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lunes, mayo 29, 2006

Reseña: Imprint (2006)

A estas alturas del calendario creo que no hay nadie que no conozca la polémica en torno a Imprint (2006), decimotercer y último capítulo de la primera temporada de Masters of Horror, un mediometraje con el que director japonés Takashi Miike tomó el término "libertad creativa" demasiado al pie de la letra y sorprendió a todos con una de las piezas más viscerales que ha conocido la televisión estadounidense. ¿El resultado? Pues que la obra en cuestión nunca fue estrenada por la tele, si bien ya ha sido destinada a la inmortalidad gracias al formato digital. Quien esto escribe no tiene ningún problema en reconocer que nunca ha sido un fan de la obra de Takashi Miike, pero tras conocer la desmedida violencia de su filmografìa, incluso a mí me parecía extraño que aceptase trabajar en una serie para la televisión americana. Mi desconfianza al parecer no se ha visto justificada, ya que Imprint cierra con broche de oro la primera tanda de capítulos de una serie que promete como pocas.

Porque con su capítulo, Miike logra exactamente lo que se buscaba con la inclusión de un director japonés: por un lado, capitalizar la moda del J-Horror, y por otro, dar al cierre de la temporada un toque personal completamente distinto a todo lo anterior. Y de hecho, estamos ante un episodio que no se parece a ninguno, y que a través de la elaboración subvertida de un gran tópico oriental (el viajero, en este caso un hombre occidental, que llega a tierras desconocidas en busca de un antiguo amor y se ve inmiscuido en un mundo de pesadilla) llega a abordar el horror no a través del miedo, sino de una incomodidad y repugnacia que degenera en un malestar físico. Y en efecto, no transcurre mucho tiempo de metraje hasta darnos cuenta de por qué este capítulo fue sacado de circulación en su momento. No solamente contiene una de las escenas de tortura más desesperantes que se hayan visto en mucho tiempo desde Audition (1999) (también de Miike), sino que las diferentes alusiones al aborto, al incesto y a las deformidades convierten la película en una auténtica prueba de resistencia (y esta vez, para variar, no lo digo con ironía).

Lejos de caer en las trampas de un exotismo fácil, Imprint sabe echar mano de toda una tradición de cine oriental que modifica a su antojo para su propia concepción de lo macabro (en este sentido se pueden pasar por el texto que le dedica Roberto Alcover Oti, desde una perspectiva mucho más erudita que la que yo puedo ofrecer), convirtiendo su propuesta en un (RAO dixit) circo de los horrores: el apartado burdel al que llega el personaje de Billy Drago en nada desmerece al típico espectáculo de fenómenos, con las prostitutas uniformadas de cabellos rojos (a excepción de la narradora, una chica de pelo azul que sufre de una extraña deformidad facial pero que no está exenta de cierta carga de belleza y sensualidad), jefazas de dientes negros y un siniestro enano al que le falta la mitad de la nariz. El personaje principal es visto por nosotros como un auténtico intruso, un hombre por cuya vida tememos en todo momento, y cuya resolución Miike nos va dando en cuentagotas, a través de varios niveles narrativos dispuestos en la forma de reiterados flashbacks.

Quizás allí radica la principal y más evidente deficiencia de Imprint: en su desmedida ambición al tratar de tocar tantos tópicos y anécdotas, sufriendo en ocasiones de un clímax repetitivo en el que, al parecer, Miike despliega su talento para el "más difícil todavía" (porque la resolución final es, si bien no muy original, al menos contundente como una pedrada). Pero a pesar de todo eso, su particularidad frente a los demás capítulos de la serie, y su absoluto desparpajo en el afán de castigar a su público (durante la escena de la tortura llegué a rogar que terminara) lo hacen una de las entradas más particulares de Masters of Horror, y uno de los "estrenos" del año. Ver esta película, aunque sea por su valor anecdótico, resulta imprescindible.

jueves, mayo 18, 2006

Todo muy bien pero... ¿cuántas van ya?

El jeta de Takashi Shimizu cada vez revela más detalles sobre The Grudge 2 (2006), secuela del remake que hiciera de su propia obra (ya he perdido la cuenta de las versiones, así que trataré de no hacerme un lío). Ya antes, en una entrevista a la revista Scifi Wire, Shimizu aseguraba que esta segunda parte no se trata de una nueva versión de su homónima japonesa, sino de una historia completamente nueva que ahonda en un secreto de la niñez de Kayako. Ah, y Sarah Michelle Gellar únicamente tiene una breve aparición en forma de flashback, por si alguien se preguntaba si la había palmado o no en la primera parte.
La página web oficial de la película sigue activa, pero no hay mucho que ver. Por el contrario, esta página rusa ofrece unas cuantas fotos de la película (algunas de ellas muy acojonantes).
[Nota: no olviden continuar enviando sus tres sugerencias de reseñas especiales en forma de comentario o al lobohombreriera@gmail.com. La respuesta a esta convocatoria ya comienza a ser desbordante, pero siempre es bueno tener de dónde elegir]

martes, mayo 16, 2006

Anuncio, propuesta y queja, en ese orden

La mudanza de este lobato está acaparando gran parte de mi tiempo y esfuerzo, por lo que no es raro que en estos días la posibilidad de escribir en la bitácora se haya visto un tanto mermada. Aún así, todo eso será corregido, porque junio será el mes en el que el contador de reseñas alcance por fin los tres dígitos. Para celebrarlo, todo ese mes se verá beneficiado con un ritmo de actividad mayor al que estamos acostumbrados por aquí. En primer lugar, pienso dedicarme en varios ocasiones a elaborar lo que es sin duda el placer más superficial, banal, y por lo tanto importante de cualquier cinéfilo que se respete: las listas. Aún estoy madurando algunas ideas, pero puedo asegurar desde ya que veremos las 11 mejores muertes que se han reseñado en Horas de Oscuridad, así como 11 diferentes interpretaciones del Diablo en medios audivisuales.
Pero el plato fuerte, y aquel en el que necesitaré de su ayuda, será la inclusión de tres reseñas "extendidas" que serán la 100, 101 y 102 de este blog (ya se habrán dado cuenta hace tiempo de que yo, un friki estructuralista, las publico por tríos). Para recibir su ayuda he estado incluyendo, desde hace varios días, la petición de tres sugerencias en forma de comentario o al lobohombreriera@gmail.com, un gesto altruista que me ha condenado a recibir toneladas de spam, un precio que estoy más que dispuesto a pagar.
Ah, y aprovecho esta ocasión para lanzar mi queja contra los responsables de las salas de cine de Pamplona, que parecen estar empeñados en que yo me pierda estrenos como Saw 2 (2005), Los renegados del Diablo (2005) y la más reciente Slither (2006) lanzándolas a salas de cine de "grandes superficies" en las afueras. Ni siquiera en mis últimos días en la ciudad parecen dejarme en paz.
Saludos a todos.

sábado, mayo 13, 2006

Reseña: La cosa (1982)

Algo puede quedar claro en cuanto a John Carpenter, y es que su admiración por Howard Hanks es casi patológica. El fantasma del ya legendario director, productor y guionista planea sobre toda la obra carpenteriana como una presencia de la que es imposible escapar. No en balde su primer largo de éxito, Asalto al precinto 13 (1976) es, en la práctica, un remake del famoso western de Hanks Rio Bravo (1959) y una auténtica carta de amor a su ídolo. Sin embargo, aquello no quedaría allí, ya que Carpenter lanzaría otra versión de Hanks al dirigir La cosa (1982), actualización del famoso serie B de 1951 y que constituye no solamente un tributo a un cineasta genial, sino también la obra maestra de su ferviente discípulo.

Lo diré sin tapujos de ninguna clase: La cosa es para mí la mejor película de John Carpenter, un monumento que, por más que lo ha intentado, no ha sido capaz de repetir. En ella solamente se utiliza la situación inicial de la película de Howard Hanks y Christian Nyby: un grupo de hombres de una estación polar descubre en el hielo el cadáver congelado de una criatura alienígena capaz de propagarse como un virus y mutar los diferentes cuerpos que habita. Hasta aquí las semejanzas, porque la película de Carpenter crea a partir de esta premisa todo un universo de paranoias que deriva hacia el enfrentamiento de todos los hombres de la estación contra la criatura y contra ellos mismos, al no poder saber a ciencia cierta cuál de ellos está infestado con la presencia de la criatura.

Cinematográficamente hablando, la película es de las más elaboradas de Carpenter, y explota los preceptos de la "Nueva Carne" tan magistralmente como un David Cronenberg o un Clive Barker. La escena en la que la criatura "transforma" el cuerpo de un perro que ha habitado es, en este sentido, magistral y lamentablemente no puede ser apreciada en su totalidad en un primer visionado. La metamorfosis del monstruo en una especie de flor de carne hecha de varias lenguas de perro pobladas de dientes caninos es tan descabellada como reveladora: estamos en presencia de una criatura que sobrevive a como de lugar.

Algo típico del cine de Carpenter, los "héroes" de La cosa (entre los que se encuentra Kurt Russell, el actor que más ha trabajado con este director) son en realidad muy poco heróicos, personajes que se ven forzados al heroísmo en una situación poco envidiable en la que se ven inmersos por el simple hecho de hacer su trabajo. Precisamente es esta situación lo que da vida propia a la película de Carpenter y la pone en la dirección contraria al film de Howard Hanks. En el original, aquellos hombres del Polo Norte se unían bajo la adversidad y luchaban contra la criatura. En la versión de JC, ese mismo grupo (ahora en el Polo Sur) es destrozado por sus propias desconfianzas y temores, dando como resultado el colapso de ese delicado sistema de compañerismo. Todo esto lamentablementa pasa desapercibido por muchos críticos debido a los litros de sangre y fluídos que componen la película. Ciertamente, se trata de la cina más violenta y grotesca de Carpenter, pero es una violencia que no desentona porque es vital para la temática de rebelión orgánica que compone el verdadero lei motiv de una historia como esta. Si no deja nada a la imaginación es simplemente porque las transformaciones del alienígena no son algo que pertenezca al mundo de la sutileza, sino más bien al del gore extremo y, en ocasiones, surrealista. Como ejemplo mis dos momentos favoritos: aquel en el que la criatura convierte la cabeza cercenada de un hombre en una especie de araña y (sobre todo) la escena en la que uno de los personajes practica un poco ortodoxo test que permite en teoría descubrir cual de sus compañeros ya no es humano.

La cosa fue en su momento vilipendiada por la crítica y el público, que para 1982 estaba demasiado enternecida con el extraterrestre bondadoso de Steven Spielberg como para que un malandrín como Carpenter les hablara de una horripilante criatura del espacio exterior. Roger Ebert la calificó como una cinta que retabas a tus amigos a ver, y prácticamente todos la censuraron, mostrando que en el fondo deseaban ver otra cosa. Pero lo cierto es que el creciente culto que desde entonces ha despertado (incluyendo un videjouego más o menos reciente) sabe la verdad: que estamos ante uno de los mayores logros de John Carpenter, el mejor (insisto) para mí.



Nota: como siempre, he de recordarles que se acerca el trío de reseñas especiales para celebrar los 100 desvaríos de esta página. Ruego sus sugerencias como comentarios o al lobohombreriera@gmail.com.

martes, mayo 09, 2006

Reseña: Sick Girl (2006)

Me resulta francamente imposible ser imparcial con Sick Girl (2006), décimo capítulo de Masters of Horror. La razón es que, para mí, cualquier película que tenga a Angela Bettis en el reparto merece ser vista, especialmente si quien la dirige es (como en este caso) Lucky McKee, cuya ópera prima, May (2002), es una de las mejores cintas de terror que se han estrenado en los últimos años. En cuanto al episodio que hoy nos toca, la balanza se inclina especialmente del lado de la comedia, dejando los aspectos meramente "terroríficos" únicamente para el final de una trama que, según palabras del propio director, puede ser definida como "la historia de dos chicas y el insecto que se interpuso entre ellas".

Angela Bettis, el fetiche actoral de McKee, hace el papel de Ida Teeter, una entomóloga lesbiana reprimida y tímida cuya vida sentimental es constantemente saboteada por su trabajo y su excéntrico gusto por los insectos. Ida cree que nadie le hará caso hasta que su amigo y colega (incansable mujeriego que no hace sino soñar con los encuentros lésbicos de su amiga) le aconseja que le hable por fin a la extraña chica que se sienta en el lobby del edificio a dibujar hadas. La chica en cuestión, Misty (interpretada aquí por Erin Brown, verdadero nombre de "Misty Mundae", famosa actriz de películas eróticas), resulta ser una ferviente admiradora de Ida, por lo que el flechazo es instantáneo. Sin embargo, el mismo día en que se conocen, Ida recibe un extraño insecto de una especie desconocida, que al escapar, muerde a Misty y comienza con ella una relación que no será desconocida para aquel que haya leído el cuento El almohadón de plumas, del escritor uruguayo Horacio Quiroga.

Sick Girl se centra mucho en explicar la relación de pareja de Ida y Misty, ya que toda la historia puede funcionar como metáfora de la manera en que cambia alguien que amamos una vez pasa a compartir nuestro hábitat y cotidianidad, todo esto aderezado con dotes muy buenas de humor (me encanta la escena en la que Ida y su amigo descubren una cucaracha muerta en la comida china). Sin embargo, el contenido terroríficio no deja de estar presenta, ya que la lenta transformación que va sufriendo Misty a través de su contacto con el insecto (que está más relacionado con ella de lo que inicialmente cree) da el suficiente mal rollo como para arrancarnos una que otra mueca de disgusto mientras recordamos los pasados trabajos de David Cronenberg.

Se trata además de uno de los episodios que más se apoya en la interpretación de sus jóvenes actrices, ambas fenomenales. Erin Brown, en su primer papel importante dentro del cine "mainstream" lo hace sorprendentemente bien, y si bien la historia tarda en llegar a su final, así como a su clímax terrorífico, éste es tan bueno que no nos deja decepcionados. El cuadro final, particularmente, cierra de manera perfecta esta historia con ese toque de humor grotesco al que Lucky McKee ya nos está dejando acostumbrados. Esperemos solamente que su participación en la serie permita la pronta salida de su película The Woods (2006), la cual por desgracia todavía no tiene distribuidora.

En fin, un episodio más que correcto. McKee quizás no tenga la experiencia necesaria para ser un "Maestro del Horror", pero no cabe duda de que es alguien a quien no hay que perder de vista.



Nota: Cada vez estamos más cerca de la reseña número 100. No olviden enviarme los nombres de tres películas que quieran ver en forma de reseñas especiales y las voces mayoritarias serán complacidas. Pueden dejar las sugerencias como comentarios o al lobohombreriera(arroba)gmail(com) .

viernes, mayo 05, 2006

Reseña: Christine (1983)

Cinematográficamente hablando, Christine (1983) no es una de las mejores películas de John Carpenter, de la misma forma en que la novela de Stephen King en la que está basada tampoco es el más contundente ejemplo de la obra de este prolífico escritor. Sin embargo, algo que para mí siempre ha sido innegable es el poder que yace en el subtexto tanto del libro como de la película, y en eso no tiene rival. Este detalle es por desgracia poco tomado en cuenta incluso por los fans de la cinta, muchos de los cuales resumen su argumento en la historia de un coche diabólico que va por ahí matando gente, cuando en realidad se trata de más, mucho más.

De la misma manera en que Carrie exploró los cambios de la adolescencia femenina a través de las convenciones del horror sobrenatural, Stephen King logra con Christine una mirada directa a ese gigantesco mundo de inseguridades que es la adolescencia masculina y la búsqueda de la virilidad, ligada de manera indisoluble a la relación entre un joven y su coche. Este concepto no pudo pasar desapercibido para John Carpenter, un director a quien ciertamente no se le dan muy bien los personajes femeninos, pero que conoce la psicología masculina a la perfección. Para 1983 ya King era una megaestrella (de hecho, la película entró en producción antes incluso de que el libro fuera puesto a la venta), por lo que Carpenter recibió todo el apoyo posible para llevar a cabo su obra con una gama de libertades como pocas veces ha tenido. Gracias a eso, ha logrado aportar su toque personal a la historia ya desde el primer fotograma, en el que el símbolo "V" del Plymouth Fury se nos antoja como unos ojos diabólicos en medio de la oscuridad, un ambiente interrumpido por la visión de la cadena de ensamblaje donde Christine es armada al tiempo que en el fondo suena Bad to the Bone, mostrándonos que el coche al que se hace referencia ha sido creado desde el principio como una fuerza del Mal. Afortunadamente, esta facultad viviente de la máquina nunca es explicada, por lo que no hay que preocuparse de justificar su existencia.

Más de veinte años después de su creación, Christine pasa a las manos de Arnie Cunningham, el típico adolescente empollón víctima del matonismo estudiantil y del nulo éxito con las mujeres. La relación entre Arnie y su coche (al que repara prácticamente a partir de la chatarra) es un auténtico acto de amor que poco a poco comienza a afectarle, como si el resurgimiento de ese coche fuese también el advenimiento de su propio hombría. En cuestión de semanas, Arnie pasa de ser un auténtico canijo a convertirse en lo que siempre ha deseado: un hombre capaz de enfrentar a sus represivos padres y a los gamberros que le han hecho la vida imposible, sin mencionar el conquistar a la chica más guapa del instituto. Sin embargo, poco a poco ese afecto hacia Christine comienza a cobrar su peaje, hasta que la violencia de Arnie y de su vehículo se funden en una sola, mostrando al conductor como un desquiciado y al coche como un monstruo capaz de destruir todo aquello que amenaza la simbiosis entre "ella" y su dueño. El momento en el que un delirante Arnie envuelto en sombras describe el Amor como una fuerza inmisericorde que lo devora todo es, por ello, harto reveladora.

Como siempre, Carpenter logra momentos geniales con la cámara. Como casi todas sus películas, Christine fue filmada en Cinemascope, por lo que la pantalla literalmente se llena con las visiones contrastadas del tranquilo suburbio de Arnie (el mismo, por cierto, que asolara Michael Myers) y la polvorienta guarida de fierros viejos y oxidados donde el coche poco a poco va cobrando vida. Una vez que la película entra de lleno en lo sobrenatural loa historia no pierde interés, especialmente en esa espectacular imagen de Christine envuelta en llamas rodando por una solitaria carretera de noche.

Por supuesto que la película tiene sus problemas, empezando por el hecho de ser (en mi opinión) demasiado larga, así como tener un final un poco acelerado. Sin embargo, Carpenter no nos abandona en ningún momento, y jamás deja de mostrar el inmenso interés que siente por el material, así como el increíble personaje que ha creado con este coche perverso. Para el momento final, nos queda muy claro de qué lado están las simpatías de este director cuando la insulsa noviecita de Arnie dice con su voz de ratoncito: "odio el rock n' roll".

John Carpenter es Dios.



Nota: nos acercamos poco a poco a la reseña número 100, y para celebrarlo propongo que me envíen sus sugerencias en forma de comentario o también al lobohombreriera@gmail.com. Dénme los nombres de tres películas que les gustaría ver reseñadas aquí y su voz será escuchada. Hasta entonces, muchos saludos a todos.

miércoles, mayo 03, 2006

Ni tan cool, pero me mudo

Los tres o cuatro lectores que me quedarán después de esta larga ausencia de la blogósfera serán los primeros en enterarse de los cambios: Hombre Lobo se muda, recoge sus maletas y se va de Pamplona.
La razón de este cambio, que entre otras cosas impidió durante un tiempo mis asiduas visitas a esta humilde página, se debe a que la auténtica película de terror estaba siendo rodada en mi vida cotidiana. Finalmente, como todo, llegué al punto de "no hay regreso" y renuncié a mi trabajo, al piso y a los pesados compañeros de ambos ambientes. Esto significa que a partir del 29 de mayo, Horas de oscuridad transmitirá desde Barcelona.
Pero claro, este traslado sólo implica un ligero cambio en la información del "profile". De manera que no hay nada que temer, ya que aquí seguiremos en lo mismo, es decir, hablando de cosas agradables. Pueden estar seguros de que aquí jamás hablaremos de cine iraní, de la Nouvelle Vague o de la última retrospectiva de Einsenstein. Nosotros vamos de casquería fina y de nada más.
Sé que muchos de los compañeros blogueros que pasan por aquí viven en la ciudad que dentro de poco será mi hogar. Espero que el tiempo permita que nos encontremos en persona en uno de los mejores lugares del mundo: una sala de cine.
¿Y dónde más iba a ser?