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sábado, septiembre 27, 2008

Reseña: Los extraños (2008)

En un tiempo en el que no han abundado los estrenos interesantes, Los extraños (2008) llega como un modesto pero reconfortante descubrimiento. Y a pesar de que, contrariamente a lo que algunos llegamos a pensar, no se trata de un remake encubierto de la francesa Ellos (2006), ambas películas sí que guardan muchos puntos en común, especialmente su premisa de invasión domiciliaria y el carácter absolutamente injustificado de su violencia. Dicho esto, se trata de una cinta bastante sencilla y para nada intelectual, una revisión de varios tópicos que, si bien está ambientada en el presente, tiene la mirada fuertemente puesta en los setenta y los postulados formales de cintas como La matanza de Texas (1974) o Halloween (1978), con la que comparten una ambientación y recursos estéticos muy similares, incluyendo una sempiterna cámara en mano que, si bien muy sutilmente, no para de moverse en toda la película.

Pero, como bien sabemos, dichas similitudes son fáciles de perdonar si la conexión emotiva se logra, y el primerizo Bryan Bertino consigue momentos de genuina tensión que, curiosamente, tienen menos que ver con sus demostraciones gratuitas de violencia y más con la expectativa de dichos horrores, para los cuales sus protagonistas Scott Speedman y Liv Tyler no son más que meros vehículos. Como los mejores ejemplos de personajes en estado de sitio, Los extraños sabe aprovechar al máximo su única locación (una casa de verano apartada de todo y de todos) y el carácter genuinamente siniestro de sus psychokillers, cuya mayor gloria es que no tienen ninguna explicación más allá de la referencia a determinados arquetipos que ya están grabados a fuego en la mente de todo aficionado al género de terror: los asesinos enmascarados sumidos en una ambientación deprimentemente paleta y que se mueven sigilosamente con cursis temas musicales de antaño de fondo.

Para variar, la muletilla de "basada en hechos reales" es la mayor mentira de la película, ya que incluso al final de los créditos hay un disclaimer que afirma que los eventos y personajes de la cinta son enteramente ficticios. Aun así no quita que estemos ante una historia de terror de lo más efectiva, que bien puede no estar a los niveles de A l'interiur (2007) o la ya citada Ellos, pero que aún así sigue siendo uno de los ejemplor de terror visceral y real más contundentes de estos meses plagados de aburridos remakes y repetitivas muestras banales de casquería gratuita. Recomendable.

domingo, septiembre 21, 2008

Reseña: Drácula (1958)

Universal Pictures fue la primera que sacó partido públicamente de la novela Drácula, de Bram Stoker, pero fue la versión de la Hammer Films, estrenada por Terence Fisher en 1958, la que convirtió al conde en icono pop. Fue también un inmejorable paso adelante para la productora británica, quien superaba así el éxito de La maldición de Frankenstein (1957), la película que dio inicio a su reinado. Incluso hoy, a medio siglo de su estreno, es fácil darse cuenta de por qué la Hammer consiguió el éxito que tuvo tomando un personaje clásico y reinventándolo para exitar el morbo del público. Porque en eso estamos claros: las semejanzas de Drácula (1958) con la novela en la que se basa son mínimas, algo que nos deja ver de forma bastante evidente en los primeros minutos de la cinta, cuando descubrimos que Jonathan Harker, el joven leguleyo que se ha alojado en el castillo del conde de Transilvania, es en realidad un cazador de vampiros enviado en una misión secreta para acabar con el Príncipe de las Tinieblas.

A partir de este primer encuentro con el monstruo, Fisher construye su versión de Drácula como un cuento de la lucha entre el Bien y el Mal en el que ambos personajes son pasados por el tamiz épico/gótico de la Hammer Films; el conde es visto por el público en su doble faceta de encantador aristócrata y demoníaco monstruo de ojos inyectados en sangre y colmillos desproporcionadamente grandes (es ese cariz monstruoso el que tan bien encarna Christopher Lee: fuera de la secuencia inicial, su personaje casi no tiene diálogos). Su némesis el Dr. Van Helsing es aquí el hombre de Ciencia enfrentado a fuerzas malignas y transformado en impagable héroe de acción con un Peter Cushing dando cabriolas, crucifijo y estaca en mano.

Pero donde realmente está el mayor aporte de la cinta de Terence Fisher es en haber conseguido aprovechar el mito erótico de Drácula (y de los vampiros en general) a un nivel ni siquiera soñado por la versión de Tod Browning. Mientras el Drácula de Lugosi "hipnotizaba" a las mujeres para dedicarse a sorber la sangre de una doncella desmayada en contra de su voluntad, el conde interpretado por Lee ejerce una atracción diabólica sobre sus víctimas, que se entregan voluntariamente a sus apetitos. Dicho detalle no solamente añade una capa mayor de trasgresión a la película (sin duda osada para la censura de la época), sino que además calza a la perfección con el mensaje de la novela según el cual la figura de Drácula representa los mayores temores ocultos de la sociedad victoriana que invade con su presencia.

La película fue titulada en los Estados Unidos como Horror of Dracula para diferenciarla de la versión de 1931 (con Bela Lugosi como el conde), que todavía, más de un cuarto de siglo después, se seguía presentado esporádicamente en los cines y estaba grabada al fuego en el inconsciente colectivo. El éxito de la versión de la Hammer generaría asimismo una larga ristra de secuelas en la que Christopher Lee y Peter Cushing retomarían sus respectivos papeles (aunque no siempre coincidiendo en la misma película). La Hammer Films acababa de hacer su entrada triunfal.

miércoles, septiembre 17, 2008

Apuntes para una breve historia de la explotación (6)

A principios de los años cuarenta, un productor y guionista de origen ucraniano llamado Vladimir Ivan Leventon (conocido en Hollywood como Val Lewton) consiguió el trabajo de su vida al ser contratado por los estudios RKO para entrar de lleno en el mundo del terror de serie B. La RKO para entonces deseaba competir fieramente con los monstruos clásicos de la Universal, que tenían acaparado el mercado. Lewton, que ya había demostrado su valía en numerosas ocasiones, produciría una serie de películas con un presupuesto mucho menor que el que se gastaban las producciones de su rival (150.000 dólares) y estaría obligado a trabajar con una restricción harto curiosa: podía escribir el guión que quisiera siempre y cuando trabajara con los títulos que le facilitara el estudio.
La anécdota es cierta; así fue como Lewton creó las que son hoy consideradas sus mejores piezas, trabajando con títulos tan estrafalarios como Cat People (1942), conocida en España como La mujer pantera, I Walked With a Zombie (1943), The Leopard Man (1943), The Seventh Victim (1943), The Ghost Ship (1943) o Isle of the Dead (1945). Sin embargo, la ironía del asunto está en que si bien el ritmo de producción de Lewton y sus casposos nombres hacen pensar en churros producidos en serie, la verdad es que con ellos su productor y guionista creó películas en el fondo muy alejadas de la repetición de un esquema de género. La mayoría de estas piezas que nombramos aquí son cintas con un sentido de atmósfera envidiable y que, en ocasiones, esconden estudios de la naturaleza humana mucho más inteligentes de lo que cabría suponer. Al final, lo que la RKO veía como una de sus aventuras más comerciales terminó siendo la auténtica marca de un autor.
Pero lo importante aquí es el punto de partida de las película: la explotación descarada de un título que de por sí solo generaba unas expectativas muy claras.
Es una costumbre que continuó muy viva; a mediados de los ochenta otro hombre "de encargo" como el cineasta Joel Schumacher descubriría un guión titulado The Lost Boys que narraba la historia de una pandilla de niños vampiros en clave de comedia familiar. La sugerencia del espíritu melancólico de Peter Pan unido a la idea del vampirismo fascinó al director, quien sin embargo se sentía escandalizado ante el concepto que se llevaba a cabo en el guión. Schumacher cambió todo de principio a fin y dejó únicamente el título, obteniendo como resultado lo que todos conocemos. Y lo mejor de todo es que, tal como comentábamos en su momento, Jóvenes ocultos (1987) tiene el honor de ser una de las pocas (poquísimas) películas de monstruos vs. niños que no dan verguenza ajena.
El más reciente caso que tenemos de esto es la película Snakes on a Plane (2006), cuya intensa campaña de hype se basó única y exclusivamente en el carácter "molón" de un título al que encima se le agregaba la presencia de Samuel L. Jackson. Las expectativas por ver hasta donde podía llegar la explotación de un nombre fueron tales que el estreno de la película tuvo que ser retrasado para aumentar el contenido casposo y la presencia de muchas, muchas serpientes más para que se enfrentaran a nuestro héroe (todas ellas, por supuesto, creadas mediante la tecnología digital).
Y este ha sido otro breve, muy escueto e innecesario apunte para una eventual historia de la explotación.

jueves, septiembre 11, 2008

Tres tristes trailers 17


Living Hell (2008) es la nueva apuesta del cine de monstruos para este año, indudable heredera de aquellas criaturas informes que amenazan a los seres humanos en su ya clásica alianza con la incompetencia científico-militar, en este caso representada por unos insensatos que reviven un experimento fallido de los años cincuenta y al mismo tiempo despiertan algo que no debió ser molestado. El avance, debo reconocerlo, me ha gustado más de lo que podría suponer, y para variar, parece que esta vez no se han gastado todos los cartuchos mostrando a la criatura en toda su gloria antes de tiempo. Este año ya nos ha dado grandes muestras de cine de "criaturas" con películas como Cloverfield (2008), Las ruinas (2008) y La niebla (2008), pero una más siempre será bienvenida.


De un estilo muy distinto se percibe Amusement (2008), destinada sin duda al no escaso público de los psycho killers. En esta ocasión, la película se compone de tres historias paralelas protagonizadas por otras tantas chicas que han tenido la desdicha de toparse con el asesino de marras y su nefasta combinación de risa-malévola/máscara-de-payaso. El rollo estructuralista de la trama podría ser lo que diferencia a esta película de otras del montón, ya que incluso el look sucio-tétrico-escatológico de la cinta se ha convertido en un cliché más desde que salió Seven (1995). Estaremos pendientes (bueno, yo al menos).


Y por último llegamos a Blindness (2008), la nueva película del brasileño Fernando Meirelles. Debo reconocer que de los tres, es la que más me intriga, y por el siguiente motivo: la novela en la que se basa, Ensayo sobre la ceguera (del premionobelizado y último gran dinosaurio de la izquierda clásica José Saramago) ciertamente tiene una premisa interesante: una ciudad afectada por una súbita enfermedad que ha hecho que todo el mundo se vuelva ciego. Sin embargo, el recuerdo que tengo de la novela es el de una gigantesca fábula política que no escondía su carácter de alegoría pura (hecho que se manifiesta, por ejemplo, en que ni la ciudad ni ninguno de los personajes recibe jamás un nombre), y a juzgar por el trailer, parece que en esta ocasión han intentado vendernos la historia como un thriller apocalíptico "de autor", algo que en mi opinión es un error ya que lo mismo se hizo hace ya tiempo (y de mucha mejor forma) con El día de los trífidos. Habrá que ver si esta adaptación logra su cometido, en cuyo caso quizás haya llegado la hora de empezar a leer a Saramago de otra manera.

martes, septiembre 02, 2008

Reseña: El regreso de los muertos vivientes 2 (1988)

Continuación de una de las comedias de horror más queridas de los últimos años, El regreso de los muertos vivientes 2 (1988) es una de esas películas que por sí solas explican el ridículo absoluto en el que cayeron las historias de zombis a partir de la segunda mitad de los ochenta. Sus responsables al parecer decidieron repetir la fórmula de la primera parte aumentando la dosis de comedia y explotando las posibilidades caricaturescas que ya de por sí ofrece el concepto de los cadáveres reanimados. Se trata de un esfuerzo que se impone incluso por encima de cualquier coherencia narrativa, ya que por mucho que el título tenga un "2" por delante, la verdad es que nos encontramos ante una especie de remake encubierto de la película anterior, con una situación inicial bastante parecida que tampoco pierde tiempo en explicaciones inútiles: sencillamente el ejército de los Estados Unidos pierde un contenedor del mortífero gas que ha creado a los zombis en la primera cinta, y que esta vez ha ido a parar a una urbanización clase media en plena construcción. Allí, la toxina es liberada por unos descuidados niños que iniciarán sin saberlo una escalada en la aparición de cadáveres ambulantes obsesionados con devorar cerebros humanos. El resto es historia conocida.

A pesar de que no hay una continuación argumental con la primera pelicula, sí es cierto que El regreso de los muertos vivientes 2 se encarga de hacer el necesario puente a través de referencias directas que hablan a todos aquellos fanáticos de la entrega de Dan O'Bannon: desde el famoso grito de "¡cereeeebros!" hasta el inevitable Tarman, así como el regreso de la pareja cómica conformado por James Karen y Thom Mathews, que aquí prácticamente repiten los personajes que hicieron en la película anterior pero metidos en otro contexto. La suya es una inclusión de lo más acertada, ya que ellos dos son precisamente los que consiguen algunos de los mejores momentos cómicos.

Con todo y eso, es cierto que con la novedad se pierde parte de la gracia, y por eso esta "secuela" no resulta una película tan sólida como su predecesora. El número de gags aumenta exponencialmente, y la historia da más protagonismo (si cabe) a los zombis y a sus ridículos manierismos. Además, la presencia de un niño entre los protagonistas (reclamo indispensable del cine con aspiraciones comerciales familiares) ha reducido de forma considerable el espíritu genuinamente garrulo de la primera parte, haciendo de esta continuación una parodia de la parodia que no duda ni siquiera en meter una referencia bastante obvia al vídeo musical Thriller, de Michael Jackson. Además, las aspiraciones de cine comercial apto-para-toda-la -familia que ostenta la película hacen que muy pronto se vaya por los derroteros de otros cientos de historias parecidas, con la estructura típica de los héroes en peligro que de repente dan con la solución y ejecutan un plan descabellado.

Aún así resulta una película dotada de un divertimento bastante transparente, que si bien no llega a los niveles de la primera parte en cuanto a desparpajo y reverencia al cine de terror en el que se basa, sí alcanza en ocasiones sus objetivos de arrancarnos una risa fácil. Su director y guionista, Ken Widerhorn, no tuvo mejor suerte: por aquella época intentaba hacer despegar su carrera como cineasta y esta película le hundió definitivamente en las profundidades de ese cine de consumo rápido que tan poca gracia le hacía. En su favor podemos decir, sin embargo, que la suya no es la peor de una saga que cuenta ya con cinco películas. Pero eso para otro día.