viernes, octubre 30, 2015

Reseña: Halloween 2 (2009)

Cerrando ya nuestro mini-especial de Noche de Brujas con otra de esas reseñas destinadas a dividir a los que se pasan por aquí en dos bandos irreconciliables, también una película que debió haber pasado por este tribunal hace años: Halloween 2 (2009), de Rob Zombie, debió haber sido reseñada hace mucho teniendo en cuenta que por este blog ya han pasado todas las demás entregas de la saga iniciada por John Carpenter en 1978, y si bien el remake de Zombie del año 2007 fue en general bien recibido, esta continuación que se marcó un par de años más tarde no ha corrido con tanta suerte. Seré yo quien de inicio a la polémica afirmando que no sólo me parece una muy buena película, sino también una de las mejores de su director, e incluso me atrevo a decir que es mi segunda favorita de la saga de Halloween, superada únicamente por la original de Carpenter, para que os vayáis haciendo una idea.

Precisamente de Carpenter toma el paso inicial en este raro baile que se marca con uno de los mayores clásicos del slasher: el Halloween de Zombie comienza de forma muy similar a como comenzaba aquella secuela de 1981, es decir en la misma noche que en la primera película, con Michael Myers atacando el hospital donde Laurie Strode se recupera de su batalla con el asesino. Pero esto es sólo el principio porque muy pronto toda esta secuencia del hospital termina siendo un sueño/preámbulo de la verdadera trama, una transcurrida dos años después, en la que Laurie Strode debe lidiar con el trauma de su experiencia mientras Myers regresa para terminar el trabajo que empezó en la película anterior. Aquí es donde Zombie se desmarca por completo de la saga original y lleva la cinta a su propio terreno, ahondando más el lado psicológico de la historia al contraponer el mundo alucinante de Michael Myers (dominado por el fantasma real y alegórico de su madre muerta) con el desmoronamiento mental de Laurie, quien es retratada como una joven destruida psíquica y emocionalmente y cuya experiencia la ha llevado al borde del colapso. 

Decíamos antes que esta versión de Halloween 2 no fue bien recibida en su momento. Los motivos de este rechazo por gran parte del público son por un lado comprensibles: cuando realizó su primera Halloween (2007), Rob Zombie estaba en el punto más alto de su carrera y se había ganado el corazón de los aficionados al terror gracias a La casa de los 1000 cadáveres (2003) y Los renegados del diablo (2005), y a pesar de que muchos se quejaron de su reinvención del personaje de Michael Myers, su remake fue un éxito que le otorgó un mayor control creativo para esta secuela, un control que terminaría llevando hasta sus últimas consecuencias. Muchos de los aspectos de esta película son contrarios a lo que el público reconoce como una cinta slasher, no sólo por el aspecto psicológico y su mayor énfasis en la intimidad del asesino, sino también por su negativa a embellecer la violencia. Ya desde el principio, el Michel Myers de Zombie no muestra un asesino nada estilizado, un gigante que destaca sobre todo por una brutalidad de la que su director no nos ahorra ningún detalle, y no sólo por la forma en que destroza a sus víctimas sino por otras escenas como aquella en la que le vemos devorar un perro o por su presencia completamente sucia y similar a la de un vagabundo. Es sin duda el Michael Myers más monstruoso de toda la saga pero, paradójicamente, también el más humano: no sólo le llegamos a ver sin máscara sino que llegado el momento incluso habla, hecho que por sí solo se habrá sentido como un sacrilegio para muchos seguidores del personaje.

Claro está que a pesar de lo bien hilado que está el discurso de Zombie y de lo muy bienvenida que es su brutalidad después de las vergonzosas últimas entregas de la saga original, hay cosas que no terminan de funcionar y que quizás hayan influido en ese rechazo del público. Una de estas cosas para mí es el personaje de Laurie Strode, quizás el más pobre de la película, algo que se ve empeorado por un error de casting al dar el papel a la muy poco interesante Scout Taylor-Compton mientras se pone en un rol secundario a la muy superior Danielle Harris. El personaje de Laurie además resulta un tanto cargante puesto que se pasa casi toda la película llorando y gritando. Para colmo, un personaje interesante como el Sam Loomis de Malcom McDowell está muy desaprovechado y sólo interactúa con la trama principal justo cuando llega el desenlace de la película. Pero esto para mí son quejas menores; con el tiempo me he dado cuenta de que los motivos por los que la gente odió Halloween 2 son los mismos por los cuales a mí me gusta, y prefiero mil veces algo radicalmente distinto en vez de las repetitivas secuelas de la saga original. Esto para mí está muy por encima incluso de la pasión por el gore y el impresionante desfile de cameos de luminarias del horror. El final, además, es el mejor posible teniendo en cuenta la dirección que Zombie toma con la película y mucho me temo que tendrán que ignorarlo por completo si quieren hacer una tercera entrega tal como he escuchado. Entretanto, si no habéis visto esta, hacedlo lo antes posible. 

jueves, octubre 29, 2015

Reseña: Tales of Halloween (2015)

Siguiendo con este mini-ciclo dedicado a la Noche de Brujas, otra película que tuve la oportunidad de ver este verano fue Tales of Halloween (2015), la cual, tal como su nombre deja entrever, participa de la relativamente reciente moda de las cintas de antología como V/H/S (2012) o The ABCs of Death (2013), pero esta vez con las festividades de Halloween como tema principal. Al igual que las dos cintas antes mencionadas, esta que tenemos aquí hoy también ofrece el gancho de que sus diez historias están realizadas por diez directores distintos, entre los que se cuentan nombres muy sonados del cine de terror como Darren Lynn Bousman, Neil Marshall o Lucky McKee. En este sentido lo tiene todo para triunfar, y sin embargo el resultado me entusiasmó más bien poco.

El principal motivo creo que tiene que ver con unas falsas expectativas que me había creado. Lo cierto es que Tales of Halloween tiene otra visión de la Noche de Brujas muy distinta a la que realmente me interesa; no estamos hablando aquí de un aprovechamiento del lado mitológico de la fiesta de Samhain sino más bien del lado lúdico de la festividad en la cultura americana, y para eso la cinta incluso reduce su escenario a un ambiente único que declara abiertamente sus intenciones. Es así como las diez historias que componen el largometraje tienen lugar todas en una misma noche y en un mismo barrio, aspecto que por cierto está muy bien hecho ya que incluso algunos extras y personajes secundarios se repiten, con lo que hay una muy buena idea de unidad que para variar está muy bien llevada a cabo. Hay que reconocer que el ambiente de suburbio americano está realizado de forma muy eficaz pero también es algo ya muy visto y que en ocasiones me parece la salida fácil a este tipo de argumentos.

De todas formas, mi principal problema con la película reside en la desigual calidad de sus segmentos, algo inevitable si se tiene en cuenta que son diez y que por lo tanto muchos de ellos son apresurados al estar comprimidos dentro de un único largometraje de noventa minutos. Además sus pocas ambiciones se dejan notar en su entrega casi incondicional a la comedia. Ninguno de los diez segmentos es del todo "serio"; todos ellos inclinan la balanza hacia la comicidad (algunos con más éxito que otros), con un toque nostálgico más cercano a una versión en anfetaminas de los cómics de la EC, y (lo que quizás es más grave) la uniformidad del estilo hace que todos ellos se parezcan demasiado y se diluya la personalidad individual de sus respectivos directores. En realidad todos los segmentos parecen hechos por el mismo director y en las pocas ocasiones en que reconocí al autor de los segmentos fue por el elenco. Por ejemplo: reconocí el segmento de Lucky McKee (uno de los mejores, por cierto) sólo porque en él actuaba Pollyanna McIntosh, la espectacular protagonista de The Woman (2011). La verdad es que la cantidad de cameos que hay en esta película es impresionante y en ocasiones es un gusto irlos reconociendo. Lástima que la escasa duración de los episodios haga que la mayoría se quede en la superficie.

Tales of Halloween es para un tipo de público muy específico, ese que se disfraza en la Noche de Brujas y siente simpatía por los monstruos y el lado más juguetón de las fiestas. En ese sentido es una película muy interesante con grandes momentos y algunos trabajos sobresalientes, aunque se quedará corta para aquellos que busquen un relato de terror puro ya que incluso en sus momentos más fuertes vemos aquí unas intenciones más inclinadas hacia la comedia de horror colorida que a cualquier otra cosa. Con todo eso es muy buena y si estáis buscando algo para ver en grupo y celebrar el 31 de octubre esta es una muy apropiada opción.

miércoles, octubre 28, 2015

Reseña: Hellions (2015)

Esta semana es Halloween, y a pesar de que aquí nunca nos ha dado por hacer algo especial en estas fechas, quería esta vez aprovechar la ocasión para hablar de algunas películas relativamente recientes que tocan el tema de la Noche de Brujas, puesto que sé que lo estáis buscando. Una de ellas es precisamente una que vi este verano y cuya reseña se me había escapado durante ya demasiado tiempo. Se trata de Hellions (2015), una curiosa (y pequeña) producción canadiense del director Bruce McDonald. Su nombre debería sonaros, puesto que hace algunos años el señor McDonald parió una muy curiosa película de zombis titulada Pontypool (2008) que cosechó muy buenas críticas. Esta de la que hablamos hoy ha pasado un tanto desapercibida, algo que en mi opinión es un error porque contiene algunas ideas muy buenas que la alejan de lo que normalmente es el tratamiento dado al espíritu de estas fechas en el cine comercial.

De hecho la trama es de lo más sencilla: una chica en la noche de Brujas que espera en casa para su cita cuando de repente es acosada por unos siniestros niños disfrazados. Sin embargo, lo que empieza como un típico argumento de invasión domiciliaria termina convirtiéndose en algo muy distinto, una historia completamente surrealista que sólo comienza de verdad cuando la atmósfera del lugar es transformada por una extraña niebla acompañado de una luz violácea que parece marcar la entrada a un mundo paralelo que se funde con el nuestro. La película nunca llega a explicar del todo este fenómeno y de hecho deja muchas interrogantes abiertas y parece por el contrario regodearse en una mitología apenas sugerida y un énfasis mayor en las imágenes, con el poco sutil simbolismo de la chica disfrazada de ángel y los tintes satánico/paganos de la festividad de Halloween y su imaginario de calabazas, espantapájaros y demás apariciones. 

Todo esto, repito, puesto muy por encima de contar una historia coherente. A decir verdad, McDonald parece echar mano aquí de un libro de estilo muy similar al de los cineastas italianos de principios de los ochenta al contar una historia a través de momentos visuales con poco énfasis en el argumento. Esto muy probablemente hará que la película se le atragante a aquellos que buscan una historia más lineal, y aunque ciertamente no estamos hablando de una película que se vaya a convertir en un clásico ni mucho menos, sí es cierto que su atmósfera me pareció hipnótica y muy poco convencional gracias a una estética bellísima y unos recursos muy bien aprovechados. Aparte de eso, la temática adolescente de la película esconde una metáfora muy curiosa acerca del miedo causado por el embarazo precoz, tema que en el cine de terror casi siempre se ve mezclado con historias de usurpación de bebés por parte de entidades demoníacas.

Así que si estáis buscando alguna película que ver esta Noche de Brujas y os apetece ver algo un tanto fuera de lo común, Hellions es una buena opción. Quedáis advertidos que los mayores logros de esta película yacen en su estética y en la poco común visión no-festiva de Halloween de la que hace gala, pero hoy por hoy esto no me parece poca cosa. Algunos de sus trucos a la hora de causar miedo o tensión están muy vistos, pero aún así vale mucho la pena.

domingo, octubre 25, 2015

10 de hace 10: The Descent (2005)

Nota explicativa: "10 de hace 10" es el nombre de una nueva sección en la que re-visitamos diez películas estrenadas hace diez años, en la esperanza de ver qué tan bien (o mal) han envejecido. La idea es que consigamos publicar estas diez entradas durante el 2015, año del décimo aniversario de "Horas de oscuridad". La inspiración para este invento la tenéis aquí.

Incluso si no has estado siguiendo este blog desde sus inicios, lo más probable es que conozcas The Descent (2005). Después de todo, fue esta película la que puso en el mapa al director británico Neil Marshall, componente de un nutrido grupo de jóvenes cineastas de terror que comenzaron a despuntar en la primera mitad de la década pasada. Marshall, cuyo estilo de terror parece estar impregnado de sus preferencias por la acción desenfrenada, ya muestra prácticamente todos sus puntos fuertes en este su segundo largometraje, uno que en su momento fue todo un éxito que cosechó numerosas alabanzas de gran parte de la crítica de terror mainstream de aquellos años. Yo también quedé muy impresionado en aquel entonces, tanto que la cinta coronó el ránking de lo mejor que había visto en el género ese año. Ahora, diez años después, surge de nuevo la pregunta: ¿qué tal le ha sentado esta década desde su estreno? Para resolver la duda he vuelto a ver la película después de algunos años sin hacerlo (tengo más de uno y dos visionados de ella, valga decir) y trataré de poner algunas reflexiones al respecto aquí.

En primer lugar, y para aquellos que no sepan de que va el tema, The Descent es la historia de un grupo de amigas aficionadas al deporte extremo que viajan hasta un remoto bosque en el norte de los Estados Unidos para hacer espeleología en una cueva hasta entonces inexplorada, hasta que un derrumbe las deja aisladas del exterior y perdidas en medio de aquel laberinto. Tan sólo esto ya sería suficiente para hacer de la película una buena muestra de terror, pero Marshall decide ir a por más al hacer que las protagonistas tengan que lidiar no sólo con la búsqueda de una salida sino también con unos terribles monstruos habitantes de la caverna que les harán la vida imposible.

Ha sido precisamente este detalle lo primero que se me ha venido a la mente a la hora de revisionar la cinta: toda la primera media hora, cuando las protagonistas se adentran en la misteriosa caverna y quedan finalmente atrapadas, es tan angustiosa y está hecha de forma tan efectiva que perfectamente podría haber sido toda la premisa y seguiríamos estando ante un trabajo bien hecho. En particular la escena en la que una de ellas se queda atascada en medio de un túnel que debe atravesar arrastrándose con rodillas y codos me causó una sensación considerable de claustrofobia, aunque esto puede que sea una apreciación subjetiva. Lo que sí está claro es que Marshall maneja muy bien todo este tramo, y aunque todas las escenas de cuevas están realizadas en un plató artificial construido en un estudio en Londres, la fotografía minimalista y cerrada con abundantes tinieblas e irregularidades sabe ocultarlo muy bien, al menos en esta primera parte.

De hecho, es precisamente en su segunda mitad, cuando finalmente aparecen los monstruos, que Marshall cambia el tono de la película y se deja llevar más por su lado de acción. Llegados a este punto las escenas cobran otra dinámica, y las necesidades de espacio hacen que las cuevas se noten más artificiales y sacrifican el realismo de la película en beneficio de lo que está ocurriendo. Algo similar ocurre con la luz, que pasa de la casi total oscuridad a un juego de colores con las luces fluorescentes (verde) y las antorchas (rojo), lo cual sirve también para definir ciertos rasgos de los personajes como el derrumbe de la salud mental de la protagonista. El invento, como decía arriba, le quita realismo pero al mismo tiempo le da a la película un discurso único y empuja a Marshall por el camino de la acción que tan bien se le da.

Ha sido precisamente esa tendencia lo que moldeó la carrera de este director tanto antes como después de esta cinta. Tanto en The Descent como en su película anterior, la también muy recomendable Dog Soldiers (2002), el cine de Marshall es casi siempre asociado a esa manera despreocupada de afrontar el cine de acción y mezclarlo con otros géneros, y ha sido eso a lo que se ha dedicado después, mezclando este género con la ciencia-ficción apocalíptica en Doomsday (2008) y la épica histórica con Centurion (2010), donde termina de momento su carrera como director de cine en solitario. El que fuera una de las voces más prometedoras del horror a principio de siglo ha terminado siendo absorbido por la televisión en series como Black Sails, Game of Thrones, Hannibal o Constantine, con mayor o menor grado de éxito.

¿Y qué pasa con The Descent? Bueno, de entrada debo decir que me sorprende lo bien que sigue estando a pesar del tiempo que ha pasado y cómo algunos de sus elementos más innovadores siguen siendo (tristemente) poco comunes hoy en día, especialmente la presencia de un elenco totalmente femenino que nunca llega a ser explotativo a pesar de que algunos de sus referentes sí que lo son (la imagen de la protagonista bañada en sangre y entregada completamente a su lado salvaje es un buen ejemplo de ello). Además contiene algún que otro detalle que se me había escapado en visionados anteriores como por ejemplo el que el nombre del parque donde se encuentra la cueva, Chatooga, es el mismo del río por el que hacen piragüismo los personajes de Deliverance (1972), una más que evidente inspiración de esta cinta. Por supuesto hay algunos detalles que no son tan positivos, principalmente el abandono del realismo de segunda mitad, pero esto último está muy bien compensado con la acción que nos brinda Neil Marshall y el enfrentamiento con las criaturas. La procedencia humana de los monstruos da pie además a unas escenas de lucha muy intensas, y da gusto ver una historia en la que los personajes no son tratados como idiotas y la heroína principal muestra una evolución interesante y distinta a lo que normalmente se suele ver en este tipo de cinta.

Así que diez años después, y cuando el género de terror parece haber tomado un camino completamente distinto, es interesante descubrir que The Descent continúa siendo un ejemplo muy sólido de terror visceral salpicado de acción, con unos monstruos muy bien hechos y una dirección de primera con Neil Marshall tras el volante. Por supuesto cuatro años después nos llegó una secuela con otro director y que, tal como comentaba por aquí, resultó ser un trabajo muy inferior. La buena, sin embargo, es esta, todavía una de mis películas de terror favoritas y una que combina elementos que siempre he disfrutado como el terror de subsuelo, el poderío femenino y un final muy hijodeputa que podéis ver siempre que no cometáis el error de poner la censurada versión americana (que por cierto, fue la que dio paso a una continuación). Esta película ha aguantado muy bien el paso del tiempo y supera el tribunal de su primera década con solvencia.

sábado, octubre 10, 2015

Reseña: Ava's Possessions (2015)

Al igual que como me ocurrió con Tucker and Dale vs Evil (2010), con Ava's Possessions (2015) el principal punto de interés que le hallé fue precisamente su premisa, tan evidentemente atractiva desde el punto de vista de una comedia de horror que para mí resulta todavía sorprendente el que nadie lo haya intentado antes. El tema de las posesiones diabólicas ha sido tocado hasta el hartazgo en los últimos años, pero con la posible excepción de aquella parodia con Leslie Nielsen y Linda Blair titulada Reposeída (1990), la verdad es que no había visto un acercamiento cómico que abordara de forma exclusiva este tema. Esta que tenemos aquí hoy, además, lo hace con inteligencia y con un conocimiento del subgénero muy amplio que esconde algo que siempre se ha comentado de las películas de exorcismos: que en el fondo son elaboradas metáforas de problemas como la adicción o los trastornos psicológicos, temas que se tocan también aquí.

La premisa a la que me refiero es la siguiente: la protagonista es una joven llamada Ava que, previsiblemente, ha sido poseída por un demonio y exorcizada. La diferencia es que en esta ocasión la trama comienza donde estas historias normalmente terminan: después del exorcismo, cuando Ava, ahora liberada por fin de la entidad que la mantenía sometida, debe afrontar las consecuencias legales de todo lo que hizo mientras el demonio habitaba en su cuerpo. Como única alternativa para evitar ir a la cárcel, la joven acepta ingresar en un programa de ayuda destinado a víctimas de posesiones diabólicas, donde descubrirá a otros como ella y se dará cuenta de que quizás su inesperado huésped no ha terminado todavía de martirizarla.

A partir de aquí se construye una muy interesante película que va no tanto sobre posesiones diabólicas y mucho en cambio sobre la situación de vulnerabilidad en la que queda alguien dañado por situaciones como los trastornos mentales o la toxicodependencia. Digo estas cosas no porque en la película se mencionen sino porque todos los aspectos del grupo de ayuda y las situaciones de abuso y peligro por las que pasa Ava son calcadas de este tipo de argumento. Claro, la película en el fondo sigue siendo una comedia, pero el trasfondo es mucho más siniestro de lo que originalmente parece aún con su estética indie y su constante sátira de la nada envidiable situación de su protagonista. Lo consigue, como decíamos arriba, mediante el aprovechamiento de una premisa con mucho potencial, algo que se nota en cómo da respuesta a numerosas interrogantes que surgen de este tipo de cine: en un mundo donde las posesiones diabólicas son reales, ¿quién se encarga de los daños ocasionados por los poseídos? También es muy divertida la forma en que cada personaje lidia con su situación, destacándose especialmente una jovencita del grupo de ayuda que añora la conexión especial que tenía con su demonio y que hará lo que sea para ser poseída de nuevo.

En fin, una comedia de terror muy divertida que no sólo conoce bien el subgénero que está parodiando sino que encima logra colarnos un trasfondo mucho más oscuro de lo que parece. El hecho de que incline la balanza tan fuertemente hacia la comedia probablemente impedirá que se convierta en un clásico, pero aquellos que sepan pasar esto por alto la disfrutarán mucho. Yo ciertamente lo hice.

lunes, octubre 05, 2015

Reseña: La visita (2015)

La visita (2015) es probablemente la película de terror que con más ganas he esperado este año, y sé que en eso no estoy solo. De hecho, pocos estrenos recientes han causado tanta expectativa como este desde que las primeras impresiones asomaron la idea de que estábamos ante el regreso de M. Night Shyamalan, quien tras una serie de estrepitosos fracasos comerciales en sus propios proyectos y tras un par de traumáticas experiencias con la maquinaria hollywoodense, necesitaba de forma desesperada un éxito que le recordase al público sus innegables capacidades como director. Esta película de la que hablo hoy es no sólo un regreso a sus raíces de terror, sino también una vuelta a una producción mucho más modesta que busca conectar con los gustos del público de hoy en día y a la vez tener una mayor libertad a la hora de abordar el material del que parte.

Teniendo en cuenta esto, hay una evidente jugada hacia lo comercial presente ya desde el inicio, cuando los créditos iniciales nos muestran la curiosa alianza entre Shyamalan y el productor Jason Blum, el hombre detrás de la mayor parte de los grandes éxitos del terror mainstream de los últimos años como Paranormal Activity (2009), Insidious (2010), Sinister (2012), The Lords of Salem (2012), The Purge (2013), Oculus (2013) y un larguísimo etcétera, y que ahora ha fichado al cineasta de El sexto sentido (1999) para una nueva película de terror con niños partiendo de sus conceptos de escaso presupuesto y alta rentabilidad. La presencia de Blum quizás explique el que Shyamalan se atreva esta vez con una obra de falso documental en la que una jovencita y su hermano menor hacen una visita a sus abuelos, a quienes conocen por primera vez, y van descubriendo poco a poco que tras el extraño comportamiento de los ancianos se esconde un terrible secreto.

Confieso que de entrada esto ya me daba muy mala espina, puesto que todos sabéis mi rechazo habitual a este género tan abusado de terror documental, pero en este caso debo decir que dicho formato está hecho desde una perspectiva muy superficial en la que las reglas de un falso documental no siempre se respetan, desde la insólitamente nítida calidad de imagen de una cámara de andar por casa hasta la presencia de créditos iniciales e intertítulos que documentan el paso del tiempo. El recurso de la cámara en mano está poco justificado pero al menos no lo encontré tan cargante como otros ejemplos recientes así que tampoco me molestó tanto. Mucho más criticable me parece el empleo de niños en el elenco y un muy alargado primer acto en el que no sucede gran cosa y que por momentos se me hizo interminable. Lo bueno en este sentido es que una vez que la película coge vuelo y Shyamalan se mete en la historia, el resultado es muy positivo. El subtexto de locura y el horror ante los estragos de la vejez está muy presente y aunque muchas veces no queda claro cuál es la extensión de dicha locura en los personajes principales, algunas de las imágenes que nos regala son muy efectivas y meten miedo de verdad.

Por supuesto la película tiene sus detalles que no conectaron conmigo: el principal de ellos quizás sea una inconsistencia de tono en la que la mayoría de los elementos de horror son contrarrestados por un humor muy forzado (casi siempre proveniente del muy asesinable hermano menor de la protagonista), con lo que el componente de miedo pierde muchas veces su efectividad, y en definitiva la película se hace larga por culpa del muy aburrido primer acto. También pienso que el formato de falso documental le hace daño por innecesario y por lugar común a estas alturas, y honestamente no veo el motivo (más allá del meramente presupuestario) de usar este tipo de narrativa. Eso sí, si la película se salva es por su tramo final, no sólo por la ya habitual "sorpresa" de Shyamalan (muy sencilla y sin embargo muy efectiva) sino por añadir la que probablemente sea la mayor tensión de todo el metraje. El director se casca luego de este maravilloso clímax una sonrojante coda final que me ha parecido sobraba, pero en general es un trabajo muy digno que espero tenga el éxito suficiente para volver a poner el nombre de M. Night en la palestra. Una película extraña en sus intenciones y muy mejorable, pero también eficiente y teniendo en cuenta lo último de este director, es algo que vale mucho la pena.