cual la más importante es la de Aubrey Davis (Amber Tablyn), quien viaja a Tokio para traer de vuelta a su hermana Karen (una Sarah Michelle Gellar retomando brevemente su papel de la primera parte), sólo para encontrarse de bruces con la leyenda de una de las casas más embrujadas de todo Japón, habitanda por los espíritus de Toshio y Kayako, irrefrenables en su sempiterna furia. Esta trama se entrelaza con la de un trío de chicas de instituto que cometen el error de poner pie dentro de la casa donde fueran asesinados estos espíritus vengadores, así como la historia de una familia americana (en Estados Unidos, no más) que poco a poco comienza a notar la presencia de una fuerza maligna que se apodera de su viejo edificio de apartamentos. Por medio de Aubrey, sin embargo, terminamos averiguando más sobre los orígenes de Kayako y la razón verdadera de la maldición que acosa a todos los que pongan pie en su antigua morada.
Si el que lee estas escuetas líneas es uno de esos que se sintieron fascinados con las encarnaciones anteriores de esta saga, entonces no hay desperdicio posible, ya que The Grudge 2 prácticamente agota las salidas más surrealistas al horror producido por sus fantasmas, incluso en las situaciones más inesperadas. La sensación de no estar salvo en ningún lugar y en ningún momento es llevada hasta el paroxismo, aunque es evidente que la fórmula empieza ya a agotarse después de haberlo visto tantas veces. Sin embargo, algo que jamás le he podido negar a Shimizu es la capacidad que para mí tiene de producir un terror puramente orgánico y sensorial, aún cuando su propuesta rompa todos los cánones de la lógica. Esto no me molesta, sino todo lo contrario, ya que el de terror es (para mí) un género de sensaciones, no de intelecto. Aunque claro, teniendo esto en cuenta, es lógico que esta sensación sea completamente subjetiva; si piensas que la imagen del niño abriendo la boca y maullando como un gato es cosa de risa, entonces simplemente no eres el público al que esta cinta está intentando llegar. Por mi parte, Shimizu las tiene ganadas conmigo no sólo gracias a esta saga, sino también con otras películas que por desgracia no han tenido tanta repercusión en nuestro lado del mundo, como Marebito (2004) o Reincarnation (2006), cuyo desconocimiento hace creer al espectador promedio que el director japonés es un perro de un solo truco.
Ciertamente, The Grudge 2 no está realizada con la maestría de su homónima japonesa, y no faltarán voces que se quejen de la evidente explotación que hace su director del tema, pero aún así pienso que no es una película que merezca pasar desapercibida. Tiene lo que su antecesora americana no tuvo: la valentía de despegarse del original, pero al mismo tiempo consigue lo que este ya nos había mostrado en su climático desenlance: la certeza ineludible de que el Mal que se ha desatado en aquella casa es indetenible e inexorable, y que la furia de Kayako no conoce límites ni fin. Si la ficción imita a la realidad, entonces estos fantasmas seguirán viniendo a por nosotros una y otra vez, y nunca podremos deshacernos de ellos. Si esto es una buena o una mala noticia, eso es algo que tendrá que decidir cada quien. Mi respuesta ya la conocen.
jueves, marzo 01, 2007
Reseña: El regreso de los muertos vivientes (1985)
A mediados de los años ochenta, el cine gore estaba en pleno apogeo gracias a la relativamente relajada censura del cine estadounidense de entonces y a la proliferación de los videoclubs, auténticas cámaras de tesoros que todo aquel cinéfago que haya crecido durante esta década sabrá apreciar. Y es que si nos ponemos a ver, para esta época ya estaba terminada la (entonces) trilogía de zombis de Romero, Sam Raimi ya había sacudido el mundo del terror de bajo presupuesto con su ópera prima, Evil Dead (1981), mientras que los vídeos de importación con la obra de Lucio Fulci llegaban en masa. Ante tal sobresaturación hemoglobítica, resultaba inevitable que el público comenzara a considerar estas películas como lo que en el fondo son: comedias de facto. Era sólo cuestión de tiempo antes de que alguien empezara a parodiarlas; es este contexto el que da nacimiento a El regreso de los muertos vivientes (1985).
Originalmente sus intenciones eran mucho más serias, al tratar de ser una pseudo-secuela de La noche de los muertos vivientes (1968), producida por John Russo, el que fuera el otro guionista de la película de George Romero. Sin embargo, cuando el director Dan O'Bannon se hizo cargo del proyecto, reescribió el guión por completo convirtiéndolo en una desternillante comedia llena de gags y situaciones deliciosamente ridículas, todas ellas partiendo de una situación tan absurda que difícilmente podría haber sido llevada cabo desde una perspectiva seria: dos empleados de almacén de una compañía de suministros médicos liberan por accidente un gas fabricado por el ejército de los Estados Unidos y que, según uno de los personajes, causó la plaga de cadáveres ambulantes que "inspiró" la famosa película de zombis del 68. El accidente del almacén, convenientemente situado junto a un cementerio, da origen a una lluvia ácida que hace que los muertos salgan de sus tumbas (al ritmo de Do you want to party?) repitiendo la misma palabra: "¡cereeebros!", y buscando devorar a cuanto ser humano se interponga en su camino. Es entonces cuando los personajes antes citados y un grupo de adolescentes gamberros que curiosamente andaban por ahí deben refugiarse de las hordas de cadáveres a la vez que buscan una solución.
Comedia en el más puro sentido de la palabra, El regreso de los muertos vivientes es una película que, evidentemente, no tiene ningún miedo de caer en excesos. Por el contrario: los abraza de forma entusiasta. Los dos personajes principales, Frank (James Karen) y Freddy (Thom Mathews), auténticos perdedores que dan inicio a todo el desastre, son sin duda los más cómicos, pero los demás no se quedan atrás. El extravagante embalsamador de cadáveres, la punki obesionada con la muerte y hasta el zombi cubierto de un espeso líquido negro (el "tarman", como le conocen los fans) son asombrosos ejemplos de los más claros indicios del horror ochentero: peinados estrafalarios, chascarrillos gratuitos y sangre a granel.
La situación que da inicio a la cinta es estúpida cuando se lee, pero en pantalla tiene un encanto indescriptible por el absoluto desparapajo con el que está asumida, una actitud que se traslada a la película entera. Incluso el grupo de adolescentes es introducido en la trama de la manera más superflua posible, en una clara explotación de quienes evidentemente están destinados a ser carne para los muertos vivientes. Sin embargo, lo que en otras cintas hubiese parecido ridículo, en esta calza perfectamente con el estilo de la narración, además de proporcionarnos el muy recordado desnudo de la diosa de serie B Linnea Quigley, precisamente en el "papel" que la lanzó a la fama.
Una cosa curiosa de esta película y que, personalmente, no recordaba hasta haberla visto de nuevo recientemente, es que los zombis son rápidos; corren y se abalanzan vertiginosamente sobre sus presas al mejor estilo del remake de El amanecer de los muertos (2004), rompiendo con la imagen clásica del zombi lento y rígido de las películas que parodia. Asimismo, poseen una inteligencia más o menos desarrollada, ya que muchos de ellos hablan y emplean una que otra herramienta (precisamente su capacidad vocal da pie a momentos en verdad descojonantes). No es de extrañar que después de esta película, el cine de zombis haya sido prácticamente sepultado, ya que resulta imposible ver cadáveres ambulantes y no sonreir pensando en los estrafalarios monstruos de esta cinta y su particular apetencia por los sesos humanos y el pop ochentero.
Dan O'Bannon sólo dirigiría una película más: The Resurrected (1992), adaptación del cuento de Lovecraft El caso de Charles Dexter Ward. Con esta que hoy nos ocupa, demostró entre otras cosas por qué es uno de los nombres más queridos para los amantes del cine de género. El regreso de los muertos vivientes funciona no sólo como parodia, sino como una de las mejores películas de zombis jamás hecha, y eso, en el gigantesco (y poco interrumpido) valle que hay entre George Romero y Zach Snyder, no es decir poco, señores.