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sábado, diciembre 29, 2012

Reseña: Maniac (1980)

Ahora que su remake ha levantado tantas buenas críticas, es un buen momento para revisar la versión original de Maniac (1980), y así acometer la necesaria labor de rescate de un clásico que merece ser reivindicado y del que no se oye hablar lo suficiente. No es de extrañar porque esta cinta de William Lustig (un director al que hay que personalmente me he prometido volver a revisar) es inmisericorde en cuanto a la brutalidad de su puesta el escena y el retrato macabro de un personaje que vive en la sombra. Pero a diferencia de los trabajos de cine slasher que estaban en pleno apogeo a principios de los ochenta, la cinta que hoy tenemos aquí forma parte de una tradición cinematográfica distinta, más equiparable a los video-nasties y a los ejemplos de brutales asesinos urbanos desprovistos del glamour que suelen tener los matarifes enmascarados, una tendencia en la que encontramos otros ejemplos como la versión original de The Toolbox Murders (1978) o la fundacional El asesino del taladro (1979), de Abel Ferrara.

Al igual que esta última, Maniac está ambientada en Nueva York, lo cual no es una casualidad ya que en aquel entonces existía una tendencia bastante generalizada de mostrar a esta ciudad como un escenario de depravaciones y sede de un inframundo temible del que forma parte el protagonista, Frank Zitto, un hombre patético que se la pasa encerrado en su minúsculo apartamento rodeado de grotescos maniquíes y venerando la imagen de su madre muerta, pero que de vez en cuando sale por las noches a asesinar jóvenes mujeres a las que arranca el cuero cabelludo. Lo interesante en todo caso de la película de Lustig es que lo vemos todo a través de la perspectiva de Frank; en Maniac no hay subtramas ni ningún personaje importante aparte del asesino, con la probable excepción de una fotógrafa con la cual Frank desarrolla una fijación y que está interpretada por la bellísima actriz británica (y diosa del cine de género) Caroline Munro, pero su participación al final no termina siendo tan destacada; aparte de esta breve dispersión la película se centra casi exclusivamente en Frank y la progresiva degeneración que sufre por medio de sus crímenes.

Esta degeneración está mostrada no sólo a través de la excelente actuación de Joe Spinelli (quien también aparece acreditado como guionista y co-productor) sino también en cuanto a la estética; así como la ciudad de Nueva York es retratada en todas sus miserias de callejones abandonados, puertos decadentes, hoteles de mala muerte y tenebrosas estaciones de metro vacías, Lustig y Spinelli nos muestran a un asesino feo, gordo y francamente desagradable que realza su condición de infraser, en marcado contraste con el ambiente cromáticamente agresivo del apartamento del asesino, mostrado en un alarde visual inspirado en las cintas del giallo italiano. Es curioso que esta película terminara estrenándose paralelamente a Inferno (1980), de Darío Argento, cinta también ambientada en Nueva York y de la cual incluso recicla las tomas aéreas de la ciudad. Y finalmente, otro de los grandes aciertos técnicos de la película está en los magníficos efectos especiales de Tom Savini (quien tiene un breve papel como actor en la película), y que repite aquí varios de los trucos y materiales de trabajos anteriores como El amanecer de los muertos (1978) o Viernes 13 (1980). El trabajo de Savini es en verdad grandioso, y la película muy probablemente no habría tenido el mismo efecto de no haber contado con él.

Es precisamente esta efectividad en cuanto a la muestra explícita de violencia lo que dio a Maniac su condición de película maldita. La crítica de aquel entonces la destrozó, tachándola de misógina y dañina (famosos son los comentarios del crítico Gene Siskel que afirmó haber abandonado la proyección transcurridos pocos minutos) y haciendo que terminara incluso prohibida en varios países. No fue sino hasta hace relativamente poco que ha sido posible encontrar ediciones domésticas que le hagan justicia, y mucho me temo que el principal motivo de esto sea su reciente remake. Pero de todas formas, cualquiera que sea el motivo, hay que echarle un vistazo aunque sea para reencontrarnos con uno de los ejemplos más interesantes de psicópatas cinematográficos de una muy fértil década. 

2 comentarios:

  1. Anónimo2:06 p. m.

    Totalmente de acuerdo, una pelicula sucia que transmite a la perfeccion todo lo insano y sucio del mundo del psicopata protagonista.

    Un must see en toda regla.

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  2. A mí me gustó bastante (recuerdo que de chica moría de miedo con el afiche). Es súper sombría, y como dijeron arriba, sí, sucia y fea, pero dicha fealdad es parte de su encanto!

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