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domingo, julio 31, 2005
Un artículo
viernes, julio 29, 2005
Reseña: Nosferatu (1979)
1979 fue un buen año para los vampiros; tres producciones importantes de estos chupasangres fueron estrenadas casi simultáneamente con menor o mayor éxito y/o prestigio. Yo tenía apenas un año de edad, así que tuvo que pasar un tiempo para que pudiera ver la miniserie Salem’s Lot, dirigida por Tobe Hooper y basada en la novela homónima de Stephen King, o para que pudiera echarle un vistazo a ese increíble trabajo de George Romero llamado Martin. El tercer vampiro que ocupó la cartelera de terror ese año fue un producto de más "renombre", una obra de art-house, no de cine, sino de cinèma: se trata del remake de Nosferatu (1922), aquella mítica película muda de F.W. Murnau y que esta vez llegara de la mano de otro genio alemán, Werner Herzog, y su actor fetiche, Klaus Kinski.
Para su particular homenaje a la que fuera la primera gran película de terror de la historia del cine, Herzog buscó copiar el estilo de la original y, al mismo tiempo, salvar las diferencias que existían respecto a la novela (ya se sabe que Nosferatu no es más que una mal disimulada adaptación de Drácula, la novela de Bram Stoker). Es por eso que, esta vez, los nombres de los personajes principales vuelven a ser los mismos que en la obra del novelista irlandés: en vez del conde Orlock, nuestro villano pasa de nuevo a llamarse Drácula, su víctima se llama ahora Lucy, y el marido engañado vuelve a ser Jonathan Harker. La ciudad, ahora sí, se traslada de Bremen a Bismarck. En todo lo demás, sin embargo, la versión de Murnau prevalece casi en su totalidad.
Jonathan Harker, empleado de una compañía de inversiones y bienes raíces, es enviado a Transilvania, al castillo del conde Drácula, para cerrar un importante negocio; al parecer, este misterioso miembro de una decadente nobleza desea comprar unos terrenos en Bismarck y está dispuesto a pagar un buen precio. Pero Lucy, la mujer de Jonathan, tiene unas terribles pesadillas que vinculan el viaje de su marido a una horrible desgracia. De sobra está decir qué es lo que sucede: Drácula ataca a Harker y, seguro en sus nuevas posesiones germanas, comienza lenta pero efectivamente la destrucción de la ciudad, no solamente a través de su infecciosa mordida, sino a través de la peste que ha traído consigo, representada en una plaga de ratas. Jonathan se encuentra inutilizado debido a la agresión del vampiro, por lo que es Lucy la que deberá vencerle, aunque esto signifique hacer el mayor de los sacrificios.
Resulta obvio cuál es la ventaja técnica que tiene la película de Herzog sobre su antecesora; al incorporar el sonido, Nosferatu puede explorar a través del diálogo aquellos temas que anteriormente sólo pudimos apreciar a través de la imagen. El principal de ellos es el tema de la muerte, la cual está perfectamente personificada en la figura del conde Drácula. Es importante destacar acá como Herzog ha permanecido fiel a la figura que Murnau creara para su monstruo; el vampiro está muy lejos de ser el seductor succionacuellos al que estamos acostumbrados, y vuelve a ser ese adefesio pálido con cara de rata blanca. Kinski está genial en la piel de la criatura, cuyos dientes (incisivos, que no colmillos) recuerdan a los de los miles de roedores que ha traído consigo (no en balde se confunden los efectos de la peste con la amenaza del conde). Esta lectura nos es mostrada en todo su esplendor durante la escena en la que Lucy (una bellísima Isabelle Adjani, que me ha cautivado desde que, siendo un niño, la viera en esta película una madrugada por la tele) recorre las calles de la desolada ciudad sólo para encontrarla infectada de ratas y con la gente, resignada a morir, celebrando insalubres orgías en la calle, en medio de una macabra danza de la muerte.
Nos encontramos quizá ante una de las películas más accesibles de Herzog, cuyo respeto por el material original lo ha llevado a una puesta en escena austera y casi privada por completo de efectos especiales. De hecho, pocas películas de terror han dependido tanto de la caracterización a la hora de lograr su cometido. Si Kinski encarna el horror en estado puro, la Adjani despide una belleza tan pura y frágil que resulta prácticamente hipnótico verla. Su palidez de porcelana la convierte en la heroína gótica por excelencia, y su escena final con el conde consigue crear un ambiente erótico muy intenso a pesar de la asquerosa presencia del vampiro. Mención especial, por supuesto, para ese encuadre con el que cierra la película.
La edición de Zona 1 de Nosferatu trae las dos versiones que fueron filmadas simultáneamente: una en inglés y la otra en alemán. Ambas son excelentes (si bien yo solamente conocía la primera, que fue la que se estrenó en mi lado del planeta) aunque conservan ciertas diferencias de tono. En cualquier caso, se trata de un filme curioso que ningún aficionado al cine vampírico puede dejar de revisar.
martes, julio 26, 2005
Reseña: Cabin Fever (2002)
Con incontables e indudables guiños a cintas como La noche de los muertos vivientes (1968) y The Evil Dead (1982), pilares del subgénero de "cabañas-solitarias-y-habitantes-asediados", el señor Roth ha conseguido una película que, aparte de ser un ingenioso homenaje que paga el debido respeto a sus influencias, rescata una de las sensaciones favoritas del género: la paranoia. Ante la amenaza del virus, que podría haber afectado a uno o varios de los presentes, se manifiestan los auténticos horrores de cada uno de los protagonistas, se descubren los odios ocultos, las desconfianzas, y sobre todo, el afecto es puesto a prueba, ya que algunos harán cualquier cosa por sobrevivir. Una premisa tan simple y sin embargo tan difícil de llevar con maestría es lo que me hace quitarme el sombrero ante esta película de la cual no tenía grandes expectativas. Se trata, finalmente, de uno de esos hallazgos fortuitos que uno a veces se encuentra en un video club, o (como me gusta pensar) quizá sea que ellos lo encuentran a uno.
Valga decir que "Cabin Fever", literalmente "fiebre de cabaña", es uno de los mejores títulos que se le han podido poner a esta película. El término es a menudo utilizado para nombrar ese estado de agresividad que surge entre varias personas al permanecer encerradas por mucho tiempo (hoy en día podríamos llamar a esto Síndrome de Gran Hermano). En esta película dicho nombre contiene, además, varios niveles de ironía, que van desde la sensación que despierta en los protagonistas su situación particular hasta las horrorosas manifestaciones de la enfermedad.
Porque si algo hay que destacar, al menos superficialmente, de esta cinta es el gore. Las visiones de llagas purulentas, carne despedazándose y gente literalmente deshaciéndose viva son, en ocasiones, muy duras, pero perfectamente a tono con la película. Se trata de uno de esos claros ejemplos de cuando los efectos especiales están puestos al servicio de la historia y no al revés, ya que son precisamente esas visiones sintomáticas las que nos conducen por el camino del espanto hacia la situación de los protagonistas. De repente, algo tan simple como la presencia de un perro hambriento en las cercanías de un afectado moribundo se convierte en el mayor horror imaginable sobre la tierra.
En definitiva, nos encontramos ante una película básica pero efectiva. Cualquiera que tenga un estómago fuerte debería echarle un vistazo. Yo sólo sé que después de ver esto, la higiene personal se ha convertido en una de mis nuevas obsesiones.
sábado, julio 23, 2005
Reseña: La casa de cera (2005)
Dios bendiga a Paris Hilton, porque gracias a ella el cine de sexploitation seguirá vivo unos años más. Y si no lo creen, no tienen más que echarle un vistazo a la película La casa de cera, remake de aquella cinta homónima que protagonizara Vicent Price en 1953. Claro, la señorita Hilton no busca para nada seguir los pasos de aquel que fuera una de las más grandes luminarias del cine de terror. De hecho, su participación en esta película es mínima, y casi todo el metraje en el que ella está presente es un despliegue de lo que es su auténtico trabajo: dar a la cinta un gancho publicitario a la vez que proporciona el necesario "T&A", que incluye (entre otras cosas) una muy evidente referencia a su famoso vídeo porno.
¿La historia? Bueno, no es que importe mucho, pero es esta: todo comienza cuando un grupo de seis jovencitos en edad universitaria decide hacer un viaje por tierra desde Florida hasta Lousianna para ver un partido de fútbol. En el camino, deciden (tontamente) acampar en el bosque, donde a la mañana siguiente descubren que han sufrido un desperfecto mecánico (¿accidente? ¿tú que crees? ¿tendrá algo que ver con el tipo raro que los acosó la noche anterior?). Buscando alguien que les ayude, los chicos encuentran el pequeño y casi abandonado pueblo de Ambrose, hogar de la fantabulosa Casa de Cera de Madame Trudy. No se trata simplemente de un museo de cera; la casa misma es de cera (lo cual ya nos indica qué va a pasar con ella durante el previsible showdown del final). Lo que no saben es que se trata también del hogar de un maniático psicópata muy hábil para las manualidades (¿Nunca te preguntaste por qué las figuras se ven taaaaan reales?).
A los diez minutos de comenzar La casa de cera, sabes perfectamente no sólo a donde va, sino de donde viene. No he visto la original del 53, de manera que su fidelidad o innovación en cuanto a ella me tiene sin cuidado y no influirá para nada en mi valoración, pero sí es bastante obvio que estamos ante una película que busca seguir los pasos de otro remake bastante reciente, bastante exitoso, y bastante malo: La matanza de Texas (2003). El concepto es seguido a la fidelidad: niñatos tontos, bosque, comunidad rural, psicópata de turno y muertes grotescas e imaginativas. En otras palabras, las reglas paso a paso de lo que debe ser todo slasher-film que se respete (de hecho, el asesino parece una mezcla entre Leatherface y Michael Myers, el malo de Halloween).
La casa de cera es una película bastante típica en este sub-género. Desde el primer momento en que vemos a los chicos, es bastante fácil suponer quienes van a morir y en que orden. Elisha Cuthbert (la despampanante hija de Jack Bauer en la serie 24) es la más famosa del elenco, así que es bastante obvio que la que sobrevivirá al final será ella y no la Hilton (a cambio, tiñen a la Cuthbert de castaño, porque las reglas no-escritas de Hollywood dicen que no puedes tener dos rubias). Los asesinos son de lo más estereotípicos, y una vez que la premisa ha sido develada, lo único que podemos hacer es esperar y disfrutar las muertes, cada una más gráfica que la otra. Debo destacar, sin embargo, que dichas matanzas son osadas para los estándares de una película supuestamente destinada al público adolescente. Varios momentos lograron sorprenderme incluso a mi. Especialmente repugnante (y por lo tanto bueno) es el momento en que uno de los chicos intenta sacar a su amigo del aprieto de estar prisionero dentro de una figura. No puedo quitarme la sensación de que recurren al gore únicamente porque no tienen nada más, pero al menos se agradece un poquito de osadía en estos tiempos tan timoratos.
En fin, se trata de una película bastante pasable, y que ha logrado sin duda superar mis expectativas. Lástima, sin embargo, que su ritmo lento del principio y su típico final de “acción” entre los supervivientes y los asesinos resten bastante a su puntuación final. Aún así, un digno esfuerzo que, si bien puede que no se merezca una entrada al cine, al menos no desmerece un futuro alquiler.
jueves, julio 21, 2005
Noticias de los muertos
lunes, julio 18, 2005
Más y más zombis
sábado, julio 16, 2005
Reseña: La casa de los 1000 cadáveres (2003)
Hay casos en los que se es un fanático a toda prueba, y por supuesto no hablo de mi; en el año 2003, dos directores noveles irrumpieron en el escenario del horror con sendas cintas que, vistas desde cerca (o desde lejos, da igual), no son más que fieles homenajes a clásicos del género. La palabra “homenaje” a menudo se utiliza con demasiada soltura (generalmente cuando no se quiere decir de forma directa “plagio” o “quiero y no puedo”), pero en estos dos casos, el término está más que justificado. Las películas a las que me refiero son la excelente Cabin Fever (2003), de Eli Roth, y aquella de la que me ocupo hoy: La casa de los 1000 cadáveres (2003), opera prima del rockero Rob Zombie, quien ya es él mismo un personaje de terror.
La historia de cómo llegó esta película a los cines fue larga y muy dura: Rob Zombie tuvo que batallar para lograr plasmar su visión en pantalla al menos con una clasificación de “R”, y cuando por fin el montaje final estuvo listo, se encontró con que ninguna distribuidora quería siquiera tocar la película. Finalmente, Lions Gate accedió a regar la voz, y si bien no cosechó un gran éxito en los cines, la obra se ha convertido en un film de culto al pasar al formato digital, tanto, que ya está por estrenarse su esperada secuela, Los renegados del Diablo (2005), que por los vientos que soplan tendré que esperar en su edición casera.
Empecé hablando de cómo está película es un homenaje a los grandes clásicos de los 70, entre ellos La matanza de Texas (1974), Las colinas tienen ojos (1977) y Last House on the Left (1972). Es por eso que considero superfluo contar la historia, porque de sobra la conocen: durante la noche previa a Halloween, cinco chicos imprudentes viajan por carretera buscando develar los secretos de la América profunda, cuando la falta de combustible les lleva directamente a la tienda del Capitán Spaulding (genialmente interpretado por Sid Haig, ídolo de la serie B y que aquí, de la mano de Rob Zombie, hace un envidiable regreso), quien les cuenta la leyenda del “Dr. Satán”, un famoso asesino local. Tontos como son, y a pesar de las advertencias, los jóvenes deciden ver con sus propios ojos el lugar donde fue enterrado aquel monstruo, y lo que encuentran es la hospitalidad de una familia de sádicos white-trash que les somete a todo tipo de vejaciones y torturas simplemente por diversión. A partir de aquí viene un sinfín de referencias cinematográficas que un aficionado al género podrá reconocer pero que no interfieren con la historia para nada. Porque esta, sin duda, es una película que exuda Rob Zombie por todos lados, por lo general a través de flashes muy al estilo de un videoclip, una edición rápida y un ambiente carnavalesco que hace pensar que se está asistiendo a la demostración de alguien que se regodea en sus propios gustos, y además, busca que los compartamos.
Resulta una obviedad teniendo un título así, pero La casa de los 1000 cadáveres es una película muy violenta. El principal detalle no es ése, sino que los personajes disfrutan su violencia y la rodean de una atmósfera de juerga digna de mención. Sobra decir que los jóvenes perdidos no son los protragonistas, sino meramente la carne. Los auténticos héroes son los camorreros miembros de la desquiciada familia rural, mención especial para Otis (el genio perturbado), Baby (tan bella como jodidamente loca) y Tiny (un gigante deforme que al parecer fue quemado por su padre mientras dormía), quienes se divierten de lo lindo despedazando lentamente a sus huéspedes en una orgía de violencia sin tregua y (aparentemente) sin salvación posible. Con todo, y a pesar de este despliegue sanguinolento, la película fue clasificada como “R” en Estados Unidos (una prueba más de que el dichoso sistema de censura se dedica más a perseguir el sexo que la violencia). El único defecto de La casa de los 1000 cadáveres es precisamente su ocasional sobresaturación, en la que la violencia en sí misma supera en ocasiones los márgenes de la sutileza. “Sutil” no es precisamente el señor Rob Zombie; los últimos veinte minutos de su debut cinematográfico se convierten en una pesadilla rocambolesca y surrealista en la que se desborda el nivel de irrealidad que rodea a los auténticos protagonistas, quienes se vuelcan en su particular celebración de Halloween en medio de un aire de colorido y feria capaz de volver loco a cualquiera. La fusión entre horror y burla, sadismo y jocosidad es tan marcada y tan subida de tono que me sentí agredido (pero en buena manera) cuando Tiny entra en la habitación donde una llorosa chica está atada de pies y manos a una cama llevando una camiseta negra que dice: “World’s cheapest Halloween’s costume” (el disfraz de Halloween más barato del mundo).
Aún así, creo que esta película es obligatoria para cualquier amante del género, aunque sea para disfrutar de una experiencia completamente visceral, un derroche de técnica y de conocimiento de lo que es el horror, la violencia y el lado “juguetón” del Mal. En cuanto a la sensación que queda después de verla, eso queda a juicio de cada quién, pero debo decir que por mi parte estoy más que ansioso por ver la secuela. Esperemos que no tarde.
viernes, julio 08, 2005
Reseña: Resident Evil (2002)
Dicen por ahí que los responsables de Resident Evil (2002), ya en los albores de su proyecto cinematográfico, contactaron al mismísimo George Romero para que escribiera y dirigiera esta cinta basada en el popular videojuego. Romero, al parecer, estaba inicialmente encantado con la idea, pero terminó desechando el proyecto a raíz de las imposiciones de censura por parte del estudio, el cual, como era de esperarse en una película de este calibre, quería orientar la producción a un público compuesto en su mayoría por adolescentes. De manera que los head-honchos hollywoodenses perdieron la oportunidad de hacerse con el trabajo de este genio indiscutible del género para su película, hecho que deja entrever cierta ironía, ya que fue precisamente Romero, con sus zombis caníbales, quien creó la base cultural que inspiraría la ya famosa saga de videojuegos.
Para aquellos que no conozcan dicha saga y por lo tanto no tengan ni idea de qué va esto, aquí está la situación: al parecer, una mano nada inocente sabotea el laboratorio secreto de una maligna corporación (¿cuál no lo es?) llamada Umbrella y libera un arma bacteriológica conocida como el virus T (nombre que proviene, por cierto, de un episodio de Star Trek). Este virus, aparte de ser mortal, tiene la facultad de reanimar los cadáveres de sus víctimas convirtiéndoles en feroces no-muertos que, obviamente, se encargan de transmitir la enfermedad por doquier. De manera que, para evitar el contagio de toda la población, la Reina Roja (super-computadora central de la instalación secreta) decide sellar el recinto por completo y matar a todos los que en él trabajan. Los cabecillas de Umbrella no saben nada de esto (al parecer, por alguna razón que no entiendo, o la base se encuentra incomunicada o la Reina Roja ha decidido voluntariamente dejar a sus creadores en la ignorancia de lo que ha sucedido) y deciden enviar a un equipo de especialistas a abrir el laboratorio (todo tiene nombre aquí; el dichoso lugar se llama La Colmena) y averiguar qué sucedió exactamente. A partir de aquí, ya se lo pueden imaginar.
Por mi parte, nunca he sido un jugador de Resident Evil, y por ello no puedo hablar de la fidelidad de esta adaptación de Paul W.S. Anderson (quien ya había dirigido una película basada en una popular serie de videojuegos, ¿adivinan cuál?) para con su homónimo lúdico. Sin embargo, sí puedo hacer varios comentarios en cuanto a la fidelidad de esta película para con toda una tradición cinematográfica de la que el juego mismo es deudor. En este sentido, debo decir que la cinta hace bastante honor al género e intenta, si bien no con la contundencia deseada, satisfacer a los adeptos a los cadáveres andantes. ¿El resultado? Por un lado, positivo; Resident Evil, como sabrán, salió poco antes de 28 días después (2002), y entre las dos resucitarían el cine de zombies no-paródico, permitiendo así, entre otras cosas, el regreso del maestro Romero al lugar que le corresponde: la cartelera. Pero por otro lado, no me abandona la sensación de estar ante lo que pudo haber sido una auténtica joya y que al final resultó ser una medianía fácilmente consumible y, sobre todo, olvidable. En cuanto a qué es precisamente lo que le falta, la respuesta de la mayoría de los críticos y cinéfilos ha sido la misma: más violencia, más sangre, más zombis, más gore y sobre todo, más desesperación, ese ingrediente apocalíptico que está por encima de los héroes y que da la auténtica sensación de horror que caracteriza este tipo de películas. Al final, parece ser que el bueno de Romero tenía razón después de todo.
Y es que, a decir verdad, en este apartado se queda bastante floja. Todo lo demás tiene respetables aciertos, como el elenco (especialmente Milla Jovovich y Michelle Rodríguez, cuyos personajes tienen una relación pseudo-lésbica que a mi, lo confieso, me ha resultado atractiva), los efectos especiales y una ambientación en ocasiones magnífica. Para muestra la imagen final, literalmente calcada del cine de Romero y que da pie a la secuela, Resident Evil: Apocalypse (2004). La aparición de los primeros zombis está bastante lograda, ya que va siendo gradual y por lo general tensa, como debe ser. La Reina Roja, esa entidad perversa que se convierte en el principal enemigo y obstáculo de los protagonistas, tiene a mi parecer algunas de las mejores líneas de diálogo (“yo no dejo nada al azar”), e incluso el pequeño “misterio” de la película acerca de quién es Alice (el personaje de Milla Jovovich, que pierde la memoria al principio de la cinta y luego la va recuperando gradualmente) y por qué exactamente vive en la casa bajo la cual se esconde La Colmena tiene algún que otro momento bueno. Pero una vez más, con sus limitaciones sanguinolentas y su escaso coraje a la hora de llevar las situaciones al límite, es difícil no quedarse con la idea de que no se está realmente ante una película de terror, sino ante un filme de acción veraniego que, ocasionalmente, tira unos cuantos zombis a la pantalla. Aún no he visto la segunda parte, pero me han dicho que está aún más inclinada hacia ese lado. Siendo así, no veo como pueda elevar a esta saga de no-muertos a una categoría mayor que la media.
[Nota: por si acaso no lo recuerdan, la anterior película de Paul W.S. Anderson basada en un popular videojuego fue Mortal Kombat (1995). Cosa curiosa es que su última producción, Alien vs Predator (2004) también vio la luz como un videojuego hace ya varios años (ojo, primero lo hizo como cómic). Anderson tampoco es un novato a la hora de mezclar horror y ciencia-ficción; en 1997 dirigió una película con Sam Neill y Lawrence Fishburne llamada Event Horizon, que mezclaba ambos géneros, si bien no de forma muy destacable]
martes, julio 05, 2005
Reseña: Ginger Snaps (2000)
Existe un auténtico teen-horror que nada tiene que ver con aquel sub-género que popularizara Kevin Williamson, uno que no se remite al slasher de turno destripando jovencitas indefensas. Aquel al cual hago referencia es a ese que explora los diferentes procesos y cambios típicos de la adolescencia utilizando las convenciones del género de terror. Suena sencillo, y sin embargo, pocas son las películas que han logrado dar un giro satisfactorio a esta tendencia. Durante años, el obligado punto de comparación fue Carrie (1976), la mítica cinta de Brian de Palma, injustamente olvidada por las nuevas generaciones que a menudo hacen mofa de sus efectos especiales sin saber que un gran número de sus fotogramas han sido reutilizados en producciones actuales. Más cerca de nuestro tiempo tenemos a chicas raras como May (2002) de Lucky McKee, otra pequeña y rara joya de la que espero poder hacer mención aquí dentro de poco.
Pero entre estas dos jovencitas está el par de protagonistas de Ginger Snaps (2000), una cinta de licántropos que surgió de la nada (es decir, de Canadá) y rápidamente alcanzó el status de culto. No solamente permitió refrescar un poco el género de terror después de que los clones de Scream (1996) lo dejaran medio muerto en la cuneta, sino que además dio cabida a sus dos protagonitas en el sub-mundo del cine serie B (si bien solamente una de ellas ha alcanzado ese éxito).
Ginger Snaps (sin traducción al español, o mejor dicho, sí la tiene pero no quiero decirla) cuenta la historia de Ginger y Brigitte, dos hermanitas neo-góticas en plena adolescencia que habitan un tranquilo suburbio canadiense de lo más aburrido y clase media que se puede imaginar. Las dos sienten un auténtico desprecio por el mundo que las rodea, desdén que se manifiesta en el placer que sienten al hacer gala ante los demás de sus gustos sanguinolentos (la película abre con una impresionante secuencia de diapositivas en las que las dos simulan sus diferentes muertes, cada una más horrenda que la otra), las bromas pesadas que gastan a los demás y su pacto de sangre de morir a los 16 años. Una noche de luna llena, mientras se encuentran gastando una broma a uno de sus muchos enemigos, Ginger es atacada por un hombre-lobo, acto de violencia que coincide con el de su primera menstruación. A partir de entonces comienza la gradual transformación de la chica en bestia, y su hermana Brigitte, la única que conoce su secreto, debe ocultar las pruebas (y las víctimas) de Ginger mientras busca desesperadamente una cura.
A pesar de su componente evidentemente terrorífico, la cinta es en realidad una historia sobre la fuerte relación entre las dos hermanas. Brigitte, la más tímida de las dos, es la que debe reaccionar ante los radicales cambios de su hermana, que pueden ser interpretados como el desarrollo típico de la adolescencia (ejemplo de esto es que Ginger cada vez busca mayor independencia de Brigitte, a la vez que poco a poco empieza a hacerse cada vez más atractiva a los ojos de los chicos). La película logra construir un alto grado de tensión cuando Ginger, con el pasar de los días, se vuelve cada vez más incontrolable, tanto en lo que refiere a la violencia como al sexo, cosas que al final terminará confundiendo.
El director de esta cinta es John Fawcett, debutante en el cine pero que ya se había forjado una reputación como director ocasional en series de televisión, principalmente para la Renaissance Pictures (la antigua compañía de Sam Raimi), pero quienes realmente brillan con luz propia son sus dos protagonistas, especialmente Katherine Isabelle en el papel de Ginger (su hermana se destacaría en las secuelas). No pasó mucho tiempo antes de que la viéramos en otras producciones de terror, y debo decir que desde entonces me ha caído muy bien aunque la película sea mediocre (Freddy vs. Jason), innecesaria (el remake televisivo de Carrie) o nefasta (Bones). Lástima que utilizara doble de cuerpo para aquella escena de ducha en el enfrentamiento entre Vorhees y Krueger.
El éxito de Ginger Snaps (contundente a pesar de que la película recibiera una distribución bastante limitada en los cines) fue suficiente para lanzar dos secuelas bastante aceptables, que ya se abordarán en otro momento. Basta decir, por ahora, que estamos ante una de las mejores películas de hombres-lobo que se han hecho, no sólo para los estándares actuales, bastante bajos como se sabe, sino de siempre, compitiendo duramente con clásicos del género como El aullido (1981) o Un hombre-lobo americano en Londres (1981). Imperdible. Puntuación máxima sin duda.
viernes, julio 01, 2005
Míticos: Kane Hodder (1955 - )
Pero lo que sin duda hace reconocible a Kane es su interpretación de Jason Vorhees, uno de los personajes icónicos del cine de terror actual. De las once películas en las que aparece este personaje (bueno, diez, dependiendo de si aceptamos o no la primera), Hodder le ha dado cuerpo en cuatro ocasiones, y son ya famosos los extremos a los que ha llegado para demostrar a todos cuanto ama a este grandulón de la máscara y el machete; desde negarse a socializar con el resto de los actores del elenco para que así el "miedo" de estos hacia Jason sea más genuino hasta tatuarse la palabra KILL en el labio inferior. Por eso Kane es el favorito indiscutible de los fans de la saga, y la mayoría (me incluyo) considera criminal su exclusión de la película Freddy vs. Jason (2003), en la que Kane brilló por su ausencia, cuando es precisamente él quien ha construido los ademanes típicos y fácilmente reconocibles del personaje.
Actualmente Kane está redirigiendo su carrera hacia la de "coordinador de stunts", aunque sin abandonar del todo la acción en primera persona. Lo hace no solamente en películas de terror, sino también en producciones que gozan del mal llamado "prestigio" de la crítica (me refiero sobre todo a la reciente película Monster, por la que Charlize Teron ganara el Oscar). Los amantes del género podremos disfrutar de su trabajo como coordinador en Los renegados del diablo (2005), la nueva película de Rob Zombie a estrenarse este año.
En todo caso, el futuro promete para Kane. Esperemos que, si algún día Jason resucita de nuevo, lo traigan también a él de regreso.