Páginas

lunes, octubre 31, 2016

Reseña: I Am The Pretty Thing That Lives In The House (2016)

Justo a tiempo para Halloween, Netflix trae su primera película original de terror. I Am The Pretty Thing That Lives In The House (2016), sin embargo, no es precisamente la opción más obvia para una maratón de Noche de Brujas puesto que es una cinta muy fuera de lo común que difícilmente complacerá a aquellos que buscan una buena dosis de sustos al uso. Es por el contrario una película con un argumento mínimo en el que ocurren muy pocas cosas y en la que el miedo está muy dosificado y casi siempre presentado debajo de la superficie. Y sin embargo, continuando con aquello que dejaba asomar en nuestra reseña anterior, es este tipo de cine de terror lento, atmosférico y, por qué no decirlo, "aburrido", el que últimamente me interesa más, sobre todo en una época en la que el horror mainstream (al menos el americano) está tendiendo cada vez más a la insensata repetición de sus mayores éxitos.

En I Am The Pretty Thing... encontramos en cambio un arquetipo de historia gótica que resultará familiar a aquellos que conozcan la obra de autoras como Shirley Jackson, que solían dejar siempre en términos ambiguos la presencia de lo sobrenatural, y se referían a los fantasmas como entidades del pasado que se aferraban a un lugar y deambulaban en soledad por los pasillos. Algo así ocurre a la protagonista de la película, una enfermera que acude a cuidar de una anciana escritora de suspense que vive sola en una casa en la que, según reza su testamento, desea estar en el momento de su muerte. A lo largo del tiempo que pasa en la residencia vemos cómo la soledad empieza poco a poco a hacer mella en la protagonista, aislada en una casa en la que no hay televisión y forzada a convivir con una anciana en un permanente estado semi-catatónico, por lo que ni siquiera puede comunicarse con ella de forma clara. Es sólo más adelante, cuando la comunión entre la obra de la escritoria y la macabra historia de la casa termina por darse que la protagonista comenzará su acercamiento a lo sobrenatural, con un resultado final que a pesar de que ha sido anunciado desde el principio no deja de tener su fuerza.

Todo esto que he comentado arriba se da, repito, de forma muy lenta en una película plagada de silencios y planos fijos que conforman una de las más seductoras atmósferas de terror que he visto en mucho tiempo. Es una película prácticamente desprovista de dramatismos y que no hace prácticamente ninguna concesión al espectador habitual, pero que aún así (o quizás precisamente gracias a eso) logra meterse debajo de la piel y me ha traído una sensación que por lo general sólo me ha acompañado con una literatura de terror muy específica, con Henry James, Susan Hill o la ya citada Shirley Jackson a la cabeza. Definitivamente no es para todo el mundo, sobre todo por ese desarrollo que deja para el final el que prácticamente es su único momento de impacto. Pero es ante todo una cinta única que representa además un paso natural en la evolución de su director.

Porque claro, no lo había comentado antes, pero el hombre detrás de este proyecto es Osgood Perkins, el mismo de February (2015), reestrenada este año bajo el título The Blackcoat's Daughter, una obra que también nos gustó mucho y que también forma parte de ese cine de terror de estilo sobrio y pausado por el que sentimos preferencia hoy en día. Con este segundo trabajo, el hijo de Anthony Perkins lo ha vuelto a hacer, y desde aquí esperaremos lo próximo suyo, que muy probablemente cause opiniones tan enfrentadas como esta de la que hablamos hoy.

miércoles, octubre 19, 2016

Reseña: Shelley (2016)

Nunca lo había mencionado hasta ahora, pero uno de los motivos de la escasez de actualicaciones que este blog ha tenido últimamente se debe a que, con el pasar de los años, mi relación con el cine de terror ha cambiado: mis gustos ya no son los mismos que solían ser, mi afán de completismo se ha reducido, así como mi tolerancia con cierto tipo de cine que por desgracia parece ser cada vez más común. Sin embargo, de vez en cuando soy capaz de encontrar alguna cinta que se sale un poco de esos esquemas y toca temas que me interesan a pesar de que en el aspecto formal se aleja un poco de la norma. Digo todo esto porque Shelley (2016), una cinta de terror danesa que tuve la oportunidad de ver este verano, es una muy buena película que merece ser vista y que muy probablemente no tendrá un pase comercial debido a aspectos puramente formales. Es una película lenta y poco efectista que se toma su tiempo, y sin embargo es fácilmente una de mis favoritas de este año por lo inquietante de su desarrollo y por su premisa de embarazos extraños, algo que en lo particular siempre me ha hecho sentir muy incómodo.

En esta película vemos a una pareja de adinerados burgueses que contratan a una chica rumana para que trabaje de criada en su cabaña perdida en medio del bosque. Desde el principio la cinta nos plantea a la pareja protagonista como personas privilegiadas que han decidido voluntariamente privarse de todos los lujos de la civilización como la electricidad, teléfono y agua corriente en favor de una vida sencilla, pero que requieren de ayuda debido a que la mujer está recuperándose de un aborto involuntario. Prácticamente todo el primer tercio del metraje se va en construir la relación entre estos tres personajes, sobre todo las dos mujeres, que desarrollan una auténtica amistad que llega a su punto máximo cuando la pareja pide a la joven criada, Elena, que acceda a llevar en su vientre al hijo de ambos. Es a partir de aquí cuando comienzan los elementos de terror, ya que durante sus meses de aislamiento en el bosque Elena comenzará a sufrir alucinaciones y experiencias que le demostrarán que su embarazo (y por lo tanto el niño dentra de ella) no es del todo normal.

Todo en la cinta apunta a que el embarazo de Elena no es sino la puerta de entrada a un horror oculto e inexplicable que, curiosamente, nunca se llega a explicar del todo más allá de las muy sutiles referencias a un Mal presente en el bosque y que ha terminado por apoderarse de la joven. Es un tema que está muy bien planteado ya que al igual que como ocurría en otras obras como El bebé de Rosemary (1968), la protagonista se encuentra realmente indefensa, acosada no sólo por la amenaza sobrenatural sino también por la mujer de la pareja anfitriona, que de repente empieza a ver a la joven como si fuese de su propiedad hasta el punto de querer dictaminar todos los detalles de su vida. Todo este conflicto va creciendo hasta su desenlace centrándose principalmente en el horror que todos intuyen que se acerca. Basta con tener en cuenta que el título de la película no se refiere a ninguna de las dos mujeres sino a la pequeña niña que está por nacer.

En el poco probable caso de que os encontréis Shelley en un cine, no la dejéis pasar. Probablemente no sea para todo el mundo y por momentos no parece una película de terror, pero a pesar de todo esto es sumamente inquietante y hacia su tercer acto se vuelve perturbadora como pocas historias que he visto este año. Me ha encantado sin duda.

miércoles, octubre 12, 2016

Reseña: Blair Witch (2016)

Tarde o temprano tenía que ocurrir: después de casi dos décadas explotando y exprimiendo el cine de metraje hallado hasta convertirlo en un género propio, era sólo cuestión de tiempo antes de que llegara una nueva versión de aquella película que comenzó todo allá por 1999, y efectivamente, aunque han tardado menos tiempo del que pensaba, he aquí el pseudo-remake de El proyecto de la bruja de Blair (1999), titulado simplemente Blair Witch (2016) y adoptando la forma de una secuela ambientada quince años después de la original pero que repite prácticamente todos los puntos del argumento de la obra de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, con muy pocos cambios o aportaciones novedosas, por lo que a pesar de todos sus esfuerzos por parecer lo contrario, estamos realmente ante un remake encubierto de la película de los noventa. 

Soy el primero en reconocer que la vi con ciertos prejuicios, no sólo porque el metraje hallado es un género que me interesa muy poco sino porque la bruja de Blair original es una película que me gusta mucho, y tras verla de nuevo recientemente me di cuenta de que es ampliamente superior a casi todas las cintas de este subgénero que han venido después, las cuales nunca han parecido entender exactamente qué fue lo que hizo de la original un éxito. Esta que tenemos ahora en el 2016 es de hecho mucho más parecida a la ola de productos similares que se han estrenado desde entonces, una versión "actualizada" de la original con más efectos sonoros y especiales, más momentos de terror puro y duro, un mayor contenido explícitamente sobrenatural, y absolutamente nada de la sutileza y ambigüedad que constituía la mayor fortaleza de la original. Es, en todos los sentidos, una secuela típicamente comercial que toma aquellos aspectos superficiales de la primera parte y los extrapola para ofrecernos lo mismo que antes pero a lo bestia, sólo que este tipo de continuaciones por lo general se hacen un par de años después de la primera y no tras casi dos décadas en las que ya el mercado de este tipo de productos se ha saturado por completo. 

Pero mentiría si no dijese que hay al menos ciertos puntos de interés: aquí es donde os revelo que mi principal motivación para ver esta película no tenía nada que ver con la nostalgia por la original sino más bien con nombre de Adam Wingard como director, un cineasta muy competente cuyas obras anteriores, A Horrible Way to Die (2010), You're Next (2011) y The Guest (2014), causaron una buena impresión en mí y me habían convencido de que podía sacar algo interesante de un proyecto que, evidentemente, ha sido un encargo. Hasta cierto punto es así porque mediante la ampliación del elemento sobrenatural Wingard logra sacar algunas ideas atractivas, sobre todo en los últimos diez minutos de la película, cuando se desata el clímax y los personajes sobrevivientes se enfrentan a la amenaza de los bosques en medio de un delirio surrealista que incluso juega con nuestra percepción del espacio y el tiempo, en un alarde similar al que ya habíamos visto en otra cinta de metraje hallado, Grave Encounters (2011), aunque menos trabajado y algo confuso.

A decir verdad ese ha sido, para mí, el mayor problema con esta película: ninguno de los elementos adicionales que ostenta ha sido desarrollado sino que va lanzando ideas una tras otra enredando tanto al público como a los personajes. Esta es además una de esas cintas de terror cínicas en las que los protagonistas nunca saben realmente qué es lo que está sucediendo y por lo tanto nunca tienen realmente una oportunidad de triunfar sobre la amenaza que se cierne sobre ellos, por lo que el final está cantado desde el principio incluso si no tenemos en cuenta que el propio formato ya revela desde el minuto uno cuál ha sido el fin de los personajes. En definitiva, todo lo que tenía de bueno la primera película ha sido tirado por la borda en aras de un trabajo comercial repetitivo, predecible, lleno de sustos baratos y plagado de todos y cada uno de los vicios que suelo odiar de este tipo de historias. El por qué un director como Adam Wingard ha sido el encargado de llevar esto a la realidad es algo que se me escapa, porque esto no es más que otro ejemplo más de un terror documental fácil de personajes gritando, efectos de sonido a máximo volumen, cámara temblorosa y un monstruo final que nada tiene que ver con la sutileza y buen arte de la original. 

domingo, octubre 09, 2016

Reseña: Ouija (2014)

En lo que prometía ser un domingo de absoluta inactividad, cayó en mi regazo esta película que dejé pasar hace un par de años y que, honestamente, no prometía nada bueno. De hecho la vi hoy con cierta reticencia y esperando muy poco de ella, por lo que es probable que mi opinión sea más benévola de lo común teniendo en cuenta las escasas expectativas que tenía. Lo cierto es que por encima de todo hay que decir que Ouija (2014) es simplemente otro inofensivo intento de terror comercial de rápido consumo por parte de la Platinum Dunes y la omnipresente productora Blumhouse, destinada a llenar una obligatoria cuota anual de de terror sobrenatural con actores jóvenes, casi siempre provenientes del mundo de la televisión, y siguiendo un esquema muy conocido que hemos visto repetido cientos de veces. Teniendo en cuenta todo esto, no es la peor película de terror que he visto, y al menos ha tenido un par de ideas interesantes, ninguna de las cuales tiene que ver con el juego de mesa en el que se basa.

El argumento es, a decir verdad, sólo una excusa y pasa por todos los lugares comunes de este tipo de producciones: una joven muere en extrañas circunstancias luego de usar una tabla de Ouija que luego sus amigos emplearán para intentar entrar en contacto con ella, sin saber que al hacerlo han desatado una fuerza maléfica que los perseguirá para acabar con ellos uno a uno. El resto ya lo sabéis: hay una investigación en torno a un crimen del pasado, con sus inevitables evidencias en forma de viejas fotografías, seguida por la aparición de un personaje cerca del final que explica todo lo que está pasando y la manera de solucionarlo, para luego dar un giro final. Todo esto ya está bastante cantado prácticamente desde el principio, si bien la película tiene algunos momentos de tensión y anticipación genuinos a pesar de que fue una producción con muchos problemas que por lo visto sufrió numerosos cambios y rodajes adicionales que cambiaron aproximadamente un cincuenta por ciento del argumento para hacerla más comercial y más parecida a una película de terror del montón.

Esto último no me sorprende nada porque no es la primera (ni la última) película hecha acerca del juego de la Ouija (ni siquiera es la primera en usar ese título). La popularidad del juego es tal que sus reglas y características ya forman parte del inconsciente colectivo y estimulan la creación de numerosas historias basadas en algo que, como todos sabemos ya, no es sino un inofensivo juego mercadeado de forma masiva a finales del siglo XIX por un timador que aprovechó la por entonces muy extendida fiebre por el ocultismo en la sociedad occidental. De hecho es más interesante la mitología creada a partir del propio tablero que el tablero mismo, y por ese motivo es una lástima que al final esta película no sea más que otra historia regulera de los-fantasmas-vienen-a-por-ti. 

A pesar de ese par de momentos a los que me refería antes, la medianía e intrascendencia de una película de usar y tirar como Ouija la hace imposible de recomendar. En un intento bastante evidente de dar a esta cinta algo de legitimidad, llega un momento en el que aparece la actriz Lin Shaye en un pequeño papel cerca del final, pero verla lo único que logró fue que me entraran ganas de volver a ver su trabajo en la saga de Insidious (2010), una película muy superior en todos los sentidos. Confieso que el único motivo por el que vi esta es porque sé que el director Mike Flanagan, a quien ya le hemos dedicado varios elogios, ha sido el encargado de llevar a cabo la segunda parte que se estrenará este mismo mes. Esperemos que sea mejor que esto.