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miércoles, abril 12, 2017

Reseña: Drácula (1931)

Por supuesto, es imposible hablar del horror clásico y no mencionar a los monstruos de la Universal. Lo cierto es que este estudio ya había dejado una huella en el panorama de terror durante la época del cine mudo, pero no fue sino hasta 1931 en los albores del cine sonoro cuando darían con la fórmula para cambiar la faz del cine de terror de masas americano dando inicio a su auténtica edad de oro. Una de las primeras películas de dicho ciclo fue, como no, el Drácula (1931) de Tod Browning, que como todos sabéis ya fue la primera versión "oficial", aunque técnicamente el guión adaptaba no la novela de Bram Stoker sino su mucho más sencilla versión para teatro de Hamilton Deane y John Balderston, que había adquirido gran popularidad durante los años veinte. Hay también una clarísima inspiración en el Nosferatu (1922) de Murnau, con escenas y planos casi calcados.

El mayor interés de la película (y sin duda alguna sus escenas más recordadas) está al principio cuando asistimos al encuentro entre Renfield y Drácula, momento en que el carácter monstruoso de la historia y su villano nos queda claro. La recreación del famoso castillo del conde y el ambiente de terror que lo acompaña fue sin duda una de las claves de su éxito y emparentó a la película de la Universal con las historias de horror de esa Europa que para muchos era la imagen de un mundo antiguo y de un pasado misterioso, una fascinación a la que el propio conde alude llegado el momento y que utiliza como su auténtica puerta de entrada en la sociedad occidental. De hecho el principal atractivo de la película, y el verdadero motivo por el cual es recordada hoy en día, es por Bela Lugosi en el papel principal. No estamos aquí ante el conde Orlock de Murnau con su apariencia de roedor monstruoso; el Drácula de Lugosi es un aristócrata exótico, un depredador sexual que utiliza sus artes de seducción pero también su más sutil poder de hipnosis. Lugosi, que ya había interpretado a Drácula en el teatro, borda el papel a la perfección y durante años fue la imagen por excelencia de este monstruo en el cine y quien le imprimió muchos de los elementos que hoy en día se consideran básicos de su personaje. Quizás eso ha terminado alterando el recuerdo de gran parte del público que cree (erróneamente) que Lugosi interpretó a Drácula varias veces en su carrera cuando en realidad sólo lo hizo en esta película y en la comedia Abbott y Costello contra los fantasmas (1948). Sin embargo sí es cierto que hizo varios papeles de villano claramente inspirados en el famoso conde.

Lo que sí está claro es que esta no es, con todo, una de las mejores obras de terror de la Universal, ni mucho menos una de las películas más logradas de su director. Browning fue principalmente, como ya hemos mencionado en otras ocasiones, un director de películas mudas que nunca logró adaptarse del todo al cine sonoro. Esto, sumado a los orígenes teatrales de su adaptación, tuvo como resultado una cinta todavía anclada en elementos y estructuras propias del arte de la escena que hacen que por momentos parezca que estamos viendo una obra de teatro filmada: planos fijos, silencios, monólogos declamatorios, actuaciones o bien rígidas o exageradas y unos efectos especiales basados principalmente en técnicas de teatro tales como niebla, cambios de iluminación y murciélagos mecánicos. Hay que resaltar en este sentido que las transformaciones del conde (e incluso todas las muertes) ocurrían siempre fuera de escena, y que la película no tiene música, algo común en aquellos tiempos de transición al cine sonoro pero también en producciones más modestas.

Se dice que a pesar de ser su obra más conocida, Browning nunca estuvo particularmente interesado en trabajar en esta película y que varias de sus escenas fueron en realidad dirigidas por su director de fotografía, Karl Freund, quien al año siguiente dirigiría La momia (1932), otra cinta de monstruos de la Universal que es, en muchos aspectos, un remake inconfeso de Drácula. Esta de la que hablamos hoy definitivamente fue superada por muchas de sus contemporáneas, pero abrió la puerta a una nueva manera de concebir el cine de terror y fue un gran éxito de público que tendría una larga y fructífera continuidad, produciendo unas ganancias que por desgracia Lugosi nunca llegó a disfrutar en vida ni monetariamente ni en lo que concierne a su prestigio como actor. A pesar de todo es una película fundacional, y la historia acerca de su rodaje y las circunstancias de su producción es tan interesante como la obra en sí.

2 comentarios:

  1. Es una película que arrastra para mal su procedencia teatral. Abusa de los diálogos y tiene poca calidad cinematográfica. También hay que recriminarle sus fallos de rigor geográfico o la falta de explicación de diversas escenas por haber sufrido censura en su montaje final. En resumen, salvo unos esplendidos primeros minutos es una decepcionante adaptación del mito vampirico aunque siempre quedará como la gran interpretación de Bela Lugosi así como por ser la primera cinta sonora de terror.


    Como curiosidad un par de datos. Que Lon Chaney era el actor escogido para interpretar al conde pero su fallecimiento hizo que este cayera en el hungaro Bela Lugosi, y que como no existía el doblaje, se rodó una segunda versión latina dirigida por George Meldford con los mismos escenarios y guión pero distintos actores. Drácula fue interpretado por Carlos Villarias y es una experiencia comprobar las similitudes y diferencian entre ambas versiones.

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  2. Había leído lo de Lon Chaney considerado para el papel de Drácula. Es muy probable que sean simplemente rumores teniendo en cuenta que para el momento de su muerte Chaney tenía un contrato de exclusividad con MGM. De todas formas hubiese estado interesante.

    La versión de Drácula en español es una reseña que tengo pendiente, no sé si para este especial pero sí para el futuro cercano :)

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